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Reencuentro con una vieja amiga
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Llegamos los tres bastante borrachos a casa.

Juan.

Llegamos los tres bastante borrachos a casa. Nos habíamos encontrado con Sonia, una amiga de mi mujer en un bar y habíamos seguido la juerga con ella. No fue difícil convencerla de que se viniera con nosotros. Parecía estar con una gente bastante sosa.

Algunos bailes, mas copas. Esa noche hacía calor y el alcohol parecía que desinhibía bastante a Sara, mi chica. Lo que no era difícil por otra parte. Sonia se nos había sumado por que estaba aburrida con sus amigas y hacia las tres de la mañana decidimos irnos a casa a tomar la última juntos. Al día siguiente no teníamos que madrugar.

Al llegar y sin mas ceremonias nos descalzamos e invitamos a Sonia a hacer lo mismo para que relajara sus bonitos y doloridos pies enfundados en unos zapatos de altísimo tacón.

Decidí sacar una botella de un licor fuerte que reservaba para esas ocasiones, y qué mejor que aquella con esas dos bellezas sentadas en el mismo sofá. Esas últimas copas ayudarían a liberar tensiones.

Sonia es morena, de cabello y de piel, muy delgada y el aspecto que su cuerpo tiene es de finos cables recorriendo sus piernas que salían de una breve minifalda de vuelo. Un ligero top anudado al cuello dejaba toda la espalda bronceada con sus músculos marcados al aire. Sus pezones duros como piedras se marcaban en la fina tela coronando unos pechos no muy abundantes pero por su apariencia muy firmes.

Sara había salido un poco mas discreta pero no mucho más. Clarísima de piel y casi rubia de cabello y una muy larga melena, los pechos abundantes los lucía en un top palabra de honor con un generoso escote. El firme y no escaso culo en unos pantalones de cuero verdaderamente cortos ajustados, que desnudaban casi del todo sus muslos y el resto de sus bonitas piernas.

Yo con unos simples vaqueros y una camiseta tapaba mi cuerpo cuidado gracias a la natación como el general de los tíos con los que nos cruzábamos. Soy más alto que ellas y podía rodear sus cinturas con mis brazos largos al caminar por la calle.

No pocos tíos y algunas chicas me habían mirado con envidia durante la noche al ir acompañado de tan buen material. Ya en casa y a solas, con unas copas en la mano, con buena música, cenando algo ligero y rápido. La conversación se fue haciendo algo caliente y cachonda y el alcohol destruyendo la timidez de ambas que ya de entrada no era mucha.

Me senté enfrente de ellas y cogí los pies de Sara para descalzarla y masajearlos. Sonia, sentada con las piernas dobladas y recogidas casi bajo su cuerpo, había subido un poca la tela que las cubría casi en la cintura. Mientras deslizaba la vista por los muslos morenos que la recogida falda de la invitada me permitía atisbar hasta casi su arranque.

Sonia envidiosa me puso los pies sobre los muslos, rozando los de mi mujer, diciendo:

– Yo también quiero.

Mirando a los ojos a mi mujer, ella asintió con la cabeza y procedí a darle un masaje a la invitada en los bellos y cuidados pies. Momento que aprovechó Sara para ir por el aceite de masaje y descargar un abundante chorro en los tobillos pies y pantorrillas de su amiga manchándome los vaqueros. Seguí acariciándolos y ella comenzó a suspirar e incluso me atreví a subir por las pantorrillas por donde Sara había echado el aceite. Me daba la impresión que esa era una pista que me daba mi mujer.

Derramó una generosa cantidad en mis manos y en sus propios pies y procedió a ponerlos sobre mis pantalones al lado de los de Sonia. Junté los cuatro pies y seguí acariciándolos mientras ellas los deslizaban juntos unos sobre otros acariciándoselos entre ellas.

Suspiraban y ronroneaban debido a mis caricias y las suyas. Hasta que Sonia que siempre fue algo mas atrevida dijo:

– Esto no es justo Juan debería disfrutar como nosotras.

Y haciéndome sentar en la butaca se arrodillo a mis pies para, poniéndolos encimas de sus bellas y desnudas piernas, masajearlos. De pronto Sara se fijó en lo arruinados que estaban mis pantalones y sin mas contemplaciones me dijo que me los sacara.

– Quitátelos, vamos a tener que podamos dos veces por la lavadora para quitar tanto aceite.

Pensando antes de salir que esa noche podía haber guerra debajo solo me había puesto un minúsculo tanga que no cubría mas que mis genitales, sujetándolos de forma escasa. Y tan burro como me estaba poniendo las dos apenas podía con mis huevos. La polla ya salía por arriba. Yo les dije que por que no me los quitaban ellas y sin mas problemas mi chica procedió a desabrocharlos y tirando cada una de una pernera me los sacaron derribándome casi en el proceso de la butaca.

