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Patricia, el culo que no me quise coger
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Tiempo de lectura: 5 minutos

En aquella ocasión venía con un conocido de la familia de nombre Marcelino de un viaje que nos llevó a abarcar tres estados del sur oeste de este país. Prácticamente fueron 24 horas de manejo y las últimas seis yo era el que manejaba para que Marcelino descansara pues él debía de levantarse temprano e ir a su trabajo por la mañana. Llegamos a eso de las dos de la mañana y Marcelino me pidió que me quedase a descansar en su apartamento, aunque para llegar a mi casa a esas horas de la mañana era solo un viaje de 25 minutos en mi moto, la cual había dejado estacionada en los apartamentos donde vivía Marcelino, su mujer y un pequeñuelo.

Al llegar a su apartamento su esposa o mujer se despertó y salió en una especie de bata y me alcanzó unas almohadas e hizo que el sofá se convirtiera en cama. Marcelino me alcanzó una cerveza con la excusa que después de esa agitación del manejo, un par de cervezas nos relajarían y dormiríamos plácidamente. Parecía que aquello funcionaba para Marcelino, pero no para mí, pues él desde que llegamos parecía dormitado. Patricia su mujer mencionó un medicamento para las alergias que ella tomaba y del cual yo también había tomado anteriormente y en verdad me hizo dormir como un tronco. Ella me alcanzó un paquetito de dos pastillas y sin pensarlo me tomé las dos. Ni veinte minutos pasaron para sentir el desvanecimiento que me provocaron y me dormí a pesar del calor que se sentía, pues en esa plática me hacían saber que el aire acondicionado no estaba funcionando del todo bien. Por tanto, fue Marcelino quien me había dado un pantalón corto deportivo y me acosté en aquel sofá cama.

Estaba tan cansado y con el efecto de aquella pastilla que apenas sentí cuando Marcelino se alistaba para ir a su trabajo. Partió y solo se quedaba Patricia y su hijo que por esa época debía haber tenido 3 años. Patricia por esa época tenía sus 23 años, era 10 años menor que Marcelino y era una chica que siempre que la vi se vestía bastante provocativa. Tenía un rostro atractivo de esos redondos y achinados, siempre la vi maquillada y si no vestía minifaldas usaba pantalones cortos, pero demasiado cortos, pues creo que le gustaba mostrar sus bien torneadas piernas y la verdad tenía unos perfectos y trabajados muslos, de piernas gruesas o piernuda y de un culito bien potente. Nunca la vi como una opción para mí, pues estaba casada con el amigo de nuestra familia.

Escuché encendida la televisión y me decía que sí deseaba descansar mejor me fuera a la habitación que ahí estaría en silencio. No le dije mucho pues me sentía como sonámbulo y a penas recuerdo me levanté y ella me dirigía a su habitación. Llegué a la cama y volví a caer rendido por el sueño, pero más que todo inducido por los efectos de aquel medicamento para la alergia. Recuerdo que soñé una y otra vez lo mismo, como cuando uno vive una de esas fiebres y eso es lo que más recuerdo y lo difuso de lo que ahora les voy a relatar.

La verdad que en su momento me pareció como un sueño o quizá mi inconsciente quería retenerlo, así como negándome a la realidad. De repente sentí una humedad en mi pene y sentía el calor de unos labios atrapando mi glande y de una manera delicada sentía como alguien me estaba dando una felación. Sentí que me despertaba y miré la cabeza de Patricia entre mis piernas quien creo solo había hecho las mangas de mi pantalón corto y mi bóxer de un lado y me la estaba mamando. No sé cuánto tiempo había pasado, pero de una manera muy retardada sentí que mis testículos se fruncían y sentí como me corrí en la boca de Patricia quien tuvo que haberse tragado mi corrida. No reaccioné mucho y aquellos espasmos que pasaron por diferentes partes de mi cuerpo me relajaron todavía a un más que creo volví a quedarme dormido. No sé qué más me hizo Patricia, pero aquella sensación de humedad y ese calor de su boca en mi pene se sentía tan relajante que sentía esa sensación rica no pasaba. Tuve que haberme quedado dormido, pues cuando volví a reaccionar eran las 12 del mediodía. Me levanté como quien vive una resaca.

