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Gran escuela de hostelería (parte 6)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

El lunes por la mañana voy a la escuela, ya es la última semana antes de las vacaciones de Navidad, y me reúno con el grupo, entramos a clase y cuando aparece Jorge, se me para el corazón, me da vueltas la cabeza y Carlota me da un codazo, muy evidente, y levanta las cejas dos veces. Mierda, se acuerda de lo que dije en la fiesta y no ha podido ser menos disimulada. Me pongo roja y me parece que Jorge a puesto cara de sorpresa después del estúpido gesto de Carlota, pero sigue su camino, miro con cara de odio a Carlota y me giro para asegurarme de que esta todo normal, pero mis ojos se encuentran con los de Jorge que, para mí sorpresa, está girado igual que yo. Se me vuelve a parar el corazón y me mareo, me giro y me cojo a la mesa que hay al lado, pero no es suficiente y me siento en suelo. Oigo voces, un montón de gente se pone delante mío, me dan agua, y me preguntan si estoy bien. Intento asentir, pero todo se queda negro.

Me despierto en una camilla tengo en el brazo un brazalete para tomar la tensión y veo una mujer sentada en una mesa, le pregunto donde estoy.

– Estas en la enfermería, ¿Como te encuentras? Nos has dado un buen susto, parece que ha sido una bajada de tensión y te has desmayado, comete esto, te ira bien. – me ofrece una barrita energética, y la acepto, aunque no tengo hambre.

– Me encuentro bien, algo atontada. – empiezo a comerme la barrita.

– ¿Has desayunado esta mañana?

– La verdad es que no… nunca desayuno antes de venir, no tengo hambre a primera hora.

– Pues ahí tienes el resultado de comer… tienes que empezar a hacer bondad.

– Lo sé… gracias por la barrita, creo que me voy a clase, no quiero perderme la clase. Gracias por atenderme.

– No hay de que, pero no deberías ir a clase, vete a casa y descansa.

– Pues creo que seguiré el consejo. Gracias de nuevo.

Cruzó la puerta de la enfermería, recojo mis cosas y me marcho a casa.

Mis padres estaban asustados, los llamaron desde la escuela, me tomo el resto de semana de descanso y ya no volveré hasta después de navidades.

Esa misma tarde viene Roel a verme a casa, mi madre trabaja, mi padre duerme, mi hermana pequeña está en el colegio y mi hermano mayor en el trabajo.

Roel me abraza con pasión al verme, también estaba asustado, me besa y a mi se me vuelven a caer las lágrimas.

– ¿Que te pasa? ¿También te has asustado? Lexa, tienes que comer más, últimamente a penas comes y nos has asustado a todos.

Asiento con la cabeza y reanudo el beso que ha sido interrumpido por mis lágrimas, le quito la chaqueta, el cinturón, la camisa y el empieza a quitarme la blusa del pijama, me envuelve en sus brazos, y tiro de él hasta llegar al sofá, le empujó y le hago sentarse, me pongo de rodillas frente a él y le desabrocho el pantalón dejando al aire su erección, se la cojo, la masajeo y me la meto en boca, empiezo a subir y a bajar, me la meto hasta el fondo y la acaricio con dientes mientras subo de nuevo, Roel se arquea y de golpe suelta todo, esta delicioso, me lo trago con gusto. Me levanta la cabeza y me da la otra mano para ayudarme a levantarme, me coge de la cintura y me tumba en el sofá, me quita los pantalones del pijama con facilidad y me recorre el cuerpo con besos, cuando llega a mi sexo, su lengua lo recorre y lo succiona, se centra en mi clítoris mientras con la mano derecha mete 4 dedos de golpe, me estremezco mis piernas tiemblan y caigo en la espiral se me tensan todos los músculos del cuerpo y me arqueo.

Cierro los ojos con fuerza y solo aparece un pensamiento, Jorge. Me repongo enseguida, Roel se dispone a hacer el misionero, pero lo paro con la mano y me pongo a cuatro patas, noto en su gesto una pizca de decepción, pero me coge la cadera y me penetra de una embestida fuerte y deliciosa, gruño y me pego más a el con cada embestida que me da, cada vez más rápido y más duro, cuando voy a llegar al clímax de nuevo, me pongo de rodillas, Roel me coge por los pechos y cuando él también llega al clímax me muerde el hombro, duele, pero extrañamente, me excita todavía más, haciendo que el orgasmo sea mucho más intenso. Cuando estamos, nos desplomamos los dos en el sofá. Cuando nos recomponemos, nos levantamos y nos vestimos rápidamente, le digo que estoy cansada, y que me voy a echar un rato en la cama, lo despido en la puerta y se marcha.

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