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Reencuentro, más o menos, en una fiesta
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Tiempo de lectura: 15 minutos

Por fin tuve la independencia que había deseado desde muy joven. Un trabajo más o menos estable y un piso que podía alquilar para vivir por mi cuenta y que, como sabemos, cada vez se hace más complicado de pagar. Pero bueno, políticas de vivienda a parte, el caso es que aquel día empezaron las presiones de mis amigos y amigas cercanos para para que les enseñara el lugar donde había empezado mi nueva vida.

Lo que viene siendo la clásica fiesta de inauguración.

Sin remedio, tuve que organizar una pequeña reunión, pero quise que fuera con un reducido grupo de gente conocida.

Lara, que en ese momento era la amiga en la que más confiaba, me comentó sin embargo, que además de ir con su novio, que vivía en un pueblo cercano, llevaría alguna colega suya para que pudiera ampliar mi “círculo de amistades”, y justo después recalcó que se refería claramente a “amistades”, ya que no tenía pensado hacer de Celestina.

En el fondo me alegré, ya que no me gusta que me organicen la vida.

A eso de las 10 de la noche comenzaron a llegar asistentes. Todo el mundo se quejaba de que tendría que trabajar temprano a la mañana siguiente, así que no podía quedarse hasta muy tarde, pero como yo no tenía ese problema concretamente el día de la fiesta, no lo tuve en cuenta cuando organicé todo. Soy así de desastre, ¿qué le vamos a hacer?

Hice de anfitrión lo mejor que pude, con lo que había preparado de comida y sobre todo bebida y algunas cosas que trajeron también invitados e invitadas y así fue pasando la noche, hasta que en cierto momento me paré a pensar mientras bebía distraído en mitad de una conversación con un grupo de amigos sobre nosequé serie. Por el momento ya había visto a todas las personas que tenía alrededor en la sala. Todos riendo, charlando, pidiendo que les enseñara la casa, mirando la decoración… ¿Dónde estaría la amiga misteriosa de Lara y su novio?

Parece ser que con tantas distracciones no fui yo el que se encargó de recibirlos, así que no pude ver cómo era la persona que pensaban presentarme hasta mucho mas tarde, cuando después de recibir una bronca por ser tan mal anfitrión y estar desaparecido, me presentaron por fin a una chica que me resultaba familiar.

Carmina era bastante guapa, aunque se le veía que no pretendía destacar y no vestía de forma que llamara la atención. Llevaba un pantalón largo vaquero, no muy ajustado y una blusa de manga larga de color naranja pastel. Tenía unos labios bonitos, o al menos a mi me lo parecían, siendo el inferior grueso y el superior finito, y lo mismo podía decirse de su pelo, castaño y liso, media melena por detrás, con el flequillo un poco largo para poder ocultar, bajando la cabeza cuando le interesaba, su tímida pero profunda mirada desde sus ojos marrones verdosos.

En el momento en que hacían las presentaciones me puse muy nervioso, aunque no acababa de comprender bien el motivo. Sentía que conocía a la chica de antes. Su aspecto, su nombre, su forma de ser… Así que después de darme dos besos y ver mi cara de sorpresa dijo algo que confirmó lo que yo pensaba.

–Creo que ya nos conocíamos… más o menos.

–Más o menos, si, puede ser… –Fue lo único que acerté a contestar.

Los asistentes a la escena quedaron sorprendidos y querían saber de qué nos conocíamos y por qué habíamos elegido esas palabras.

–¿Podéis explicarnos, por favor, que significa eso de “más o menos”? –Quiso saber Lara.

–¡Eso! La verdad es que suena un poco turbio, ¿eh? –Bromeo Carlos, su novio.

Pero quise evitar incluso pensar en ello en ese momento, así que prácticamente les supliqué lo dejáramos para luego y continuáramos la fiesta, ya que llevábamos mucho sin saber nada el uno del otro y tanto Carmina como yo teníamos que ponernos al día en primer lugar.

