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Un whatsapp imprevisto
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Me llamo Debora y este año he acabado el bachiller. Este verano va a ser un verano diferente puesto que nos preparamos para irnos a la universidad y será el de una pequeña despedida de la rutina de nuestro pueblo.

Este verano tengo muchas ganas de disfrutar y desconectar del curso una vez cumplidos los objetivos. La carrera que quería está asegurada y un grupo de amigas nos iremos a vivir a una nueva ciudad en un piso de solteras y porque no decirlo de zorritas.

Llevo todo el año quedando con un chico de una pandilla de otro instituto, un chaval majo y deportista. La verdad que el tío está bueno pero no sé porque, no me despierta ese lado salvaje que tengo ganas de descubrir. Follamos los fines de semana, nos lo pasamos bien, pero no me da lo que quiero.

En su grupo de amigos hay un chaval rubito, con cuerpo atlético, un chaval que de primeras no llama la atención pero que tiene algo que me pone cachonda. El tío está muy bueno, tiene un cuerpo fuerte y fibrado, le encanta el deporte y se le nota. Su sonrisa inocente estoy convencida de que tiene algo oculto.

Este chaval, de nombre Adan, es de pocas palabras, muchas veces charlamos brevemente de cosas sin importancia y sale a relucir toda su timidez. En el fondo, hay química entre nosotros, noto que a él también lo pongo cachondo pero nunca pasamos de cuatro palabras tontas.

Un jueves por la tarde nos fuimos a la playa. Después de un rato en el agua mi rollete me metió la mano en mi sexo, me puso muy caliente. Me gustó la excitación de ponerme tan cachonda con nuestros amigos alrededor. Yo a su vez le agarré la polla y se la meneé con suavidad pero con firmeza a la vez. Un segundo más y se hubiera corrido allí mismo. Al salir del agua llegó Adan, que venía del último entrenamiento de la semana. Esto acabó de ponerme el coño chorreando. El chaval venía todo marcado, venas, abdominales, músculos y hasta debajo del bañador se intuía una polla un poco erecta.

Cuando llegué a casa, no sé muy bien porque le mande un mensaje a Adan interesándome por cómo habían ido los entrenamientos para su competición del fin de semana. La verdad que no me importaba nada esto, pero sentía la necesidad de sacar tema de conversación. Tras un rato hablando la charla fue tomando un camino bastante hot, cosa que me sorprendió y me agradó al mismo tiempo. Ese chico tímido en persona se transformaba en el mundo digital y me estaba poniendo más cachonda aún de lo que ya estaba. No sé muy bien como llegamos a ese punto pero solo podía leer que lo ponía muy cachondo cada vez que me veía, que le encantaría acariciarme la piel, besar todo mi cuerpo, lamerme hasta comerme el coño…. No daba crédito a lo que estaba leyendo. Yo por supuesto, alimentaba ese fuego porque estaba más cachonda que una mona y quería probar como rendía ese deportista.

Después de varias horas chateando y ya sin poder aguantar más, le propuse que al día siguiente por la mañana se viniera a mi casa. Quería probar todos esos deseos que estábamos expresando. Mis padres no estaban y era el momento ideal de intentar follarme a ese chaval que me daba tanto morbo. Tras quedarse un poco cortado con mi invitación finalmente aceptó. Está claro que lo suyo es el mundo virtual, en el cuerpo a cuerpo se acojono un poco, pero bueno, había aceptado y estaba ansiosa por probar.

A la hora acordada, puntual como un reloj suizo, sonó el timbre de mi casa. Fui a abrir la puerta con un sujetador que dejaba a la vista un profundo canalillo, un tanga enano y una bata transparente propia de una peli porno. No quería que se echara atrás en el cara a cara y no dar pie a la duda.

Al abrir la puerta sus ojos se salieron de las órbitas al ver mi modelito y contra todo pronóstico se abalanzó sobre mi dándome un morreo exquisito. Se me humedeció el coño solo con ese beso. Me siguió besando con intensidad a la vez que me empotraba contra la puerta del armario de la entrada. Cerramos la puerta de casa y siguió el beso. Le quité la camiseta, que cuerpazo tenía. A la vez veía como crecía algo debajo del pantalón. Le empecé a comer el cuello y a bajar lentamente para descubrir que escondía. Llegué al pantalón, se lo desabroche y se lo bajé. Debajo de aquel bóxer había algo muy interesante, se lo mordí por encima del calzoncillo y sentí como se estremecía del gusto. Rezaba porque no se corriera sin haber ni siquiera empezado.

Tras lamer eso escondido por encima del calzón se lo bajé y ufff, que polla más rica, gorda y grande estaba escondida. Se la empecé a comer con suavidad, estaba entusiasmada con mi juguete nuevo. A la vez q se la chupaba cada vez más profundamente no podía parar de pensar en como la sentiría dentro.

Cuando la tenía dura se la agarré y lo arrastré a mi habitación, en ese momento el cogió las riendas. Me tiró en la cama, me quitó toda la ropa, me comió las tetas y bajó a mi coño donde me lo lamió con una exquisitez absoluta, no pude resistirme a gemir. No podía parar de gemir y le grité que me follara. En ese momento me metió la polla, menuda explosión de placer, volví a gritar y eso hizo que acelerara. Yo solo quería que me la metiera y sacara, no podía hablar, solo gemía y gritaba. Mi coño estaba chorreando. Me dio la vuelta y me folló a cuatro patas, me agarró del pelo y me embestía fuerte. Me encantaba, no podía parar de retorcerme de placer. Le gritaba que siguiera y el empujaba más fuerte, me trataba como una zorra, me encantaba.

Cuando me soltó el pelo, lo tiré en la cama, me subí encima de él y empecé a follarlo haciendo sentadillas sobre su polla, sus ojos nos podían disimular que estaba rabioso de placer. Yo también lo estaba, me agarraba el pelo y solo gemía, cada vez más fuerte. El me agarraba las tetas que saltaban arriba y abajo. Me había corrido ya un par de veces y él me dijo que no aguantaba más, me quite rápidamente de encima y le comí la polla hasta que se corrió encima de mis tetas.

Fue el mejor polvo que había echado en mucho tiempo, el verano prometía. Sabía que esa timidez ocultaba algo salvaje.

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