Era la segunda vez que me quedaba en su casa. La primera vez luego de ver películas y tomar algunos tragos nos quedamos dormidos en los sillones de la sala. Así que supuse que esta vez sería igual. Como de costumbre bebimos y ya en la madrugada me dijo que me quedaría en una habitación que no tenía muchas cosas.
Un poco antes, mientras ella pasó al baño, entré a la habitación y solo vi un cesto de ropa. Lo revisé para ver qué tenía, pero con la prisa y el temor a ser descubierto, solo vi lo que me pareció ser un corpiño. Había también ropa colgada en el closet, pero supuse que era de sus hermanos, así que no le presté atención.
Antes de que me metiera a la habitación, ella entró, sacó el cesto de ropa y me dijo que ya me podía quedar ahí. Me sentí decepcionado porque esperaba poder revisarlo con calma para ver qué tesoros encontraría. En ese momento me dijo que en la mañana me tocaría porque en ese closet estaba su ropa y debía bañarse antes de salir.
Eso cambio todo y la ilusión regresó. Apenas se me metió a su habitación cerré la puerta de la mía y me puse a revisar qué podría encontrar. En el closet había algunos cajones. Abrí el primero de ellos y la sorpresa fue gratificante. Era donde guardaba su ropa interior.
El pulso me aumentó y la excitación llego a un punto mágico, ese que se tiene cuando se está ante una nueva experiencia que produce excitación. Repase el cajón para ver cómo estaba acomodado, ella es muy ordenada y hasta sus calzones estaban ordenados.
Tenía miedo de que me descubriera, o que de repente entrara a la habitación, pero aun así seguí revisando. Vi uno que me llamo la atención y no lo pude evitar, lo saque y me di cuenta de que estaba doblado de forma especial, así que lo tuve en cuenta para ponerlo así de regreso.
Era un calzón blanco con partes de encaje. Evidentemente no pude contenerme y me los puse. Fue un momento mágico, nunca me imaginé que pudiera ponerme sus calzones. Inmediatamente vinieron a mi mente muchas cosas: ¿Cuántas veces los habrá traído puestos cuando la había visto antes? ¿Traería puestos esos calzones el último día que la vi con falda? ¿Los habría usado las ultimas veces que cogió? Pero lo que más me excitaba era pensar que se los volvería a poner. Evidentemente se me paró, y me empecé a masturbar.
La excitación era tanta que aunque tenía al menos 12 calzones, solo pude ponerme otros dos, unos azules transparentes, y unos azules que resultaron ser los más pequeños. Aunque por el temor a ser descubierto no pude venirme y regresé todo a su lugar para que no lo notara. Al otro día, al despertar, ella entro al cuarto y saco algo de ese cajón.
En ese momento yo ya tenía que irme a mi casa, pero me excitó pensar que luego de bañarse ella se pondría uno de los calzones que yo me había puesto. Me excito tanto que al llegar a casa corrí a masturbarme y explote como pocas veces antes.