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Madre enamorada (5)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

–Helena mi cielo despierta, es hora de levantarse.- Anunció Belén mientras abría el cajón de la cómoda y elegía la ropa íntima que me pondría después de mi baño.

Desde que éramos amantes Belén escogía mi ropa interior cada día. Era algo que me hacía sentir especial, deseada… Me excitaba y hacía feliz. Y sé que a ella también.

-Ya va cariño aún es temprano- respondí somnolienta y perezosa.-

-Si lo sé, pero tenemos que volver a la ciudad y antes quería dar un paseo por la playa. Apurate por favor.

-¿No me das un beso de buenos días?, lo necesito.- Suplique mimosa.

-No sé si te lo mereces, estás muy perezosa hoy.- Respondió Belén acercándose a nuestra cama y dándome un pico.

Aproveche la coyuntura y la abrace besándonos con deseo. Nuestras lenguas se unían húmedamente y mis manos recorrían su culo con descaro…

-Ya, cariño ya, ahora no podemos… Venga levántate, date una ducha y demos ese paseo por la playa, por favor ¿Si?.- Imploro Belén con su dulzura de siempre.

-Ok mi amor, me daré prisa lo prometo.

Tras tomar mi baño me puse la lencería rosa con flores lilas que Belén me había elegido. Me dirigí a la cocina y allí estaba mi amor. Desempaquetaba algo que acababa de recibir mediante mensajería.

-¿Qué es eso mi cielo? – interpelé curiosa.

-Luego te cuento Helena, el desayuno se enfría y quiero mi paseo por la playa tomadas de la mano.

-Que linda eres tesoro mío.- Conteste emocionada.

-Lindo es amarte cariño.

Nos besamos y tras un ligero desayuno fuimos a disfrutar de la playa y esa brisa Cantábrica tan húmeda y a la vez tan natural.

-¿Y bien, qué es eso de lo que me querías hablar?, ¿Me tiene intrigada ese paquete que recibiste?

-Son juguetes.

-¿Juguetes?.- Pregunte ávida de respuestas.

-Juguetes sexuales, para nuestra intimidad.-Respondió Belén mirándome con ojos traviesos.

-Y ¿Qué clase de juguetitos son amor?, me tienes en ascuas.

-Verás, son dilatadores anales y algún que otro vibrador, también unos arneses. Ah y unas bolas chinas ji ji.- Explico mi hija como si estuviese hablando de la cesta de la compra.

-Ah bueno, parece que lo tienes todo muy bien planeado, miedo me das ja!

-Lo pasaremos bien amor, no podemos caer en la rutina. Por cierto, tengo ganas de hacer pis. Busquemos un lugar discreto porque no me aguanto.- Replicó Belén mientras me agarraba de la mano buscando un lugar donde aliviarse.

Enseguida alcanzamos la zona de las dunas, allí Belén se bajó los leggings y las braguitas y comenzó a miccionar sus dorados líquidos. Contemplar y escuchar el sonido de sus fluidos me excitaba mucho. Ella me miraba a los ojos fijamente.

-¿Te gusta verme, Helena?.- Interpeló mi hija.

-Mucho Belén, eres muy traviesa, me calientas y luego me dejas a medias, como esta mañana al despertar.- Respondí pícaramente.

-Bueno, todo a su tiempo cariño. Tal vez pronto me supliques clemencia ji, ji…

Se limpió su velluda vagina con un clínex e iniciamos el camino de vuelta a casa.

*********

¡Belén tesoro, mi equipaje ya está listo!

-Mamá, ¿Puedes venir un momento?- Solicitó mi vástago desde la habitación de invitados.

-Si ya voy amor- Contesté solicita

-¿Necesitas que te ayude con tu maleta cielo?

-No, es que quiero que antes de irnos nos pongamos un dilatador anal. Necesito saber si alguna de tus exnovias te desvirgo tu ano. Quiero que me entregues tu ano. Y quiero entregarte el mío. Dios que caliente me pone todo esto.- Confesó Belén con cierta timidez.

