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Trío con los vecinos
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Tiempo de lectura: 12 minutos

No la había perdido de vista desde dos manzanas atrás. Caminábamos una detrás de la otra, yo mirando fijamente el meneo de su cadera al andar. La pelirroja melena cruzando de lado a lado su espalda bien torneada. Desde que me había dado cuenta que era Sara la vecina del piso de arriba. De su ropa sexi y provocativa que me había llamado la atención aún antes de fijarme en que estaba siguiendo a una vecina.

Yo volvía a casa de la universidad. Había estado viendo las últimas notas del curso que terminaba. Ella venía de hacer alguna compra por que llevaba una bolsa y yo caminaba tras ella. No podía apartar la vista de su duro culo y su meneo. Era algo hipnótico.

Siempre me había gustado su look. Ese día llevaba una blusa con los hombros desnudos, blanca y de estilo mexicano, con escote barco. Lo lógico habría sido llevar una falda larga de vuelo puede que plisada y también blanca semitrasparente o de flores muy colorida.

Pero ella no es convencional, lleva lo que quiere. En este caso unas mallas blancas tan ajustadas que parecían esmalte aplicado sobre madera. Solo el encaje de un sensual tanguita de encaje interrumpía, el triangulito sobre las nalgas, la perfección de su culo. Todo ello resaltaba su perfecta piel bronceada. La rubia melena teñida y su cara expresiva, casi de rasgos duros.

A mis veinte años no podía presumir de demasiada experiencia real, ni con chicos ni con chicas. Apenas unos besos y caricias robados en la disco o en el portal. Más de un magreo, pero tampoco demasiados o acariciar alguna polla dura por encima de los vaqueros. Aunque un bonito cuerpo me atraiga por igual sea del sexo que sea.

De frente venía su marido Juan, justo a tiempo para cruzarnos en el portal. Estaba haciendo ejercicio y solo cubría su cuerpo bien trabajado con un ajustado pantalón de lycra, ni siquiera llevaba camiseta y lucia sus pectorales depilados cubiertos de gotas de sudor. No pude evitar deslizar la vista por su torso poderoso, la tableta de su vientre e incluso por el paquete bien marcado en el ajustado pantalón.

Por un segundo creo que él se había dado cuenta de donde tenía clavados mis ojos, justo en el sitio en el que él puso su mano fuerte, agarrando la nalga con firmeza posesiva. Y lo hizo mirándome a los ojos, a mí, mientras la atraía hacia su cuerpo y la besaba profundamente y con lengua.

Mientras Sara se colgaba de su cuello pegando sus tetas al poderoso pecho sin importarle su sudor. Un beso lascivo del que no me perdí detalle, viendo como sus lenguas se cruzaban dentro y fuera de sus bocas. Allí mismo justo detrás de la puerta del portal sin cortarse demostrándome la pasión que se tenían.

Con todo eso yo ya me había excitado y mucho. Solo la tela de mis escasos shorts vaqueros contenía mi calentura. La humedad estaba calando mi tanguita de algodón sencillo. En un segundo mis pezones duros se empezaron a notar en la tela de la camiseta de tirantes a pesar del sujetador de una tela bastante fina. Pero mi timidez me impedía acercarme a ellos y buscar un acercamiento mas íntimo.

Así que tuvieron que ser ellos, que me habían visto crecer en el mismo edificio, los que me invitaran a pasar el resto del día con ellos. Estaba tan acostumbrada a verla, a cruzarme con ella que me estaba perdiendo detalles.

Por fin hicieron cómo que se daban cuenta de mi presencia y me saludaron con la misma simpatía de siempre.

– ¡Hola, preciosa! ¿qué tal? Marta.

No sabía muy bien que contestar, estaba aún algo cortada por esa efusiva demostración de afecto. Salté por donde pude y al terminar de decirlo me di cuenta que habían sido palabras afortunadas. Sus amplias sonrisas me lo demostraron.

– Vengo de ver mis últimas notas, ¡he aprobado todo!

– ¡Genial! eso hay que celebrarlo. ¿Por qué no vienes a casa y tomamos algo juntos? Así que estás de vacaciones.

Sabían perfectamente que mis padres tardarían en llegar. Conocían sus horarios. Y que podría pasar un rato con ellos sin molestias. Solo esperaban mi aceptación. Y sin pensar mucho haciendo caso más a mis hormonas que al cerebro se la di.

– Si, claro, me encantaría celebrarlo con vosotros.

