Eran las 8: 27 de la mañana, me levante algo desanimada por la ausencia de Belén en mi cama. Tras hacer mi primer pis del día y asearme después, fui a su habitación con la esperanza de que su enfado y celos infantiles ya hubiesen desaparecido.
La puerta estaba semicerrada. Había luz en la sala y decidí entrar sin llamar. Belén estaba en la cama, boca arriba y desnuda. Se masturbaba con uno de sus juguetes, un pene de látex de 20 cm que entraba y salía con destreza de su chorreante vagina.
-Buenos días, amor, ¿Aun enfadada?- Saludé con fingida timidez.
-Buenos días, bombón, pasa y quítate el pijama.- Me contestó con su sonrisa de diosa.
Me desnudé frente a ella, quedándome en bragas y manteniendo su mirada mientras seguía con su mete y saca. Me acaricié mis grandes y erectos pezones provocándome mis primeras intimas humedades.
-Las bragas también, quiero ver tu matojo amor.- Ordenó mi hija entre jadeos.
Obedecí y dejé caer mis negros calzones de encaje, húmedos y testigos de la noche de sexo incestuoso que habíamos tenido. Me tumbé en la cama, y abrí la boca para recibir de manos de mi hija su juguete embadurnado con sus amargos y salados jugos que yo tanto disfrutaba.
-¿Te gusta mi sabor mamá?
Mucho tesoro, y tu olor íntimo. Ambos me embriagan.- Contesté con voz entrecortada y con el pene casi en mi garganta.
Belén esbozó una leve sonrisa y me besó, insertando su lengua profunda y enérgicamente en mi boca. Llevo su mano a mi coño y comprobó que era un mar de lujuria y me penetró.
-Que mojada estas.
-Así me tienes siempre.- Le contesté mordiendo su labio inferior y lamiendo su boca con mi lengua.
Me abrió las piernas y comenzó a succionar mi botón con apetito felino. Abrió mis labios mayores e introdujo su boca para sorber mis jugos como si de una sopa caliente se tratara. Su lengua trataba de penetrarme y acababa lamiendo mi culo, aún dilatado y dolorido por las embestidas de mi vástago durante mí, desvirgue. No fue necesario mucho tiempo, apenas segundos, para que de mi esfínter eyaculasen mis primeros chorros del día. Regaron generosamente la hermosa faz de mi Belén, produciéndole un placer que su lenguaje corporal no podía ocultar.
-¡Oh, sí, cariño que bien lo haces! ¡Me matas mi cielo, sí, no pares, sí, Me corrooo!
Degustó rigurosamente mi íntimo elixir y dijo:
«Siento haber sido tan brusca anoche en tu primera vez mamá. Debí ser más cuidadosa, pero estaba celosa, la forma en que tú y Susana os mirasteis…»
-No sufras por eso, cielo. No negaré que tu amiga, es una joven sexi y deseable, pero te amo y lo último que quiero es que sufras.- Repliqué aún entre jadeos.
-Además, el dolor de la sodomización hizo que descubriese en mí un lado que no conocía. Disfruté con el dolor que me produjiste. -Añadí besando sus labios.
-Gracias.- Contestó Belén con una sonrisa.
Se incorporó y fue a buscar el arnés anal con el que me había follado la noche anterior, permitiéndome disfrutar de su cuerpo desnudo y la negra frondosidad de su pubis.
-Mamá, quiero me desvirgues el ano.
-¿Ahora? – Pregunté receptiva.
-Si ahora, lo necesito. Y quiero que me duela, que recuerde siempre este momento tan importante para nosotras. Es un acto de amor y entrega total hacia ti. Aseveró mirándome a los ojos seria y sincera.
-De acuerdo amor, lo haremos ahora si es tu deseo.
-Gracias bombón. – Contestó risueña y feliz mi hija.
Fue presurosamente al baño con el arnés en sus manos. Lo limpió y lubricó, para después atármelo sobre mi cintura y labios. Unto de lubricante sus labios y su oscura puerta trasera. Se colocó de lado sobre la cama, indicándome con la mirada que ya podía comenzar.
Me situé detrás de ella y me coloqué de costado. Dirigí la punta del arnés a su anito y empujé mis caderas hacia adelante con delicadeza. Su apretado y diminuto orificio trasero ofrecía resistencia. Apenas conseguí avanzar con nuestro propósito.
-Sin miedo, mamá, empuja sin miedo. -Solicitó Belén dulcemente, buscando mi mano para unirse a la suya.
-No quiero lastimarte mi vida. -Respondí mientras besaba su nuca y olía su cabello.