-Guau… Cariño, no te andas por las ramas. Te diré que sigo siendo virgen por detrás. Todas mis exnovias fueron muy convencionales, y no les gustaban esas cosas para mi desgracia. Yo siempre fantaseé con ello, pero no se dió

-Entonces, ¿Quieres estrenarte conmigo, amor?- Inquirió Belén con impaciencia.

-Si mi cielo, ¿Lo dudas?- Respondí con entrega, devoción y deseo.

-Quítate las bragas y los pantis. Nos los pondremos antes de partir a la ciudad. No me aguanto mas.- Solicitó Belén con su dulzura habitual.

Me quité mi pantyhorse, mis bragas y me puse a cuatro apoyando mis manos sobre la cama. Belén se arrodilló detrás de mí y besó mis nalgas. Se untó las manos de lubricante, abrió mis glúteos y besó mi oscuro ojete. Lo lubricó con saliva y después con sus húmedos dedos para acabar penetrándolo con una de sus falanges. Me sentía empapada, mi piel se erizaba, y mis caderas eran incapaces de estar inmóviles. Antes de poder darme cuenta sentí un pequeño ardor. Belén ya me había penetrado con su juguete nuevo.

-Ya está amor, ahora las bolas chinas en tu coñito y estarás lista para el viaje, ¡ja!

Me sentía penetrada doblemente por primera vez, a mis cuarenta y nueve años. Me encantaba la sensación de entrega total con Belén. Mi vagina chorreaba y no pude evitar correrme. Mi hija me ayudó con su mano, pues era plenamente consciente de mi ardiente estado.

-¡Oh Belén mi amor!, conseguiste lo que buscabas; hacerme estallar. ¡Ah! ¡Mmm!, ¡si!

-Disfruta mi Helena, después yo misma te asearé y me harás lo mismo a mí ¿Sí?- Aseveró mi incestuosa amante mientras frotaba mi clítoris rítmicamente.

Tras varios chorros y espasmos, mi hija me lavó y preparó ropa limpia, para después solicitarme le insertara sus juguetes con una escueta frase:

"Ahora me toca a mí".

Se retiró su falda negra y bajo sus bragas azules dejando a la vista su frondoso matojo negro. En posición de perrita y apoyando sus brazos en la cama, me permitía contemplar todo su culo y vulva, ambos aún por lubricar.

-Date prisa amor, quiero sentirme llena- Imploró Belén mirándome un instante.

Me lubriqué la mano y seguidamente lo hice con su ano y labios vaginales, aunque estos últimos no lo necesitaban; pues ya los encontré encharcados.

La penetré el ano con mi dedo índice, permaneciendo en su interior unos instantes. Quería sentir el calor que desprendía mi hija y a la vez que ella disfrutara de tenerme dentro. Sabía que Belén deseaba entregarme su virginal retaguardia. Yo también anhelaba entregarle mi culo virgen, quería que ella fuese quien me sodomizase. Pero no era el momento, ahora debía colocarle el dilatador anal y así lo hice, con sumo cuidado y bien lubricado fue cuestión de segundos que lo tuviera dentro.

-Ya está cariño, ¿te sientes bien?- Le pregunté solícita.

-Si Helena gracias, se siente rico. Ahora faltan las bolas chinas, quiero sentirme doblemente poseída por ti.- Me dijo excitada y con cierta impaciencia.-

Mi intención era obedecer y marchar de camino a la ciudad, pero mi grado de calentura había superado el límite.

-Un momento tesoro, voy por una toalla, enseguida vuelvo.

-¿Una toalla? – Preguntó Belén, incrédula y curiosa.

-Si amor, es que no me aguanto.

Coloqué la toalla entre las piernas de mi hija, me lubriqué generosamente la mano y comencé a rozar su vagina. Le introduje con suavidad todos los dedos a la vez en su chocho. Estaba empapado. Notaba como su vulva apretaba y succionaba mi mano con suma facilidad. Apenas apreté un instante y todo el puño estaba en el interior de mi amada. Inicié un movimiento lento, pero cadencioso, al que las caderas de Belén pronto acompañaron rítmicamente. Mi puño estaba follándose a Belén, era lo que ella quería, sentirse penetrada doblemente. Por mi puño, y por el dilatador anal.