Por supuesto aquello sería el cotilleo de la fiesta.

Charlamos un rato sentados en el sofá, todos en general, sobre cosas de la vida y después pasamos a dispersarnos con las típicas conversaciones de grupitos, hasta que llegó la hora en que todo el mundo empezaba a marcharse. Algunos bastante contentillos, cuando se despedían se iban reprochándome que al final no les hubiese contado el por qué de aquél “más o menos”.

La verdad, tampoco sé si Carmina había soltado prenda, ya que no hablamos de eso en toda la noche.

Por suerte para mí, Lara me conocía bien y había estado haciendo gestiones para ser, ella y sus acompañantes, las tres últimas personas en salir por la puerta. Luego, consiguió que Carmina se separase un momento de ellos, que habían ido a buscar los abrigos a otra habitación y por fin pudimos quedarnos unos segundos a solas.

Hacía años que soñaba con estar así con Carmina, a pesar de no haberla conocido en persona realmente. Era algo que no conseguía explicarme. Pero viene de los tiempos en los que algunos chateábamos, y lo hacíamos prácticamente a ciegas, sin fotos, sin webcams, con descripciones y hablando de historias personales durante horas. Aquella chica y yo habíamos tecleado mucho en aquel entonces y conectado de forma muy profunda y muy cerebral desde el minuto uno, y fue algo que duró años.

Recuerdo que las fotos tardaron en llegar y trajeron algo de decepción, más mía que de ella, la verdad, al ser esos tiempos casi una adolescencia, que suele estar llena de superficialidad y de pensar en que nuestras elecciones vitales tienen que gustar también a los demás. Recuerdo una discusión a través del teléfono y luego un silencio, y unos días larguísimos sin poder hablar con ella. Recuerdo reflexionar y pensar que me gustaba mucho, incluso muchísimo, y que no me había parado a pensarlo porque solo llevábamos una supuesta amistad a distancia… Y eso era todo. Pero sobre todo recuerdo lo estúpido que había sido por pensar solo en tener la aprobación de amigos si algún día la conocían. Porque no se conecta a ese nivel tan profundo… tan cerebral… y de forma tan cómplice con nadie de forma habitual. Y lo peor es que Carmina me atraía también físicamente. Pero no encajaba en el estándar físico que pensaba que tenía que presentar como una conquista y…

…En resumidas cuentas, yo era joven y bastante gilipollas.

Menos mal que crecemos, maduramos, aprendemos…

Aquello terminó solucionándose días después con una charla a corazón abierto y muchas disculpas, y aunque costó que volviera a ser lo mismo, también sirvió para poner las cartas sobre la mesa y ver que no éramos tan amigos como pensábamos.

Nos gustábamos.

Nos gustábamos mucho.

Y empezamos a desearnos y a hablar de cosas que no habíamos hablado antes referidas a nosotros dos.

Recuerdo de esos meses como subieron de tono las conversaciones. Mensajes a altas horas de la madrugada, sonidos telefónicos de caricias, secretos íntimos, descripciones milimétricas de nuestro cuerpo, jadeos y hasta orgasmos húmedos que me llenaban la cabeza de fantasías capaces de bloquear mi concentración durante el resto del día.

Pero la distancia, la juventud, el miedo al encuentro, nuestra precariedad para poder mantener una relación que implicara viajar a menudo y la aparición de terceras personas al tener una vida fuera de nuestros momentos de conexión, acabó con todo.

Y pasaron los años.

Tantos que ya no tenía esperanza de volver a saber de esa persona y, sin embargo ahí estábamos, sentados en el sofá. Con el tiempo jugando en mi contra, que hizo que comenzara a ponerme nervioso de nuevo. Empezaba a ser tarde, los segundos se me escaparon sin remedio y ella se puso finalmente en pie y me dio dos besos en las mejillas para despedirse cuando llegaron Lara y Carlos dispuestos a abandonar la reunión.

