Quedé literalmente doblado, el dolor en mi espalda era insoportable, tuve que dejar de atender y cancelar a todos mis pacientes.
–doc… Ya le pedí una hora con el kinesiólogo, acá está la dirección, me dijo Kat con una sonrisa pícara… Mientras se miraba con Débora.
Tomé el papelito doblado en 4 y como apenas podía caminar, pedí un Uber para que me llevara al lugar, le pasé el papel al chófer y me dejó en una casa no muy lejos de mi clínica, me bajé como pude y toqué el timbre.
–hola? Contestó una voz femenina.
–hola… dije aguantando el quejido, tengo hora a nombre de Gastón Lemark, mi secretaria la pidió…
–¡pase! Dijo la voz y se abrió el portón automático…
Cuando entré el olor a incienso y la poca luz de la sala me hicieron caer en el motivo de la risa de las chicas… De pronto apareció una mujer de cabellos castaño oscuro, vestía un delantal blanco de doctora que le llegaba hasta el pliegue de sus nalgas, abajo en sus piernas las ligas negras daban el contraste preciso.
–disculpe, seguro es una confusión… necesito un masaje descontracturante.
–la señorita con la que hablé me pidió un masaje tántrico… Me dijo la chica
Dudé en seguir hablando, miré a la hermosa chica de rasgos exóticos y me fui a la camilla, increíblemente más aliviado de mi dolor. La señorita me hizo sacar la ropa, incluso me ayudó, sus manos estaban aún frías, cuando me abrió la camisa, se dio el tiempo de mirarme bien a los ojos mientras uno a uno mis botones se iban soltando.
–¿es tu primera vez? Me preguntó con tono juguetón.
Yo me sonreí sutilmente…
–¿se nota mucho?
–jaja, me dijo ella con una mirada penetrante y cara de estar planificando lo que me iba a hacer.
Me guio suavemente con sus frías manos para recostarme en la camilla, yo desnudo y ella aún con su uniforma de trabajo, vertió un poco de aceite con olor a sándalo en sus manos y las friccionó para calentarlas, cuando puso sus manos en mi espalda aún se sentían frías, un movimiento involuntario de mi musculatura se lo hizo notar.
–¡uy! Perdón, ¿están muy frías?
–no te preocupes… le dije
–¿acá te duele? Me dijo presionando exactamente el punto gatillo.
A pesar del dolor, sentir la cercanía de la chica, me hacía incluso disfrutar ese dolor, mi musculatura tensa de la espalda le respondió un rotundo sí.
La chica comenzó a masajear, de forma sutil hasta que poco a poco me fui relajando, la música de relajación con el sonido de olas y campanas, sumado al aroma del ambiente, ese silencio casi sagrado, los movimientos rítmicos que se emparejan con mis latidos, me sentí entrar en un estado de conexión con ella y con la vida misma, el dolor pasó, en su lugar una relajación profunda me llenaba el cuerpo y el espíritu.
Cuando estaba casi al borde de dormirme la chica se detuvo y se sacó su uniforme, se puso a mi lado mientras abría el cierre de su delantal blanco inmaculado, no traía brasier, sus pechos dulces y discretos, caían como dos grandes gotas de agua, mantuvo puesto su colaless negro, y se quitó sensual y calmadamente las ligas y panties, subiendo sus pies a una silla de madera que estaba a su lado, se veía sexy, se veía salvajemente calmada, y yo en ese estado solo quería mirarla por siempre.
Se quedó a mi lado mientras la miraba, intenté levantar mis brazos para poder tocarla pero ella con un gesto casi maternal me dijo "shhh" y puso de nuevo mi brazo a mi lado. Luego ella sacó un poco de aceite y con una cucharilla de madera lo vertió en sus pechos, el aceite escurrió recorriendo sus senos hasta llegar a sus pezones que se notaban blandos, relajados, imperturbables, el mismo aceite luego transitó por su vientre hasta llegar a su colaless donde se perdió en su entre pierna, mientras ella me miraba y con calma esparcía el aceite por sus senos con la boca entreabierta y ojos de nostalgia, yo sentía la más profunda envidia de ese aceite.
La chica se puso a mi lado y se subió arriba mío, se sentó en mis glúteos y apoyó sus manos a la altura de mi cuello en la camilla, poco a poco se fue acercando a mí, cuando pude sentir en mi espalda el contacto de la punta de sus pezones aceitados con mi piel, una descarga eléctrica profunda me recorrió desde la cabeza hasta mi miembro que extrañamente aún estaba relajado. Luego ella siguió apoyándose con sus pechos blandos en mi espalda, hasta que sentí el peso de su cuerpo sobre mi espalda, y a pesar que yo no me movía se sentía como un profundo abrazo de dos amigos milenarios.
Cuando empezó a moverse sobre mi espalda podía sentir como sus pezones se iban endureciendo con el roce, además sus piernas rozaban con las mías, los dedos de sus pies acariciaban la planta de mis pies, la pude sentir completa toda ella contactando conmigo, una sutil erección, y flashes de imágenes en que intempestivamente me daba vuelta y la tomaba para follarla me desconcentraban de la sensación del roce de nuestras pieles.
La chica se dio vuelta arriba mío y comenzó a frotar ahora su espalda contra la mía, sus glúteos contra mis glúteos, y ella intentaba separar sus nalgas aceitadas separando mis nalgas, el roce fue tan intenso y excitante que mi erección ya no era sutil precisamente. Mis manos inquietas intentaron tocarla, pero ella tomó mis manos y se levantó para quedar sentada en mi trasero, con mis manos tomadas y los dedos entrelazados, comenzó a cabalgarme en el trasero, frotando su vulva con mis nalgas comencé a sentir como mis testículos se iban mojando con los fluidos que salían de mi terapeuta. Tragué saliva… no sabía cuánto más podría aguantar así.
