Quisiera saber que sentís cuando me lees. Más allá de la calentura, del morbo. Más allá si pensás que lo que escribo existió en la realidad o simplemente nació de una mente con mucha imaginación. Entiendo que una vez que una idea se materializa sobre el papel, el sitio en el que fue gestada pasa a un segundo plano. Y está bien. No creo necesario conocer el origen más puro de una obra de arte para poder disfrutarla en plenitud.
Ahora te digo, estoy frente a la computadora, tecleando lo primero que se me viene a la mente. Esa imagen no es del todo excitante. ¿Pero si lo estoy haciendo desnuda? Ahí la cosa cambia. Quizás me conoces y me imaginas a mí, con mis formas, mi talle. Quizás no, y preferís creer que quien está del otro lado del relato es tu amor de la infancia, esa compañera de trabajo que te calienta a mas no poder, esa estrella de la televisión o del porno a la que le dedicaste tus mejores pajas. Desnuda, frente a la computadora, tecleando estas palabras. Yo te imagino a vos, pensando en cuando arrancará el porno. Y está bien, ahora empieza.
Mi cuerpo desnudo me encanta. Verlo, tocarlo, darle cariño, mucho más allá de la masturbación. ¿Te gustaría tocarlo? ¿Sentir su textura, su calidez, su olor? Cruzaste la pantalla, no me preguntes como. Me ves desde atrás. El tatuaje que tengo en la parte alta de la espalda se te hace lo más hermoso del mundo, seguido por la delicadeza de mis hombros y la catarata de pelo apoyándose en mi espalda. Me ves abstraída en lo que estoy haciendo, por lo que preferís acercarte sin interrumpir. Crees que lo más conveniente sería hacerme masajes. Apoyas una mano en mi hombro, luego la otra. Ante mi falta de reacción, me acaricias. Mi cuerpo se tensa un poco, pero no reacciona de manera desalentadora. Tus manos bajan por mi espalda, luego suben. Van hacia adelante y se encuentran con la firmeza de mis tetas. No lo percibo, pero en la habitación hay otra cosa que está comentando a erectarse con firmeza.
Me masajeas las tetas, mientras me besas el cuello. El aroma de mi pelo y de mi piel son algo totalmente embriagador, algo que relacionas directamente con un paisaje paradisiaco. Y la suavidad de mi piel te transporta a momentos de extrema placidez que creías olvidados. Mi respiración se agita en señal de que lo estoy disfrutando. Eso te libera de toda atadura sensitiva haciéndote saber que estoy con vos, que soy consciente de lo que está pasando y que lo estoy disfrutando tanto como vos. Buscas mi boca y me besas con un beso apurado en el que nuestras lenguas son las protagonistas. Es como si media docena de lenguas bailasen de boca en boca. También las manos que me presionan y me acarician parecen ser las de un ejército hambriento por despedazarme. Me haces doler, pero me encanta. Mientras nos besamos, no dejo de escribir. Vos, con gran destreza, te quitas los pantalones, haciéndome sentir la dureza de tu pija clavándoseme en el pecho. Es una puñalada hermosa, preámbulo de lo que los dos sabemos que está por venir.
Cuando siento que tu lengua caló tanto que podría comenzar a descender por mi garganta, separo nuestras bocas, te miro a los ojos y agarro tu pija con una mano, sin dejar de escribir. La acaricio con suavidad, pero con ganas. Te pajeo un poco, disfrutando de esa cosa que crece más a cada segundo, y de tu mirada perdida y cargada de satisfacción. Está muy dura, por lo que decido acomodarla entre mis tetas, indicándote que las aprietes y obligándote a que me las cojas. No es la posición más cómoda para escribir, pero no puedo dejar de hacerlo, como tampoco quiero dejar de darte placer. Tras cada subida recibo un golpecito en la pera que me llena de placer. De a poco siento como la humedad comienza a apoderarse de mi concha. Te deseo, deseo que entres en mí, tan fuerte y profundo, hasta hacerme olvidar de mi propio nombre.
La transición de tu pija desde mis tetas hacia mi boca se da tan gradualmente que, cuando me doy cuenta, tu pija está entrando y saliendo de mi boca con violencia, llenándola completamente e impidiendo que mi respiración sea normal. Con una mano me sostenes del pelo, mientras con la otra me pegas en la cara. Me decís que soy tu puta, que me encanta chuparte la pija, que me la voy a tomar toda. Yo escribo todo lo que decís, mientras en mi mente cada imagen se va haciendo real. En mi mente y, sobre todo, en mi cuerpo. De repente me ahogo y comienzo a sentir arcadas. Eso, en lugar de hacer que bajes tu intensidad, te vuelve loco. Tu pija entra cada vez más profunda dentro de mi boca, haciendo que mis ojos se llenen de lágrimas. Me liberas por un instante de tu pija, te acercas a mi cara y me chupas los ojos. Eso sí que se siente extraño, pero extremadamente placentero.
