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¿Complejo de Electra? (padre-hija)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Históricamente, la convivencia en casa transcurría en un marco de paz y armonía, hasta que en un punto no precisado de nuestra historia familiar, Roxana, nuestra hija menor, entró en cortocircuito con su madre, mi esposa. Pensando que era propio de la rebeldía adolescente, dimos comienzo a un plan que parecía sacado de una película policial, policía bueno, policía malo. Mi esposa me adjudico el papel del bueno, mientras ella marcaba, limites, yo cedía en parte para suavizar la situación.

Cuando Roxana te miraba con esos ojos, a los que el cielo le había prestado su celeste, me derretía.

Estando en la flor de la vida, esa rebeldía contrastaba con su figura, imagen de ternura personificada. El oro de sus cabellos, claro contraste con el ébano de su piel, mezcla rara si las hay.

Pasado el tiempo, algo había mejorado nuevamente en casa. Cuando ya cumplido sus diecinueve años y a puertas del cumpleaños de su madre, se le ocurrió una genial idea, como cambiaba de década, hacerle de regalo un crucero que ofertaban, ocho días saliendo de Buenos Aires, con escalas en Montevideo e Ilhabella con llegada a Rio de Janeiro. Me pareció muy buena idea, así que nos pusimos en campaña para conseguir su pasaje.

El día posterior al cumpleaños zarpo el gran barco que la llevaría a descansar por una semana, quedamos que a su regreso la estaríamos esperando.

– Bueno pa, espero que descanse y vuelva renovada.

– Si Ro, necesita descansar, pero luego me vas a tener que organizar uno para mí, estos días que voy a ser amo de casa me van a agotar.

– Tranquilo papito, yo voy a ser la mujer de la casa, no te va a faltar nada de nada. (susurrando culmino con) nada de nada.

Ese mismo viernes de la partida, preparo una cena espectacular luego de haber hecho el aseo en la casa, pidiéndome permiso para que en la cena del sábado pudiera tomar algo de alcohol, lo que yo quisiera, no encontré falla en lo propuesto, accediendo.

Me voy a saltear el día, para llegar directamente a la noche.

– Pa, yo ya me bañe, te prepare la ropa en el baño, cuando gustes podes ir a hacer lo propio, mientras termino la cena.

– Gracias señorita, que amable.

– Todo lo que sea porque vos también descanses y estos días lo pases espectacular.

– Gracias mi vida, porque desde que tu hermano se fue a ese viaje de estudios no logro relajarme.

– Tranquilo, él está bien, y aquí está tu acompañante terapéutico.

Mientras iba rumbo al baño escuchaba su voz de canario y su risa cantarina, que siempre fue un bálsamo para mi alma.

Al salir, ya la mesa estaba en condiciones y se sentía un delicioso aroma a comida recién horneada.

La cena transcurrió con total naturalidad, entre charlas sobre la vida y copas de vino.

Debo decir que me di cuenta lo madura que se forjo, a parte lo hermosa que estaba, enfundada en un vestido de falda corta, creo, la tela se llama lycra, que dejaba ver todas sus redondeces, por su parte superior, dos pechos bien torneados, con pezones bien marcados y definiendo su ubicación. Cola parada, la transparencia del vestido dejaba ver como en su entrepierna, tímidamente la tanga formaba un triángulo en la parte delantera y se perdía entre los glúteos por detrás.

Mientras yo, tenía un animal entre las piernas que quería salir del pantalón, formando un bulto apreciable a la distancia, que, me parece Roxana se dio cuenta cuando recogió los platos.

No sé qué me pasa, no puedo excitarme con mi hija, trataba de sacarlo de mi cabeza, pero no lo lograba, ignorando el motivo, ¿el alcohol? ¿Su cuerpo? O, que en varia oportunidades, paso por detrás de mi apoyando sus senos en mi nuca, o cuando llevo el plato que había usado, apoyo su hermoso trasero muy cerca de mi cara.

Roxana se acerca con dos copas más de vino en sus manos.

– No hija te agradezco, ya estoy suficientemente mareado.

– Dale papi, compartimos una más y te vas a dormir.

– Bueno hijita.

Se agacho, me dio un beso rozando los labios, su boca la sentí como una fruta fresca, sentándose a mi lado, trate de disimular lo más posible mi erección, no sé si lo logre.

Apuramos el trago y me acompaño a la cama, ayudo a desvestirme, arropándome con las sábanas, salió de cuarto y me dormí.