Abrieron su puerta y me hicieron pasar delante. Ahora sé que aprovecharon para echarle un buen vistazo a mis muslos desnudos y mi culo respingón. Al entrar en su casa se descalzaron y me pidieron que hiciera lo mismo. No me costó mucho sacarme las sandalias.

Sara también se libró del sujetador sin tirantes que llevaba bajo la blusa y sus pechos quedaron libres bajo la fina gasa de su blusa. El ambiente era de total confianza, al fin y al cabo nos conocíamos de siempre. Era media mañana pero aún así pusieron unas copas y algo de música suave.

Mientras yo me sentaba con ella en el sofá para charlar amigablemente él fue a darse una ducha. A mí me hubiera gustado seguirlo y ver ese espectáculo. Pero el que yo tenía delante en ese momento tampoco era despreciable.

Cada vez que ella se inclinaba hacia mí para rellenarme la copa o hablar en confianza, podía ver sus tetas, casi al completo, que cada vez tenía más claro que eran operadas. Duras como piedras y redondas. Dejó descansar una de sus manos sobre mi desnuda rodilla y a mi me gustó esa caricia.

– Disculpa que andemos así por casa pero nos gusta estar cómodos y más con este calor.

– Es vuestra casa y no voy a venir yo a imponernos nada. Si no viviera con mis padres también andaría por casa casi en bolas.

Me reí con lo que me pareció una risa tonta en ese momento.

– Si quieres quitarte algo más hay confianza. Yo no voy a decir nada.

Tenía ganas de ver más de su cuerpo. Nunca la había visto en bikini o lencería y si eso podía pasar estaría encantada, me podría conformar solo con eso.

-¿De verdad no te importa?

Parecía estar pidiendo permiso a la vez que lo estaba deseando. Pero en ese momento volvió Alex de la ducha. Llevaba atada una toalla no muy grande a la cintura y un bóxer que no parecía tener mucha tela en la mano. Se puso el calzoncillo haciendo equilibrios delante de nosotras sin que se le cayera la toalla.

Aunque por debajo me parco ver solo un segundo unos huevos depilados. Así lo único que tenía puesto era un bóxer aún más ajustado que su malla de deporte y mucho más pequeño.

Debí quedarme con la boca abierta admirándolo porque ella soltó una pequeña carcajada subiendo a su vez la mano que tenía en mi rodilla por mi muslo. Llegando muy cerca de la tela del short, casi rozando mi xoxito Se me erizó la piel al notarlo y no dije nada.

– Bueno chicas ¿dónde está mi copa?

Se la alcancé mientras él rozaba mis dedos que no estaban muy firmes en ese momento para cogerla. Le dio un buen trago y casi junto a mí se inclinó sobre Sara y separando sensualmente los labios le pasó el alcohol a la boca de ella.

Si antes estaba excitada ahora me estaban poniendo a mil sabiendo que allí no había más espectadora que yo. Y que me dedicaban ese excitante espectáculo.

– Se nota que os queréis.

– El amor y el sexo son muy importantes en una pareja.

Contestó él.

– Pues en vuestro caso parece que no tenéis ningún problema con eso. Con ninguna de las dos cosas.

Con una mano de Sara en mi muslo fue ella la que habló en ese momento.

– Nos gusta divertirnos. ¿Y tú?¿No te diviertes con nadie?

– Poca cosa por ahora. He estado estudiando mucho.

La mano subía despacio por mi pierna, acariciando con suavidad mi piel. Excitándome a la vez. Y desde luego no hice nada por pararla. Me estaba gustando demasiado. Se acercó más a mí y me habló al oído rozando mi oreja con sus voluptuosos labios.

– ¿Nos ponemos algo más cómodas?

Le di un trago más a mi vaso para darme algo de valor. Y asentí con la cabeza por que sabría que la voz me fallaría. Cogió mi mano con firmeza y confianza y me arrastró a su vestidor. Es evidente que me dejé llevar sin oponer resistencia.

Su ropa sexi y sus conjuntos de lencería perfectamente ordenados y colgados en perchas. Aunque me daba la impresión que no usaba con frecuencia esos tangas y sujetadores, al menos en casa. Pensaba que le gustaría ir desnuda la mayor parte del tiempo.

Sin cortarse un pelo ante mí se sacó la blusa, las tetas como obuses apuntaban directamente hacia mi cuerpo. Los pezones parecían bien duros, oscuros, en su piel bronceada sin marcas de bikini ni bañador.

