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Propuesta indecorosa, mi esposa quiere
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Es la fiesta de fin de año del trabajo. Mi esposa, Andrea, es una mujer voluptuosa de cabello negro largo, caderona, tetona, con la que llevaba un año de casados. Ese día ella se puso un vestido negro brillante ajustado al cuerpo, todos sus atributos quedaban a la vista. Yo me sentía orgulloso, mi mujer era con toda seguridad la más buena de la reunión. Todos la miraban mientras bailábamos.

La noche transcurrió entre tragos y comida en abundancia. Lo que más me gustaba era que mi jefe, el dueño de la empresa, un tipo arrogante y prepotente, no podía quitar la mirada de mi esposa. Él estaba con su esposa que era una mujer elegante y fina, era atractiva, pero ni comparación con Andrea. ¿Quién tendría el mejor polvo de la noche? Así es, yo.

Sería como la 1 de la mañana. Nos disponíamos a irnos cuando se acercó mi jefe.

¿En que se van a ir? – Preguntó.

Tomaremos un taxi – Le dije, no había llevado mi auto porque quería beber.

Nada de eso, yo los llevo

Aceptamos inmediatamente. La mujer del jefe no estaba por ningún lado. Nos llevó hasta una camioneta enorme que tenía un vidrio polarizado que separaba a los pasajeros del conductor. Había cuatro sillas que formaban una especie de salita, es decir, dos sillas enfrente de las otras dos.

Andrea y yo nos sentamos de un lado y mi jefe se sentó enfrente de Andrea. Emprendimos el camino.

¿Disfrutaron la fiesta? – Nos dijo.

Estuvo muy buena, muchas gracias – Le dije un poco lamiendo bolas.

Nos hablaba pero me sentía algo invisible, su atención estaba toda sobre Andrea. Mi jefe activó un compartimento y salió lentamente una bandeja con una botella de whisky, un jarrón con hielo y cuatro vasos. Nos sirvió de aquello. Empezamos a beber.

Señor Pizziotti – Me dijo.

¿Si? – Respondí.

Voy a ser sincero… su esposa me parece una mujer increíblemente atractiva… es… muy… deseable

Bueno señor… creo que eso mismo le pareció a todos en la fiesta – Dije atrevido y envalentonado, él sonrió.

Los hombres de negocios no tenemos tiempo que perder… así que lo diré y ya… Le ofrezco 1000 dólares por una noche con su mujer.

Me quedé mudo y miré a mi esposa esperando una mirada similar de estupefacción pero lo que me encontré fue a Andrea cruzando sus piernas, sacando pecho y mirando directamente a mi jefe.

No, obviamente no, mi esposa no está en venta – Dije ya no tan seguro. Él sonrió.

Pizziotti, le ofrezco 10.000 dólares por una noche con su esposa – Dijo.

N…No, ya le dij… dije que mi esposa no est… está en venta – dije.

Andrea apretaba sus piernas y lo miraba fijamente.

¿Y qué piensas tú Andrea? – Le dijo a ella.

Andrea me miró.

Amor… – Le dije. Ella me miró y después volvió a mirarlo.

Detenga el auto – Dijo ella.

El auto se detuvo y nos bajamos.

Espérennos – Le dijo ella a mi jefe al bajarnos.

Cerramos la puerta del auto y subimos al andén.

Es un idiota, busquemos un taxi y vamonos – Le dije.

Amor… podemos pedirle más dinero – Me dijo Andrea.

¿Ah? ¿Lo estás considerando?

Imagina 20.000 dólares… lo que podríamos hacer los dos

¿Me estás hablando en serio?

Sí… yo lo haría rápido… y siempre estarías ahí… y nos vamos con 20.000

Nooo

¿Eres idiota? piensa en el dinero, solucionamos un montón de cosas

No quiero que otro te folle

Lo voy a hacer

Nooo

Puedes venir conmigo o me voy sola… pero conseguiré ese dinero

Ella se dirigió al auto y no tuve más opción que seguirla. Subimos al auto de vuelta.

25.000 dólares y me tienes por una hora – Le dijo Andrea a mi jefe.

Dos horas – le respondió.

Ok… mi esposo debe estar todo el tiempo con nosotros

jajaja bueno

La miré y le negué con la cabeza, le rogué con la mirada. Me miró con algo de despreció.

