En tu defensa la puerta estaba ligeramente abierta, solo eras un hombre preocupado que escuchó ruidos raros en el cuarto de la hija de su amigo, ¿qué clase de mal hombre no se asegura de que una joven esté bien?
Sobre todo considerando que siempre fuiste muy apegado a ella, ibas siempre detrás de ella, cumpliendo todos sus deseos con tal de tener su atención en ti por un rato.
Muchas veces terminabas sentado frente a ella preguntándole qué quería, lo que sea que fuese, ibas a salir a buscarlo, o ibas a hacerlo, a veces solo era salir a caminar con ella, otras te pedía que guardaras algún secreto que seguramente la metería en problemas.
Tu amigo a veces se enfadaba por eso, siempre terminabas abogando por ella, pero no te importaba, la chica era dulce y amable contigo, te cuidaba más que nadie, asegurándose que comieras bien, que tomases agua, cosas así que te hacían sentir especial.
Para ser honesto muchas veces tus otros amigos te decían que eras demasiado sumiso cuando la chica aparecía, obviamente no era mentira, no podías evitarlo, por suerte solo pensaban que era algo platónico después de todo la viste crecer. Ninguno sabía cuantas veces inventabas problemas o excusas para que su padre y ella fueran a tu casa solo para poder tenerla allí un momento, dejando su perfume en tu casa o si eras muy afortunado, en ti.
Tus manos se posaron en el picaporte, la puerta estaba levemente abierta. Nunca intentaste abrirla sin antes pedirle permiso, pero ese día era la excepción, no sabías que esperar detrás de esos leves sonidos, creíste que quizás se había lastimado o algo así, de última si solo era un malentendido le pedirías que te disculpe para prometerle que jamás lo harías otra vez.
Pero no te esperabas la morbosa escena delante de ti, nunca, ni siquiera en tus sueños más sucios, te imaginaste verla así, tu respiración estaba agitada y tu rostro se sentía cálido. Estaba parada allí vistiendo ese bonito conjunto de lencería que viste más de una vez colgado en el patio o doblado en la pila de ropa limpia. El rosa pastel del conjunto combinaba perfectamente con sus encajes y pequeños volados debajo del sostén que para este punto estaba siendo aplastado por los pechos de ella. Seguiste mirando aunque sabías que está mal, una gran culpa te quemaba, te sentías como un viejo pervertido mirando a una joven. Pera era imposible mover tu vista a otro lado, estabas hipnotizado, viste sus muslos frotándose entre ellos lentamente, ¿cuántas veces tuviste una erección pensando en ellos sobre tus hombros? O en su suave estómago, siendo apretado por la ropa interior, te imaginaste la cara tan linda y sensual que ella pondría al sentir tus manos allí o cómo te sentirías tú al apoyarte en ella. Aunque lo más importante era ver como tu amorcito liberaba sus pechos del sostén, finalmente, lo arroja al piso sin mucho cuidado. Sus pezones captaron tu atención al instante, eran grandes y amarronados como los que habías visto en videos desesperado por encontrar alguna actriz que se pareciera remotamente a ella.
Sus pechos se veían extremadamente suaves, como si pudieras amasarlos, tu princesa siempre fue una chica gordita, sus pechos no eran firmes, pero eran grandes. A veces imaginabas que tan difícil sería meter ambos pechos en tu boca, chuparlos como si fuera a salir leche de ellos a la vez que su mano acariciaba tu cabeza susurrando dulces palabras hacia ti.
Tu mano fue a tu pantalón, sentías tu erección poco a poco se hacía más visible, palmeabas tu pene, querías ir lento, después de todo no todos los días tenías a tu princesa así.
Al principio solo eran ligeros pellizcos y masajes delicados, pero ahora tironeaba sus pezones mientras que con su otra mano moldeaba suavemente sus pechos, la podías escuchar gemir en voz baja, pero se notaba en su rostro que no era suficiente para satisfacerla. Cuando su mano viajó hasta su clítoris tuviste que morder tu labio para evitar soltar un jadeo. Frotaba su clítoris mientras la otra jugaba con sus pechos, sus dedos se movían lento, pero poco a poco comenzó a subir la intensidad de sus movimientos hasta que de pronto sacó su mano y la llevó cerca de su rostro, lamía sus dedos brillantes. Tu boca se abrió ligeramente, viendo como volvía a introducir sus dedos entre sus húmedas pantis para volver a tener su propio sabor en la boca.
¿Podrías imaginarte que sabor tendría la vagina de tu princesa? Quizás dulce, o salada, realmente no te importaba, solo querías sentarla en tu rostro para devorarla en ese mismo instante, que tire tu cabello enredando sus dedos en el, que le dé sentones a tu cara como si fueras su juguete favorito y se frote en ella hasta que tu rostro esté bañado en sus jugos.
Sus dedos finalmente se deshacen de la última pieza de ropa, la tira cerca de ti y toma algunas prendas de ropa que tenía cerca, las apila para poder frotar su vagina en ellas, sientes que estás mirando una de esas películas porno al ver como se mueven sus pechos y cadera, al oír sus suaves gemidos. Querías tener unos orgasmos junto a ella, pronto iban a correrse juntos, pero para cuando su espalda comenzaba a arquearse, susurrabas insultos en voz baja, no hacía ella, sino a ti mismo por estar hecho un desastre y estar tan desesperado por correrte, necesitabas rogarle que te deje correrte pronto, ya no aguantabas más.
Ella se bajó de su pequeño montículo de ropa, estaba buscando algo mientras gateaba, estaba ansiosa por encontrarlo, por un momento creíste que quizás te había descubierto, pues, la viste acercarse a la puerta, por suerte solo estaba buscando algo, intentas ver que es, imaginabas que era algún dildo o un vibrador, pero era una vieja camisa tuya que olvidaste alguna vez, estabas sorprendido, te preguntabas que iba a hacer con ella. La viste sonriendo alegre mientras se sentaba más cerca de la puerta, ahora podías apreciar mejor su figura. Tu mirada se fue rápidamente hasta su rostro al oír un fuerte gemido salir de sus labios, estaba oliendo tu ropa a la vez que sus dedos jugaban con su clítoris, su cadera se movía levemente intentando encontrar algo de fricción.
Aunque lo que nunca vas a olvidar es ver a tu linda princesa frotando la prenda en su vagina, poco a poco comenzó a llamar tu nombre, susurrando pequeños cumplidos dirigidos a ti, o al menos al que estaba en su mente, decía que lo estabas haciendo muy bien, que eras un buen chico, toda esa atención era demasiado, no pudiste aguantar más, una fuente de semen se desborda de tu mano mientras vez que ella seguía jugando. Pronto ella también tuvo un orgasmo tan fuerte que tuvo que recostarse.
Querías entrar a ver como estaba, darle las gracias por darte el show perfecto, decirle que era la chica más sensual que hayas visto. Aunque no te atrevías todavía, una especie de vergüenza se apoderaba de ti, sabías que ella te deseaba tanto como tú a ella, pero no podías dejar de pensar en que pasaría si no podías complacerla como ella se merecía o si solo eras una fantasía y nada más.