-Deseo tenerte dentro, hazlo ya por favor. -Me suplicaba con impaciencia.
-Está bien tesoro, toma aire y suéltalo poco a poco. -Le dije con voz amorosa.
Antes que mi hija pudiese comenzar a expirar, yo embestí su orificio con fuerza y este cedió hasta aceptar en su interior el glande de látex que yo portaba. Belén gritó bruscamente, sintió un dolor y ardor intenso que se hacía insoportable.
-¡Ah, Helena que dolor! ¡Me duele mucho, no puedo! -Exclamaba mi vástago entre lágrimas.
-Aguanta cariño, lo peor ya pasó, ahora iras dilatando el recto poco a poco.- Comenté mientras observaba un hilo de sangre alrededor del arnés. Comencé a follarme su culito suavemente, intentando que mi polla de látex fuese entrando cada vez más en sus entrañas.
-¡Detente un momento, por favor, no puedo más Helena! -Suplicó haciendo fuerza con su mano sobre mi brazo.
-¿Quieres que me salga amor?, no es necesario para mí seguir causándote más dolor.
-No te salgas, solo déjame tomar aire, ¿sí? -Me replicó a la vez que acariciaba su clítoris hinchado.
Una vez que hubo tomado aliento y el arnés comenzaba a resbalar por su oscura cavidad, me pidió que comenzase a follarla de nuevo. Aceleré mis embestidas y lo que antes eran llantos empezaban a tornarse en suspiros y jadeos. Mi hija había comenzado a disfrutar del dolor anal, y pude notar sus chorros orgásmicos al depositar mi mano en su manjar vaginal.
-¡Así, así más fuerte, más fuerte amor! ¡Rómpeme toda, quiero que sientas mi entrega y amor por ti Helena! ¡Fóllame, reviéntame amor, me corro joder, siii!!
Belén movía sus caderas en armonía con las mías, arqueaba su espalda, cuál trapecista en plena función, su cuerpo era un mar de sudor y placer. A su vez yo me tumbé sobre ella y la penetraba profundamente mientras mordía su cuello. Permanecimos así, durante varios minutos hasta que nuestras respiraciones dejaron de ser pura agitación. Saque el arnés del interior de mi hija, estaba algo manchado de sangre y heces. Fuimos al baño y nos dimos una ducha, aseamos los juguetes y preparamos un desayuno nutritivo. Teníamos apetito.
-Gracias mamá.
-¡Gracias por qué?, cielo.
-Por tu paciencia conmigo, ya sabes, mis celos, mis cosas. Y por el rato tan rico que me has regalado hace unos instantes.
-Gracias a ti cariño. Por tu prueba de amor, sé que te dolió mucho.
-Y me sigue doliendo Helena, casi no puedo sentarme. -Dijo Belén con gesto de fastidio.
Me acerqué a ella y bese sus labios a la vez que mese su lindo cabello.
-Pronto notarás el alivio del analgésico que tomaste.
-Eso espero. Por cierto, mamá, quería regalarte algo que compre en la ciudad. He esperado a que me desvirgases, quería que fuese especial.
Fue a la habitación y trajo una cajita roja de madera forrada en terciopelo rojo. Me la entregó y la abrí con la curiosidad propia de tiempos de infancia.
-Guau cielo, ¿y esto?
La caja contenía dos alianzas de oro, propias de una pareja que va a casarse.
-Quiero que me pongas la alianza en mi mano, y luego yo a ti.
Tomé su mano y le coloqué el anillo, después ella hizo lo mismo conmigo.
-Ahora somos esposa y esposa Helena. ¿Aceptas?
-Acepto tesoro.
Belén reposó su mano en mi cuello y me besó apasionadamente, haciendo que su lengua y la mía fuesen una sola.
-Ahora debo ir a la ciudad mi amor. Quiero hacerte un regalo que se te hará especial ilusión.- Dijo Belén sonriente y enamorada.
-Volveré lo antes posible, ¿Sí?
-Muy bien cielo, me tienes en ascuas. Quiero saber cuál es mi regalo, ¡uf! -Respondí risueña y mimosa.
-Es algo hermoso, que deseas, y ahora que somos esposa y esposa ya no me da miedo que suceda. -Contestó mientras se alejaba por el pasillo.
Tras limpiar y adecentar la cocina después del desayuno, me dirigí a mi estudio a pintar. Quería acabar un paisaje marino que tenía algo abandonado últimamente y dado mi estado emocional, me sentía con fuerzas de finalizarlo.
