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Prohibida obsesión por mi hermana
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hola, me llamo César y esta historia que les cuento es totalmente real y una locura a la vez, nunca pensé que tendría este tipo de experiencia. Comencemos por el principio.

Soy el hermano mayor, ahora tengo 24 años, mi hermana Diana de 22 es muy coqueta y le encanta vestirse provocadora, "es para gustarme a mi" dice ella. La verdad creo que esto empezó hace un par de años.

Ella se desarrolló después de la secundaria o prepa, la verdad es que yo solo la veía como una niña boba que usaba mis sudaderas. Hasta que dejó de usarlas y empezó a vestirse muy muy entallada.

Mide 1.64 es de piel muy blanca y voz chillona, por lo que me fastidiaba salir con ella, aunque mamá siempre me mandaba a cuidarla. Por lo regular estaba a distancia tomando un café o leyendo algo mientras ella iba con sus amigas. Fue hasta esa vez en el cine que note a un tipo acercarse como si viera la cartelera pero con el teléfono muy pegado a sus nalgas. Diana llevaba unos leggins rosa pastel que se clavaban entre sus nalgas. A pesar de mirarlo feo y tratar de que ella se moviera de ahí, no logré impedir que el tipo, le tomara fotos o la grabara no sé muy bien. Se alejo mirándome con una risa burlona mientras yo apestaba los puños y miraba como mi hermana ni siquiera se daba cuenta de lo que pasaba. Al mismo tiempo note que un bulto se había formado en mi pantalón. Era… ¿por ver el culo de mi hermana?

Al día siguiente ella como si nada caminaba por la cocina con su short de pijama, ese de bolitas que igual que sus leggins se clavaba entre sus nalgas, no podía quitarle la vista de encima y ella me miró extrañada.

—¿Estás bien? –dijo mirando mi pantalón.

—¿QUÉ? ¡NO… YO! –sentí como el color se subía a mis mejillas y como pide salí de ahí.

Era abrumador estar junto a ella, pero me castigaba. No podía pensar en mi hermana de esa manera, si ahora tenía un culo redondo y rico, unas tetas pequeñas y levantadas pero seguía siendo mi hermana. Contuve todo eso que tenía dentro husmeando en su ropa, incluso con su ropa ajustada podía adivinar que tanga o cachetero traía puesto, obviamente los olía a escondidas y me masturbaba. Luego volvía la culpa.

Hasta este fin de semana, ella ya con 22 sale sola con sus amigas, me toca ir a buscarla a algún antro o plaza. Un par de veces me ha tocado llevarla a comer pues está muy borracha. Cómo en este caso. Salía de un antro, eran las tres de la mañana y traía un vestido corto, cuando me acerque por ella me eructó con olor a cerveza.

—¿Otra vez borracha? –le dije aunque solo llevarla tomada de la cintura hasta el auto me provocaba ya una gran erección.

—Solo fueron dos cervezas, no les digas a nuestros padres–dijo sonriendo, ahora usaba braquets lo hacía que al hablar salvará más de lo normal.

—No están, se fueron a cenar –savia que mis padres salían a un hotel, mi madre era de esas que gritan mucho y de un tiempo a la fecha preferían evitar que sus hijos o vecinos los escucharán.

—ok –dijo y se acomodó para roncar a los pocos minutos.

Su vestido apenas le cubría, podía ver un poco como se asomaba su ropa interior. Me detuve en un semáforo y como si quisiera despertarla la moví y subí más su vestido. Ahora veía sus labios vaginales húmedos, con el vestido ajustado casi en la cintura. El claxon de otro carro me saco del transe y avance no sin dejar de verla de reojo y con la pulsación a más no poder, sudaba frío y las manos me temblaban. Por culpa y por nervios.

Por fin tuve el valor, mordiéndome los labios y estacionado afuera de casa coloque dos dedos sobre su panochita, se sentía tan calientita, mis dedos estaban justo en medio recibiendo su humedad mientras ella roncaba babeando.