Meneando el culito prieto empezó a bajarse las mallas. El tanga de encaje era tan sugerente como había supuesto en la calle y fue lo único que se dejó puesto. Empecé a imitarla sin prisa esperando que ella me mirara como yo la estaba admirando a ella.

Me saqué la camiseta cruzando los brazos por debajo de mi pecho. Al tirar de la tela hacia arriba mis tetas quedaron ante sus ojos sin nada que las tapara. El short siguió el mismo camino arrojado encima de su cama tamaño King size y como ella me quedé solo con el tanga.

Nos mirábamos sonriendo y al menos por mi parte con ganas de seguir explorando. Pero estaba algo paralizada por mi timidez, así que dejé que fuera ella la que decidiera. Sin más problema se bajó el tanga dejándome ver su vulva depilada al completo. Se giró dando una vuelta sobre si misma y me preguntó:

-¿Que te parece?

– Eres preciosa. Vestida y desnuda.

– Tu sí que estás buena. Vamos nena sacátelo todo. No seas tímida.

El tanga siguió el camino de las demás prendas sobre su cama y yo también le enseñé mi xoxito pelón.

– Elige lo que quieras, creo que todo te vendrá bien.

Sara buscó en un cajón y sacó un par de pijamas de raso francamente sexis. El pantalón reducido a la mínima expresión seguro que se le veía medio culo con eso puesto. La camiseta de finos tirantes y muy cortita solo nos taparía las tetas. En su caso es probable que ni siquiera toda la curva de su parte inferior.

Sin pensarlo más me empecé a poner aquello, que sabía me quedaría escandaloso. Y me daba cuenta que eso era lo que más me gustaba. Mirándonos en el espejo, que cubría toda una pared, me imaginaba lo que se vería en ese espejo de forma habitual. Estábamos sensacionales, muy sexis, por delante y por detrás, la mitad de nuestras nalgas al aire.

Cuando salimos al salón Juan ya nos había preparado las copas y puesto música suave. Y desde luego seguía casi desnudo. Se me fueron los ojos de su mujer a su cuerpo casi sin querer. Se notaba todo ese footing y ejercicio. Sus músculos perfectamente cincelados. Nos alcanzó las copas rozando nuestros dedos de forma sensual.

– Gracias. Parece muy buena. ¿No querrás emborracharme?

– Lo es. Y solo si tu quieres.

Desde luego él me estaba mirando. Viendo como me quedaba el pijama de su mujer. Decidí exhibirme para ellos girando sobre mi misma y subiendo un poco el bajo de la camiseta hasta que se me vio la parte baja de mis tetas. Justo como las de Sara.

Hablando de ella, se me pegó a la espalda haciéndome notar sus tetas en los omóplatos y rodeando mi cintura con las manos. Las apretaba justo en mi ombligo.

– ¿A que es guapa?

Le dijo a su chico. Hablando por encima de mi hombro y apoyando la barbilla en mi clavícula. Soplando en mi cuello se me erizaban hasta los pelos que me había depilado esa misma mañana. Cuando acarició mi ombligo casi me corro de pie entre ellos.

– Preciosa y deliciosa.

Como me estaban temblando las piernas me dejé caer en el sofá y ni por esas me libré de ellos, ni lo pretendía claro. Se sentaron cada uno a un lado de mí, tan cerca que nuestros muslos desnudos se rozaban.

– ¿No te importa verdad?

– No claro.

Pronto noté una mano en mi espalda acariciando mi piel por debajo de la camisetita. No sabía de quien se los dos era ni me importaba. Pero me gustaba.

Viendo por donde iban los tiros dejé caer la mano que tenía libre, en la que no tenía el vaso en el muslo más cercano e ese lado. El de Sara que de inmediato separó las piernas aceptando la caricia. Y dejándome subir por su muslo. Notaba el calor de su vulva en mis dedos a través de la poca tela que la cubría. Y a ella se le escapó un gemido.

Al otro lado Alex había conseguido deslizar una caricia por debajo del pijama y rodear mi seno con sus dedos. Cuando pellizcó con suavidad el pezón lo sentí como un calambrazo en el coño. Y estaba deseando librarme de toda esa ropa que me quemaba en la piel. Seguro que la parejita estaba dispuesta a ayudarme con eso.

-¡Bésala!

Sara le dio un trago a su vaso y acercó la cara despacio a la mía. Sabía lo que esperaba de mí y la recibí con los labios entre abiertos esperando a que me pasara el líquido que tenía en su boca. Cuando teníamos los labios pegados como con cola el alcohol y las lenguas pasaron de una a otra.

