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Patio de medianoche
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Llevaba noches de mucho erotismo y calentura. Me la pasaba viendo videos pornográficos para apaciguar la humedad y la sensación de poca saciedad de sexo.

Descargué una conocida aplicación para celulares, que comenzó siendo utilizada en mi país para potenciar encuentros homosexuales, y terminó utilizándose para venta de todo tipo de drogas, sexo, sexting, entre otros. Pasé varios días chateando sexualmente con al menos tres o cuatro hombres. Me enviaban audios exquisitos, videos de sus masturbaciones mientras yo enviaba mis tetas apretadas contra mi cama. Mi tanguita a medio correr, mis tetas a medio descubrir (110cm de puro bamboleo), enviaba audios comiendo y terminaba en la madrugada exhausta, pero no saciada.

Una noche, en que aún no podía conciliar mis ganas de encontrarme salvajemente con alguien, comencé a buscar algún contacto que pudiera venderme unos cigarrillos (de los que te hacen sonreír). Era una noche de verano, y se sentían alrededor de 20 y tantos grados, a eso de las tres de la mañana. Mi aplicación no dejaba de sonar en notificaciones de antiguos chats y chicos que deseaban seguir sexteando conmigo. Hasta que un mensaje llamó mi atención, un chico de 20 y algo me ofrecía compartir un poco de marihuana, sin compromisos, ya que él vivía cerca y buscaba alguien con quien compartir. Me arriesgué y le di mi dirección para que me esperara fuera de mi pasaje.

En ese entonces, vivía de allegada en la casa de mis tíos, quienes dormían profundamente a esas horas de la noche. Me escabullí por la casa y salí silenciosa, el chico ya me esperaba en la esquina. Nos saludamos y caminamos un par de cuadras más abajo a otra villa, a unos diez minutos de mi casa. Me dijo que pasáramos directo a su pieza, ya que en su casa vivía de allegado un tío el cual dormía en el living. Entramos de la mano rápido, a oscuras y directo. Su pieza con colores neón me sorprendió y tenía un poco desordenado para mí gusto, pero venía ya tan mojada que no podía esperar.

Una vez que cerró la puerta y piso pestillo, nos miramos fijamente, agarré su polera y lo tiré bruscamente encima de mi cuerpo. Quedé entre él y la puerta, apretados. Comenzó desesperadamente a tocarme la cintura metiendo sus manos bajo mi polera, mientras nos besábamos frenéticamente y si lengua pasaba por mi cuello, sus manos subieron y me agarraron las tetas firme a palma abierta. Me embistió contra la puerta tres veces mientras continuaba tocándome y besándome el cuello, comenzó a bajar por mis tetas, movió mi sostén y dejó al descubierto mis mejores atributos. Desesperado lamía mis pezones mientras sus manos no podían abarcar el total de mis pechos, todo esto mientras sentía su miembro durísimo bajo sus jeans.

Lo empujé hacia la cama y a lo que vinimos, sacó mi pantalón, saqué su miembro del suyo y rápidamente pusimos un condón hasta que me lo metió acostados en su cama. El bamboleo y el movimiento frenético mientras me penetraban hacía que sonara toda la pieza. Sus papás estaban arriba y su tío en el living durmiendo y aun así su cama rechina haciendo obvio lo que allí estábamos haciendo. Me lo metió una y otra vez mientras repetía lo deliciosa que estaba y que no comprendía cómo pudimos encontrarnos de forma tan fortuita. Yo más fría de mente solo lo cabalgué fuertemente, hasta que su miembro sonara al chocar con mi vulva mientras me penetraba y sentía como su respiración se hacía más y más imposible. Terminó por ponerme en cuatro en su cama y embistiéndome suave y salvajemente lo hice terminar pronto.

Una vez concluido el acto fue a dejarme a mi casa, siguió hablándome por el mismo chat varios días, no siempre quise contestar para no crear falsas expectativas. Pero el primer encuentro me dejó algo más saciada y con los días, mis ganas volvieron. Si bien nadie me había visto salir en secreto, tenía miedo de que me agarraran saliendo a las tres de la mañana, por lo que me rehusé a un par de encuentros más.

