Aquella mañana me había levantado totalmente empalmado, sabía que mi cuñada Carmen y yo estábamos solos en la casa. Mi cuñada Carmen tenía las tetas perfectas, eran de un buen tamaño sin llegar a ser desmesuradamente grandes, y las tenía estupendísimamente bien puestas, yo no se las había visto nunca, pero en mi imaginación eran una dulzura de pechos, siempre se le marcaban es sus camisetitas de tirantes y eso me ponía a mil. Su culo era perfecto y me volvía loco solo de pensar que alguien se lo podía haber follado.
Alguna vez a la hora de desayunar aparecía solo con esas camisetitas y sin sujetador de forma que se le marcaban aquellos maravillosos pezones que culminaban las perfectas tetas que tenía, no se ponía ningún pantalón de forma que de vez en cuando se le veían un poco las bragas (normalmente blancas) cuando se sentaba o se empinaba para coger algo de algún armario. En esas situaciones yo me ponía supernervioso y no me podía levantar de la mesa porque la polla se me ponía durísima solo de verla andando así por la cocina, y además siempre me tocaba luego ir a hacerme una paja por ella.
Carmen y yo teníamos un problema, y era que no nos llevábamos nada bien, se podía decir que no congeniábamos nada, lo cual hacía que aún me excitara más si cabe solo por el hecho de pensar que algún día me la pudiera follar a la muy capulla (cosa que claro está solamente ocurría en mi imaginación).
En definitiva, tenía una cuñada que estaba buena, que tenía un tipazo espectacular, que además tenía pinta de viciosa impresionante, que tenía las mejores tetas del mundo…, pero claro está, que yo jamás me la follaría.
Esa mañana me levanté y fui a la cocina para prepararme algo para desayunar cuando apareció como de costumbre con una camisetita blanca de tirantes y en bragas, yo me volví hacia la encimera nada más verla porque cuando estaba así no sabía para donde mirar ya que la vista se me iba sin poder remediarlo hacia su entrepierna y sus pechos.
–¿Qué vas a tomar?, me dijo desenfadadamente.
–Buenos días, un café. Le respondí
–¿Me preparas uno para mi sin azúcar?
–Sí, ahora mismo. Le dije amablemente
Preparé los dos cafés y cuando me di la vuelta, allí estaba la muy cabrona, marcando con sus dos pitones las tremendas y maravillosas tetas que tenía en la camiseta, y casi dejándose ver las bragas. Me acerqué y le ofrecí su café.
–No me has echado azúcar, ¿verdad? Me dijo, a lo cual le respondí que no.
Se dirigió a un armario y me quedé hipnotizado mirándola, ya que sabía lo que iba a pasar, se iba a empinar para coger la sacarina, y cuando lo hizo sus dos perfectos glúteos asomaron al subírsele la camiseta dejando ver sus braguitas por detrás. No sabía dónde meterme ante aquel maravilloso espectáculo, me había empalmado en apenas unos segundos ante semejante visión y ya no sabía cómo ponerme, me di cuenta de que sin haberlo querido ya se marcaba el bulto de mi polla creciendo en el pantalón corto que me ponía al levantarme y me fui lo más rápido posible a sentarme para ocultar la hinchazón, pero ella se había dado la vuelta enseguida y pude ver como observó y miró lo que me había sucedido. Su gesto fue de cómo si no hubiera pasado nada y una cara de indiferencia que parecía decir:
“Te jodes cabrón, mira todo lo que te dé la gana que es lo único que vas a sacar.”.
Desayunamos charlando de bobadas y mi polla no se bajó ni un ápice, por lo cual no me pude levantar de la mesa, menos mal que al final se levantó ella y salió de la cocina dándome la espalda, no pude dejar de observarla hasta que desapareció por la puerta, esperé un momento hasta que oí que entraba en el baño y me fui a la habitación a hacerme una paja por ella. No acababa de empezar a pajearme cuando la oí salir del baño, me incorporé, asomé la cabeza por la puerta y le pregunte:
–¿Vas a volver a entrar o has terminado ya?
–Si, puedes entrar ya si quieres.