Me estaba volviendo loca y más cuando noté los labios calientes y húmedos de Alex en mi cuello. Su mano no había dejado mis tetas. Rodeando el contorno y teniendo mis pezones entre las yemas de sus dedos.

– ¿También me vais a dar cariño a mi?

– Todo el que quieras.

Empezó a subir la camiseta después de quitarme el vaso de la mano y dejarlo lejos de un posible accidente. Ya tenía las tetas al aire cuando tuve que separar el beso con su esposa para levantar los brazos y que pudieran quitármela. No hicieron lo que esperaba, se lanzaron a lamer mis axilas sudadas, una cada uno.

Me hacían cosquillas pero me excitaba mucho más. Estaba gimiendo como loca. Empezaron en los sobacos pero sus lenguas no descansaban desplazándose despacio hacia mis pechos. Besaban el pezón y lo mordisqueaban sin hacerme daño, solo placer.

Así animada desplace mis manos a sus cuerpos. con una me hice con una de las tetas de Sara un par de tallas más grandes que las mías. Me fue fácil pues levantaban la tela de la camiseta. Por debajo de veía la curva y por encima un escote escandaloso y precioso.

En cuanto hice un gesto para tirar de la tela, Sara se separó y se la quitó del todo. Para que no estorbara siguió por el short y quedó desnuda del todo a mi lado. Volvió a pegarse a mí haciéndome notar el calor de su cuerpo.

Besó a su marido justo ante mi rostro, me miraban de reojo con una expresión de picardía en sus ojos. Así que me uní al morreo dándoles mi lengua y saliva. Yo también quería tocar. Alex estaba a mi alcance, su cuerpo definido y musculoso. Rozaba su piel con el dorso de mis dedos, bajando por los pectorales, rozando sus pezones que se pusieron duros como piedras. Como estaban los míos.

Fue su mujer la que le indicó que se pusiera de pie ante nosotras y empezó a bajarle los boxers. La polla dura saltó sola ante nuestros rostros. La sujetó por la base y le dio un besito en el glande antes de ofrecérmelo a mí.

Tengo que admitir que en mis intentos anteriores de hacer una mamada habían sido bastante torpes. Influenciada por el porno que había visto siempre había intentado tragar más de lo que podía. Sara en cambio me animó a tomármelo con más calma.

– Solo bésala y chúpala. Pasa la lengua con suavidad por ella y por los huevos.

La imité suavemente besando la piel suave del rocoso miembro. Sacando la lengua y pasándola del tronco al glande y los huevos depilados y suaves. Lo teníamos delante a nuestra merced y él se dejaba lamer y besar.

Sara le hizo subir un pie al sofá para tenerlo más expuesto. Mientras ella empezaba a tragarse la polla cada vez mas en la boca yo me dedicaba a los huevos entre sus piernas por el perineo. Nuestros labios se juntaban de vez en cuando sobre su piel.

En ese momento dejé salir mi lado más morboso, mis fantasías más profundas y abrí con las manos esas durísimas nalgas. Pasé la lengua por toda la raja, por el ano cerrado, como estaba recién duchado sabía a limpio.

– ¡Vaya sorpresa! no ha hecho falta que te animáramos mucho.

-¡Déjala! que me está encantando. No la cortes ahora.

– Si lo que tenía eran muchas ganas de vosotros. No me pienso cortar.

Y no me cortó en absoluto, Seguí comiéndole el culo y los huevos mientras nuestras salivas se mezclaban en su piel y de vez en cuando cruzábamos las lenguas. Yo me había arrodillado detrás de Alex.

Estaba juguetona, aprovechando algo de esa saliva que sobraba le metí hasta dos dedos en el culo a Alex y en vez de quejarse lo estaba disfrutando. Pero empecé a subir besando su musculosa espalda y pegándome a su cuerpo hacerle notar mis tetas en su piel. Hasta llegar a su cuello de toro, la nuca y las orejas.

Sara no quería que se corriera y lo hacía con suavidad aunque no dejaba el rabo. Alex echó la mano hacia atrás hasta agarrarme el culo aún tapado por el short y apretarme más contra él.

– No nos estamos portando bien con la invitada cariño.

Sara se levantó y dio la vuelta por detrás de su marido para buscarme y llevarme de la mano a su dormitorio. Junto a su cama donde habíamos dejado nuestra ropa se arrodilló a bajarme la poca tela que aún me cubría.