Una semana después y con el chico escribiéndome a diario, comencé a tocarme una noche viendo videos mientras chateábamos, el chico deseaba demasiado volver a verme y reconoció que incluso se paseó por mi pasaje un par de días a ver si lograba verme. Me pedía solamente que si tenía ganas, las descargara con él, pero yo no quería volver a su casa con la obviedad de que todos nos escucharan. Seguimos chateando y entre las fotos de su miembro erecto y sus audios, comencé a calentarme de forma frenética y a querer arriesgarme a otro tipo de eventos. Eran las dos de la mañana, sabía que en media hora mis tíos se acostarían y caerían rendidos producto del trabajo en su negocio, mientras yo en la pieza chateaba y me toqueteaba la vulva enviándonos fotografías, audios y videos calentones jugando con mi tanga, su miembro, mis senos apretados al sostén, mi cola levantada y su voz calentándome entera.

Se dieron las tres de la mañana y mi amigo me había calentado por una hora sin parar por medio del chat. No iba a ir a ningún lado si yo no le daba la orden. Rogaba por vernos y yo rogaba por follar duro. A las tres y media de la mañana ya completamente mojada y desesperada por qué me lo metieran, lo cité en la misma esquina de mi pasaje, solo que está vez el riesgo lo tomé yo. Le proveí del silencio que necesitaba para este encuentro y que no era dueña de la casa donde vivía por lo que necesitaba discreción, mi amigo accedió de buena gana.

Tomé su mano y me besó en la boca, el pasaje estaba completamente oscuro y sin rastro de fiestas o vecinos en la calle. Di vuelta la a la llave de la reja principal lo más silencioso que pude. Mi patio constaba de dos arbustos grandes y un pasillo pequeño en forma de L (ele). En el último costado, había una máquina para congelar carnes, del negocio de mis tíos. En ese rincón, era fácil divisar hacia afuera puesto que no había árboles ni arbusto alguno.

Entramos y el chico comienza a abrazarme por la espalda mientras me lame mi oído y toma mi cintura. Me lo hubiera follado allí mismo de no ser porque necesitaba volver a poner llave, si alguien descubría algo, no quería pruebas que pudieran encubrirme. Cerré entre sus manoseos y tomé su mano. El último rincón del patio delantero que daba hacia la máquina daba también hacia la puerta de mi pieza, que hacía bastante más ruido que la reja principal. Pero al llevar su mano hacia la mía, el chico comenzó a besarme exquisitamente, me lamía lento por el cuello, mientras tocaba mi cintura e intentaba introducir una de sus manos en mis tetas.

Lo guie hacia el rincón de mi puerta, no entraríamos ahora pero pude en la profunda oscuridad acorralarlo a la pared y besarnos exquisitamente. Sobajeaba mi cuerpo más bajo que el suyo contra él mientras nos lamíamos los cuellos, la respiración agitada pero silenciosa de mi amigo me hacía comprender que sabía jugar este juego y que seguiría mis reglas para hacerlo de forma silenciosa.

Mientras él quedaba a la pared, me di vuelta, sobajeando mis nalgas contra su miembro (yo usaba un short de pijama, una polera suelta y un chaleco delgado y largo), y apreté mi cuerpo contra el suyo estando de espaldas. Mientras movía mis nalgas en su miembro erecto, él intentaba con un brazo abarcar mis tetas completas y con el otro, dirigir mi rostro hacia atrás para lamer mis orejas y mi cuello, además de forzarme a besarlo mientras mordía mis labios.

Comencé a agacharme y subir lentamente, sentía su miembro erecto como un palo, grande, largo y se posaba entre mis nalgas de forma natural mientras manoseaba mi cuerpo. Sus manos comenzaron a bajar por mi short y mientras con una tomaba mis tetas, con la otra comenzó a bajar por mi vulva, lento, húmedo, en silencio pero desesperado por meterme sus dedos. Poco a poco comenzó a gatillar mi vagina con sus dedos, sacaba su mano de mi shorts solo para chuparse los dedos y volver a ingresar en mí. Mientras yo continuaba mis movimientos circulares haciendo presión en su pene, que parecía iba a estallar.

