Ahora el problema era como presentarme en la estación de servicio con el aspecto que yo tenía. Estacioné sobre la banquina antes de llegar al lugar y bajé del vehículo. Sentado en el asiento del acompañante, y con la puerta abierta, me quité las medias y las deseché. Usando el agua que le quedaba al bidón, me lave las piernas y, mojando un trapo, le quité el barro a mis zapatos de mujer. Por suerte en la guantera llevaba otro par de medias de nylon. Me las coloqué y volví a calzarme los tacones. Me puse el tapado que, aunque no tenía cierre, podía mantenerlo cerrado usando una mano. No quería que se me viera el corpiño. Para finalizar me puse un gorro de lana, ya que la peluca había quedado en el campo. Había mejorado un poco, pero seguía temeroso e inseguro.
Llegué y me estacioné a la par de uno de los surtidores. Por costumbre, encendí del coche y fui a abrir la tapa, para que me cargaran combustible. Ese fue un error. Yo podía haberle dado la llave al que despachaba sin necesidad de apearme. En eso se acerca un tipo de unos sesenta años, delgado y con lentes y me saluda cuando yo me estaba dando vuelta:
-Buenas noches, señora… perdón, señor.
– Yo… esteee…
-No se preocupe, amigo. No es la primera vez que veo a un hombre vestido de mujer. Y no tengo prejuicios.
-Bue… bueno. Se lo agradezco mucho.
En ese lugar corría un fuerte viento y yo estaba casi tiritando de frio. El hombre se percató de eso y me dijo que pasara al shop y que mientras el cargaba el combustible me bebiera un café caliente. Como notó que yo dudaba, me dijo que el shop lo atendía su hijo, que no debía preocuparme. Para colmo en ese piso de cemento, mis tacones de aguja hacían un ruido infernal, y ese ruido se acentuó al ingresar al local. Me dirigí a una de las mesas y tomé asiento. Un muchacho joven estaba tras el mostrador leyendo no sé qué cosa. Al notar mi presencia, me observó unos instantes y salió despedido hacia afuera. Yo me estaba preocupando. Habló unos segundos con su padre y, por las señas que hizo, me di cuenta que le ordenó que regresara a atender.
Me saludó amablemente y me preguntó que deseaba que me sirviera. Le pedí un café negro y fue a buscarlo. No se cual de los dos estaba mas sonrojado. Me sirvió y cuando estaba por retirarse, entró el padre y sentándose en la misma mesa que yo, le dijo que dejara la jarra y le trajera un pocillo. Se sirvió el café y comenzó a preguntarme que me había pasado, ya que vio el auto con barro por todos lados. Le conté que venía a visitar a un amigo, que no lo encontré, y que cuando quise volver me fui a la zanja y me quedé encajado. Obviamente no me referí a como me violaron esos tipos. Le ordenó al hijo que llevara el auto a la parte de atrás y lo lavara. Yo le dije que tenía que seguir viaje, y me pidió que me quedara un rato para conversar, ya que no había encontrado a mi amigo. Acepté quedarme un rato y él me contó que hacía mucho que vivía solo y que le agradaba mi presencia porque así vestido yo tenía un buen cuerpo de mujer. Aunque me sonrojé, me gustaba que lo hubiera dicho.
Charlamos de cualquier cosa y veía como observaba mis piernas. Él fue hasta el mostrador y comenzó a sonar una música suave. Cerró las cortinas y me invitó a bailar. Yo dudaba, pero me tomó de la mano y me hizo parar. Casi no me había quitado yo el tapado de piel, cuando ya estaba abrazado a mí. Comenzamos a girar y yo ya estaba un poco excitado. Me gustaba moverme abrazado a él. Además me excitaba el ruido de mis tacones en cada paso. Empecé a sentirme mujer. Me dio vuelta y comencé a sentir la dureza de su verga apoyada en mi cola. Y con las manos me amasaba las tetas a través del corpiño. Al girar nuevamente, notó que yo también tenía una erección. Así abrazados me llevó hasta un sillón grande y caímos sobre él. Yo ya estaba caliente y comencé a manotearle el bulto.
Pasaron unos instantes para que yo estuviera chupándole la verga. No era tan grande como la de los que me habían cogido antes, por lo que sentí un gran alivio. Yo quería mamársela despacio, pero el hombre insistía en querer cogerme la boca. Me la ponía y sacaba fuertemente y al cabo de unos minutos acabó. Debería hacer mucho que no tenía sexo, porque me inundó la boca y la garganta. No me ahogué de casualidad. Me dijo que seguramente yo me había quedado con ganas de sentirla en mi culo y llamó al hijo. Cuando me había terminado de limpiar, se hizo presente el joven.
Yo estaba con las piernas cruzadas y al chico se le iban los ojos de las órbitas. El padre lo hizo sentar y me pidió que caminara delante del chico para que se vaya excitando con mis movimientos. Yo le desfilé de un lado hacia otro con un hermoso repiqueteo de tacos altos que hacían ondular mis caderas. Paré frente a él y comencé a moverme sensualmente. De pronto se abalanzó sobre mí y me tiro al piso. Ahí nomás sacó su verga y comenzó a apoyármela en la raya del culo. Era una verga más bien chica, pero al metérmela de golpe, sumado a que yo venía con el ano dolorido, me hizo lanzar un grito.
El chico, con su vitalidad, me cogía lindo y realmente me hacía gozar. Cambiamos varias veces las posiciones, y la alfombrita que estaba al pie del sillón, nos quedaba chica. Mientras me cogía me decía cosas como "mamá como te cojo", "que linda concha que tenés, mamita", "viste como tu hijito te coje". Esas palabras me preocuparon. Parecía una familia un poco degenerada. Pero por suerte no se habló nada al respecto. Siguió cogiéndome unos minutos, y acabó en mis entrañas. Creo que tenía mas leche acumulada que su padre. Se quedó sobre mí un par de minutos. Me estaba haciendo mierda contra el piso. Cuando salió de mí y pude incorporarme, mi culo chorreaba semen en cantidad. Estuve bien "cogida".
Como ya no tenía nada que hacer, me quedé varias horas en el lugar. Comimos, seguimos bebiendo y bailando. Y yo aproveché para seguir sintiéndome bien mujer. Cuando me marché, el padre me acompaño hasta el auto y cambiamos los números de celulares para seguir en contacto. No me quiso cobrar nada, y lo tuve que aceptar. Me fui con la panza y el tanque de combustible llenos. Y por supuesto el culo lleno… y satisfecho.
Si les gustó, en la próxima cuento como fui violado en una… ¡comisaría! Saludos.