Fui al baño y cerré la puerta. De repente vi algo que me maravilló, encima de un cesto había un sujetador y unas bragas azules marino de encaje a juego, no pude por más y sentándome en la taza cogí sus bragas y después de pasármelas por la cara las envolví en mi polla que estaba más dura que nunca y comencé a meneármela con sus bragas, estaba que estallaba de placer, me parecía que me iba a marear del éxtasis que me estaba produciendo el hecho de masturbarme con las bragas de Carmen, cuando de repente escuche su voz al otro lado de la puerta del baño:
–¿Puedes abrirme?, es que me he dejado algo y lo necesito. Dijo ella levantando la voz.
–Siii, ahora mismo. Le respondí con un quejido lastimero que casi me hace correr sólo por el hecho de escuchar su voz a la vez que yo me estaba cascando una paja con sus propias bragas. De un sobresalto me levanté los pantalones y coloqué las bragas rápidamente donde estaban antes. Di un grifo para disimular y abrí la puerta como si nada.
–Entra y coge lo que quieras. Le dije amablemente (pero también sofocado y nervioso). Ella fue hacia donde estaba su ropa interior y yo seguí lavándome la cara delante del espejo, cuando… ¡tierra trágame!
–¿Has tocado tú esto? Me dice enseñándome su ropa interior sobre su mano
–Nooo, ¿Yooo?, ¿para qué? Dije en un estado de nervios que se me notaba a la legua
–¡No estaba así cuando yo lo dejé! Dijo elevando la voz y con mala leche
–No, pues yo no lo he tocado.
Se quedó pensativa y dijo:
–¡Serás cerdo!, verás cuando venga mi hermana….
–Pero, ¿yo qué he hecho yo…? Si no he hecho nada
–¿Te parece poco hacerte una paja con mis bragas?
De repente casi me da un infarto, me ruboricé como no lo había hecho en mi vida, no sabía dónde meterme ni que decir, pero al final balbuceé:
–Por favor…, no le digas nada a tu hermana, te lo pido por favor… Dije suplicando.
–¿Qué pasa?, ¿no tienes bastante con mirarme el culo y las tetas que también te tienes que pajear con mis bragas, cerdo cabrón?
No sabía que decir y lo único que se me ocurrió fue un:
–Lo siento… (lastimero)
–¿Lo sientes…? ¡No, si ahora encima me las tendré que poner después de que las has tenido en tu rabo, ¡Serás cerdo! (me dijo)
–Solo ha sido un momento, lo siento, no volverá a suceder, te lo juro.
–Eso seguro, después de que lo sepa mi hermana, no te la vas a volver a cascar ni con las suyas.
–Por favor Carmen, no se lo digas…
–Pero…, ¿Cómo puedes estar tan salido y ser tan guarro?
Yo ya no pude decir nada más y ella salió del baño. Me quedé allí con cara de gilipollas, pensativo apoyado en el lavabo, viendo la que se me venía encima cuando viniera su hermana. Al cabo de un rato vuelve a entrar en el baño con un corpiño hasta la cintura y unos pantalones vaqueros en la mano, me aparté del lavabo donde ella se puso enfrente, y otra vez la muy cabrona se dejaba ver las bragas, esta vez llevaba puestas las azules de la discordia, no pude evitarlo y mirar, aunque solo fuera un instante ese maravilloso espectáculo, aunque enseguida baje la cabeza en señal de resignación.
–Todavía no me lo puedo creer (dijo ella), ¿Qué pasa, esto te pone?
–Lo siento Carmen, de verdad que lo siento
–No eso es verdad, de verdad que lo vas a sentir… ¿Te pone mirarme, verdad?
Yo no sabía que decir ni dónde meterme, y le dije finalmente:
–Joder, tía es que como te había visto en la cocina y vi que se te veían un poco las otras bragas no pude contenerme.
–No si ahora va a ser culpa mía, ¡no te jode, el salido este…!, pues que sepas que yo en mi casa ando como me da la gana y si no eres capaz de aguantar ver a una tía en ropa interior no salgas de la habitación.
