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Infieles por un día
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Cristina vivía en un pueblo de provincias, donde había pasado toda su vida.

Regentaba una pequeña peluquería donde su buen hacer y trato amable, le habían proporcionado una clientela fiel, que le permitía con mucho trabajo y entrega, ganar el sustento para su familia.

Cristina había pasado la barrera de los cuarenta años, era una mujer delgada y muy atractiva, de ojos expresivos, sonrisa preciosa y un cuerpo, que para nada representaba su edad.

Llevaba casada casi veinte años con su marido, el cual conoció cuando solo era una adolescente y a la que le había sido fiel siempre. Era madre de dos niños por los cuales sentía verdadera pasión. Eran su razón de existir.

Cristina era una persona sencilla, que siempre había disfrutado con los pequeños detalles de la vida, sin ambicionar grandes metas. Era sincera, cariñosa y fiel, aunque la vida o más bien su pareja, no le correspondiera con la misma medida, lo que estaba cambiando su carácter.

Su marido Rodrigo, era camionero y pasaba varios días a la semana fuera de casa, algo normal por su profesión que ella entendía y asumía. Pero ese tiempo ausente no se compensaba cuando tenía la oportunidad de estar con ella y la familia, era como si no estuviese.

La pareja ya no tenía esa magia y complicidad con la que nació. La falta de sinceridad de Rodrigo y otros asuntos turbios por parte de él, habían degenerado mucho la relación.

Ella era el pilar de la familia y solo el bienestar de los niños, mantenía a flote ese matrimonio.

Una tarde, Cristina estaba en la peluquería, esperando a cerrar. Su última clienta no había acudido a la cita y solo el horario de cierre la frenaba de no estar con sus hijos en casa.

Se abrió la puerta del establecimiento y entró un hombre de unos cuarenta años, un hombre atractivo a primera vista. Preguntó:

-Buenas tardes. No tengo cita, pero me gustaría cortarme el pelo.

-¿Mario?- Respondió Cristina en tono dubitativo.

-¿Cristina?- dijo Mario en el mismo tono.

Los dos perplejos, se fundieron en un pequeño abrazo.

Cristina y Mario pasaron desde la niñez a la juventud juntos, en la misma pandilla de amigos. Llevaban sin verse desde que Mario por motivos de estudios, salió del pueblo a la capital, donde hizo su vida.

-¡Cuánto tiempo sin saber de ti! no veas la ilusión que me ha hecho verte, te he reconocido enseguida -exclamó Cristina entusiasmada.

-La verdad es que no esperaba esta sorpresa de volver a verte, pero a mi también me hace una ilusión enorme. -Respondió Mario.

Mientras que Cristina le cortaba el pelo, se contaron su situación actual, pero sobre todo, recordaron cientos de anécdotas de juventud, las risas y la complicidad entre ellos, hacían que estuvieran pasando un rato entrañable.

Cristina recordaba a Mario con mucho cariño. Él era una persona muy abierta con una picaresca innata para tratar con las mujeres. De joven era un seductor y ahora de adulto, mantenía ese don sumado a una madurez muy atractiva.

El tiempo de corte se alargó más de lo habitual, pero llegó a su fin. Mario preguntó que cuanto valía el servicio, pero Cristina se negó a cobrarle.

Intercambiaron los números de teléfono para mantenerse en contacto y se fundieron en un pequeño abrazo.

Un abrazo emotivo, que mezclado con la adrenalina de los recuerdos contados, hizo que Mario acercara sus labios a los de Cristina, quedando estos casi rozando.

Sus miradas estaban fijas, Cristina abrió sus labios, cerró sus ojos y ambos se fundieron en un beso apasionado. La mano de Mario bajó de la espalda al culo, apretando las nalgas de Cristina haciendo que ella sintiera la erección de Mario, en su húmedo pubis.

Cristina rompió asustada el momento.

-No Mario. Por favor, paremos. Me he dejado llevar por el momento, puede pasar alguien en cualquier momento y sobre todo… soy una mujer casada.

-Disculpa, me he dejado embriagar por la situación, lo entiendo. Hace una semana falleció mi madre y estaré en el pueblo un par de días solucionando temas de herencia. Si quieres podemos tomar un café una tarde de estas.

-Mejor no Mario -Respondió Cristina. Este es un pueblo pequeño y el hecho de estar casada y que me vean contigo tomando algo a solas, puede levantar comentarios incomodos.

Ambos se desearon buena suerte, y se dieron un beso para despedirse.

Cristina llegó a casa aún sin creer lo que le había pasado. Atendió a los niños y pronto se fue a la cama, una cama vacía ya que su marido se encontraba de viaje.

No paraba de recordar ese beso apasionado, no podía evadirlo de su mente. Le había gustado y le había hecho sentir sensaciones ya olvidadas. Sentía mariposas en la tripa solo de recordar.