Seguramente el cerebro tenga capacidad de llenar recuerdos auditivos o visuales y añadirle otros para completar las sensaciones que le faltan. Y es que recuerdo que los dos besos de Carmina se convirtieron en un momento muy cálido que, en mi imaginación disfruté a cámara lenta, respirando el aroma de su pelo, notando el tacto de su piel y sus labios, escuchando su respiración, haciéndome regresar a las conversaciones nocturnas subidas de tono… Hasta que cuando todo pasó y volví al mundo real para despedirme también de mi amiga y su novio, me sentí hundido. La estaba acompañando a la puerta mientras se colocaba su abrigo, dándome cuenta de que mis oportunidades se terminaban, buscando cualquier excusa para que se quedara cinco minutos más… Así que le pedí que esperara y cuando se giró, allí junto a la entrada, me acerqué a ella con cuidado, acariciando sus mejillas con mis manos y la besé.

Carlos se quedó boquiabierto con los ojos como platos. Lara por otro lado pareció cruzar miradas con su amiga y se dio cuenta de que tenían que ir adelantándose.

Se despidieron viendo la cara del tipo más avergonzado del mundo en ese momento.

Respecto al beso… fue corto. Me limité a probar sus labios, cerrar los ojos y suspirar aliviado por haber conseguido atreverme a dárselo antes de que se marchara. Me quedé junto a ella, con una sonrisa tímida que me costaba mantener y bajando la cabeza, por miedo a mirarla y encontrarme con una mala reacción por su parte. Entonces noté como me acariciaba los brazos y me decía:

–Matthew

–Perdona, hacía mucho tiempo que quería besarte. –Fue lo único que me salió decirle.

–¿Quieres que me quede un poco más, verdad?

No dije nada, solo levante la mirada y volví a besarla. Ella dio unos pasos hacia atrás hasta que estuvo apoyada sobre la puerta, que terminó de cerrarse detrás de ella, y entonces, empezamos a devorarnos de forma más intensa y descontrolada.

Mis manos pasaron a su cintura y acariciaron sus costados para ayudar a quitarle el abrigo, mientras nuestras bocas se fundían y nuestras mentes se llenaban de recuerdos sonoros y frases que nos habíamos dicho o escrito cuando más nos necesitábamos.

Chupaba su labio inferior ansioso, aunque recreándome, tirando de él hasta que se me resbalaba y se escapaba, y luego jugaba coger su labio superior para volver a empezar de nuevo, repitiéndolo en una espiral que se hacía más intensa según me sentía más unido a ella. Pronto, con las caricias de su cintura busqué colar mis manos bajo su camiseta y cualquier cosa que me impidiera notar su piel en mis dedos, y en nuestro beso empezaban a participar nuestras lenguas, que resbalaban una sobre otra, se mojaban mutuamente y enredaban en una sensual y ávida danza, al tiempo que nuestras bocas permanecían unidas. No tardé en comenzar a notar mucho calor y sentir que nuestra respiración se aceleraba. Todo iba en aumento, como una locomotora sin frenos que se apresuraba sin remedio, y empezaba a desearla tanto que mi cuerpo me pedía arrinconar el suyo contra la puerta y no parar nunca de explorar todo su ser con una milimétrica expedición digital.

Me di cuenta de que estaba siendo demasiado ansioso y llegaba mucho tiempo esperando una oportunidad como esa y siempre habíamos hablado de que si ocurría lo disfrutaríamos con calma. Así que, pensando en su comodidad me aparté un momento y le dije que si quería sentarse conmigo en el sofá de nuevo.

Pareció regresar de nuevo al mundo real igual que yo y haber hecho las mismas consideraciones, así que sonrió y tras colocarse la ropa y el pelo, aceptó la invitación.

