Viajar con papá siempre fue mi plan preferido. A pesar de la diferencia de edad, es un muy buen compañero. Sus charlas sobre la vida son lo mejor que me quedó de él. Además, obviamente, de las terribles cogidas que nos dimos.
No estoy segura acerca del motivo del viaje, pero seguramente era una de esas tantas celebraciones familiares que tanto detesto. Como papá trabajaba mucho y durante la semana no coincidíamos tanto en los horarios libres, prefería soportar algunas horas de falsedad familiar con tal de pasar un buen rato con él.
No voy a ser hipócrita. En realidad, lo que me incentivaba era la posibilidad de encontrar cualquier momento para estar juntos. Ya hacía varios meses que habíamos cogido por primera vez, después de tantos meses de dudas, miedos y remordimientos. Finalmente habíamos aceptado que era tan grande el amor que sentíamos el uno por el otro, que no tenía sentido seguir negándonos a expresarlo de la forma más animal y primitiva posible. El vínculo que nos unía no tenía por qué ser un impedimento para ser felices. Al fin de cuentas, el amor es amor, sin importar la manera en la que este se asome a la superficie.
Luego de varias horas de viaje en la que no hicimos más que hablar de aliens, OVNIS y todas esas cuestiones que se venían analizando en los medios de comunicación durante las últimas semanas, decidimos parar a tomar y comer algo en una estación de servicio. Íbamos hacia Santa Rosa, en La Pampa, por lo que la mayor parte del trayecto nos rodeaba campo, campo y más campo. La soledad era absoluta por esas rutas, por lo que al encontrar un lugar digno en el que descansar, no lo dudamos ni por un segundo. Nos sentamos en una mesa alejada de la puerta de entrada y minutos después una moza se nos acercó a tomarnos el pedido. Luego de que se marchó, miré a mi papá con rostro de fastidio.
─Fue muy obvia, ¿verdad? ─preguntó divertido
─Es una zorra de mierda ─comenté enojada.
Resulta que la moza había tratado a papá con una amabilidad que rozaba el acoso. Él era un hombre atractivo, que aparentaba muchos menos años de los que tenía. Pero no por eso iba a aceptar que cualquier zorra se le insinuara. Y menos delante de mí. ¿Qué tan puta tenés que ser para insinuarte a un hombre acompañado de su hija? Papá me dijo que seguramente no era más que una estrategia para recibir una buena propina, a lo que yo respondí, cada vez más indignada:
─Claro, una propina de carne.
Inmediatamente me levanté y me fui hacia el baño. Me lavé la cara y al verme en el espejo noté el terrible rostro de fastidio que tenía. No pude evitar contener una larga carcajada. Me sentía una estúpida al estar así de celosa por papá. Pero, al mismo tiempo, lo tomaba como algo normal. Él era el amor de mi vida. Como papá, como hombre, como todo. Nunca me había pasado algo así con relaciones anteriores y convencionales. Me sentía una toxica de mierda, pero al mismo tiempo confirmaba que el vínculo que teníamos era real y sincero. Debía controlarme un poco más, sobre todo para no incomodarlo a él. Tratando de acomodar mis pensamientos estaba cuando de repente papá se asoma por la puerta del baño.
─¿Estás sola? ─preguntó.
Solamente asentí con la cabeza. Entró, me abrazó por detrás y me besó en el cuello.
─¿Qué hace mi nenita caprichosa? ¿Todo bien?
─Sí ─respondí, intentando parecer más enojada de lo que estaba.
─Tranquila bebé, papi solo tiene ojos para vos ─dijo de modo tierno.
Un estremecimiento me recorrió entera al sentir su pija dura apoyada contra mi culo. Giré de inmediato, lo miré a los ojos y le agarré la pija.
─¿Esta también es solo para mí? ─pregunté con voz y gesto aniñado.
─Ni lo dudes, bebé ─respondió, uniendo sus labios tibios con los míos.
Ahí noté que más que enojada, estaba caliente. Llevábamos varios días sin coger, por lo que en ese beso liberé muchas tensiones que tenía acumuladas. Pero sentí que la cosa no podía quedar solamente en ese beso. Algo dentro mío se encendió haciéndome olvidar de en donde estaba. Lo único que quería era que papá volviese a estar adentro mío. Al parecer, el sintió lo mismo, ya que no tuve que decir ni insinuar nada. En medio del beso, una de sus manos corrió mi blusa para apretar con fuerza una de mis tetas, mientras la otra mano traspasó mi short y mi tanga, para ir a jugar directamente con mi concha. A esa altura, ya estaba por demás mojada, cosa que papá celebró llevándose los dedos húmedos a la boca. Eso me volvió loca, por lo que lo aparté, me arrodillé y liberé su pija. Estaba gigante y dura, por lo que no tardé ni un segundo en llevarla a mi boca.