Su espalda se arqueaba, proporcionando más placer y más fuerza a sus caderas. Su cuerpo ya sudaba, su boca empezaba a delatar, que estaba excitada, y que disfrutaba enormemente.

-¿Te gusta Belén?- Interpelé excitada.

-Demasiado cariño, gracias lo deseaba. No quiero que pares, estoy cerca de explotar.

Contemplar a Belén a cuatro, su culo con su dilatador, moviéndose al ritmo de mi puño hacía que mis pezones se endureciesen como si fueran granito. De pronto su vagina se convirtió en un mar de fluidos, escupió varios chorros a los que ayude con mi mano a aumentar. No pude evitar acercar mi boca a su vulva y sentir como su íntima cascada regaba mi rostro e inundaba mi boca.

-Ah, oh, mmm Helena, me matas amor, ah!- Pronunciaba Belén agotada y en éxtasis.

Permanecimos varios minutos abrazadas, sin movernos, de rodillas. Solo el sonido de nuestro respirar reinaba en la casa.

-Se nos hace tarde, cariño comentó Belén, recuperada ya de nuestra enésima travesura.

El viaje transcurría en orden, Belén se lo pasó con los ojos cerrados, escuchando música en su MP4. Yo no dejaba de pensar en lo deprisa que había ocurrido todo. Aún me costaba creer que ya éramos amantes, descubrir el lado sumiso y morboso de mi hija en la intimidad. Mi ser era un mar de sentimientos, sensaciones, vivencias que me hacían sentir joven y plena. Amaba a Belén y era consciente de la situación nada convencional que estábamos viviendo, pero no estaba dispuesta a renunciar a algo tan hermoso y tan real. Aunque era consciente del riesgo y de lo prohibido que era nuestra relación. La vida era un suspiro y quería beberla trago a trago sin importarme lo que era correcto, moral o prohibido.

Tras dos horas de travesía llegamos a casa. Era una gran vivienda de estilo montañés. De dos plantas, la primera adornada con un amplio arco de entrada y la segunda con una gran balconada de madera que recorría todo el frente de la misma. Las paredes eran de piedra caliza, y el tejado de roja teja. Ambas le daban un aspecto entre noble, robusto y añejo. El jardín era amplio, el césped bien cortado, de eso se encargaba un lugareño que teníamos contratado; meticuloso y efectivo. Rodeando la finca lucían unos antiguos hayas, plantados en una época lejana por mis abuelos en los primeros años del siglo pasado. Nunca pude concebir un lugar mejor para vivir, era donde había nacido, crecido, mis mejores recuerdos estaban allí. El sitio favorito de Belén era la piscina, adosada a la casa, se edificó por parte de mis padres cuando yo era una niña. Era con techo y climatizada para poder utilizarla durante todo el año, dadas las inclemencias climatológicas propias del norte de España.

Ya de vuelta en nuestro hogar dediqué la tarde a ordenar mi estudio. Era donde pasaba gran parte de mi tiempo. Era aficionada a la pintura, sobre todo me gustaba pintar paisajes, admiro a Sorolla o Marcelo Fuentes. También me atrevía a pintar desnudos, pero en raras ocasiones.

Belén se pasó la tarde en la piscina, le encantaba nadar. Cuando estábamos a solas lo hacía desnuda. Amaba sentir el agua sobre su piel y yo, amaba disfrutar de su hermoso cuerpo.

Apareció en mi estudio. Lucía divina, con su cabello mojado, y su desnudo cuerpo apenas abrigado por un albornoz verde que yo le había regalado el invierno pasado.

-Hola cariño, aún no me dijiste donde me llevaras a cenar.

-Hola mi cielo, cenaremos en un restaurante del centro. Ya lo conoces, ¿Recuerdas donde celebramos tu cumpleaños?-.

-Si claro, ¿Cómo se llamaba?, ¿Los Tamarises?

-Exacto, me gusto mucho la comida, tengo un grato recuerdo de aquel día.