Tuvimos así una pequeña pausa en la que volver a acomodarnos juntos, de hecho, esta vez lo hicimos muy juntos y no tardamos en empezar a saborearnos el uno al otro de nuevo, como si comenzáramos de cero, tranquilos, pero seguros de querer recuperar el momento en el que nos habíamos quedado.

Me incliné ligeramente sobre ella y me dispuse a acariciar sus muslos ahora, además de su cintura o sus costados. Habíamos recuperado el control para volver a perderlo un instante después de manera inevitable, pero ahora la locura era más certera y podía concentrarme en saborearla de forma más interesante, permitiéndome el lujo de rozar sus labios con mis dientes en forma de mordisco suave o de chupar su lengua lentamente y absorberla de forma juguetona, buscando en todo momento que se sintiera bien, que su respiración se acelerara y que se divirtiera.

Poco a poco empecé a probarla también por el cuello, recorriendo cada milímetro y tratando de intuir en que parte le hacía sentir más excitada el roce de mis labios. Mis manos trepaban por su cuerpo, moviéndose por encima de su ropa hasta sus pechos, que empecé a masajear de forma suave.

Aquella sensual parte de su anatomía fue tema de conversación en el pasado muchas veces y mi mente se encargó de recuperar aquel material y mostrármelo en un recuerdo acelerado.

Carmina siempre describió sus tetas con orgullo, sabiendo que llegado el momento atraerían la mirada y el apetito de cualquier amante. Suaves, tersas, de buen tamaño y deliciosamente adornadas con pezones sensibles y areolas grandes como galletas para el desayuno. Solía hacer bromas con eso y con otro ingrediente válido para la primera comida del día que tendría que añadir yo sobre aquellas delicias… Mientras, entre risas me permitía oír un siseo de cómo las amasaba pensando que era yo quien las mimaba y apretaba.

Ese masaje mezclando evocaciones del pasado me empezó a excitar mucho y ella se dio cuenta, así que en un instante, viendo que bajaba la guardia se hizo súbitamente con el control de la situación. Subió su mano por la cara interna de uno de mis muslos y empezó a acariciar mi sexo por encima de mi ropa, mientras me dejaba palpar sus pechos y levantar la blusa para empezar a degustarlos. Vio así que aquello lo hacía crecer y endurecerse, por lo que bajó la cremallera, desabrochó el botón de mi pantalón, y metió la mano para sentirlo atrapado entre sus dedos.

Prácticamente me derretía sentir sus caricias y que ella me permitiera apartar su sujetador lo justo para poder rozar sus pezones con mi lengua, que se paseaba rítmicamente, dejando rastro continuo de saliva y siguiendo la forma circular de sus increíbles areolas. Mi sexo desprendía mucho calor y se volvía cada vez más sensible según notaba las caricias de mi amiga, aún más cuando percibí que lo sostenía entre sus dedos, apretando lo justo para dejar que su mano se deslizara fácilmente sobre él luego trepara hacia el glande, que empezó a hincharse cuando notó el suave contacto de sus yemas.

Para mí, aquello se tradujo inmediatamente en un latigazo de placer que me recorrió toda la columna.

Ya había perdido completamente las fuerzas cuando Carmina se acercó a mi oído y, sin dejar de manosearme muy despacio, me dijo:

–Antes no me has contestado

–¿A qué? –Pregunté confundido.

–Si querías que me quedara un poco más, así que creo que voy a tener que convencerte de que me digas que si.

Y antes de que pudiera decir nada, agachó su cabeza, lo sacó en un movimiento veloz e inesperado se metió en la boca justamente la punta de mi miembro, dejando que sus labios se deslizaran muy lentamente sobre él, abandonando en su superficie un brillante rastro de saliva que quemaba de placer, hasta que quedó fuera de su boca de nuevo. Después, se bajó del sofá para arrodillarse en el suelo frente a mí, ocupando espacio entre mis piernas para mirarme a los ojos de forma traviesa y provocativa, y empezó a darme largos lametones con su lengua en la zona del frenillo antes de volver a coger mi pene entre sus labios y succionarlo un poco más fuerte, inundándome después de sensuales babas que también descendían por sus barbilla hasta estrellarse de forma lujuriosa contra sus preciosas tetas.

