Nada más llegar, después de darse un dulce y prolongado beso que a ella le quita el aliento, separándose le indica que se desnude prenda a prenda frente a él y vaya acomodando todas las ropas juntas, moviéndose por el cuarto para que pueda verla completamente y a su antojo.
Una vez desnuda y que ya se ha mostrado orgullosa y excitada, se arrodilla frente a él y abriendo su pantalón encuentra con la mano el miembro, erguido ya por la visión de la tersa piel despojándose de todas sus cubiertas y de esos maravillosos y pesados senos al balancearse cada vez que ella se inclina para quitarse algo. Lo frota ligeramente contra los labios, contra su barbilla y cuello, contra sus pezones y lo acurruca entre ellos.
Él la toma de la barbilla y se hunde suavemente, centímetro a centímetro y con rítmico vaivén acariciándose contra la lengua, el paladar, mejillas, casi buscando la garganta, viendo fascinado como ingresa.
Sin terminar su goce, le pide que se hinque en la cama de espaldas a él y se incline hasta tocar con su cara el colchón para ofrecer a su vista y manos las dos vías que él podrá gozar a voluntad.
Se acerca y continúa su placer acariciándose la punta, dando pequeñas vueltas alrededor y presionando ligeramente en el centro.
Ella entonces, deseosa, separa con dos dedos los labios insinuándole ser penetrada, pero sin tocar esos delicados guardias que aparta a fin de no distraerle sus sensaciones y las pueda retomar en el túnel inundado, palpitante y anhelante de ser atacado.
Luego cuando así lo decide, la coloca acostada de espaldas e hincándose cerca de su cabeza le pide que se acaricie para él hasta que se provoque su primer orgasmo, mientras, él la verá en su solitario, pero ofreciéndole de tanto en tanto la punta para que pueda succionar, beber y saborear el transparente licor que su excitación expulsa al verla tan lasciva y tan entregada, algo que sabe la excita sobremanera.
Todavía con las palpitaciones y contracciones a flor de piel de su primer orgasmo, ella se pone en cuclillas sobre la cara de él y abriéndose con las manos le ofrece el clítoris sensible para que se lo succione y saboree como ella con voz entrecortada le va indicando hasta llegar a un segundo y tercer orgasmo, haciéndoselos sentir en la lengua y recibir en la boca la felicidad que le ha provocado
Y sin perder un minuto se mueve para empalarse hasta el fondo comentando como le gusta ser penetrada y como gusta de estar llena y ser frotada por dentro y como así él llega hasta su matriz con, a veces casi imperceptibles, toques de la punta que la traspasa; y con voz entrecortada sigue diciendo su excitación por saberse dominada, deseada, gozada.
Y así hablándole de todas las sensaciones que con el intruso se proporciona, se tensa hasta no poder aguantar más y alcanza otra vez el clímax, cayendo sobre él que la abraza con inusitada fuerza.
Finalmente deseosa de procurarle a él su retenido placer, se acuesta boca abajo y tomado lubricante del recipiente que a su indicación él le ha acercado, le pide que vea como se hunde con deleite uno, dos dedos; con el fin de expandir su ano y prepararlo para la invasión.
Él con paciencia y cuidado sigue las instrucciones y cuando ella urgida se lo pide recarga con firmeza la punta de su lanza y poco a poco va conquistando el preciado territorio, concentrado para no perder ninguna de las sensaciones que recibe por la presión uniforme que la puerta del esfínter le aplica, viendo fascinado como lentamente se va hundiendo en ella hasta la base para luego dejarla salir y así continuamente hasta extraerle el torrente de pasión retenida por todas las sensaciones acumuladas.
Ella, al sentir los espasmos con que él termina, sintiéndose invadida de esa masa que fuerza su ano y suelta toda su presión se siente llena y feliz de haber sido inundada y recibir ese espeso homenaje a todos sus encantos, esfuerzos y placer.
Él lamenta no poder quedarse adentro y eyacular nuevamente para dejar doble huella de que ha gozado por el esfuerzo que ella hace para verlo sentirse feliz.
Luego en la regadera pide permitirle tomarlo de nuevo para recordarle que tan linda puede ser con ese animal antes encabritado que a poco la ha llenado por todos sus huecos, reteniéndolo un largo rato y yendo y viniendo hasta el fondo, casi hasta tocar su garganta para memorizar su tamaño, su sabor, su relieve, misma acción que repite una vez completamente vestidos ambos y abriendo el cierre de los pantalones de él, para dejarle claro que es feliz con él y estará lista para volverlo a vaciar cuando y como así lo necesite y disponga.
Él le baja los pantalones por última vez y deposita un tierno beso en el hermoso monte que ella le ofrece para su deleite, hundiendo la lengua, rozando levemente el atormentado clítoris hasta oírla escapar un leve gemido al tiempo que le dice fuerte y claro que ha quedado encantada de haber sido llenada y gozada y se siente feliz de amarlo tanto.