–No esperaba que estuvieses así esta mañana, no pude remediarlo, lo siento de verdad.
–No si ya vi cómo se te puso esta mañana la polla en cuanto no me quitabas los ojos de encima en la cocina y la mirada que me has vuelto a echar ahora cuando he vuelto a entrar en el baño, ¿seguro que se te ha vuelto a poner dura otra vez verdad?
Aquellas palabras hicieron que mi polla comenzase a crecer dentro del bóxer aunque yo no lo deseaba esta vez.
–No, no disimules, si ya lo puedo ver yo otra vez (dijo la muy puta). ¿Sabes lo que vas a hacer?
–No. Le dije asustado
–Vas a sentarte ahí y te vas a masturbar delante de mí, cabrón.
Mi sorpresa fue alucinante y no podía ni sabía que hacer.
–¡Vamos!, siéntate y menéatela, ¿no es lo que querías…? Y si no lo haces mi hermana se enterará de tu aventura con mis bragas.
Me senté y totalmente excitado bajé el pantaloncito y saqué la polla lateralmente del bóxer. Estaba tremendamente empalmado y me agarré la polla con la mano derecha comenzando con un leve pajeo delante de la zorra de mi cuñada que ahora estaba frente a mi mirándome con cara de mala hostia.
–¡Venga!, hazlo más rápido. Me dijo levantándose el corpiño y dejándose ver todas las braguitas azules ante mi sorpresa.
–¿No era esto lo que querías capullo?
–¡Aaaaah!, dije excitadísimo
–Al menos tienes una buena polla cerdo. Dijo introduciendo poco a poco y ante mi sorpresa su mano por dentro de sus bragas.
En aquel momento yo me la meneaba cada vez más deprisa sin dejar de mirarla, esa visión era lo que más me había excitado en mi vida. No me lo podía creer, la muy zorra que poco antes casi me hace suplicarle llorando que no dijera nada ahora estaba frente a mí y mientras me obligaba a hacerme una paja delante de ella se estaba tocando el coño por dentro de esas sexis bragas azules de encaje que hace poco estaban alrededor de mi polla.
–¡Sigue cabrón! Me decía mientras se retorcía y contoneaba enfrente de mí.
En ese momento saco su mano de dentro de las bragas y con su mano izquierda aparto levemente hacia uno de los lados sus bragas dejando ver todo su vello púbico bien arreglado mientras con dos dedos de la mano derecha se masturbaba cada vez más frenéticamente. Yo ya no me tenía en mí y grité:
–Aaaagh! ¡Me voy a correr!
–¡Córrete cabrón!, ¡córrete por mí que yo lo vea!
En aquel momento salió de mi polla la mayor ráfaga de leche que había echado en mi vida, y salió hacía ella que se encontraba apoyada en la pared frente a mí a poco menos de un metro. La primera ráfaga de leche alcanzó su muslo derecho justo por debajo de su ingle y la siguiente algo más corta dio en su tobillo, el resto se quedó en el suelo y en el glande de mi polla y en mi mano. Ella deslizo ante mi sorpresa su mano hasta la leche que le caía por el muslo y se la subió hasta los labios de su coño moviendo la cabeza y sus dedos como una loca y gritando:
–¡Aaaaah! ¡a mi tambieeen, a mi también me viene… aaaah!
La muy zorra se había corrido casi a la vez. Yo estaba relajado tocándome la polla que casi no había perdido ni un milímetro de su tamaño por lo que acababa de ver y a la vez pensando que después de esto ya no tenía miedo de que se chivara. De repente la muy cabrona se levantó el corpiño y ante mi aparecieron sus dos preciosas tetas, que se transparentaban realzadas por aquel espléndido sujetador de encaje azul a juego con las bragas que llevaba puestas:
–Ahora te vas a enterar tú cabrón. Dijo avanzando sobre mí, y agarrando mi polla y apartando sus bragas hacia uno de los lados se sentó sobre ella, una vez que mi verga apuntando hacia el cielo se había introducido levemente dentro de mi cuñada me colocó los dos brazos sobre mis hombros alrededor de mi cuello y comenzó un leve sube y baja inigualable mientras yo agarraba con firmeza su culo con las dos manos.