– Quitárselos vosotras. Pero vosotras también tendríais que quitaros algo.

Les dije no es justo, yo tan desnudo y vosotras con tanta ropa. A lo que Sonia se sentó en mis rodillas mirándome de frente y me dijo sonriendo:

– Sácamelo tu.

– Ordenes son ordenes.

Así que le saqué el top dejando su torso y sus grandes pechos descubiertos. No se había puesto sujetador. Sobre los que me lancé de inmediato para comérselos y lamer los amplios pezones. Sonia parecía excitada al verme lamer las tetas de su amiga. En un momento que esta levantó la cabeza, la vio con la falda levantada y la mano en el interior del tanga. Una delicada prenda de encaje rojo. Con los muslos bien abiertos le dijo:

– Sin la falda estarías mas cómoda.

En un arranque que yo no esperaba en absoluto y que hizo saltar mi polla de alegría. Sin pensarlo más Sonia se la quitó arrojándola al suelo quedando únicamente con el tanga y el top. Incluso se giró mostrándonos el culito perfecto, prieto y duro, bien bronceado. No pudimos hacer mas que aplaudir el arranque de espontaneidad y pedirle que se acercara a nosotros. Sara le hacia el gesto con la mano para viniera.

– Ya que estás así ¿por que no te vienes aquí con nosotros?

Sonia besó a Sara en la boca, al principio un besito en los labios pero al ver que mi mujer le correspondía pronto ambas sacaron las lenguas dándose saliva cantidad jugando con ellas. Y yo viéndolo en primer plano, como las lenguas entraban en la boca de la otra.

Mi polla dura como una piedra pedía atención y el tanga no podía contenerla. Como pude le hice un hueco para que asomara rozando directamente en el coño aun cubierto de Sara.

– Te toca nena, yo la tengo todos los días y me la puedo comer cuando quiero.

Diciendo que ella podía disfrutarla todos los días se levantó de mis muslos y ayudando a la invitada a apartar el tanga del camino a mi polla le cedió su lugar. Esta aprovechó y tomó el sitio mirándome de frente. Ella misma se sacó el top, desnudando sus pechos y quedando la mas desnuda de los tres.

– Deja que ayude, cielo.

Me ayudó a sacarme la camiseta aún antes de clavarse ella misma mi rabo que la esperaba con impaciencia. Una vez terminados los preparativos con su manita sujetó mi pene y despacito fue sentándose sobre él abriendo paso por los finos labios entrando suave y despacio en su apretado coñito.

Sara terminó de desnudarse y haciéndome abrir las piernas lo mas posible se sentó en el suelo entre mis muslos. Desde allí, donde podía alcanzar a lamer mis huevos y el culito bien abierto de su amiga que suspiraba fuerte diciendo que nunca nadie le había hecho algo así. Intentaba sujetarla para que no botara muy deprisa y disfrutara del beso negro a la vez que no hiciera que yo me corriera tan pronto.

– Uf, esto es genial. Nunca había notado algo así.

Le acariciaba los morenos pechitos, tan duros, o deslizaba un dedo entre nuestros vientres para acariciarle el clítoris. Con el doble tratamiento de lengua y rabo Sonia se corría una vez y otra. Abrazada a mi besándome en la boca de forma salvaje mientras sacaba aun mas el culito para que Sara se lo comiera.

Se bajó de mis piernas, tras su primer orgasmo, yo por el alcohol aún aguantaba. Lo que mi mujer aprovechó de inmediato para comerme la polla húmeda de los jugos de su amiga que gustosa colaboraba en la tarea. Verlas cruzar la lenguas sobre mi miembro y huevos cada una a un lado y ser acariciado a cuatro manos me llevó al borde del orgasmo. No sé como no me corrí en ese instante.

Una vez duro y limpio el instrumento decidimos cambiar de escenario e ir al dormitorio donde estaríamos mas cómodos. Sara oficiaba de maestra de ceremonias y tumbó a la invitada junto al cabecero de de nuestra cama para poder comerle el coñito a placer puesta ella a cuatro patas. A mí me dejó su grupa y a mi elección por cual de los dos agujeros prefería penetrarla.

Tras lamer durante un rato coño y culo de mi esposa pasear la lengua por el perineo y las nalgazas o metérsela en el ano como si quisiera penetrarla con la lengua. Busqué el aceite de almendras para lubricar su ano y mi polla y tras dilatarla con el pulgar. Luego con dos dedos y por fin suavemente le introduje el glande.

Mientas apreciaba las largas lamidas que le daba a la vulva de Sonia. Esta podía ver perfectamente como mi pene entraba despacio en el culo de su amiga. Al sentir la polla en su ano arreció sus maniobras con la lengua arrancándole orgasmo a su amiga tras orgasmo hasta el momento en que me corrí en su culito.