Entonces paró y me preguntó:

–¿Me quedo un poco más?

–Quédate la noche entera. –Le dije mientras me acercaba a ella y la besaba ansioso también por probar aquellos fluidos sobrantes.

Así, relajado en el sofá, con mi amiga delante de mí, empezamos a besarnos un poco más, disfrutando el uno de la boca del otro y le pedí que se levantara y se sentara sobre mis piernas con la excusa de que pudiera no estar cómoda de rodillas en el suelo. Fue así, sin parar de fabricarme un collar de saliva en el cuello con pequeños chupetones que me hacían perder las fuerzas, se levantó y e hizo lo solicitado, momento que yo utilicé para deshacerme de la parte superior de su “outfit”, que ya estorbaba hace tiempo. Su sujetador estuvo delante de mi cara, algo descolocado mucho tiempo por las caricias que le había estado haciendo, pero tenía un diseño de encaje muy sensual que le quedaba muy erótico, así que antes de que lo retiráramos del todo, mis neuronas se encargaron de hacer el trabajo necesario para guardar aquella bonita imagen en mi memoria. Luego, en ausencia de textiles que actuaran de barreras, mi lengua casi decidió por su cuenta que deseaba círculos alrededor de aquellos deliciosos pezones con sus amplias coronas, siendo acompañada de suaves roces de mis dedos que los hacían vibrar. Carmina se echó el pelo hacia atrás extasiada y miro hacia abajo para ver cómo me comía sus tetas sin dejar de fijar mis pupilas en las suyas.

No me di cuenta que mientras le besaba el escote, ella trataba de contraatacar y tomar la iniciativa.

No tardó en tener de nuevo mi sexo en sus manos, las cuales movía con dificultad por el poco espacio que tenía entre nuestros cuerpos, pero con intención de hacerme notar verdadero placer. Lo recorría desde su base hasta la punta con ambas manos, y usaba sus yemas para que una gota caliente que salía de mi interior como lubricación, le permitiera suaves caricias, resbalando con facilidad en esa zona tan sensible, consiguiendo que me rindiera de nuevo a ella.

Humedeció su palma con un pícaro lametón que me mostró con una mirada traviesa y la hizo deslizarse luego por toda la extensión de mi tronco firme, moviéndola arriba y abajo, apretando un poco más en la zona de la cabeza, enrojecida y muy sensible. Traté de reponerme y tomar algo de iniciativa, transformando aquello en una batalla interminable. Luché contra el placer que me hacía sentir mirarla a la cara mientras se mordía el labio y movía sus manos acariciándome, y sin pararla, empecé a desabrochar su pantalón, a bajar la cremallera y meter mi mano para encontrarme con el suave tacto de su tanga humedeciendo mis dedos. Carmina estaba muy mojada y podía sentirlo a través de la escasa tela. Era una delicia notar cómo reaccionaba a los masajes que empezaba a darle a su clítoris por encima de su ropa interior acelerando sus movimientos y sujetando con más firmeza mi miembro.

Mientras, nos besábamos. Nos besábamos sedientos el uno del otro sabiendo que estábamos disfrutando de un momento que la vida nos había negado hasta aquella noche.

Pronto pude apartar a un lado su ropa interior, lo justo para poder sentir el tacto directo de su clítoris. Lo masajeaba, lo tocaba, y jugaba también con mis dedos para probar algunas caricias sobre los labios de su sexo, perdiéndome entre sus pliegues, notando como cada vez que encontraba una zona sensible, Carmina intensificaba sus atenciones sexuales manuales y me escuchar su respirar acelerado por el placer en mi oído, entre susurros, diciéndome lo mucho que había querido vivir ese momento tiempo atrás, y solo unos segundos antes de empezar a gemir y anunciar que iba a correrse.