–Te voy a follar como no te ha follado mi hermana en su vida. Me dijo al oído mientras aumentaba el ritmo de la follada
–¡Ah, Siii, fóllame puta!
–Aaaah, cabronazo, pero que polla tienes.
Carmen subía y bajaba como jamás lo habían hecho antes, su recorrido era enorme ya que nunca había estado tan empalmado, me sentía la polla en un estado que no parecía ni la mía, pero me reconfortaba saber que se la estaba dando a la zorra de mi cuñada, lo buena que estaba y que bien follaba la cabrona.
–¡Aaaah, Goza puta!, (le volví a chillar). Me voy a correr dentro de ti zorra.
–¡Como te corras dentro de mi te mato cabrón!
Aquellos insultos me ponían a mil y su movimiento era perfecto. En aquel momento deslicé mis manos hacia sus tetas y las liberé de la prisión del sujetador sin quitárselo, sólo sacando sus perfectas tetas por encima de ambos aros. Aquello me volvió loco, con los movimientos que hacia sus tetas subían y bajaban a una velocidad endiablada y aduras penas me dejaba lamer de vez en cuando esos maravillosos y grandes pezones que coronaban sus pechos.
–Ayyy… uhmmm…. ahhhh… la escuchaba quejarse y suspirar
–No aguanto más…, ya no puedo más… ¡Tomaaa toda mi leche!… grité cuando la solté toda dentro de ella sin poder remediarlo por el placer que me estaba proporcionando con aquella follada.
–¡Cabrón, te has corrido!
–Siiii…, Ay tía…. No he podido evitarlo
–Aaaay… que rico… Debo de estar loca salido de mierda… Uhmmm… Aaaaah… aaaay… Siii…, siii, así… vocifero ella mientras tenía su segundo orgasmo.
Yo sostenía sus tetas en mis manos y las apretaba mientras se retorcía de placer con mi polla aun dentro. Fue cuando me envalentoné y cogiéndola por debajo de los muslos la levanté y me dirigí hacia su habitación con ella en brazos. En el recorrido nos comíamos la boca el uno al otro, al llegar a su puerta la empuje con un pie y le dije al oído:
–Ahora vas a saber tú lo que es que te follen de verdad…
–¡Fóllame cabronazo! Que eso es lo que has deseado siempre
–No lo sabes tú bien cuñadita…, y más ahora que sé lo puta que eres
La tiré encima de la cama y apartando sus bragas comencé a comerle el coño despacio, muy despacio, con mi lengua recorriendo delicadamente sus húmedos labios hasta llegar dulcemente al clítoris y recorriéndolo circularmente mientras ella se contoneaba sin contenerse y gritando:
–Asiii, asiii, no pares, sigue así cabrón, aaaah… Por Dios, pero que bien me lo comes… ¡No paaares…, siii…, no pares, no pares, sigue así!
Repentinamente corté la comida de coño y ella comenzó a insultarme y a llamarme de todo menos bonito, la volteé fuertemente y la coloqué a cuatro patas, para entonces mi polla había vuelto a ponerse dura como una piedra y más ante la visión de Carmen a cuatro patas, con ese maravilloso culo y además con aquellas bragas azules de encaje preciosas, me sostuve la polla con la mano derecha a la puerta de su coño y se la clavé de golpe:
–¡Toma polla puta!…
Y comencé a bombear dentro de ella como nunca había hecho antes, me dolía de lo grande que se me había puesto, no me lo podía creer, me había pegado dos corridas bestiales y tenía de nuevo otra erección bestial, la visión de Carmen a cuatro patas, gimoteando, gritando y jadeando…, la cantidad de veces que me había imaginado aquello y la cantidad de pajas que me hacía por ella eran sin duda lo que mantenía mi polla en aquel estado mientras la seguía follando acompasadamente sin acelerar para durar jodiéndola todo lo que pudiera
–Ahhh, Te voy a partir en dos…
–Ayyy, me la vas a sacar por la boca…, eres un cabronazo… replicó ella volviendo su cara hacia mí volteando toda su melena castaña mirándome fijamente
–Que bien me follas y que dura la tienes
–¿Te gusta eeeh, puta?
