Había una nueva vecina en el bloque, una impresionante morena mulata de origen brasileño. Alta, con una enormes tetas operadas y un culo aún más impresionante redondo y duro. Unos muslos color chocolate que no se molestaba en ocultar sino que lucía orgullosa.
Su carita oscura con los gruesos y sensuales labios la nariz fina que delataba algún ascendiente europeo, unos ojos negrísimos y oscuros como un pozo de carbón y una larguísima melena rizada.
Los rumores sobre ella iban y venían por la escalera pero nadie sabia nada cierto y los que lo sabían tenían buen cuidado de callar y no decir nada. Había quien sospechaba que se dedicaba a la prostitución o al menos a algún tipo de exhibicionismo por Internet.
Como de costumbre fue Sara la mas directa en el asunto, la que primero se dirigió a ella. Shaina empezó a hablarle y a tener amistad con ella. Pero si Sara había averiguado algo tampoco me lo dijo. Asi que durante unos días más me limité a seguir admirando a la vecinita.
Cuando me cruzaba con ella la miraba en sus minifaldas y pantalones cortos. Veía los escotes de vertigo, no tanto por las prendas si no por el tamaño de lo que contenían. Y esa voz profunda acariciando el español con ese acento portugués de los trópicos.
Hasta que un día al llegar del trabajo me las encuentro a las dos sentadas cómodamente en nuestro sofá charlando ante unas tazas de café.
Sara estaba fantástica, como de costumbre, enfundada en unas mallas de lycra que marcan su contenida cadera y su rotundo culo respingón como si no llevara nada. Y una recortada blusa con escote barco que desnudaba sus hombros pecosos de pelirroja y me permitía ver su vientre desnudo.
Podía apreciar perfectamente la dureza de sus pezones en sus pechos pequeños y duros como piedras e incluso la parte baja de sus senos. Tenía el rubio cabello suelto y su carita blanca y pecosa sin maquillar y los azules ojos pícaros mirándome con una sonrisa que decía: chúpate esa, te he ganado por la mano.
Pero la invitada estaba espectacular. Llevaba un top de seda con la espalda completamente al aire y los senos generosos asomando por los costados. Y un mini short vaquero que desnudaba su vientre casi hasta la línea del vello del pubis si hubiera tenido pelo ahí y la mitad de sus fantásticas nalgas morenas duras y respingonas. Charlaban como viejas amigas.
Sara me dijo:
– Cariño, ponte cómodo y únete a nosotras.
Según me libraba de mi ropa de calle no podía alejar de mi mente la imagen de las dos allí sentadas. Volví pronto a terminar mi café y no perderme nada del bello espectáculo que tenía en mi sofá. Detrás de mí vino Sara a "ponerse algo mas cómodo" mientras yo entretenía a la invitada charlando de banalidades.
Sara volvió con un pantalón de raso, muy cortito, fino y ajustado de pijama y la camiseta de tirantes a juego, muy fina y a decir verdad escasa. Sus duros pezones marcados en el fino algodón. Sus maravillosas tetitas que me encanta acariciar y chupar no necesitan la ayuda de ningún sujetador. Así que se dibujaban perfectamente en la camiseta.
Era curioso como Shaina y Sara iban vestidas muy parecidas, aunque en una el pantalón era de tela fina y la otra llevaba su pantalón corto, un mini short vaquero. Algo mínimo aunque sentada como estaba echada hacia adelante en el sofá apenas se veía. Y un top o camiseta de tirantes con la espalda al aire tan fina como la de Sara pero apenas podía contener sus enormes pechos.
Me limité a ponerme un pantalón de deporte corto. y cómodo y salir con ellas. sin ponerme camiseta.
Me habían dejado preparada una taza de café y me senté en el sillón frente a ellas para poder contemplar a gusto tan bello espectáculo. Hablaban de ellas mismas alagándose la una a la otra. Yo sabia que me había perdido algo, y no pensaba averiguar en ese momento el qué, ya lo descubriría.