Habían transcurrido dos horas desde que mi esposa se fuese a la ciudad. Se me habían pasado volando. Mi paisaje avanzaba y tomaba forma, empezaba a tener vida propia, a adquirir forma y color, perspectiva y belleza. Me sentía feliz, estaba recobrando mi amor por pintar. El día no podía ya ser mejor… o ¿Sí?
De pronto sonó el claxon de un auto, era Belén que me avisaba de su llegada. Esbocé una sonrisa de adolescente enamorada, dejé los pinceles bien lubricados y me dispuse a bajar a recibirla con un beso. Bajé las escaleras despacio, como a mí me gustaba, sentía que era más elegante, más de dama, como yo siempre quería sentirme. Una dama, y ahora una dama casada.
-¡Helena ya estoy en casa! ¿Puedes venir un momento, por favor? – Exclamó Belén desde la puerta principal.
-¡Ya va tesoro!- Respondí mientras mis ojos se volvían ojipláticos al comprobar que mi hija venía acompañada. Era ella, Susana, la amiga camarera que conocí la otra noche en la ciudad.
Vestía unos pantalones de cuero negros, adornados con un cinturón ancho, con hebilla gigante en tonos dorados, una chupa de cuero negra también y una camiseta de los Stones debajo de la misma. Me encantan los Stones ji, ji.
-Hola Helena, me alegro de volver a verte.- Dijo Susana mientras nos acercábamos la una a la otra. Nos dimos dos besos y un abrazo. Apenas sentí su pecho contra mis manolas, pues sus senos eran prácticamente inexistentes. Algo que producía en mi deseo e interés en poder contemplarlos en algún momento. Al terminar de abrazarnos, nuestras miradas permanecieron concentradas unos instantes. Lo suficiente para que Belén se percatase de la tensión que había entre nosotras y esbozando una pícara sonrisa, rompió ese momento entre nosotras, agarrando el brazo de Susana y dirigiéndose a mí diciendo:
«Te robo un momento a nuestra invitada cariño, quiero enseñarle nuestro hogar.»
-Perfecto cielo, mientras prepararé algo de comer, no sabía que hoy tendríamos una invitada. ¿Te gusta el brócoli y el entrecot Susana?, es lo que tenía pensado para comer hoy.- Pregunté dirigiendo mi mirada a sus felinos ojos grises.
-Me encanta el brócoli Helena, y la carne, también, suena delicioso.
-Pues no se hable más, ya tenemos el menú para hoy. Respondí contemplando como la figura de mi hija y de su amiga rockera, se alejaban por el largo pasillo de mi hogar tomándose del brazo. Dejándome a mí sola en la entrada de la casa y con mis bragas empapadas de deseo.
Una vez preparada la comida, fui a mi habitación a cambiarme. Quería estar guapa y elegante para mi hija, y como no, también para Susana. Elegí un vestido color marfil con tirantes finos que cubría mi cuerpo hasta los tobillos. Lo adorné con un ancho cinturón marrón, reafirmando mi cintura, haciendo que la prenda se ajustase a mi cuerpo. Tras maquillarme y adecentar mi cabello, bajé de nuevo en busca de las chicas.
Recorrí toda la planta baja de mi casa sin hallar rastro de ellas. Decidí buscarlas en la piscina, era el lugar favorito de Belén. Al ir acercándome a la alberca comencé a escuchar sus voces, adornadas por chapoteos y risas, que me confirmaban su presencia allí, así como su estado de ánimo.
Abrí la puerta de la pileta y pude ver encima de una toalla, la ropa interior perfectamente doblada. Unas bragas culotte con encaje negras que reconocí enseguida, pues yo misma se las había regalado a mi hija recientemente; y una braguita brasileña blanca sin transparencia alguna que deduje era de Susana. Disfrutaban su desnudez en la piscina.
-Hola chicas, la comida ya está lista. Deberíais cambiaros, se hará tarde.- Saludé mientras me acercaba a ellas.
Susana y Belén estaban en una de las esquinas situadas al otro lado de la entrada, donde yo me encontraba. Deduje que su conversación era agradable, pues en ambas resaltaba una sonrisa, interrumpida por mi presencia. Rápidamente capté su atención.
-Hola cariño. Susana y yo te hemos extrañado. Pensamos que vendrías a bañarte con nosotras.- Dijo mi esposa mientras se acercaba a nuestra invitada besándola y fundiéndose con ella en un húmedo beso.
Susana, tras corresponder durante unos segundos, se retiró bruscamente perdiendo su mirada en el fondo de la alberca. Mi hija clavó su mirada en mí, como si quisiera descifrar lo que estaba pensando y sintiendo en ese momento. Yo excitada y sorprendida, decidí retirarme y tomar el camino de vuelta a la casa.