–Aaaah, siii…, no pares, continua así por favor
Saqué mi polla de golpe ante lo cual ella grito desesperadamente
–¿Qué haces cabrón? ¡No pares cabronazo…!
Entonces coloqué mi polla en el inicio de su culo y ella intentó zafarse de mí, pero yo la tenía bien agarrada por las caderas y la volví a atraer hacia mi
–¡¡¡Ni se te ocurra…!!! Dijo ella sabiendo la que se le venía encima
Yo noté que si bien su rechazo había sido enérgico no se había apartado ni quitado de la posición en la que la tenía, así que probé a acercar mi lengua a su estrecho orificio, comencé a lamerle y a comerle el culo para humedecer aquella maravilla introduciendo levemente la lengua en su culo mientras a la vez se lo abría con las dos manos suavemente.
–Aaaa, uhmmm…. ¿Pero que me estás haciendo cabrón? Se relamía de placer ante aquella nueva sensación de placer para ella.
Me coloqué armado detrás de ella otra vez:
–¿No te han follado nunca el culo puta…?
–Aaaay…. Nooo.
–Asiii despacito… dije introduciendo la punta de mi capullo suavemente por aquel impresionante culo, fui poco a poco deslizando mi polla con suavidad, el espectáculo que se me ofrecía desde atrás era inigualable, jamás había visto algo que me pusiera tan excitado y tan cachondo. Era el culo de la capulla de mi cuñada Carmen atravesado por mi polla. Yo me había quedado quieto solo con el glande dentro de su culo para que se acomodara y se fuera acostumbrando a mi duro miembro poco a poco.
Era una satisfacción saber que era el primero en destrozar aquel culo, en haber convertido poco a poco aquella fiera salvaje que me había tenido acojonado y me había hecho sentirme totalmente sumiso a su merced en una gatita que aceptaba lo que se le pidiese, y por fin al cabo de un rato (lo que yo esperaba) volvió a surgir la fiera salvaje que siempre surge en esos momentos en que les haces esperar lo que más desean:
–¿A qué esperas cabronazo…? ¡Yaaa…. hazloo ya por favooor…! ¡Métemela, metemelaaa ya…! ¡Rómpeme el culo de una vez!
–¿Eso es lo que quieres puta…?
–Siii, eso es lo que quie… No pudo terminar porque empecé a clavar mi polla desde el inicio hasta el último centímetro en su culo hasta llegar a los huevos que golpeaban continuamente sus nalgas mientras la embestía y a la vez ella profería gritos e insultos instándome a que no me detuviese, cosa que yo ya no pude a hacer:
–¡Me voooy…! Chille a la misma vez que tirando de sus bragas por ambos costados se las arrancaba de golpe vertiendo toda mi leche dentro de ella
–¡Vente dentro de mi culo cabrón…!
Mi leche salió de mi polla por tercera vez y esta vez dentro del culo de Carmen, a medida que me corría iba saliendo por el contorno y por los bordes de su culo y resbalaba hacia su coño liberado de sus bragas ya. Permanecimos así durante un buen rato hasta que ella levanto su cabeza que descansaba sobre la cama y me dijo volviéndose:
–No te creas que esto se ha acabado aquí cabronazo…
Se levantó se puso un tanga negro que creí que la me iba a volver a poner dura otra vez, se vistió y se fue.
Durante un buen tiempo pensé que volveríamos a follar, pero después de pasar un tiempo sin que pasara nada me di cuenta de que la cabrona de mi cuñada Carmen ahora tenía ella más miedo de que su hermana se enterara de algo del que yo había tenido en su momento, total, fue ella la que empezó a follarme, al fin y al cabo, yo solo me había hecho una paja con sus bragas.
El polvo con mi excuñada (porque yo ya no tengo nada con su hermana) Carmen fue lo más bestial que me ha sucedido en mi vida, pasé de ser follado y sometido a ser follador, y es que ella se lo merecía.