De pronto, me di cuenta como estábamos en el patio, a oscuras, pero a vista de toda la casa de enfrente, que tampoco tenía arbustos ni árboles y que, podría tener a cualquier vecino despierto. Pero no me importó. Lentamente y pegados como perros dimos un par de pasos hasta que quedé frente a la máquina congeladora. Mi compañero agachó mi cuerpo hacia adelante posándome en ella lentamente y mirando hacia afuera, asegurándose de ser el más afortunado y clandestino a la vez. Movió mi short hacia un lado y vio con rica sorpresa que claramente no llevaba tanga. Me gatilló así, en cuatro, posada en la máquina suavemente en mi vulva, sentía que latía y que me mojaba cada vez más.

Sacó su miembro y lo posó en mi vulva completamente mojada, haciendo movimientos donde solo nos rozamos los miembros por largo rato, humedeciendo su pene por completo con mis jugos mientras con su mano tomaba de mi pelo listo para cabalgarme en la oscuridad. Sin embargo, antes de metérmelo, me susurró en el oído que no había parado de pensar en mí esos días y en todo lo que quería hacerme. Así que bajó arrodillándose al piso, con una mano en mi espalda me obligó a quedarme recostada en la máquina hacia adelante, abrió mis piernas, volvió a correr mi short y comencé a sentir su lengua en mi vulva, llena de saliva tibia hacia arriba y hacia abajo, metiéndose por mis pliegues, lento, seguro, mojado, certero. De a poco comencé a agarrarme de la máquina, ya no podía más del placer de sentir cómo me cogía y me dejé coger en el patio delantero de la casa de mis tíos, con todo el pasaje a oscuras.

Sentía su nariz y sus labios comiéndose mi vagina mientras me susurraba ahí abajo lo rico y delicioso que era y todo lo que había esperado para comérmela. Subió una de mis piernas a la máquina, dejándome aún más abierta para follarme con su lengua, arriba, adentro, abajo, escupiendo suavemente de tanto en tanto aunque no lo necesitara. Se puso de pie y luego, comenzó a introducir su miembro en mi vulva, aún con una de mis piernas arriba. Podía ver hacia atrás su cara de placer máximo, sus manos agarrando una de mis piernas y mi cuello para no dejar de mirarlo mientras me embestía lento y luego más rápido. Podía ver cómo su pene entraba y salía de mí mojado como un roble, largo, con su puntita tocando mi vulva para luego dármelo todo hacia adentro, mojando mi piel, mis pliegues. Mientras respiraba lo más silencioso que podía.

Así me lo metió sobre la máquina alrededor de quince minutos, terminé abierta con una pierna sobre el artefacto, mis senos a medio salir empañando el vidrio de la máquina, sus manos agarrándome las tetas mientras me decía al oído todo lo que me deseaba y todo lo que le calentaba metérmelo allí mismo. Me embistió semi desnuda en pijama todo lo que quiso, bajó para lamerme intermitentemente mientras volvía a penetrarme, hasta que finalmente juntó su miembro con mi vulva y me embistió tan adentro que terminó.

Con la misma frialdad de la primera vez, bajé de la máquina, acomodé mi ropa mientras él subía sus pantalones intentando aún tocar mis tetas. Lo volví a acercar a la parte más oscura cerca de la puerta para subir sus jeans y bajar su polera. Me dio un beso largo, con lengua, exquisito mientras tocaba mis senos y con sus manos tocaba mis nalgas y acomodaba mi short. Me despedí, lo dejé en la reja y cerré con llave.

Me agradeció dos semanas ese encuentro, rogando por vernos de nuevo. Pero me gusta tan poco repetir que agradecí su sexo esa noche y evité seguir contestando sus mensajes.

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