Llevaba unos minutos en la cama cuando sonó el tono de un Wasap. Era Mario.

Escribió para ver como se encontraba, pero la calma de la noche y el recuerdo de lo ocurrido, hizo que estuvieran chateando durante varias horas.

La conversación iba subiendo de tono por segundos, hablaban de lo que podía haber pasado y de como sería si se volviera a producir un encuentro así.

Cristina se sentía una adolescente, si las mariposas le revoloteaban en la tripa antes de comenzar, el chatear con Mario hizo que estuviera muy, pero que muy excitada, con la imaginación volando años luz de la realidad y las braguitas húmedas.

Mario insistía en tener un encuentro. ella se negaba, aunque todas las partes de su cuerpo y mente, chillaban diciendo si.

-Mañana mis niños no estarán en casa- escribió Cristina. Estarán en casa de sus abuelos con unos primos que han venido de vacaciones. Puede que me arrepienta de lo que te digo, pero mañana, te quiero en mi cama. Solo te pido una cosa, discreción absoluta.

-Siempre he sido un caballero, mañana tendrás en tu cama un amante y un caballero- escribió Mario.

Cuando la conversación terminó. Cristina estaba excitada y nerviosa, por todo lo que el día había acontecido, pero sobre todo por lo que acontecería al día siguiente.

Su mente ya estaba en el día siguiente, dejó el móvil sobre la mesita de noche. Su mano comenzó a bajar hasta sus braguitas… estaban empapadas. Las quitó y comenzó acariciar su pubis con la fantasía de Mario en su mente.

Cuanto más fantaseaba, más excitada estaba, se deshizo de su fino camisón y humedeciendo sus pezones, comenzó acariciarlos, mientras que con su otra mano, frotaba su clítoris suavemente.

Abrió el cajón de su mesita de noche, donde tenía un tubo de crema con punta redonda, no tenía consolador, pero ese tubo hoy sería su escudero. Lamiendo su punta mientras acariciaba sus pezones, comenzó a pasarlo por sus labios, estaban muy mojados y no tardó en introducirlo poco a poco en su vagina, era su Mario improvisado. Sus caderas se movían como si un hombre la estuviera penetrando. El placer iba en aumento, un placer nuevo para ella, pues no recordaba tanta excitación en años, hasta que un intenso orgasmo, más intenso y duradero de lo normal, la invadió y elevó a los cielos del placer. Quedó dormida, desnuda y complacida.

Al día siguiente habían quedado a una hora tardía, cuando las calles ya no estuvieran transitadas y nadie pudiera ser testigo.

Cristina vivía en una casa con una puerta trasera, por ella entraría Mario. Ella le avisaría por wasap y él llamaría.

Durante todo el día, Cristina se debatía entre seguir adelante con el plan o no. El poco apego que aún tenía hacia su marido, confrontaba con las sensaciones que había sentido.

Unos minutos antes de la hora acordada, escribió a Mario un wasap:

-Mario por favor, no vengas. Vamos a cancelar la cita de hoy

Mario respondió al segundo:

-Tarde, ya estoy en tu puerta, ábreme

Cristina abrió la puerta.

-Estás preciosa, dijo Mario.

Cristina llevaba un vestido con estampado veraniego, era corto y no muy ceñido que resaltaba su figura. Una trenza le mantenía el pelo recogido, dejando a la vista su precioso rostro.

Mario tan elegante como siempre, con unas bermudas de vestir y una camisa blanca ajustada, con los botones superiores desabrochados y las mangas a doble vuelta. Un colgante pendía de su cuello dándole el aire juvenil que Cristina recordaba.

Ya dentro, se fundieron en un abrazo apasionado. Sus labios se buscaban como dos adolescentes inexpertos. Mario besaba y lamía el largo cuello de Cristina, mientras con sus manos, acariciaba sus mulos.

Sin parar de abrazarse, Cristina le iba conduciendo poco a poco a lo largo del pasillo, hasta su dormitorio. El miedo que tenía de tener una aventura, ya había desaparecido y estaba entregada a la pasión del momento.

Mario tumbó a Cristina sobre la cama, desabrochaba su vestido mientras su lengua no paraba de recorrer su cuello, su escote. Cristina no se había podido resistir. El sentir del paquete de Mario apretando sobre su pubis, la excitaba. Sus manos intentaban desabrochar su bragueta con la ansiedad de descubrir su polla cuanto antes.

Mario abrió el vestido. Cristina no llevaba sostén, no le hacía falta. Conservaba unos pechos de adolescente tersos y suaves. Comenzó a lamer sus pechos, sus pezones, mientras que la respiración de Cristina iba en aumento.

Poco a poco iba bajando con la lengua hacia su coño, su mano ya había retirado el precioso tanga de Cristina y sus dedos estaban juguetones en sus húmedos labios.