Al parecer, ahora estás en eso de chupar. Corres un poco mi silla, te arrodillas entre mis piernas y me chupas la concha, totalmente empapada, mientras yo sigo escribiendo. A medida que pasan los minutos, mi cuerpo se tensa cada vez más. No es cómodo escribir mientras una aspiradora humana te succiona la concha como si de eso dependiera la no extinción de la humanidad. Y lo disfruto, pero me cuesta mantener la vista en la pantalla. Te ves tan lindo ahí abajo, se siente increíblemente bien. El sonido de tu boca al saborear mi primer orgasmo, es algo que me destruye la mente. Me destruye, pero a la vez me relaja y me enciende aún más, sin importarme la contradicción en esto. Con una mano te tomo del pelo y te hago poner de pie. Sabes lo que quiero. Sin soltarme la mano, me tiras hacia vos y me paro a tu lado. Nos besamos. Me encanta sentir en tu boca el sabor de mi concha.
Dejando de escribir durante algunos segundos, con ambas manos te agarro la pija. Siento tremendas ganas de volver a chupártela, pero el deseo de sentirte adentro de mi concha me puede más. Te pajeo por unos instantes, para luego invitarte a sentarte en mi silla. Me siento sobre vos, volviendo a escribir. Froto mi culo y mi concha sobre tu pija durísima, queriendo que este momento dure para siempre. pero, sin aviso previo, la siento entrar adentro mío. El placer que me genera esa sensación es inmenso. Me muevo cada vez más rápido, primero con movimientos circulares, después con sentones violentos que me hacen sentir como tu pija hace tope con el interior más profundo de mi concha. Tus manos presionan mis tetas con mucha fuerza, produciéndome un dolor hermoso. Dejando el teclado por un segundo, agarro una de tus manos y la llevo a mi boca. Chupo un dedo, luego dos, llegando a extremos impensados de placer. Acabo nuevamente, esta vez con tu pija llenándome toda la concha. Me sacudo con movimientos convulsivos, sintiéndome que ambos flotamos en el espacio.
Sin sacarme la pija, te pones de pie, haciendo que yo también lo haga. Me coges un rato más así, de pie, tumbada sobre el escritorio, sin dejar de escribir. Siento como tu pija abandona mi concha, te arrodillas detrás de mí y me chupas el culo. Qué hermoso. Un dedo ingresa en él sin problema, luego el segundo, para después sentir como la cabeza de tu pija comienza a jugar en la puerta de entrada. Entra un poquito, la sacas. Entra otro poquito, la sacas. Te pido que por favor me rompas el orto, algo que sucede de inmediato. Toda tu pija está nuevamente adentro de mí. Te movés cada vez más rápido, y yo acompaño el movimiento en dirección opuesta. Tu pija adentro de mi culo me genera un placer que me cuesta describir en este relato, pero no dejo de intentarlo. Es una sensación abrumadora, totalmente carente de sentido. ¿Cómo puede ser que una actitud animal, totalmente primitiva, sea lo más real y placentero del mundo? No encuentro respuesta, tampoco la necesito tanto. Solo necesito que me sigas dando placer.
De repente tu pija sale de mi culo y tu mano vuelve a tomarme del pelo con violencia. Me arrastras hacia el piso, haciéndome poner de rodillas. Volvés a cogerme la boca, llenándola totalmente con la explosión de tu orgasmo. Siento tu leche tibia y espesa adentro de mi boca. La saboreo, sintiendo como lentamente el líquido baja por mi garganta. Me acaricias la cara con una mano, las tetas con la otra. Cuando ya me queda poco por tragar, escupo lo que queda sobre tu pija, la unto de ese néctar, para volver a chuparla. Sigue dura, no tanto como hace instantes, pero igual logro disfrutarla tanto como vos de mi lengua esforzándose por limpiar toda la superficie.
Mis dedos teclean como autómatas. Siento todo mi cuerpo envuelto por una atmosfera húmeda y caliente. Estoy toda sudada, con la ropa empapada pegándoseme en el cuerpo. En mi concha hay una océano salado y caliente, un rio de fuego más abrasador que el propio Flegetonte descripto por Dante. Miro hacia mi alrededor, buscándote. Pero caigo en la realidad. Necesito con toda intensidad saber que sentís cuando me lees.