Me toco despacito, como si mi cuerpo fuese de cristal.
De fondo suena Taylor,
porque siempre es mejor con ella ahí.
De reojo miro al reloj,
que avanza como un estúpido que no comprende nada.
Mi sexo húmedo estalla
en leves estruendos
que parecen palpitaciones
de un corazón
al borde del abismo.
Porque acabar sola es como morir
añorando esas tardes
en las que nada en el mundo tenía sentido
más que nuestros cuerpos desnudos y jadeantes
sobre la cama
bajo la ducha
en el sillón.
Deshaciéndonos de pasión
de ese sexo desenfrenado
imposible de acabar.
Linda paradoja
no acabar de acabar.
Decir “no puedo más”
cuando lo único que quiero
es más.
Más amor más sexo más locura.
Más, más y más.
Hasta acabar
para volver a empezar.