Aprovechando que Shaina comentó que estaba tensa del trabajo, Sara se puso tras la invitada en el sofá y comenzó a masajearle los hombros.
– Relájate, estás en tu casa.
Aunque ella parecía muy muy relajada. Y por la cara que ponía parecía que le estaba gustando. Vi como mi chica se le echaba encima literalmente poniéndole sus tetitas en el cuello. Pasándole las manos por delante haciéndose con los pechos de la mulata. Primero por encima de su camiseta pero como no protestaba las metió por debajo de la tela, retorciendo los pezones oscuros con suavidad.
Ahora se inclinó y besó el oscuro cuello llevando la punta de su lengua hasta la oreja de la invitada. A la vez que sus manos se deslizaban despacito hasta la cintura donde agarró la camiseta y tiró de ella despacio pero firme. Shaina levantó los brazos para dejarla hacer. Por fin pude ver sus tetazas desnudas, sus pezones oscuros casi negros pero pequeños y muy marcados.
Sara me hizo un gesto para que me quedara quieto. Abrió las piernas y las pasó a cada lado de su amiga dejándola entre sus muslos. Casi a la vez tiraba de su propia camiseta dejándola olvidada a su lado. Clavándole sus pechitos firmes en la espalda a la vez que seguía jugando y acariciando los grandes y morenos de Shaina.
Sonriéndome por encima de su hombro, provocativa, parecía que me estaba ofreciendo ese par de melones. Los sujetaba poniendo sus manos por debajo. Ahora si que me hizo un gesto con el dedo para que me aproximara.
Así que me acerqué a ellas y me arrodillé entre los muslos abiertos de Shaina busqué sus labios con los míos que se abrieron de inmediato para ofrecerme su lengua. También sentí sus manos en mi piel, de hecho las manos de las dos sobre mi cuerpo. Las de mi esposa tirando de mi cuerpo para que me pegara a ellas. Separando un segundo el beso les dije:
– ¿Y si vamos a la cama?, allí estaremos mas cómodos.
Me incorporé y cogiendo sus manos las levanté del sofá. Cogiéndolas de la cintura las abracé y las atraje hacia mi cuerpo. Besándolas con lengua a las dos a la vez. Un beso a tres lenguas cada vez mas lascivo en el que la saliva resbalaba hasta nuestros pechos.
Menos mal que ya ninguno tenía la camiseta puesta. Al fin tuvo que ser Sara la que nos arrastró a la cama, antes de que empezáramos a follar en medio del salón.
Sentadas en el colchón las dos tiraron de mis pantalones dejando mi tieso rabo así alcance de sus ávidas boquitas. Shaina era una experta tragasables y se metió buena parte de ella en la boca mientras Sara se comía mis depilados huevos.
Incluso como sabía lo que me gustaba se arrodilló detrás de mí para abrir mis nalgas con sus manitas y lamer mi culo. Mientras mi mujercita me hacía uno de sus besos negros de antología la invitada se tragaba mi polla hasta la empuñadura, algo que Sara no podía hacer.
No le dedicaron mucho rato, no era plan que me corriera en sus caras aunque con este tratamiento no hubiera estado mal. Se pusieron de pie junto a mí y por fin pude poner las manos sobre la rotundidad de sus culos aún tapados.
Sara se liberó enseguida de la ligera prenda que cubría sus caderas. Mientras yo besaba profundamente a la brasileña mi mujercita se arrodilló a nuestros pies y comenzó a sacarle sus micro vaqueros.
Debajo aún le quedaba un tanga que ya no cumplía con su función. Por un lateral de la prenda se deslizaba una polla dura larga y fina que saltó a los labios de mi chica cambiando el estrecho encierro de los shorts por el de su boca golosa.
