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Tiempo de lectura: 4 minutos

Hoy me toca pagar a la limpiadora del edificio donde vivo. Ella seguramente estará esperando que yo salga de mi casa. Para cobrar. No creo que llame a mi puerta: es demasiado tímida para eso. Marta se llama. Marta es muy delgada, apenas se le notan sus formas femeninas que además oculta bajo su bata laboral. Tiene una cara bonita, eso sí. Ahora mismo, la estoy oyendo trajinar en la escalera. Estoy teniendo una erección. Y si…

"Marta", he llamado, después de abrir la puerta; "Sí", he oído su vocecilla, que contestaba desde una planta más arriba; "Ven, me iré ya mismo y tengo que pagarte". Oigo sus pasos mientras baja peldaño a peldaño. Mi erección, bajo mis calzones cortos, no se puede disimular.

"Oh, sí, sigue, Marta, sigue, oh, ah". Marta me está chupando la polla. Y lo hace bastante bien. "Mmm, mmm, mmm, mmm"; "Así, sigue, Marta, ah, oh"; "Mmm, mmm, ah, ah, ah, mmm". Sus labios abarcan todo el tronco de mi polla. Bueno, ha sido más sencillo de lo que yo esperaba. Al ver mi erección, Marta me ha empujado hasta el interior de mi casa, me ha hecho sentarme en el sofá, me ha quitado el calzón corto, se ha sentado a mi lado, ha inclinado su torso y se ha puesto a chupar. "Mmm", se relame, "vas a ser mi desayuno", me dice, y sigue chupando. "¡Marta, Marta-ah-ah-ah-ooohhh". Al fin me he corrido en la boca de Marta y ella, tras abrir la boca y mostrarme el semen sobre su lengua, ha cerrado luego los labios y ha tragado.

"¿Que me folle a Marta, dices?, tendríamos un problema…, ella…, oh…, ella…, oh-oh…, no sé, ¿y si se cree que voy en serio-oh-oohh?"; "Bueno, chico…, ah…, en serio vas…, ah, ah…,no dejas de hablarme de ella-ah-a-aahh", me ha contestado Blanca. Blanca es mi ex. Ha venido a verme esta tarde. Follamos como siempre, es decir, por mero trámite y estamos poniéndonos al día. "Blanca, mira, tú estás buena pero Marta…"; "¿Y qué más te da?, yo estoy buena y sin embargo me has dejado"; "Perdona, pero es que tú me ponías los cuernos"; "Pues por eso, si Marta no es una mujer muy agraciada, jamás te pondrá los cuernos". Pensándolo así, Blanca tenía razón. Saqué la polla, ya flácida, del coño de Blanca, me quité el condón deshinchado, desmonté de Blanca y le dije: "No has cambiado…, esa costumbre tuya de hablar mientras follas"; "Me corro mejor", rio ella.

Marta no vendría a limpiar hasta la semana siguiente. Tenía tiempo de pensar en lo que Blanca me había dicho. Traté de imaginarme a Marta desnuda: me era imposible: ¡ni siquiera cuando me la chupó se quitó la bata laboral…! En fin, su cara era preciosa. Nada más subirme encima de ella y contemplar su cara mientras le invadía el éxtasis que mi polla le proporcionaría, yo creo que me correría a gusto; aunque sus tetas fuesen pequeñas y sus costillas casi se le transparentasen bajo el pellejo…

"Dime", ha dicho Marta. Llegó el día. No estoy nervioso; en fin, he visto a Marta fregando y he vuelto a tener una erección solamente al ver sus pies desnudos metidos en sus chanclas playeras. "Verás, Marta, creo que estoy enamorado"; ¿Y?"; "De ti". Marta dio un respingo. Así, de pie como estamos en el rellano de la escalera, Marta pudo caerse si no la abrazo. La he abrazado, sí, y también la he besado en los labios. Marta ha puesto la palma de una mano abierta sobre mí nuca y me ha apretado para que nuestras lenguas estuviesen más cerca. Sus ahogos se han mezclado con sus gemidos de satisfacción y todo esto lo he interpretado como una señal inequívoca de aceptación por parte de ella; así que, abrazada como la tenía, he conducido a Marta al interior de mi casa, a mi dormitorio. Marta se ha desvestido con prontitud en la penumbra: la persiana bajada solamente permite el paso atenuado de los rayos de sol entre las rendijas. He encendido la lamparita de la mesita de noche para ver a Marta mejor. Tal como imaginaba, su cuerpo es delgado aunque bien proporcionado. Sus tetas son pequeñas, lo cual me ha permitido metérmelas enteras en la boca, primero una después otra, y salivarlas con dulzura. Esos pequeños pezones se han puesto duros y me han hecho cosquillas en el paladar. Marta se ha tumbado de espaldas sobre el colchón y ha abierto sus muslos. Entre estos, mi cabeza ha buscado y mi lengua ha encontrado la humedad de su coño. "Aahh, aahh, aahh", oigo que Marta suspira. Pero mis ganas son muchas. Así que no me demoro en preliminares y monto a Marta. La suavidad de su piel me estremece; su perfumado aliento me excita; el tono de sus dulces quejidos me abrasa. Arremeto con toda mi fuerza varonil. Marta grita; grita…, grita. El semen sale propulsado.

"Bueno, ¿y tu mujer?", Blanca ha venido a verme. "Trabajando, limpiando…"; "Has tenido suerte…, una mujer trabajadora…, no como yo, ¡ja!", ha reído Blanca; "Claro, no como tú…, tú no necesitas trabajar, estás buena"; "Hombre, no, sí trabajo, a mi modo". Contemplo los muslos bronceados de Blanca que asoman bajo su falda y me digo que sí, que Blanca sí trabaja, siempre ha trabajado, se ha especializado en seducir a hombres con pasta y le funciona. Estamos sentados en el sofá cómodamente. Yo no llevo camiseta; ella opta por estar a mi altura y se ha quitado la camisa y el sujetador dejando libres sus hermosas tetas, también bronceadas. "¿Follamos?", pregunta Blanca, "ahora eres tú el que pone los cuernos", apostilla; "Lo tuyo y lo mío no se pueden llamar cuernos". Blanca ríe. "¿Te pondrás a hablar mientras lo hacemos?", pregunto; "He descubierto que si es por el culo, no hablo"; "Pues por el culo". Blanca se ha incorporado, se ha bajado las braguitas y ha apoyado sus manos en el respaldo del sofá. "¡Vamos, qué esperas!", me ha apremiado. Me he levantado y me he situado tras ella; me he bajado el calzón, he levantado el volante de su falda, he empuñado mi polla, la he dirigido a su agujerito y la he penetrado. "¡Ah!", ha soltado Blanca. Mi polla avanza y retrocede entre los lozanos pliegues de su culo. Mi glande entra en una feroz efervescencia. "¡Ah!", ha vuelto a soltar Blanca mientras empuja con su culo hacia atrás para que mi polla profundice más. "¡Aahh!", ha gritado ahora Blanca mientras por delante se acaricia el coño con los dedos. Estoy a punto de correrme; pronto eyacularé dentro de esta portentosa hembra y seré algo más feliz que hace unas horas. Y, lo extraño, es que Blanca ni ha hablado.

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