Pronto ella se bajó de mi y me ayudó a darme vuelta, mi pene erecto y apretado tuvo por fin un respiro, ella me miró.
–no me puedes penetrar, ¿puedo confiar en ti?
No sabía que decirle, si le decía la verdad, no seguiría sintiendo su piel en mi piel, así que le dije un rotundo sí intentando poder cumplir.
La chica se volvió a subir mirándome de frente y puso sus senos en mis ojos y me hizo un masaje facial con sus tetas moviendo las con las manos, fue bajando y luego frotó sus senos con mi pecho, podía sentir como el calor de la vulva de aquella chica se iba acercando peligrosamente a la punta de mi acalorado y sediento pene, ella adivinando el esfuerzo que estaba haciendo para quedarme quieto y no tomarla con mis brazos, me miró a los ojos y me dio un beso corto en los labios.
–¡lo estás haciendo muy bien!
Luego ella siguió bajando por mi abdomen, la punta de mi pene tocaba ya su vulva, pero ella moviéndose hábilmente hizo que se fuera hacia arriba y atrás, para quedar en sus nalgas, mientras sus senos seguían bajando por mi cuerpo usados como elementos de masaje por las manos de la chica, mientras más bajaba más presión sentía en la base del tronco de mi pene, estaba cada vez más tirante entre sus nalgas luego, la tensión se convirtió en un dolor tan excitante, cuando el peso de su cuerpo aceitado empujaba para abajo mi rebelde pene erecto, la sensación de que un movimiento en falso haría que mi pene se introdujera en ella hasta lo más profundo, sumado con la suavidad de esos senos, me tenía loco de excitación, pensaba que iba a eyacular en ese momento, y comencé a tratar de pensar en otras cosas.
–no te cierres al placer, deja que te inunde, no tengas miedo, déjalo que tome todo tu cuerpo. Me dijo la chica en el momento exacto que solo la cabeza de mi pene estaba afirmada entre los labios mayores de su vulva, podía sentir como mi glande intentaba meterse entre ese húmedo y estrecho pasaje, de pronto ella siguió bajando y mi pene fue liberado por su cuerpo, sentí alivio y desilusión de que ese movimiento en falso nunca hubiera llegado. Pronto la chica me masajeaba los pies con sus senos y yo pensaba que ya todo había acabado.
Luego la chica rápidamente volvió a subir hasta llegar a mi cara, y me besó con pasión, su lengua sin ningún tipo de vergüenza se adueñó de mi boca, volví a sentirme en el cielo y el infierno a la vez.
La chica dejó de besarme y súbitamente se dio vuelta poniéndose sobre mi de espaldas, y ahora moviendo sus nalgas comenzó a bajar, mi pene que ya no aguantaba otra oleada estaba duro, cuando su vulva ahora un poco más abierta y anfitriona tocó mi glande, sentí como la mitad de la cabeza de mi verga, entraba entre sus labios mayores, si ella seguía bajando esta vez terminaría yo dentro de ella, luego sentí la mano se la chica acomodando mi verga para que no entrara y quedara acariciando el clítoris de ella, la chica solo bajó unos centímetros antes de sentarse sobre mi, con su mano apretaba la cabeza de mi pene en su clítoris moviéndose ella de forma ondulante, cada vez se movía más y más rico, apretando por un lado con sus manos y por otro con su vulva.
La escuché gemir y de nuevo sentí el calor del líquido que escurría por el tronco de mi pene hasta mis testículos. Fue bajando y bajando, ejerciendo cada vez más presión en mi pene hasta que de nuevo mi pene fue liberado, luego sin clemencia alguna en vez de bajar hacia mis piernas, retrocedió apretando ahora mi pene con sus glúteos y con su mano, abriendo sus nalgas para que mi tronco pudiera tocar el principio de su acalorado ano. Frotó así su ano con mi tronco, mi pene convulsionaba como si fuera a eyacular, pero ella sabía perfectamente cuando detenerse para que los estertores pasaran y cuando seguir para volver a provocarlos.
El líquido preseminal de mi pene empapaba las manos y las nalgas de mi terapeuta, y cuando por fin me dejó de hacer sufrir con sus movimientos, los hilos de mis fluidos lubricaban su mano.
–¡me hiciste abarcar dos veces! Me dijo luego.
–pensé que la gracia era no acabar… Le dije.
Entonces la chica se volvió a subir arriba mío mirándome a la cara.
–se supone que no tienes que acabar… Pero te daré un regalito por ser tu primera vez.
La chica me comenzó a besar y me comenzó a morder, luego con ojos de fuego la chica se fue bajando y bajando, mirándome, esta vez dejó que mi pene entrara en ella, y cuando estuvo adentro mis manos pudieron tocarla a destajo como ansiaba hacerlo desde que prácticamente empezó con el masaje.
Fue curioso pero las ganas inminentes de acabar se me habían pasado, como si de verdad hubiese acabado, ella terminó en el suelo de la habitación en cuatro siendo penetrada por mi con furia, mientras su cabeza chocaba con el piso me decía…
–¡¡por qué carajos no acabas, Acaba!!
–saqué mi pene de ella y eyaculé tal cantidad de semen que le manche el culo, la espalda, la cara el piso y el uniforme que estaba colgado…
Luego de eso ella y yo nos derrumbamos.
Jadeando de satisfacción ella solo me daba golpecitos en el antebrazo, teníamos la boca seca. Nunca supe cómo se llamaba pero, sin duda no sería la última vez que tendría una contractura en la espalda.
Gastón Lemark.