Ese era uno de los secretos que escondía nuestra bella vecina, que antes había sido un bello chico. El otro ya era evidente conociendo sus horarios, se dedicaba a la prostitución. Toda una experta en cuestiones de sexo, y además muy entregada y lujuriosa.
Yo todavía no me había dado cuenta con las manos ocupadas en la enormidad de sus tetas hasta que Sara juguetona cruzó las dos pollas para metérselas juntas en la boquita, por lo menos los dos glandes, no le cabía mucho más. En ese momento pude mirar hacia abajo y ver el calibre que se gastaba la brasileña. No es que quedara muy sorprendido, la verdad, algo sospechaba.
– ¡Bonita polla! y parece muy dura.
– Gracias, la tuya también está muy bien
Una mano pasó al culo de la invitada y uno de mis dedos ensalivado por ella se perdió en el interior de su ano. Sara estaba deseando ver como me follaba ese gran culo y quería que la mulata me follara a mí y a ella. Teníamos toda la tarde y parte de la noche, Shaina descansaba ese día. Sara le dijo:
– Quiero que me folles, nena.
Se recostó en la cama llamando a Shaina al interior de sus muslos bien abiertos. Cuando la brasileña acercó su pubis a mi mujer esta agarró su rabo con una mano y lo condujo al interior de su coñito dejándome a mí su culo bien en pompa. Apoyada en el borde de nuestra cama e inclinada sobre mi mujer era la postura perfecta para que me lo comiera.
– ¡Qué culo más bonito!
Empecé besando las duras nalgas morenas mientras se movían con suavidad follando a mi mujer. Las abrí con las manos para poder deslizar la lengua por toda la raja descubriendo su cerradito ano.
Lo humedecí removiendo la punta de la lengua incluso dejando que se abriera a mi toque. Gemía sintiendo su polla en el xoxito de Sara y mi lengua en su culo. Le dediqué un buen rato no porque ella no estuviera bien receptiva y abierta sino porque me gustaba.
– ¡Que bien lo comes! No me lo esperaba de ti.
Busqué el lubricante a toda prisa y se la clavé despacio en el culo que abrí buscando el ano. Sujetando con las manos las musculosas nalgas. El agujerito se abría a la presión de mi glande bien lubricado. Como ella estaba apoyada precariamente sobre mi chica era yo quien marcaba el ritmo de la follada de los tres, agarrando fuerte su cadera.
– Y aún lo follas mejor.
Cada vez que yo empujaba ella se clavaba en Sara y cuando yo me separaba tiraba de ella. Las dos se besaban con ardor dándose lengua, saliva y pasión.
Mi difícil postura al borde de la cama de pie hizo que no me corriera pronto. Pero si sentía como Sara lo hacia con nuestras atenciones. Shaina aguantaba dura, supongo que por las hormonas y la costumbre en su trabajo, pero cuando yo descargué en su culo se corrió.
Juntos nos inclinamos sobre el coño bien abierto para lamerlo y saborear la lefa que salía de allí cruzando nuestras lenguas sobre los labios de su vulva. Me encantaba que fuera tan guarra y lujuriosa como nosotros. Podía además acariciar su cuerpo arrodillado a mi lado muy pegada a mí. Sara se corrió una o dos veces más con ese tratamiento.
Sonriendo nos pusimos más cómodos para descansar un poco mientras nuestras dos pollas se recuperaban. Dejamos a la invitada en medio para poder acariciarla y descubrir cada centímetro del bello cuerpo de la transexual.
De vez en cuando nos inclinábamos para besar y lamer sus pechos, sus pezones, o besarla en el cuello. Como teníamos apoyadas las cabezas en sus axilas también lamer sus sobacos. Giraba la cabeza entre uno y otro para chupar nuestras lenguas.
– Date la vuelta, Shaina, quiero probar tu culo. Ya has visto como se lo hago a Juan.
Al rato se giró boca abajo para que pudiéramos dedicar nuestras atenciones a la parte en que la espalda puede su casto nombre. Le cedí el sitio a Sara porque yo ya lo había probado antes de follarla.