Patricia me sugirió que me diera un baño antes de partir hacia mi casa y que me prepararía algo de comer. Acepté pues pensé que un baño con agua fría me haría despertar bien. Entré al baño donde encontré las bragas de Patricia colgadas en las puertas corredizas de la tina y estas desprendían un olor a feromonas que me incitaron a extenderlas y observarlas y por instinto me las llevé hacia la nariz. Se sentían un poco húmedas y parecía que las había dejado ahí adrede para que yo fantaseara con ella. Fue en ese momento que recordé haberla visto mamándome la verga, pero era tan confuso que no sabía si era un simple sueño o sí había sido realidad. Me bañé y me vestí, me vio salir y me dio un café.

Nunca había sido muy cercano con Patricia pues a ella al tiempo la veía, nosotros estábamos más acostumbrados a la presencia de Marcelino, pues era un hombre muy servicial con todo el mundo, pero en ese momento del desayuno descaradamente esta chica me estaba provocando. Llevaba esa bata que le llegaba unos centímetros por sobre la rodilla, me dejaba ver sus pechos redondos cuando se agachaba o hacía ciertos movimientos y la verdad que su carita linda y su cuerpo muy sensual a cualquiera hubiese atrapado, pero siempre pensaba en Marcelino. Hizo varios movimientos esperando mi reacción, pero yo solo quería salir de ese lugar lo más pronto posible. Marcelino no era un gran amigo, pero con la amistad que siempre nos mostró sabía que no se merecía eso. Ella al ver que no me le acercaba o hacía el intento que ella esperaba me cuestionó directamente:

-¿A poco no te gusto o no te gustan las mujeres? -un pecho lo tenía desnudo y la bata abierta y supe no llevaba bragas.

-Me gustan las mujeres y créeme que, si no estuviera tu hijo ahí, en este momento te estuviera follando esa panocha.

-¡Vámonos para el cuarto! –me dijo.

-¿En la cama donde coges con tu marido? Tampoco. –le dije.

Ella al ver que me levanté de la silla me tomó de la cintura con mucha confianza y me dijo: -Déjame que te mame la verga otra vez… creo que te va a gustar mucho más ahora que estás bien despierto. -Entonces supe que no había sido un sueño, que en verdad la vi como me chupaba la verga y aquella corrida difusa y de efectos retardados había sido una realidad. La vi seriamente a sus ojos y me quiso poner una mano en mis hombros y me fui con el vibrar ronco de mi moto. Tuve ese debate interno y no sabía si contárselo a Marcelino, pero opté por olvidarlo y no crear o en envolverme en algún problema. Obviamente nunca más me acerqué a ese apartamento, aunque Marcelino me invitara e incluso Patricia al principio me llamaba para tener un encuentro.

Con el tiempo supe que ellos se habían separado y también supe que ese hijo no era de Marcelino, pues el mismo Marcelino me lo decía tiempo después cuando nos echábamos unos tragos. Él lo sabía, pues la conoció ya embarazada en su primer trimestre y en forma de ayuda se había quedado con él viviendo en ese apartamento. Luego con los tragos vino la pregunta que nunca pensé me haría:

-Tú te cogiste a Patricia también ¿verdad?

-¿Qué te hace pensar en eso?

-No lo pienso… ¡Patricia me lo dijo! Tony… no te lo voy a tomar en mal… sabía lo que era Patricia.

-Te dijo una mentira entonces… nunca tuve que ver de mi parte con Patricia, pero te voy a ser honesto y creo que esto es lo que pasó. – Y le conté de esa experiencia, la cual creía era algo así como un sueño difuso.

-¡Te creo… mira que cabrona la puta esa! -terminó diciendo.

Aquella noche me contaba que la había encontrado cogiendo con alguien más en su propia cama mientras el niño miraba a solas la televisión. Siempre tuvo sus dudas de ella, pues como dije, Patricia se vestía muy provocativa todo el tiempo y la verdad tenía buen cuerpo y una carita angelical. Una mañana salió como siempre hacia el trabajo y regresó por sorpresa en una hora solo para encontrarla cogiendo con otro. Para suerte de Marcelino, nunca reconoció al hijo de esta como suyo y su contrato de renta expiraba por esos días. Terminó siendo la puta que Marcelino decía que era, pues un buen día me la encontré en uno de esos lugares de bailarinas desnudas. Ahí pude comprobar el buen culo que tenía, las tetas bien proporcionadas que un día imaginé, y la panochita depilada que un día desprecié. Me acerqué a la tarima y creo que me reconoció y le he dejado un billete de a dólar colgado en las bragas que llevaba puestas.

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