-No tardéis en cambiaros por favor, ya es hora de comer algo, os espero en casa.
-Enseguida nos cambiamos amor.- Contestó Belén, mirando a Susana con picardía a la vez que posaba un dedo en su nariz.
Me dispuse a preparar la mesa, todo estaba a punto. La comida transcurrió entre risas y anécdotas sobre mi etapa en la universidad y lo que habían cambiado los tiempos con respecto a lo que ahora vivían ellas. Susana se había situado en frente de mí, permitiéndome disfrutar de sus hermosos ojos grises. Las miradas se sucedían a cada momento, llenas de deseo y complicidad. Todas ellas bajo la discreta observación de mi hija. La cual mostraba una actitud risueña y cómplice, Eso a mí, me inspiraba confianza, seguridad y un estado de plenitud que añoré por mucho tiempo.
-¿Por qué no le enseñas el jardín a nuestra invitada cariño? Mientras, yo recogeré la mesa y limpiaré todo, ¿sí?- Sugirió Belén al tiempo que se levantaba de la mesa y retiraba los platos con su dulzura habitual, dedicándome una mirada cómplice.
-¿Te parece bien Susana?
-Me encantaría- Contesto la joven fijando sus ojos en mi escote apenas un instante.
La tomé de la mano y nos dirigimos a los jardines, necesitaba están en contacto con su piel. Al sentir su mano mi piel se erizó, y mis latidos aceleraron de manera instantánea. Noté como empezaba a transpirar, y por encima de todo, a estar por enésima vez mojada.
-Dime Susana, ¿eres de aquí?
-No, soy de Ávila, vine a estudiar a la universidad. Alquilé un apartamento junto con dos compañeras más de la universidad.
-Conozco Ávila, es un lugar hermoso, con esos edificios medievales, su muralla…
-Si es muy hermosa
-Y ¿el trabajo de camarera te da para pagarte la universidad y el alquiler?
-No, pero mis padres me ayudan siempre que pueden, somos de humilde condición, y procuro tener alguna fuente extra de financiación- Dijo con cierta timidez y sin soltar su mano de la mía; mientras recorríamos la finca abrazadas por las sombras de las hayas.
-¿Fuente extra?, no entiendo
-Sí, es que me da vergüenza hablar de esto Helena, temo te pueda parecer humillante como mujer
-No temas dulzura, siéntete libre de decirme lo que quieras- Conteste mientras acariciaba su pálida mejilla. Ella, al sentir mi mano en contacto con su piel, cerró sus ojos por un instante.
-Está bien, mi fuente extra de ingresos es mi ropa interior – Replicó aliviada.
-Tu ropa íntima, no entiendo, ¿Acaso diseñas lencería? – Pregunte confusa.
-No, no es eso… Subasto mis bragas usadas por internet – Dijo bajando su mirada cuál niña después de una travesura.
-Guau… Y ¿Tienes mucha demanda? – Se hizo un silencio entre nosotras. Tras el mismo, y a la vez que nuestras miradas se unían, rompimos a reír a carcajadas. Acabamos abrazadas, y yo, muy excitada, pose mi mano tras su nuca y la besé con pasión. Susana, dejo su boca entreabierta permitiendo que mi lengua conquistara a la suya. Mis manos recorrieron su cuerpo, su culo, su espalda, sus diminutos senos. Deseaba contemplarla desnuda, follarla, sentir que era mía… Deseaba compartirla con Belén, y sé que ella lo deseaba también. De ella había partido la idea de invitarla.
-Vamos dentro bombón- le dije tomando su mano de nuevo.
Subimos a la parte superior de la casa, donde estaba nuestra habitación. Abrimos la puerta y allí se encontraba Belén, desnuda y tumbada en nuestra cama, con sus piernas abiertas y uno de sus juguetes dentro de su selvática vagina.
-Os estaba esperando- Afirmó mi hija, cerrando sus ojos y acelerando el ritmo de sus caderas. Anticipando su primer orgasmo.
-¡Joder Belén, que vicio tienes! Dijo Susana, mostrando una mirada ojiplática y de lujuria.
Me sitúe detrás de Susana, besaba su cuello, mientras que hacía notar mis pechos y pezones sobre su espalda. Mis manos se alojaron en sus infantiles tetas, le dedicaba palabras soeces cerca de su oreja. Ella cautiva de mis caricias, giro su cabeza buscando mi boca. De la mía dejé salir un hilo de saliva que desembocó en la boca de mi amante, fundiéndose con la suya. Seguidamente, nos besamos con vicio y apetito desmedido.