La pija de papá sabía a caramelo acido, cosa que me encantaba. Me llenaba toda la boca, provocándome unas arcadas hermosas. Se la chupé por varios minutos hasta sentir que estaba lista para cogerme. Pero papá, al parecer, tenía muchas ganas de complacer a su nena. Me hizo poner de pie, me levantó en el aire y me sentó en el lavamanos, abriéndome las piernas, para luego meter toda su lengua adentro de mi concha. No pasó demasiado tiempo para empaparle la cara con un orgasmo, cosa que celebró:
─Sí, nena. Acabale de nuevo la cara a papi, dale, dame más lechita ─dijo y siguió chupando cada vez con más intensidad, mientras comenzaba a meter uno, dos, tres dedos en mi concha.
A esa altura se me hacía imposible callar mis gemidos, casi gritos, de placer. Papá no intentó callarme, al contrario, me pedía que lo hiciera más fuerte. Le pedí por favor que me cogiera, que quería sentirlo adentro. Sabía que no daba más, por lo que no hizo que le rogara demasiado. Volvió a besarme. Me encantó sentir el sabor de mi concha en su boca. Sin cortar el beso, fue metiendo su pija adentro mío lentamente. Se sentía muy gruesa, mucho más que otras veces, por lo que la excitación que me provocó sentir como iba entrando fue extrema.
─Sí, papi, sí papi ─era lo único que me salía decir.
Al meterme toda la pija, comenzó a moverse de adelante hacia atrás, sacando y poniendo una y otra vez la pija. La sensación era increíble. Repetía una y otra vez el primer pijazo haciéndome, haciéndome ver las estrellas cada vez que la punta de su pija hacia tope en el fondo de mi concha.
─Dale pa, cógeme, cógeme fuerte, por favor ─supliqué, sintiendo como algunas lágrimas de felicidad comenzaban a brotar de mis ojos.
Papá me pasó la lengua por las lágrimas y luego me besó en los labios con intensidad. Tanta, que un poco me hizo doler. Luego se alejó, y empezó a cogerme cada vez con mas fuerza. Con una mano me sostenía de la cintura, mientras que con la otra liberó mis tetas. Me cogía y me daba fuertes cachetadas en las tetas, cosa que me volvía loca.
Luego de un rato, con las tetas totalmente coloradas y la concha empapada por un nuevo orgasmo, papá me bajó del lavamanos y me ubico de frente a él, inclinando mi cuerpo hacia abajo. En el espejo podía verme ahí, despeinada, con las tetas incendiadas y a papá dándome fuerte desde atrás.
─Papi, por la cola ─supliqué.
Papá se agachó detrás de mí, abrió más mis piernas y comenzó a chuparme el culo. Su lengua entraba con demasiada facilidad, al igual que los tres dedos que comenzó a introducir de a uno. Con el camino totalmente liberado, su pija entró como deslizándose, como si su única misión en la vida fuese entrar en mi culo. Me cogió fuerte y rápido, atrayéndome hacia él agarrándome de las tetas.
─Sí, papi, así. Fuerte. Quiero toda tu leche adentro mío papi, así, si, fuerte, no pares papi, dame fuerte…
El estallido adentro de mi culo fue monumental. Sentí como esa leche hirviendo se estrellaba en el fondo de mi culo, para luego comenzar a descender rodeando la superficie de su pija. Papá se tumbó contra mí, aprisionándome entre su cuerpo y el lavamanos. A través del espejo lo vi jadeando, con los ojos cerrados y una gran expresión de felicidad en el rostro, demasiado similar a la mía. Lo empujé para sacármelo de encima, cosa que me costó. Apoyé mi culo en el lavamanos, como sentada, y papá me abrazó y me besó dulcemente en los labios.
El sonido de una puerta que se abría, nos puso en alerta. De manera automática guiamos nuestras miradas hacia el sitio y nos encontramos con la moza que no había tomado el pedido, con los brazos cruzados, los ojos abiertos como platos y una expresión de sorpresa que no le cabía en el rostro.
─Eh… yo… pensé que eran padre e hija ─dijo tartamudeando.
─Lo somos. ¿Algún problema? ─respondí sacando una fiereza que no sabía que había en mí.
La expresión inicial de sorpresa de su rostro mutó a algo parecido al espanto, pero al instante volvió a lo que podría decirse “normal”.
─Si ustedes no tienen problema, yo tampoco ─dijo.
De inmediato, dio los pasos que le faltaban para ingresar al baño, sacó una llave de su bolsillo y trabó la puerta. La odié como nunca había odiado a nadie, pero al ver el brillo que nació en los ojos de papá, suspiré resignada. Faltaban un par de meses para el día del padre, pero sentí que no estaría mal darle su regalo de forma anticipada.