Y se dejó ir, temblando, jadeando, dejando salir su orgasmo sin contenerse en ese momento clave en el que su cuerpo dejó de obedecerla y la paralizó para disfrutar de varias oleadas de placer que la dejaron exhausta por un instante.

Paramos para coger aire, mirarnos, concentrarnos el uno en el otro. Tratando de volver a la realidad que estaba rodeándonos pero que durante un rato no había formado parte de nosotros, y la aun excitada Carmina relajó sus músculos para tranquilizarse.

Había habido juego, competición por ver quién dejaba sin fuerzas al otro y le hacía abandonarse al placer. Pero ahora era el momento de dejar el combate en tablas y pasar al plato fuerte.

Mi seductora amante, tras terminar de desnudarse del todo y añadir sensuales acompañamientos visuales a mis recuerdos sonoros, acerco la punta de mi sexo al suyo con decisión y habilidad, y ambos sentimos un pequeño, lento y placentero roce, que se hizo más potente cuando empezó a mover sus caderas logrando que mi glande se abriera camino e hiciera que milímetro a milímetro se adentrara entre los labios hasta lo más profundo de su esencia. Notaba ese calor, esa humedad, y miraba el pecho de mi amiga oscilar de forma sensual cada vez que ella subía y bajaba. Le pedí que alzara su culo y lo manosee, antes de darle un azote juguetón y sujetarlo con firmeza. Ahora podía volver a dejarse caer sobre mí y que la gravedad volviera a llevarme de golpe dentro de ella. Y lo hizo gustosa, acompañando el gesto de un delicioso ronroneo, sus ojos cerrados y eróticos gemidos de placer que ya había escuchado en otros tiempos gracias a la línea telefónica.

Se sentó sin miedo, subiendo y bajando, colocada milimétricamente para que el movimiento de arriba y abajo se transformara para nosotros en dentro y fuera, notando la humedad chorrear por sus muslos y como mi bálano se encontraba hinchado y cómodo de ser el espeleólogo de aquella gruta.

Por sorpresa la retuve agarrándola fuerte por la cintura, Cuando estaba en el punto más bajo del acto de cabalgarme y le pedí susurrándole al oído que no se moviera.

Se deshizo durante el pequeño instante en que estuvo estática, con su vagina casi quemándome, palpitando en protesta por detenernos, y disfrutando del gozo de dejar nuestros cuerpos unidos sin que pudiera siquiera pasar el aire entre nosotros, presionando para, tal vez encontrar otro milímetro más de mí que introducir dentro de ella, aun sabiendo que había llegado a lo más profundo.

Nos besamos más y más. Recorrí su cuello y abrace su cuerpo junto con sus brazos para inmovilizarla y tiré de ella, invitándola a subir lo justo para que solo mi glande quedara en su interior, y poder luego ser yo quien levantara las caderas para volver a enterrar mi sexo entera hasta lo más profundo de su ser. Con fuerza. Mientras le iba describiendo al oído como quería follármela.

–Quédate así, y siente como me muevo y te la meto toda… Como perdemos el control… Abandónate y disfruta.

Y mientras le hablaba, me aceleraba y nuestros cuerpos chocaban el uno contra el otro rítmicamente, apresurando el movimiento poco a poco y ralentizando en pequeñas pausas para hacerme rogar.

Solo aflojé mi firme sujeción para agarrar uno de su pechos y, cuando pude, dejar una mano libre para colarla entre nosotros y prestarle atención a su clítoris con mi pulgar, trazando círculos alrededor de él mientras continuaba con mis embestidas levantando su cuerpo y haciéndolo vibrar en el choque de cada una.