Bueno… ven – Dije mi jefe bajándose la bragueta y sacando una verga grande y a medio parar.

No señor, el dinero primero

Dame tu cuenta bancaria

Pasó un minuto mientras manipularon sus teléfonos para finiquitar la transacción. Yo miraba derrotado y perdido. ¿De verdad estaba ocurriendo?

Listo – Dijo Andrea.

Mi esposa se arrodilló frente a mi jefe y agarró su verga. Primero se la pajeó, después se la metió en la boca y se la empezó a chupar. El auto cambió de dirección y nos llevó a un edificio lujoso en el norte de la ciudad. Mientras entrabamos en el estacionamiento mi jefe alzaba la falda del vestido de Andrea y jalaba su panty rozando su coño. Mi esposa soltó un gemido.

Bajamos del auto y subimos a un ascensor. Íbamos Andrea, mi jefe, dos gorilas de guarda espaldas y yo en un rincón bastante disminuido. Mi jefe abrazaba a Andrea y le susurraba algo al oído, ella sonreía coqueta.

La puerta del elevador se abrió y apareció un lujoso recinto, la sala de aquel apartamento. Los guardaespaldas se dirigieron al fondo del lugar, entraron por una puerta y desaparecieron. Mi jefe tomó a Andrea por la cintura y la llevó por un pasillo. Yo me quedé atrás. Voltearon a verme.

¿Vas a venir o qué? – Me dijo mi jefe. Andrea se rio burlonamente.

Los seguí por un largo pasillo. Mi jefe agarraba el culo de mi esposa y juro que ella le devolvía una mirada que no era de desprecio. Andrea se mordía los labios y le masajeaba la verga sobre el pantalón. ¿No era esto por dinero?

Entramos a una habitación con una luz amarilla tenue y una cama gigante como no había visto otra. Me quedé al lado de la puerta de pie. Andrea se arrodilló frente a él y empezó a mamarle la verga. Lo miraba a los ojos, le acariciaba la bolas, le daba besitos en el glande, él suspiraba.

¿Te gusto mucho papi? – le dijo Andrea.

Me gustas mucho linda, eres una mujer muy atractiva – Le respondió.

uy pero qué cortes… que tal si me llamas… perrita

Andrea! ¿Qué haces? – grité.

Me miró y volteó los ojos. Se quitó el vestido y descubrió su bello y bronceado cuerpo. Llevaba una tanguita negra que yo le había regalado. Arriba no llevaba nada. Mi jefe la empujó bruscamente sobre la cama, tomó su tanga y la jaló duro desgarrándola.

aaaah – gimió ella.

Mis piernas temblaban. Mi jefe penetró a mi esposa en cuatro y empezó a taladrarla. Una verga grande y venosa, más grande que la mía. Sentí que me desvanecía.

que delicia papi, dame duro, este coño es tuyo – le dijo Andrea.

Andrea! – Grité.

Callate! – me gritó ella.

Ella se dio la vuelta y se puso boca arriba con las piernas abiertas de par en par. Mi jefe, ya completamente desnudo se metió entre los muslos de mi esposa y se la folló de misionero. Ella gozaba.

¡Aaaah! ¡Que ricooo! – gritaba.

Cuando él se iba a venir mi esposa se puso de rodillas y le agarró la verga para ayudarlo con una paja. Mi jefe se deshizo en leche sobre la cara, las tetas y el cabello de mi esposa.

¿Te puedo tomar unas fotos así? – le dijo él.

lo que quieras papi

Mi jefe sacó su teléfono y le tomó varias fotos a Andrea que sonreía dichosa. Cuando terminaron ella se levantó y se fue al baño. Él se puso unos calzoncillos y pasó por mi lado para salir de la habitación. Me quedé allí de pie, impávido. Él volvió al minuto, justo para encontrarse con Andrea que salía del baño. Ella le sonrió.

Sentí que alguien me tomaba por la espalda. Los dos orangutanes que fungían como guardaespaldas me levantaron, no opuse resistencia. Me sacaron mientras veía como mi esposa se acostaba en la cama mirando a mi jefe a los ojos.

Me montaron en un auto y me dejaron en mi casa. No volví a ver a Andrea.

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