Cristina gemía suavemente de placer, acariciaba el pelo de Mario, mientras que este ya había pasado su cadera. Comenzó a besar y lamer sus nalgas, mientras sus dedos jugaban y entraban lentamente en su vagina.

Cristina comenzó por instinto acariciar sus pechos, hasta que la húmeda lengua de Mario llegó a su coño.

Uff! Era maravilloso, hacía mucho tiempo que no le hacían un buen cunnilingus, y Mario lo estaba haciendo realmente bien. Cristina movía sus caderas, mientras que abría sus piernas, quería que Mario pasara dentro con todo.

-No pares de hacerlo por favor, pero túmbate a mi lado que quiero saborear esa polla que me está volviendo loca.

Mario se tumbó boca arriba y los dos se fundieron en un 69 perfecto.

Cristina humedeció la polla de Mario con su saliva y no paraba de chupársela, la quería toda, mientras con sus manos, acariciaba los testículos de Mario.

Mario tenía dos dedos dentro del coño de Cristina, mientras que con su lengua, lamía su clítoris.

Cristina jadeaba cada vez más, su excitación iba en aumento, dejó de comer la polla de Mario y le rogó que no parara:

-Por Dios, no pares ahora, me estoy corriendo, Ahh! sigue, sigue, así Ahh!!… Cristina tubo su un largo orgasmo sobre la cara de Mario, lo que excitó a este aún más.

Se incorporó sobre Mario y era ella ahora la que llevaba la iniciativa. Siguió comiendo la polla de Mario con más intensidad. Mario estaba bien dotado, pero Cristina conseguía metérsela toda en la boca. Lamía su polla, sus huevos lentamente, pero con pasión. Notaba que Mario estaba muy caliente.

Con el tumbado, Cristina se abrió de piernas y cabalgando sobre él, comenzó a rozar el coño con su polla. Ya se había corrido, pero la excitación no había bajado, estaba extasiada.

Buscó con su mano la polla de Mario y la colocó en su coño. No costó que entrara porque estaba muy húmeda. Se sentó sobre ella lentamente, sintiendo como entraba e iba rellenando su coño, le encantaba esa sensación.

Estaba cabalgando sobre su polla lentamente, mientras las mano de Mario, acariciaban sus pechos. Este humedeció sus pezones para jugar con ellos, ella lo agradecía, la ponía más cachonda aún. Aumento poco a poco el ritmo mientras que con su mano, comenzaba acariciar su clítoris.

Fue subiendo la intensidad hasta que Cristina ya empezaba a sentir, que se iba a correr de nuevo.

Paró y levanto su pelvis un poco al tiempo que suplicó a Mario:

-Muévete tu, me estás dando con cada embestida en el punto ese que tenemos las mujeres, que estoy empezando a ver las estrellas.

Ahh!! Más rápido por Dios, más rápido.

Mario estaba cachondo perdido, sentía que iba a eyacular, pero no quería destrozar el momento de éxtasis que invadía a Cristina. Le estaba dando pollazos con todo su alma mientras que Cristina no paraba de jadear y acariciar su clítoris.

Dios, Dios, Dios, ahh! Estaba teniendo un orgasmo eterno, de los que no había sentido nunca.

Tragaba saliva y ya no podía ni gemir. Mario estaba a punto de eyacula, intentando retrasar el momento, hasta que ella bajo la intensidad.

Me voy a correr- dijo Mario jadeando.

Cristina agradecida, se quitó de encima cogió su polla y se la metió en la boca, lamiendo todo capullo, mientras con su mano, masturbaba su pene.

Ahg! Me corro, me corro— Gritaba Mario, mientras Cristina seguía comiéndosela, quería toda su leche dentro de su boca, era lo menos que podía hacer por el hombre que la había llevado al cielo de la lujuria.

Mario se corrió en la boca de Cristina y esta fue bajando el ritmo, hasta que todo se calmó.

Se acurrucó a su lado y comenzaron a besarse suavemente.

-Nunca he creído en el destino, pero este me ha bendecido trayéndote a mi cama esta noche. -Dijo Cristina complacida.

-Tú tienes tu vida, yo tengo la mía, esto solo será un encuentro que no volverá a repetirse, pero que espero que quede grabado en nuestras memorias el resto de nuestras vidas- Añadió.

Cuando éramos jóvenes, siempre te miré de un modo especial, pero estabas con Rodrigo, y tenía que respetar a mi amigo. El destino del que tú has hablado, ha hecho que cumpla un deseo que tenía desde mi juventud. Ahora esa mirada especial que tenía hacia ti, la tendré en mi memoria al lado de esta noche.

Ambos amantes, quedaron tumbados y relajados. La noche no acabó ahí. Hicieron el amor una y otra vez hasta que un sol insolente, dio luz a la realidad de cada uno.

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