Acercó la cara a mi pubis y aspiró mi aroma como si fuera lo mejor del mundo. Enseguida pasó la lengua por el monte de Venus. Suave y sin prisa como había hecho con la polla de Alex que nos contemplaba con cara de vicio desde el umbral. Estiró el brazo para tirar toda la ropa al suelo y dejar la cama libre.

Separó mis piernas lo justo como para poder deslizar la lengua entre mis labios y buscar el clítoris con la punta. Sería obvio decir que a esas alturas estaba más que encharcada, que mis jugos resbalaban por el interior de los muslos y que ella los recogía con devoción.

Se fue echando en la cama pero tirando de mi cuerpo para que trepara sobre ella hasta dejar mi cadera encima de su carita. Y ella siguió comiéndome pero ahora alcanzaba todo de mí culo y coño sin ningún esfuerzo, ninguno más que separar mis nalgas a lo que yo misma colaboraba.

Por fin Alex se acercó a nosotras y despacio entre los muslos de Sara le clavó la polla. Yo no lo vi pues le daba la espalda, lo que el aprovechó para pegarme a su torso, lamer mi cuello y nuca y amasar mis tetitas. Al oído y muy suave me dijo:

-¿Quieres que te folle?

– Lo estoy deseando, pero ponte un condón.

Reptando, Sara salió de debajo de mí para buscar en la mesilla lo que les había pedido. Rompió el envoltorio y ante mi atenta mirada se lo calzó al chico. Quería saber como se ponía bien una gomita. Estaba tan dura que no le costó trabajo desenrollarlo alrededor del nabo.

Me dejé caer panza arriba en la cama con el culo en el borde del colchón. Sara aprovechó para ponerse sobre mi cara y ahora me tocaría a mi comer conejo mientras Alex me follaba.

Como todo en esa tarde fue tierno y dulce y el glande separaba mis labios despacio abriéndose paso en mi interior. A la vez yo separaba los de Sara con mi lengua al mismo ritmo buscando una penetración más profunda. No podía gemir ni suspirar porque tenía la boca demasiado ocupada en dar placer.

No sangré porque el himen ya me faltaba de una experiencia anterior para nada placentera y para nada comprable a todo lo que estaba sintiendo entre ellos. Lo mismo con el cunnilingus, había practicado alguno pero había sido tan ansiosa que no lo llegamos a disfrutar del todo ni mi amiga ni yo.

Pero con Sara me esforcé, fui dulce, tierna, sin prisa, clavando la lengua en su vulva o buscando el clítoris y jugando con él. Mientras Alex entraba y salía de mí llevándome al cielo a cada penetración. Además me acariciaba el clítoris con el pulgar y el pubis con el resto de los dedos. Mientras con la otra mano sujetaba uno de mis muslos.

– Eres estrechita y muy dulce.

-Y no veas como me come, cariño.

Yo no podía hablar, tenía la lengua muy ocupada, solo gemir. Estiré la otra pierna acercando el pie a su cara y aceptó la invitación. Empezó a lamer los dedos de mi pie sin dejar de moverse dentro de mí, chupando el pulgar, lamiendo la planta y hasta el talón y yo no me había duchado desde la mañana.

Mi orgasmo fue apoteósico, nunca había tenido uno así. pero estaba muy dispuesta a tenerlos mucho más a menudo a partir de entonces. Alex se corrió segundos después dentro del condón, dentro de mi xoxito. No puedo decir que sea multiorgásmica pues me dejó tan agotada que no pude seguir. Aunque Sara si lo es, se había corrido varias veces en mi boca.

Se bajó de encima para dejarme descansar y se volvieron a poner a mis costados acariciándome con ternura para que recuperara. Y besándome y dándome cariño.

-¿Te lo has pasado bien?

– Como nunca, sois maravillosos. No sé cómo he podido pasar sin un sexo tan bueno.

– Tu también has estado fantástica. ¡Que morbosa eres! Pues cuenta con nosotros de vez en cuando para repetir.

– No soy la primera que metéis en esta cama ¿verdad?

– No, ni el primer chico tampoco, pero eso podemos contártelo otro día.

Efectivamente se había hecho tarde y tenía que volver a mi casa a contarle lo de las notas a mis padres. Aunque lo celebraran, el resto del día me iba a saber a poco. No sería como con los vecinos claro.

De vez en cuando me vuelven a invitar a tomar algo a su piso. Con ellos y con algún amigo o amiga más. De hecho a mi lasciva y actual novia me la presentaron ellos. Ahora somos nosotras las que e vez el cuando invitamos a chicos y chicas a compartir celebraciones.

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