Ver a mi mujercita comerle el culo a la invitada sabiendo lo bien que lo hacía cuando era yo el que recibía esas atenciones me volvía a poner en condiciones. Sara pasaba la lengua por toda la raja de la morenaza clavándose en el ano. Pasaba una mano bajo su cuerpo acariciando los huevos casi negros y la polla tan oscura que ya estaba dura.
Entre tanto yo me besaba con Shaina cambiando saliva de boca a boca y era ella la que acariciaba mi polla cada vez mas dura. Sara tenía claro lo que quería ver y yo como buen esposo soy incapaz de negarle nada. Volvió a poner a la mulata panza arriba y me dijo:
– Ahora te toca a ti, cariño.
Ella misma recuperó el tubo de lubricante de entre las sábanas revueltas y lo puso en mi ano con dos de sus deditos preparándolo y en el rabo de Shaina.
– ¿La vas a cabalgar?
– Pues claro.
– Vaya par de viciosos estáis hechos.
Me subí sobre la cadera de la mulata y me fui clavando su polla despacio, notando como entraba dentro de mí. Está claro que no era mi primer rabo o no me hubiera entrado algo de ese calibre. Incluso Sara me folla de vez en cuando con alguno de sus juguetes.
Bueno, ya estaba sentado en su pubis con la polla clavada hasta sus huevos. Sara se sentó enfrente de mí sobre la cara de Shaina que no desaprovechó la oportunidad de comerse ese culito y coñito.
A la vez Sara y yo nos besábamos con lascivia y mucha, mucha saliva. Tanta que resbalaba hasta el vientre moreno de Shaina. Yo me agarraba a los pechos de mi chica como si fueran mi salvavidas mientras mi polla dura como una roca apuntaba hacia el vientre de mi mujer.
Diría que los tres gemíamos y suspirabamos pero a la mulata no se le oia nada con la lengua muy ocupada en los orificios de Sara. Con sus manos sujetando con fuerza sus nalgas para separarlas. Mi chica me acariciaba de vez en cuando la polla pero sin la intención de hacerme correr.
Quería reservarme para follarla a ella. Yo no paré hasta que sentí mi culo lleno de semen y aún así seguí un rato más hasta que el tronco que tenía dentro perdió su dureza. Sara que se había adjudicado el papel de maestra de ceremonias nos volvió a pedir un cambio.
– Quiero cabalgarte yo.
Me tumbó boca arriba cerca del borde de la cama con las piernas colgando. Fue ella la que se subió sobre mí mirando hacia mis pies y clavándose mi polla en el culo despacio y sin prisa. Shaina sin que hiciera falta decirle nada supo lo que mi mujer pretendía.
Se arrodilló entre mis piernas para seguir usando su experta lengua con nosotros. Pronto la noté en mis huevos chupándolos como caramelos o subía hacia el expuesto coño de Sara que bien abierta de piernas se lo ofrecía. Sabía lo flexible que Sara podía llegar a ser, pero esa postura solo la había visto en películas porno. A mí no me costaba nada sostener su peso sobre mí.
Todo tiene su final y con la excitación que yo estaba recibiendo llegué al orgasmo. Mi semen rezumaba del ano de Sara y Shaina no desaprovechó la oportunidad lamiéndolo sin dejarla bajar de encima de mí. Yo había pedido la cuenta de los orgasmos de mi mujer aunque tenía más claros los de la mulata y los míos.
Aprovechamos para hacer una pausa y cenar para recuperar fuerzas. Por supuesto que la invitamos a quedarse a dormir y no ha sido la única noche que pasó con nosotros hasta que su exigente trabajo la hizo cambiar de ciudad.
Alguna excursión hemos hecho a verla y a pasar la noche con ella en algún hotel. Incluso la hemos visto hacer un striptease en un club rodeados de otras parejas y de hombres en busca de compañía pagando.