No puedo especificar la hora, en la habitación brillaba la luz plateada de la luna, escucho su voz, al igual que siempre, era un bálsamo para mi alma.

– Perdón mi amor, pero mi deseo de estar con vos puede más que cualquier tabú impuesto por esta sociedad pacata.

En mi miembro siento la humedad y calor de algo que se me hacía conocido, cosa que al acostumbrar la visión a la poca luz reinante confirme, Sarita, mi niña, tenía la endurecida y venosa verga dentro de su cavidad bucal, con una de sus manos la tomaba mientras que la que estaba libre acariciaba mis testículos, dándole por momentos unos pequeños apretones. Instintivamente quise correrla, se resistió, pero la lujuria que me invadía prevaleció, dejándola hacer.

Cuanto tiempo que no sentía las miles de sensaciones que experimentaba en ese instante, la deje hacer, ese pasajero húmedo que salía de su boca reptando sobre mi pene ponía cada centímetro de mi piel erizada, mi corazón bombea velozmente, siento que palpita, un calor me recorre por el interior, mi semen esta presuroso por salir de su encierro, hasta que siento su recorrido hacia la salida, salta presuroso, impactando en su garganta, siento que apura el trago para no desperdiciarlo.

Sigue saboreando por unos instantes más, va subiendo hacia mi boca con unos delicados besos que pasan por mi abdomen, pecho y cuello, quiere fundirse en mis labios.

Largándome a llorar le digo:

– Perdón hija, lo que hemos hecho no tiene nombre.

– Silencio pa, no lo hemos hecho, lo hice, lo busque, lo deseaba desde hace mucho tiempo, estoy tan enamorada de vos, que no te imaginas, no te sientas mal, disfrutemos el momento.

– No está bien, somos padre e hija.

– Anhelaba estar en esta cama con vos, pero siempre la ocupa mama.

– ¿entonces lo del viaje?

– Si, se me ocurrió a mi quería estar con vos, necesitaba ser tuya, necesito ser poseída por vos, quiero que seas mi primer hombre.

– Por favor decime que estoy soñando.

– No papi, estas bien despierto.

Sello mi boca con la suya, no sabía qué hacer, la sorpresa me anulaba, pero ella si sabía…

Siguió jugando con mi cuerpo como si fuera una profesional, debo reconocer que hasta ahora en cuanto a iniciativa se refiere, le gana a su madre.

Sus caderas comenzaron a subir hacia mi boca, casi a centímetro de ella, reparo que estaba totalmente depilada, poso su vagina en mis labios, mi lengua recorrió los inflamados pliegues alrededor de la abertura vaginal, separándolos para poder beber sus jugos agridulces, busque con avidez llegar al clítoris, mientras con mis manos me aferraba a sus pechos, los que quería tener entre mis labios, le pellizque con ternura sus pezones oyendo los leves suspiros que salían de su boca.

El olor de su virginal sexo me embriagaba, luego de dar pequeñas mordiditas a sus muslos, mi lengua subió por los húmedos labios vaginales, subía y bajaba por ellos, hasta llegar a la presea dorada, ese tan deseado clítoris, lo aprisione entre mis labios succionando de la manera que se lo haría a sus negados pezones por la posición.

Suspiraba, gemía, sus caderas habían tomado un ritmo lento de pequeños movimientos, me tomo del pelo jalando hacia adentro, diciendo…

– Seguí por favor no pares, me gusta, me llevas al cielo.

Su orgasmo fue tan intenso que me pareció escuchar su salida, introduje mi lengua para beber ese flujo de jugos virginales.

La deje reposar, que se reponga, estaba ya en una etapa que no podía dar marcha atrás, la pasión y la lujuria nos había invadido.

Pensaba que era su primera vez y como tal su experiencia tendría que ser para que la recuerde siempre, más allá de ser yo quien iba a poseer su virginidad. Estábamos por dar el paso al siguiente nivel.

Mientras le daba ese tiempo de reposo, con la excusa de ir al baño, tome un frasco de lubricante (tengo para hacer sexo anal con mi esposa) pensando en que es su primera vez, aunque me demostró la capacidad de lubricarse que tiene.