Olía a sexo, a descontrol, a deseo, y sus mis jadeos se mezclaban con sus gemidos como ya habíamos vivido a distancia en otros tiempos, pero por fin esparciendo sus ondas sonoras en la misma habitación.

De nuevo anunció que iba a correrse y suplicó que no me detuviera por nada del mundo.

Aunque me hubiera quedado sin fuerzas no lo habría hecho. Verla retorcerse, agitarse, mirarme con cara placer, las mejillas enrojecidas y esa carita final de satisfacción que me volvía loco era demasiada tentación para perderme semejante espectáculo.

Gotas de sudor ya caían por nuestra piel, pero aun queríamos más.

Carmina pronto empezó a agitarse de nuevo. Con los labios de su sexo aun rodeando y acariciando cada milímetro de mi tronco apretándolo un poco con sus músculos interiores a veces, para sentirlo mejor.

Empecé a sentir necesidad de un capricho. Un cambio. Por eso pedí a mi amiga que sé que se colocara cuatro patas sobre el sofá y me fui por detrás de ella con una idea fija. Besando su espalda, recorriendo con mi lengua su columna y su nuca. Rodee sus pechos con mi brazo, y apunté mi glande hacia la entrada de su sexo, empujándolo de nuevo despacio hasta que pudiera sentirlo todo. Cuando por fin lo me sentí calentito y acogido dentro de ella, me sobrevinieron intensos espasmos que anunciaron que contener el deseo de eyacular sobre su trasero iba a ser una tarea titánica. Pero justo en ese momento algo nos interrumpió y frenó nuestro éxtasis.

Sonó mi teléfono móvil y nos detuvo en seco cuando vimos que la llamaba provenía de nuestra amiga Lara. Al parecer su chico había perdido las llaves de su casa por algún lugar de mi piso y tuvieron que volver a buscarlas cuando se dieron cuenta de que no podían entrar.

Carmina, yo y una erección que iba a costar bajar, empezamos a vestirnos apresuradamente mientras nos reíamos de la situación. Nos sentíamos muy unidos en ese momento en el que buscábamos nuestra ropa tirada por el suelo del salón mientras nos dábamos algún pequeño pico que nos hacía sonreír de forma cómplice.

Casi no habíamos terminado de secarnos el sudor, colocar el sofá para que no se notara la batalla sexual que se acababa de suceder en él y cubrirnos con la ropa bien estirada, cuando llamaron al timbre.

Tuve que esconderme en la cocina con la excusa de hacer café y así hacer algo de tiempo hasta que dejara notarse un bulto evidente en mis pantalones. Mientras, Carmina abrió la puerta carcajeándose de la situación.

Carlos y Lara entraron sorprendidos, sin entender que pasaba y preguntaron por mí al ver que a nuestra amiga la risa no le dejaba explicarse. Así que alcé la voz desde la cocina para manifestarme como entretenido con la cafetera.

Así que allí estaba yo, justo en estancia de al lado, pulsando los correspondientes botones para que la maquina empezará a filtrar, cuando oí como mi amiga se disculpaba ante Lara y se venía para echarme una mano. Entró en la cocina y, aun sonriendo, en voz baja me preguntó si estaba ya mejor.

Con una leve caricia comprobó que no, me besó de un modo que me pareció especialmente tierno y a la vez erótico, y me empujó un poco hasta que acabé apoyado contra una pared.

–Vaya amigos, que nos han dejado a medias, ¿eh? –Me dijo al oído entre susurros.

–Si… muy oportunos.

–¿Te faltaba mucho para terminar?

–No lo sé, creo que no mucho, así estoy ahora…

La voz de Carlos nos notificó el éxito en la búsqueda de las dichosas llaves. Al parecer se habían colado entre los cojines del sofá sobre el que acabábamos de desatar nuestras pasiones.

Tuvimos que contener una carcajada.

Y Carmina me besó otra vez de forma increíblemente sensual, dejándome notar su hábil y humedecida lengua.