Me fui a lavar que es lo propio tras el sexo anal por muy limpio que esté el agujero en el que has metido la polla. Al volver me las encuentro en un fantástico sesenta y nueve que aunque ya no consiguió reanimar mi herramienta sí que me brindó un espectáculo maravilloso.

Sonia se quedó a dormir y repetimos juegos por la mañana.

Sonia.

Los encontré en un bonito pub, me aburría soberanamente con las amigas con las que estaba, un verdadero peñazo. Hacía tiempo que no veía a Sara y agarré la oportunidad por los pelos. Nos pusimos a charlar poniéndonos al día. Así aproveché para dar esquinazo a las chicas con las que estaba.

Poder contemplar a Juan su marido, tan guapo y apuesto como siempre, con esos vaqueros que le marcan su culo firme y jugoso, aunque Sara con el escotazo palabra de honor que llevaba no se quedaba muy atrás. Sus tetas grandes y bonitas siempre fueron objeto de mi envidia ya que la naturaleza no me ha dotado ahí con gran cosa. Mis tetas son pequeñas y muy duras.

Nos fuimos a otro bar y de allí a otro y el alcohol en sangre subía con cierta rapidez. Estábamos cerca de sus casa y me propusieron tomar la última allí aunque mejor nos vendría a los tres un café. Sentados en el sofá, relajadas y disfrutando de una copa y de música suave veo asombrada cómo como Juan sin cortarse por mi presencia le daba a su mujer un masaje en los doloridos píes.

– Yo también quiero.

Los míos necesitaban de un tratamiento parecido después de pasar la noche bailando, sin ningún pudor los puse sobre sus muslos reclamando sus caricias. Sara nos puso aceite de masaje en las piernas a las dos pringado sus vaqueros. Juan no se cortó en absoluto y mientras su vista se deslizaba por mis muslos arriba. Mi falda recogida al sentarme los descubría, junto mis pies a los de sus esposa y los masajeaba juntos.

Nuestros muslos desnudos se frotaban de una forma muy agradable y me sentía francamente bien y relajada junto a mis amigos. Ella se levantó por un frasco de aceite de masaje y nos embadurnó a ambas subiendo por mis pantorrillas.

Los cuatro pies se frotaban de forma muy sensual y las manos de Juan los recorrían de forma sabia arrancándome verdaderos suspiros de placer. No me parecía justo que nosotras recibiéramos tran grato tratamiento y propuse que se lo diéramos a él entre las dos. El pantalón nos estorbaba y ella dijo que se lo sacará. El contestó:

– ¿Por que no me los quitáis vosotras?

Cada una tiramos de una pernera hasta sacárselos del todo. Ahí pude ver, asombrada, durante un segundo ese culo que admiraba pues el chico solo llevaba un minúsculo tanga azul que marcaba lo que parecía ser un respetable paquete. Sara se sentó sobre sus muslos de frente para besarlo como desesperada y yo a su lado los veía darse lengua y saliva.

Con el alcohol y la escenita que me estaban montando mis amigos yo estaba excitada y casi sola. Una de mis manos se deslizó bajo mi falda para acariciarme la vulva por encima del encaje rojo de mi tanga. Al poco Juan le sacaba el top a su mujer mostrándome así el precioso par de enormes pechos.

– Ya puedes quitarte la falda, estarás más cómoda.

Colgaban un poco y tenían unos pezones durísimos con unas areolas rosadas enormes. El chico con gran aplicación procedió a meterselos en la boca y lamerlos con evidente deleite de mi querida amiga. Mis dedos ya entraban por el lateral de mi prenda íntima abriendo los labios de mi coño e introduciéndose suavemente.

Así me sorprendió Sara con las piernas bien abiertas, haciéndome un dedo y llamó la atención de su marido sobre ello. Pocas cosas me podía sorprender ya pero me dijeron que sin la falda estaría más cómoda. Visto que la timidez no iba con ellos me saqué la prenda dejándola caer al suelo y girándome les mostré los muslos y el culito que el breve encaje no cubría. Aplaudieron mi actuación y tendieron sus manos para que fuera con ellos.

Besé a mi amiga en los carnosos y sensuales labios, suave al principio hasta que sentí en ellos la punta de su lengua juguetona. Complacida la recibí dentro de mi boca cruzándola en un amistoso duelo con la mía. La saliva iba de una a otra mezclándose como en un matraz de alquimista. Apoyé una de mis manos en su hermosos pechos acariciándoselos ya sin disimulo pellizcando su pezón duro sosteniendo la teta entera en mi mano.

