Todo comenzó con una llamada, me pediste que te ayudara porque se te descompuso el carro, se te ponchó una llanta y no podías cambiar la refacción… Llegué hasta donde estabas, me saludaste con un beso en la mejilla y te cambié la llanta y al terminar me dijiste “tengo algo para ti, pero no lo tengo aquí, sígueme en tu carro, vamos a mi casa”.
Al llegar a tu casa pasamos y nos sentamos en la sala, ya anochecía y hacia algo de frío, me ofreciste un café y lo acepté, me lo diste y me dijiste “ahorita vengo”, mientras me tomaba mi café regresaste vistiendo una lencería color rojo muy sensual, te transparentaban tus pelitos y tus pezones que estaban muy duros.
Al verte casi escupo el café, te acercaste despacio mientras extendía mis manos hacia ti, cuando al fin te alcance te senté en mis piernas y pasaste tus manos sobre mis hombros mientras me besabas en la boca yo te abrazaba con una mano por tu cintura y con la otra tocaba tus bubis y pellizcaba tus pezones.
Besé tu cuello mientras mi mano buscaba tu panocha, tú me ayudaste abriendo las piernas y tú tanga no fue obstáculo para que mi dedo entrara dentro de tu panochita húmeda, estaba que escurría de lo caliente que estabas y gemías un poco cada vez que mi dedo se introducía hasta el fondo.
Con mi lengua te pedía teta, así que sacaste una y la chupé de inmediato dándole mordidas y chupadas mientras mi dedo seguía dentro de ti, casi tenías un orgasmo cuando me dijiste “quiero chupar tu verga”.
Te levantaste y me quité la ropa, volví al sillón donde estaba y te arrodillaste y con tu mano metiste mi verga en tu boca jugando con tu lengua en el piercing que tengo en la punta de mi pene, mientras yo te quitaba el bra.
Luego de un rato me montaste y mientras te movías yo seguía chupando tus tetas hasta que por fin llegaste al orgasmo gritando y gimiendo y te quedaste con mi verga adentro, pero sin moverte, así que te puse en cuatro sobre el sillón y te penetré tan duro que no puede aguantar más y saqué mi verga para venirme en tu culito que quedó escurriendo de leche.
Te diste vuelta y con tu boca dejaste bien limpia mi verga mientras mis mecos escurrían por tus piernas. Caminaste directo al baño y al llegar te volteaste a ver con esa mirada pícara que tan bien conozco, te seguí y entramos juntos a la ducha para seguirnos manoseando un rato más…
Era tarde y tu esposo no tardaba en llegar, nos vestimos rápidamente y nos despedimos.
Y así fue como le cambié una llanta y de paso le chequé el aceite.