–Así, no ayudas a que se me pase.

–Shhh. –dijo haciendo un gesto de silencio con su índice.

Y en ese momento acercó su boca traviesa a mi oído y me arrinconó contra la pared, bajo su mano hacia la cremallera de mi pantalón, y la desabrochó. Después, se las apañó para meter sus dedos lo justo para poder hacer salir la cabeza de mi sexo al exterior y empezó a acariciarlo.

Volvimos a hablar entre susurros.

–Carmina, que nos pillan.

–No pasa nada, están viendo la tele y el café tarda un poquito, te da tiempo a correrte.

–Uff, no creo que tarde mucho, pero…

–Shhh, tu hazlo. Disfruta para mí.

Y en ese momento empezó a comerme por el cuello, mientras se dedicaba a recorrer toda la extensión de mi miembro con las caricias de sus dedos hábiles, parando solo para humedecerse la mano y continuar estimulándome con el añadido de la deliciosa sensación de su saliva caliente.

Todo volvía a acelerarse. Le acariciaba el pecho y sentía sus caricias recorrerme con dedicación mientras escuchábamos la televisión de la sala y la conversación de nuestros dos amigos levemente en la lejanía de la habitación de al lado.

La yema del pulgar de Carmina se dedicó a la punta trazando húmedos círculos que me recordaban a su lengua, mientras con la otra mano se deslizaba el resto

Así, empecé a notar que estaba a punto y ya no podía contenerme más. Se lo dije al oído con cierta vergüenza para que me tapara la boca besándome.

Me hizo caso en el acto.

Y así, con sus labios y su lengua acallando mis gemidos, mientras yo no dejaba de acariciarla también a ella bajo su camiseta para sentirla mejor, empecé a correrme sin remedio.

Chorros de leche caliente brotaron en oleadas de mi interior en un orgasmo furtivo y gotearon por sus manos, que ella continuaba moviendo, cada vez más lento, al ritmo de mi respiración, hasta que terminé del todo. Entonces dejo de besarme, me sonrió de forma juguetona, y fue a lavarse las manos.

Finalmente sirvió el café en dos tazas y se las llevó al salón. Siguiendo yo el mismo camino cuando terminé de limpiarme, asearme un poco y colocarme la ropa.

Estuvimos charlando un rato con Lara y Carlos, que nos veían mirarnos y reírnos de forma partícipe sin comprender que pasaba. Aunque desde mi punto de vista la cara de Carmina no podía ocultar que acababa de tener dos orgasmos hacía poco tiempo.

Tuvimos que explicar nuestra historia, como nos conocimos, como no nos gustamos en la primera foto que nos enviamos… Y me cayó una buena bronca por parte de Lara.

–¿Pero cómo que no te gustó? ¿Estás tonto? ¿Tú has visto que monísima y que par de peras tiene?

–Jajaja. En mi defensa solo puedo decir que la calidad de la foto era terrible y había un montón de personas entre las que estaba ella con una camiseta amarilla horrible, llamando la atención… ¡Pero para mal! –Respondí entre risas

–Pues anda que tu foto, en plan chulito y llevando un bigote y una perilla terroríficos… –Se defendió Carmina.

–Pero… ¿si solo erais amigos por qué os decepcionó ver unas fotos del otro? –Preguntó Carlos, certero.

Se hizo un pequeño silencio y Carmina y yo nos encontramos en una mirada tímida.

–Pues porque no éramos solo amigos como creíamos, pero en aquel entonces no quisimos asumirlo. –Respondió Carmina bajando la cabeza.

–Lara… –Interrumpió Carlos.

–¿Qué pasa?

–Vámonos a casa que estos dos estaban follando y sobramos.

–Joder ¿Y ahora te das cuenta? –Se burló Lara antes de que empezáramos a carcajearnos todos juntos. Aunque en mi caso y en el de Carmina, no sin cierta vergüenza y tratando de disimular, claro.

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