-Yo también Helena.- Respondió.

*************

Eran las siete y media de la tarde y Belén, como siempre, se hacía esperar. Yo escogí un traje chaqueta tipo esmoquin en rojo. Los pantalones entallados a mi justa medida, me gustaba resaltar mis largas y estilizadas piernas; y blazer con solapas y botones satinados sobre una fina combinación con encaje, calzaba zapatos blancos con un tacón medio.

Ya cuando estaba por consumir mi segundo cigarro apareció ella, Belén, con un minivestido lencero de Zara en tonos nude. Le había añadido un cinturón que resaltaba su silueta y lo combinaba con unas zapatillas que le aportaban un look muy deportivo.

Decidí que no iríamos en auto, el restaurante estaba en el centro y así también nos permitiría tomar una copa si surgía la ocasión. Además, el tráfico a estas horas es mortal.

La cena trascurría y nos sentíamos felices, disfrutando de nuestro amor y compañía. Era tan hermoso perderme en sus ojos azules, su sonrisa nacarada, sentir el tacto de sus manos.

-Dime Helena, ¿Qué tal lo llevas?.- Me inquirió Bélen con su dulzura habitual.

-¿El qué cielo? – Repliqué sin saber.

-Lo que llevamos puesto desde esta mañana, ¿Cómo te sientes?.- Contesto esbozando su pícara sonrisa.

-¡Oh!, eso… Me siento como nunca, excitada, mojada, echa un mar de sensaciones. Como si estuviese penetrada por dos hombres a la vez. Es una sensación nueva, y te confieso que muy placentera. Y tu tesoro, ¿Cómo estas con los juguetes dentro de ti? – Le pregunté ansiosa.

-Pues verás, me siento ardiendo todo el tiempo. Húmeda, excitada y de muy buen humor. Es el mejor antidepresivo que pude imaginar ji, ji… -Sonrió mi hija.

-Me alegro mucho que así sea amor. Tuviste una gran idea comprando esos juguetes.

-Pidamos la cuenta mamá, quiero invitarte a una copa en un pub. Quiero que lo conozcas, he estado un par de veces y es muy agradable.

Pedí la cuenta y nos dirigimos al lugar. Estaba a unos diez minutos en auto desde el restaurante. Tomamos un taxi. Durante el trayecto, Belén me explicó que conoció el pub por mediación de una amiga suya de la universidad. Trabajaba allí de camarera para ganarse un dinero y así poder financiarse sus estudios.

Pagamos el taxi y entramos en el Bar de copas. Tenía un aire a pub inglés, se llamaba Morgan, todo en el sitio era de madera y las paredes acabadas en ladrillo rojizo, dándole un aspecto sobrio y vetusto. Nos acercamos a la barra y pedimos nuestras bebidas favoritas. Nos atendió Susana, la amiga de mi vástago. Era alta y delgada, de tez blanca y cabello moreno. Llevaba tatuajes en los brazos y un pequeño anillo en la nariz. Sus ojos eran grises y sus labios finos, a la vez que su boca pequeña. Me pareció muy sexy y simpática.

-¡Hola Belén, que placer verte por aquí, y en qué buena compañía! Nos saludó Susana amablemente.

-Buenísima compañía, ya lo creo.- Respondió Belén mirándome con ojos de complicidad.

-Te dije que vendría más veces a visitarte, y aquí me tienes. Ella es Helena, una gran amiga.

-Encantada.

-Es un placer Helena-. Contestó Susana dándome dos besos, uno en cada mejilla.

Nos sirvió nuestras bebidas y continuó con su trabajo. Disfrutamos de la copa hablando de nuestras cosas, mirándonos, tocándonos… En definitiva coqueteando. Susana no paraba de observarnos, aprovechó un momento y se acercó a nosotras.

-Perdonad chicas, quisiera recomendaros el club privado, merece la pena.-

-¿El club privado? – Preguntó mi hija.

-¿Veis aquella puerta roja del fondo? -Señaló Susana.

-Pagando una módica cifra, cada una podéis pasar el tiempo que queráis, merece la pena de verdad.