Regreso a la habitación y ahí estaba ella, su estilizado cuerpo reposando sobre las ya revueltas sábanas blancas, sus zafiros mirándome fijamente, sin perder esa lujuria inicial, entre sus labios se veía unas blancas perlas cada vez que sonreía, extendió sus brazos para tomar mis muñecas, atrayendo mi cuerpo al suyo. Me recuesto a su lado abrazando su cuerpo, se pone de lado, mis manos toman sus pechos duros impunes debido a su edad, mientras la redondez de su culo se apoya en mi miembro que había comenzado a erguirse nuevamente, beso su estilizado cuello recorriendo el camino hacia el lóbulo de su pabellón auricular, dando un pequeño mordisco que la hizo estremecer.

De repente se giró ordenándome.

– ¡¡¡De espaldas!!!

Obedeciendo, lo hice. Se sentó a horcajadas sobre mi pelvis, tomo mi miembro guiándolo por toda la extensión de sus labios vaginales, de arriba hacia abajo, en su clítoris daba giros pequeños, mientras yo sentía la humedad bajar por el prepucio. Ubico la punta en la entrada vaginal y comenzó a introducirlo. Le dije que espere, que lo iba a lubricar para que no le doliera, no hizo caso, centímetro a centímetro se perdía en su interior hasta hacer tope en el himen, subía y bajaba hasta ese punto, en una de las bajadas descargo todo el peso de su cuerpo introduciéndola toda, hasta el fondo. Ahogo un grito, abrió su boca grande, sus ojos se pusieron en blanco, su cabeza se inclinó hacia atrás y se detuvo, parecía estar disfrutando el momento.

– Mi cielo, ¿duele?

– Shhh.

Instantáneamente comenzó una suave cabalgata, espectador privilegiado, veía como mi miembro se desnudaba y volvía a enfundarse dentro de ella.

Su movimiento era de arriba hacia abajo y cuando nuestras pelvis se tocaban, adelante y atrás, arriba, abajo, adelante, atrás, por momentos su cadera daba unos giros y repetía el ciclo.

Breve fue el tiempo en que tuvo su primer orgasmo producido por una relación sexual, gimiendo, suspirando y hasta a veces gritando alcanzo otro orgasmo. No aguantaba más, yo también quería acabar, se lo hice saber.

Mi poder de comprensión estaba nulo, pues no sabría definir qué fue lo que hizo arriba mío, tarde segundos en depositar mi simiente en su interior, inundando su cavidad vaginal. Al escucharme gemir, ella apuro su cabalgata teniendo otro tremendo orgasmo intenso, sentí en mi miembro una sensación como si no paraba nunca de palpitar, las contracciones vaginales eran interminables.

Saque mi miembro de su estrecha vagina donde quedaban vestigios de lo ocurrido con unos hilos bermellón a lo largo del falo, y una fugaz mancha escarlata en la sabana como testimonio de lo ocurrido en ese lecho.

– Gracias papa, a partir de hoy soy la mujer más feliz de la tierra.

– Hija esto fue una locura.

– No, fue amor.

– Sos mi hija…

– Y vos mi padre, mi hombre, mi amante. Los tiempos cambiaron, ya a los jóvenes no nos asustan los tabúes, basta de cielo e infierno. Basta de pacatería.

– ¿te gusto?

– Si.

– ¿la pasaste bien?

– Si.

– Decime que en algún momento no me deseaste.

– Sí, pero…

– Nada de peros, disfrutamos nuestros cuerpos, disfrutamos de nuestros sexos, probamos de nuestros jugos, ese que me diste vos, lo disfrute mucho pensando que fue el que me concibió.

– Pero tu madre…

– No tiene ni va a enterarse, este es nuestro secreto, nuestro amor secreto, antes que empieces con la cantinela, despreocupate que embarazada no voy a quedar, desde que planee esto comencé a tomar anticonceptivos, no quería un plástico de por medio.

Mi querida hija va por todo, me comento que su rebeldía se debe a que su madre ocupa el lugar de esposa y no ella, por eso la rivalidad/rebeldía.

Hablamos mucho sobre el tema y llegamos a un acuerdo, pues yo entendí un montón de cosas que me explico y ella razono las mías aceptando. A partir de ese día seriamos amantes secretos.

Los días que restaban para que vuelva mi esposa hicimos el amor todos los días, a cualquier hora, cualquier lugar y mil formas diferentes que yo ni conocía, pero Roxana investigaba en internet para ponerlas en práctica.

Llegada de su viaje, retomamos el ritmo habitual, siempre que podemos hacemos el amor, en casa, en el auto, un hotel o donde se pueda tener un poco de intimidad, no sospecha nada, pero siempre dice, que cambiada esta la nena desde que regrese.

¿Será mi amor que ambas necesitaban distanciarse unos días?

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