Tenía un porte arrogante, pero a pesar de ello miraba con carisma a los chicos que se acercaban a ella. Se sentía aislada de todo, tomaba continuamente pequeños sorbos de la paloma servida en el vaso de unicel.
Sus rulos se habían deshecho a causa de la humedad, aunque un mechón aún conservaba algo de su forma y se acomodada sobre el costado de su frente, acariciando su mejilla que se presentaba algo enrojecida por la embriaguez. Se sentía sola, se imaginaba así misma, como si fuera contemplada por alguien más. A veces trataba de verse sensual y otras se miraba distante y algo estúpida o ingenua.
Quizás en otra ocasión hubiera buscado iniciar una conversación con torpeza o se hubiera presentado segura. Hasta que lograra que alguien se quedara platicando con ella de alguna estupidez. El embriagante ambiente propiciaba a que ocasionalmente trataba de distraerse en la sensación cálida de su sexo. Se dejaba llevar por ello hasta que un hormigueo llegaba a su pecho y le oprimía con cierta incomodidad que le generaba placer. Se distrajo por un segundo de ello, nadie se percataba en ella, quizás porque se embotaba en su soledad. Aunque a veces le gustaba, el hecho de que nadie reparaba en ella le generaba tristeza. Quizás su cuerpo no era el más atractivo del lugar, o al menos ella llego a pensar eso un par de ocasiones.
A lo mejor por eso se distraía con la sensación de su cuerpo, que parecía acariciarle y distraerle de la falta de compañía.
Trato de fijarse en los rostros de los hombres, le gustaban morenos, altos y de labios gruesos, con ojos negros y profundos. A veces también reparaba en las piernas de ellos o en sus glúteos. Se imaginaba pasando su rostro por estos con devoción, sintiendo la firmeza y virilidad de estos. O se imaginaba que los labios de ellos la besaban con una sensualidad y ternura, recorriendo su cuello, sus orejas y su frente, obvio sin apartar su mechón, oliendo su cabello y sujetándola de la nuca con cariño.
Apretó sus muslos contra su sexo, se dejó guiar por la sensación sacando pecho, dejando que la forma de sus senos se marcara a través de la tela, quizás tembló un poco, exhibiendo vulgarmente su excitación, sintiendo como el calor recorría su cuerpo y una especie de hormigueo que le recorría sus glúteos.
Quizás alguien la miro extrañado o no. Igual podían pensar que simplemente ya estaba briaga la mujer.
Y la sensación se desvaneció, dejándola de nuevo en la tristeza y soledad.
Volvió a apretar sus muslos contra su sexo, pero la incomodidad del pecho ya no la excitaba. Solo se contempló así misma, apartada de los demás, ensimismada.