-Gracias por la recomendación, y encantada de conocerte Susana.- Le dije risueñamente.

-El placer fue mío bombón, me contesto Susana con mirada de pantera en celo.

Me sentí halagada por aquella joven tan sexi, aunque pude ver en Belén cierta mirada celosa. Lo cual me calentaba mucho. Agarré a mi hija de la mano y nos dirigimos a la puerta roja. Pagamos veinte euros cada una en la máquina que estaba insertada en la pared y abrimos la puerta. Bajamos por unas escaleras estrechas y llegamos a un amplio local decorado como en los años 30 del siglo pasado. Todo muy elegante y nuevo. Sonaba música jazz, tenía una barra de madera adornada con un acabado dorado, una zona para bailar y otra en la que te podías sentar y tomar una copa. Las lámparas eran grandes y te hacían recordar a las películas de antes. Pero noté algo que me sorprendió por encima de todo, todas las que estábamos en el lugar éramos mujeres.

-Cielo, ¿Esto es un club lésbico verdad?

-Si mamá, quise que fuera una sorpresa. Me apetecía tener una cita contigo y que te sintieses cómoda conmigo.- Explicó Belén con dulzura.

-Amor siempre estoy cómoda contigo.- Le dije poniendo mi mano en su nuca mientras la besaba.

-¿Te gusta?

-¿Quién cielo?, no entiendo.-Respondí confusa.

-Susana. La deseas, me fijé en como os mirabais.

Los ojos de Belén se mostraban llorosos. Pude ver tristeza en ellos, eso me mató. Acaricié su rostro y besé suavemente sus labios:

"Te amo cariño, Susana solo es una joven bonita, nada más."

Pasamos un rato agradable bailando, yo estuve todo el tiempo mimándola. Intentaba hacerla sentir bien, pero ella, detrás de su sonrisa de diosa etrusca, escondía un halo de tristeza.

-Tesoro, quiero que volvamos a casa, quiero entregarte mi culo virgen. Sé que lo deseas y quiero que sea esta noche.- Le susurre en su oreja mientras bailábamos agarradas con mis manos en sus glúteos.

-Te dolerá, ¿Lo sabes verdad? – Me contesto seria y mirándome fijamente.

-Lo sé mi amor, quiero que me folles y revientes, si eso es lo que deseas.- Asentí retando su mirada.

Belén me tomó de la mano y nos volvimos a casa. No pronunció una sola palabra en todo el trayecto. No me soltó la mano tampoco. Permanecía absorta en sus pensamientos mientras yo me sentía cada vez más excitada, imaginando nuestra noche de sexo prohibido…

*************

Entramos en casa y Belén seguía sin soltarme de su mano. Me condujo en silencio a nuestra habitación y con voz seria me ordenó:

"Quítate la ropa y acuéstate sobre la cama boca abajo"

Debo confesar que interpretar el papel de sumisa me tenía ardiendo. Mi coño parecía la albufera valenciana, una laguna de fluidos deseosos de ser degustados. Belén ya estaba desnuda, permanecía de pie y lubricaba un consolador anal. Era más delgado y corto que un pene de látex convencional. Se puso de rodillas en la cama y me abrió los glúteos sacándome el dilatador anal de forma brusca.

-¡¡Ah cielo más suave me haces daño!!

-¡Shhh!, ¿te he dicho que puedas hablar? Hoy te portaste mal cariño, mereces un castigo. Hablarás cuando se te diga.- Sentenció Belén dando varios azotes en mis nalgas.

Jamás pude imaginar que este juego de sumisión me pusiese tan cachonda. Los azotes fueron demasiado para mi coño y de mi esfínter comenzaron a emanar varios chorros que sorprendieron a mi hija.

-¡Guau!, parece que sigues queriendo portarte mal, ¡mira que eres puta Helena!

