(…) Se sentó en su sitio y de inmediato apoyé mi cabeza en su hombro. Él me abrazo y comenzó a acariciarme la cabeza y la espalda. Me quedé dormida. Horas después, llegando a Mendoza, me despertó. A pesar de que por un instante me sentí confundida al despertar en los brazos de un desconocido, pude acomodarme rápidamente a mi nueva situación. Tanto fue así, que al llegar a la terminal, lo primero que hice, fue cancelar la reserva en mi hotel, decidida por completo a pasar el fin de semana entero con él. Lo que pasó durante esos tres días en su compañía, es algo que contaré en siguientes relatos. (…)
El hotel que había reservado era de mucha más categoría que el mío, lo que de entrada me entusiasmó aún más. Era casi medio día, pero a pesar de que los dos estábamos hambrientos, lo que más necesitábamos era una ducha. Máximo, muy atento, ofreció que yo me bañe en primer lugar.
─Se me hace que el baño es inmenso, por lo que podemos aprovechar y bañarnos juntos. Para ahorrar agua, digo ─dije, no pudiendo evitar ocultar mis verdaderas intenciones.
Él entendió de entrada y me apretó contra su cuerpo para darme un beso hermoso, mientras me quitaba la ropa. Desnuda, me colgué de su cuello rodeándolo con mis piernas. De ese modo me llevó hasta el baño. En el lujoso cuarto, me separé para dejar que se desvista. Lo hizo en silencio, despacio, sin quitarme los ojos de encima. Mientras tanto, yo abrí la ducha y regulé la temperatura del agua. Algo que realmente poco importaba, debido a que los dos estábamos por demás calientes. El agua tibia me acariciaba el cuerpo de manera encantadora, cuando sentí algo que se me clavaba en la espalda baja. Giré con la intensión de mirarlo a los ojos con expresión seductora, pero mi mirada fue directamente hacia esa tremenda pija que tenía tan cerca de mí. Con la luz del baño se veía, incluso, mucho más grande y apetitosa que en la penumbra del colectivo. Lo besé apasionadamente mientras comencé a pajearlo con suavidad. No pasó mucho tiempo para que él me guie hacia abajo.
─Sí bebé, comete toda la pija de papi. Así, así…
Obedecí con mucho gusto. De inmediato me puse a merced de esa hermosa pija que, por ese fin de semana, seria toda para mí. Con el agua cayendo sobre mi espalda, de rodillas, hice mi mejor esfuerzo para hacerle el mejor pete de su vida. Y al parecer, lo estaba disfrutando tanto como yo. Mientras se la chupaba, el comenzó a enjabonarme la espalda con una esponja. Sus manos grandes y fuertes ejercían una presión que me gustaba. Me costaba mantenerme quieta, ya que su fuerza me impulsaba hacia abajo. De igual manera, pude disfrutar muchísimo de su pija en mi boca.
─Papi, ¿te gustan mis tetas? ─pregunté con el tono más de trola que pude.
─Sí bebé, tenés las tetas más hermosas del mundo ─dijo entre jadeos.
De inmediato, acomodé su hermosa pija entre mis tetas y comencé a pajearlo. Sus gemidos se hicieron intensos y sonoros. Era como pajear un grueso y duro palo de amasar. Un poco me hacía doler, pero me fascinaba. Sentía que quería vivir con esa pija entre mis tetas para siempre.
─¿Querés la leche de papi, nena?
─Sí papi, dámela. Me la quiero tomar toda.
No pasó mucho tiempo más, hasta que sentí como un tremendo lechazo se estrellaba contra mi cara. Ojos, nariz, mejillas, boca. Toda mi cara totalmente empapada de ese delicioso liquido espeso. Ante mi total sorpresa, máximo se arrodillo frente a mí y comenzó a chupar su semen de mi cara, para luego besarme y pasar todo el líquido de su boca a la mía. Fue hermoso y totalmente excitante. Me puse de pie, me imitó y me colgué nuevamente de su cuello para continuar con el beso. Su pija daba golpes en la entrada de mi concha, como pidiendo permiso para entrar. No fue necesario el consentimiento, ya que ella sola encontró la entrada. Me sentía demasiado pequeña colgada de ese cuerpo fibroso, mojado y caliente. Me tomó de la cintura con ambas manos y comenzó a marcar el ritmo de la cogida. Su pija entraba y salía de mi concha haciéndome gritar de placer.
Acabé dos veces mientras él me manejaba en el aire como si fuese una muñeca de trapo. En cierto momento, todo el mundo parecía estar de cabeza. Pero no, era yo quien estaba a contra mano, ya que, en un movimiento rápido y extraño, me puso de cabeza. Tomándome con fuerza de la cintura, ubicó mi cara pegada a su pija. No tuvo que pedírmelo. Yo solita, de cabeza al piso, comencé a comerle la pija. En realidad, era él quien con movimientos precisos de su pelvis me estaba cogiendo la boca.
─Sí pendeja, así. Como te gusta la pija, hija de puta.
Sus palabras no hacían mas que calentarme. Eso, sumado a como comenzó a comerme la concha, me hizo sentir en el paraíso. Tanto, que volví a acabar, esta vez directamente en su boca.
Luego de un rato, con delicadeza, me sacó de esa posición y me hizo apoyar las manos en la pared. Me abrió las piernas, me chupó la concha durante varios minutos, para después penetrarme de pie con mucha fuerza. Su pija hizo tope con el fondo de mi concha, haciéndome sentir mucho placer. Me cogió aproximadamente durante media hora más sin parar. Ya casi no sentí mis piernas, ni mi cuerpo. Toda mi energía se concentraba en la unión de su pija con mi concha, hasta que sentí como una doble explosión me devolvía a la realidad. Nuevamente mi concha desbordaba de su leche y de la mía, haciéndome sentir como que flotaba. Nunca me habían dado tremenda cogida.
Con delicadeza terminó de bañarme, se bañó él y me llevó en brazos a la cama. Se recostó a mi lado, pero de inmediato me trepé sobre su cuerpo y apoyé mi cabeza sobre su pecho. Su respiración estaba tranquila y se acoplaba a la perfección con la mía. Su pija, incluso en reposo, era grande y dura, por lo que sentirla pegada a mi concha era una sensación hermosa. Nos dormimos así. Al menos, yo lo hice. No sé exactamente por cuanto tiempo, pero al despertar nos besamos tiernamente, llenándonos de caricias.
─¿Tenés hambre, bebé? ─me preguntó.
─Siempre ─respondí desviando la mirada hacia su pija.
Los dos nos reímos, nos levantamos y nos vestimos con intención de ir a comer.
─Siempre tuve la fantasía de coger y filmarme ─comenté como al pasar.
─Todavía nos quedan tres días, nena. Lo que me pidas, será tuyo.
Luego de un par de besos y manos inquietas, salimos a comer. A pesar de disfrutar de la comida y de la charla, no pude dejar de pensar en la siguiente vez en que tendría esa hermosa pija adentro de mí.