Desabroche su pantalón y cayó reposando en sus tobillos. Baje sus bragas y bese sus nalgas. Me encantaba su piel suave y blanquecina, separe sus glúteos y besé sus labios vaginales, estaba completamente depilada. Ni rastro de vello. Escupí su ano y comencé a saborearlo. Su sabor era tenue y dulce, era una joven limpia, disfrute de sus aromas. Mi lengua se trasladó de nuevo a su vagina, empapada ya de sus amargos jugos, contrastando con los de su oscuro y diminuto recto.
Belén era privilegiada espectadora, su vagina seguía recibiendo las acometidas de su juguete, produciendo un húmedo y hechizante sonido, propio y característico de una masturbación.
Ordené a Susana se dirigiera a la cama. Se puso en frente de Belén en posición de a cuatro. Mientras yo divisaba su cuerpo desnudo, a la vez que me quitaba mi vestido, mis pantis y mis empapadas bragas. Empuje suavemente la cabeza de Susana dentro de las piernas de mi esposa. Obedeció con completa sumisión, y comenzando a lamer el clítoris de Belén. Produciendo en ella su enésimo orgasmo.
-¡Así Su, así cielo, no pares sigue. Qué bien lo haces!
-¿Te gusta lo que te hago?
-¡Fóllame con la lengua! Le ordenaba Belén.
-¿Así? -Preguntaba Susana mientras insertaba su lengua en la laguna salada de mi hija.
-¡Me vengo otra vez, ya viene, sí!- Exclamaba Belén mientras apretaba la cabeza de Susana contra su vagina.
Susana, después de beber los jugos de mi hija con esmero, se incorporó buscando compartir conmigo el néctar extraído, fundiéndonos en un beso lleno de lascivia.
Belén se incorporó, y se metió en el baño para asearse. Ordené a Susana se tumbase boca arriba y me coloqué entre sus piernas uniendo nuestras vaginas. Fue una tijera deliciosa, pronto el contacto con sus labios y fluidos me proporcionaron una tremenda sacudida orgásmica. Era hermoso estar corriéndose mientras nuestras miradas estaban en perfecta armonía. Casi a la par, Susana emitió un grito de placer convulsionando su cuerpo y haciéndome sentir como brotaban de su ser fluidos en abundancia. Me separé de su vagina y busqué besar sus labios. Me giré, y situé mi zona íntima sobre su rostro angelical, sintiendo como su boca me devoraba ansiosa. Mientras disfrutábamos de un rico sesenta y nueve, mi hija volvió del baño, abrió el cajón de la mesita de noche y comenzó a colocarse un arnés.
Sin mediar palabra interrumpió nuestro placer, tomando el cuerpo de Susana como si le perteneciese, y comenzó a restregar el pene de látex por su gran clítoris. He de decir que Susana poseía un clítoris muy grande, parecía un micropene, y estaba muy hinchado producto del tremendo calentón que tenía.
Susana demostraba un gran placer al ser tratada de esa manera, le gustaba sentirse usada, sometida, sumisa… Eso a Belén le volvía loca, yo la conocía bien; y a mí, también.
Susana comenzó de nuevo a correrse, víctima de las frotaciones del arnés, eyaculando pequeños y finos chorros, de manera intermitente y acompañados por pequeños grititos de gata sumisa.
-¡Hazlo ya cielo!- Suplicaba Susana en pleno éxtasis.
Belén obedeció feliz y penetro la mantecosa y dilatada mucosa vaginal de su amiga. Acerco su cuerpo al de Susana uniendo sus pezones y facilitando una penetración profunda. Yo, sudada, excitada y deseosa, esperé a que ambas separasen sus cuerpos y me senté encima de Susana. Casi de manera inmediata, y tras sentir la lengua de nuestra nueva amante surcar mi encharcada cavidad, volví a venirme. Pero esta vez de una manera menos brusca, más extensa y suave, permitiéndome disfrutar mucho más tiempo. Me bajé de su cara hermosa y besé y lamí todo su rostro con mi lengua. Seguidamente, ayudándome de la mano, acerqué mis grandes pezones oscuros a su boca, para que pudiera degustarlos y yo, de paso, seguir en permanente estado de calentura.
Belén quedó exhausta encima del cuerpo de Susana, mis manos recorrieron todo su cuerpo sudado, lo acariciaron, abrieron sus glúteos y con uno de mis dedos penetré su recto, para después de tenerlo dentro por varios segundos dar de probar su sabor a Susana. Esta lo degustó con parsimonia, como si quisiera conservarlo en su paladar por siempre…