Se sentó sobre mi espalda y agarrando el consolador me penetró mi ano de manera brusca. Sentí un fuerte dolor, acompañado de un ardor intenso. Mi boca mordía las sábanas, no quería darle el gusto de gritar. Belén con su otra mano me retiró las bolas chinas de mi chocho, bruscamente por supuesto; y comenzó a masturbarme. La mezcla del dolor en mi ano, y el placer de sus dedos en mi coño me tenía en un clímax casi permanente. Sentía que mi hija estaba excitada y disfrutando tanto o más que yo. Eso me hacía feliz, como nunca lo había experimentado con ninguna otra mujer.

-¿Te gusta ser mi puta Helena?

-¡Siii, ahhh, mmmm no pares, siii! – Respondí en medio de mi segundo orgasmo.

-Si ¿Qué? – Insistió mi hija azotando de nuevo mis nalgas.

-Siii, ohh, ¡Dios no pares que me vuelves loca!

-¡Contesta a mi pregunta Helena, harás que me enfade aún más!- Exigía Belén mientras seguía azotando mi pompis.

-¡Sí adoro ser tu puta!, ¡Oh, ah, me corroo! – Respondí fuera de mí, incapaz de controlar la catarata de chorros que salían de mi peluda vagina asemejándose a una tubería averiada que vierte agua sin control.

Mi hija, al ser consciente de aquel orgasmo brutal, dejó el consolador en mi ano y acerco su boca a mi íntimo manantial probando mis lascivos fluidos como lo hacen los sedientos al llegar a un oasis.

Ya embrutecida de mi íntimo elixir, se incorporó y colocó sobre su cintura y vagina un arnés. La verga era larga y gruesa. Se ajustó bien el juguete y lo lubricó con premura. Mientras yo, entre jadeos, me deleitaba con su cuerpo desnudo y sudado que pronto abriría mis entrañas de nuevo.

-Ponte a cuatro.- Ordenó Belén impasible.

Obedecí rauda y veloz, deseaba me follara con esa verga de látex como si fuese una yegua a la que preñar. Nunca me había sentido tan excitada y caliente como esa noche, sentir a mi hija tan dominante, enfadada, y distante conmigo; permitió descubrir en mí cosas que ni yo misma conocía.

-Helena, abre tus nalgas con las manos.-Sentenció Belén con voz más dulce.

Obedecí ansiosa de tener a mi amor dentro. Acercó la verga a mis labios, empapados tras varias corridas, y me penetró despacio. Permaneció unos instantes dentro de mi chocho, después rozó mi agrandado clítoris con el glande, lo que hizo que volviesen a salir de mi ser pequeños chorros de flujo que iban acompañados de espasmos y respiraciones aceleradas.

-Mmmm, ah, oh, pufs… ¡Tesoro que bien lo haces, fóllame duro, hazlo, por favor, no aguanto más!

-¿Te di permiso para hablar?, contestó Belén.

-Perdón mi amor.

-Veo que no acabas de obedecer del todo, abre la boca.- Ordenó con voz firme.

Dejó de penetrarme y me folló la boca con su arnés, provocando casi de manera instantánea mis primeras arcadas.

-¿Ves lo que ocurre si no te comportas como es debido cariño?, tengo que enseñarte buenos modales.

-Si amor, tengo mucho que aprender, enséñame tesoro.- Contesté torpe e ininteligible con la polla en la boca.

Fue en ese instante cuando sentí a mi hija totalmente excitada. Se incorporó, y se desató su arnés con suma prisa. Volvió a la cama y se sentó en mi cara con agilidad felina, comenzando a frotar su enorme botón. Un chorro grande, brusco y largo bañó mi rostro y alimentó mi boca por varios segundos.

-¡Ah joder me corro!, ¡Helena, te amo!.- Gritaba Belén fuera de sí mientras yo era incapaz de articular palabra. Me sentía en un permanente estado de felicidad y plenitud. Viviendo momentos que jamás pensé ni imaginé.

De pronto, mi amor se incorporó y mirándome dijo:

"Esta noche dormiré en mi antigua habitación. Sigo celosa y enfadada."

-Cariño, quédate a dormir conmigo, no te marches.- Suplique enamorada.

"Trata de dormir mamá, mañana todo estará olvidado."

Belén se marchó desnuda de la habitación, dejándome bien follada y con ganas de repetir.

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