Ella me correspondió cogiéndome del culo para acercarme a ellos acariciando mis nalgas e incluso deslizando un dedo entre ellas buscando la goma del tanga y el ano. De pronto Sara notó en la entrada de su coñito la punta de la polla. Diciendo que ella ya la tenía todos los días se levantó de los muslos de su chico dejándome el sitio para que disfrutara yo de tan hermoso instrumento.

Ocupé su lugar sobre las musculosas piernas y me saqué el top, desnudando mi pecho de una sola vez pues no llevaba sujetador. Le saqué la camiseta, desde luego también quería disfrutar de su torso poderoso. Juan me besó suavemente los pezones y noté cómo Sara apartaba la tela de mi tanga. Agarrando el pene lo colocó en la entrada de mi coñito. De un golpe de cadera me lo introduje lo antes posible y yo misma comencé a moverme.

Sara a mis espaldas se había sacado lo que le quedaba de ropa y se había sentado entre los muslos de su esposo. Ahí fue una locura cuando sentí su lengua en mi ano. Tenía la polla de Juan en el coño clavada hasta el fondo y Sara me hacia el primer beso negro de mi vida. Me corría una vez y otra disfrutando como nunca lo había hecho en mi vida.

Nunca tantas sensaciones se habían combinado para hacerme gozar. Le besaba profundo, mi lengua recorria su boca, llegando a los mas lejanos rincones. Extenuada me bajé de sus rodillas para ver como Sara se lanzaba sobre la polla de su marido para comérsela. Gustosa la ayudé en la tarea, lamiendo sus huevos por los que habían escurrido mis propios jugos. Besándola juntando nuestros labios y lenguas alrededor del pene que de milagro seguía duro y sin correrse.

Sara me llevó a su dormitorio donde me tumbó para acomodarse entre mis muslos. Ella a cuatro patas comerme el coño como nadie lo había hecho antes. Juan se colocó detrás de ella y podía ver cómo le comía el culo. A cada lamida de él ella me clavaba su lengua en lo mas profundo de mi vagina. Al poco por fin se decidió a clavársela lo que repercutía en mi coño cada vez que entraba.

Como si Sara quisiera introducirse en mi interior. Yo veia asombrada como su culazo de impresión se tragaba aquella polla sin protesta alguna haciendo que yo siguiera con los orgasmos mas geniales que me ha hecho disfrutar una lengua. Así hasta que la sacó ya relajadita y embadurnada de su semen, era evidente que Sara lo había disfrutado.

Juan se fue a lavar y yo quise probar el coñito de mi amiga, asi que cuando volvió nos encontró en un sesenta y nueve ardiente. Lamiendo los labios buscando el clítoris y dándole feroces lamidas.

Desde luego me quedé a dormir con ellos para seguir disfrutando al despertar.

Sara.

Juan y Sonia han contado cada uno desde su punto de vista lo que pasó esa noche de reencuentro. No voy a repetirlo, baste decir que me lo pasé de miedo. El trio fue genial y ambos se portaron de maravilla, morbosos, y viciosos. Pensaron más en darnos placer unos a otros que en lo que ellos sentían en cada momento.

Ahora voy a repasar algo de lo que nos llevó hasta eso. Los tres fuimos compañeros de universidad, allí nos conocimos. Fuimos buenos amigos, salíamos de marcha y otras actividades, al cine, deportes. Hasta que Juan y yo empezamos a ir más en serio. No es que dejase a Sonia de lado, seguíamos compartiendo muchos ratos.

Por entonces yo me consideraba bisexual. Había tenido escarceos y líos con chicas y mujeres. Me encantaba comerme un xoxito, pero Juan me encantaba y estaba decidida a que funcionara. Así que había dejado de lado cualquier otro intento.

Nos gustaba nadar e ir a la piscina juntas. Ver su cuerpo fibrado con aquel bañador deportivo que parecía aplicado con spray sobre su cuerpo me excitaba. Nos dirigíamos a los vestuarios y encima la tenía que ver desnuda. Aún oliendo a cloro ella me ponía muy cachonda.

Al pasar a las duchas la cosa se complicaba más. A veces nos duchaba juntas y era ella la que me pedía que entrara en su cabina. Al final terminábamos haciéndonos un dedos una a la otra mientras nos besábamos y lamíamos la piel de nuestros cuellos. Con el agua cayendo sobre nuestros cuerpos.

Después de eso admito que yo tenía cierto caso de conciencia, aunque lo de Juan todavía no se había concretado me parecía estar engañando a los dos con el otro.

Así que esa noche al verla tan sexi me padeció la ocasión perfecta para disfrutar los tres juntos y zanjar por fin mi pequeño problema de conciencia. Literalmente metí la polla de mi marido en el coño de mi amiga que hacía años había acariciado. Hice todo lo posible para que ambos disfrutaran juntos y de mí.

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