Cuando el mundo enloquece y todo parece caerse, no existe nada mejor que una buena cogida. Con esa reflexión como mantra, me puse lo más perra que pude (top negro, minifalda negra súper corta, sin ropa interior) y salí con la intención de comerme al primero que se me cruzara en el camino. Literalmente, el primero.
Mi salida, a pesar de cumplir el objetivo, fue por demás corta. Esperé dos minutos el ascensor y ahí lo vi. De mi rostro, su mirada fue directamente a mi escote, con mis dos tetas casi a punto de estallar. “¿Te gustan?”, le pregunté mientras la puerta se cerraba detrás de mí. Ante el silencio de su sorpresa, me bajé el top liberándolas y busqué de inmediato su boca. Nos besamos apasionadamente. Su lengua traspasó toda barrera y se me metió hasta la garganta. La mía hizo lo mismo, mientras sus manos apresuradas intentaban abarcar la mayor superficie posible de mi cuerpo. Haciendo uso de mis extremidades descubrí una gran erección en su pantalón. La agarré con fuerza mientras comencé a frotar uno mis muslos con eso que se endurecía más a cada instante. Me arrodillé frente a él, liberé su pija y comencé a comérmela con voracidad. Él tuvo el atino de detener el ascensor, lo que agradecí en silencio.
Su pija sabia riquísima. La chupé hasta sentir que ya no me cabía en la boca. Luego pasé a sus huevos, grandes, redondos y llenos de leche. Los saboreé con gusto, mientras su pija me pegaba en la cara. Minutos después coloqué su pija entre mis tetas, para que jugaran entre los tres. Luego de unos instantes, me empujó con violencia tal que casi caigo de espaldas en el piso. “Perdón, no doy más”, dijo. Sin mediar palabras, lo tomé de los brazos e hice que se sentara en el piso, para yo montarme, de frente, sobre él. Lo obligué a que me chupé las tetas, mientras yo movía lentamente mi pelvis, acariciando su pija con mi concha, para un ratito después tomarla con una mano y dirigirla adentro de mí.
Apenas sentí esa hermosa pija adentro mío, liberé un gran orgasmo que me sacudió completa. Con ese máximo nivel de relajación, comencé a cabalgarlo como loca, pegándole en el pecho, mordiéndole la cara y gritando como si me estuviesen matando. Y de cierta forma, lo estaba haciendo, ya que su pija me quemaba y sentía como si me estuviese rompiendo por dentro. Un rato después, mediante otro empujón, hizo que me ponga en cuatro, como una perra, en el piso del ascensor, para arrodillarse detrás de mí y cogerme con fuertes embestidas. La concha me ardía y latía a ritmo acelerado. “Dale hijo de puta, así, rómpeme, rómpeme toda, así”, le pedía entre excitada y suplicante. Él lo hacía cada vez más rápido y con más fuerza, hasta que de repente salió de adentro de mí, me tomó por el pelo y puso mi cara al lado de su pija. Se pajeó por unos instantes, hasta que liberó una gran descarga de leche sobre mi cara, en mi boca y en mis tetas. Totalmente enlechada, saboree ese gusto agridulce que tan feliz me hace.
Me ayudó a ponerme de pie y me ofreció un pañuelo para que me limpiara. No lo acepté y puse en marcha el ascensor. Segundos después, se abrió la puerta. Una chica rubia algunos años más joven que yo nos miraba entre sorprendida y avergonzada. Yo seguía sucia y con las tetas al aire. Lo miré a él, como diciéndole “listo campeón, ándate”. Y así lo hizo. Luego le sonreí a la rubia, como invitándola a entrar. Devolviendo la sonrisa, ingresó inmediatamente él abandonaba el lugar. Cerré la puerta, marcando el último piso y tomé a la chica de la nuca llevando su cara a mis tetas. Saboreó la leche de mi anterior compañero, mientras mis manos se divertían con su concha. De inmediato los gemidos se adueñaron del lugar, por lo que decidí ponerle el freno al ascensor.
Me recosté sobre el piso del ascensor, luego de desnudarla, y la hice que se sentara sobre mi cara. Le chupe la concha con muchas ganas, mientras ella me acariciaba la concha con ganas. Acabamos al mismo tiempo, con dos grandes descargas de leche. Cuando terminé de saborearla, ella bajó y me chupó la concha con gran maestría. Instantes después, se puso de pie y me ayudó a levantarme. Nos vestimos y pusimos el ascensor en marcha. Ella bajó algunos pisos después y yo seguí hasta el mío.
En mi departamento me dispuse a meterme en la bañera y darme un baño relajante. No pude evitar masturbarme recordando el hermoso viaje en ascensor que acababa de realizar.