Llevábamos un par de minutos que para mí fueron una eternidad afuera, luego sonó un claxon, era el vecino que saludaba. Conteste el saludo y Diana no despertó pero se espabilo un poco, para cuando abrió los ojos yo ya estaba abriendo su puerta y sujetándola para entrar a casa. Mi erección no cedía, menos ahora que tenía sus tetas a centímetros. La recosté en su cama mientras seguía hipnotizado mirando su cuerpo.

—¿Que me ves? –dijo balbuceando y provocándome un susto que casi me infarta.

—¿Te vas a dormir así? –pregunte en ese tono regañón acostumbrado.

—mi pijama… –dijo casi con los ojos cerrados.

Fui a su mueble y busque la de short rosita que le quedaba pegadita, le quite el vestido por encima de los hombros y desabroché su brasier, sus tetas hermosas quedaron frente a mi con esos pezones rositas pequeños y suculentos, le puse la blusa y luego el short. Cuánto lo ajuste a sus culo no resistí. Metí mis dedos entre sus piernas para sentir de nuevo su humedad. Ella se estremeció y abrió los ojos.

—¡Que rico bebé! –dijo mientras me sobaba la verga sobre el pantalón.

Me baje el cierre y saque mi verga que punzaba de excitación. Ella cerró los ojos un momento, luego sonrió mostrándome sus braquets y chupo un poco mi verga.

—¡Que rico bebé! –repitió y mamo un par de veces mi verga para luego cerrar los ojos Aún con mi verga en la boca.

Me acomode para no abandonar su boca y me movía suavemente mientras sobaba su panochita. Ella chupaba de poco en poco y dormía, hasta que ya no despertó, así que seguí metiendo mi verga en su boca que estaba a mi disposición. Su panochita ya estaba bien mojada, moví su tanga y metí un par de dedos pero pegó un respingo que saco mi verga su boca, Si que preferí barajar bien mis cartas. Baje su short para sobar sus nalgas que eran suaves y redondas, mientras montado en la cama me acomodaba para que mi verga entrara nuevamente entre sus labios.

—¡Bebe! –dijo y chupo como si fuera un helado y dejo que el trozo de carne erecto resbalara dentro de su boca. Sentía su respiración sobre mi verga, además de que su saliva escurría por un costado de sus labios, abría sus nalgas para admirar su coño y ver su apretado ano, hasta el punto de palparlo con un dedo sintiendo sus pequeñas arrugas.

Miraba como en su mejilla se marcaba el paso de mi verga y me ponía más cachondo, venía el momento de la decisión más importante de esa noche. ¿Terminaría dentro de su boca? ¿Me masturbaría en el baño como de costumbre o llenaría su cara de semen?

Al final apenas y saque mi verga los chorros de semen mojaron su cara, estaba de lado y mi semen embarró su mejilla un par de veces, escurriendo en sus ojos y nariz. Sacudí mi verga con fuerza en sus labios dejándoles una capa viscosa de semen. Con mi otra mano apretaba con fuerza su nalga que quedó enrojecida. Me quite mi camiseta par a limpiar su rostro, no sin antes tomarle un par de fotos a su rostro lleno de esperma. Lo cual la verdad hizo que se me pusiera dura de nuevo. Acomode su short mirando como se clavaba en su culo y salí con la misma culpa de siempre.

Cuando desperté me dio miedo salir de mi cuarto, ¿Que me diría Diana? Mis padre tocó a la puerta para que bajar a desayunar y ahí estaba ella, recién bañada y sonriente como siempre.

—¡Hola hermano! –dijo mientras bebía un vaso de leche.

—¿Cómo estás? –pregunté tanteando el terreno.

—¡Cruda! No me acuerdo ni como llegué a la casa. Gracias por ir por mi, nomás me acuerdo que salí del antro y se me borró la cinta.

—¡Deja de tomar como albañil! –dijo mamá —no siempre va a estar Cesar para ser tu chófer.

—no, no me molesta. Me preocuparía más que regresará sola con algún desconocido.

—¡Aaw! Por eso te quiero menso.

A mí me urgía que llegara el siguiente fin de semana y se ahogara de borracha, tenía una cita con ese culo. Así pase la semana espiándola. Le tome fotos del culo y entendí al tipo del cine. Era adictivo mirar ese culote de mi hermana.

Continuará…

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