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La primera vez que visité Sevilla fue hace casi 30 años. Por aquel entonces yo estudiaba periodismo en Madrid y salía con una compañera de la capital de Andalucía. La chica era una morenaza de ojazos color miel y belleza tremendamente sensual y morbosa.

Nos habíamos conocido en nuestro primer año de facultad aunque no fuimos pareja formal hasta unos años después. Es cierto que desde que coincidimos en una de las famosas fiestas universitarias, entre nosotros surgió una tensión sexual que explotaba de vez en cuando. Durante muchos meses éramos lo que se podía llamar una pareja de folla-amigos. Teníamos una relación de idas y venidas que no terminaba de concretarse. Incluso tuvimos distintas parejas, de poco tiempo eso sí.

La cosa es que en esa etapa inicial de nuestra relación, Natalia, me invitó a visitar la Feria de Abril. Pese a que al principio no sabía como podría encajar en ese ambiente al final me mimeticé con el grupo de amigos de mi chica y me lo pasé muy bien. El grupo estaba compuesto por 8 personas entre las que se encontraba su hermana 2 años menor.

Aquella primera experiencia entre rebujitos, sevillanas y casetas fue bastante bien. Los amigos de Natalia eran gente muy divertida y sabían como sacarle el máximo partido al gran evento social sevillano. Llegamos al Real de la Feria sobre las 2 de la tarde y eran las 7 de la mañana cuando estábamos de vuelta en la casa de la familia de Natalia, en Sevilla Este.

Desde ese día mi relación con el grupo de amigos de mi chica se estrechó bastante. Mantuvimos el contacto y nos devolvieron la visita un mes después en San Isidro. Aquí en Madrid fui yo el que hizo de cicerone para mis nuevos amigos andaluces. En el grupo también venían Lorena, la hermana de mi chica, y Olivia su mejor amiga.

Durante el resto del año fuimos coincidiendo en distintas momentos. En verano nos fuimos de playa a Cádiz, en septiembre viajamos a Londres todos juntos y así fui aceptado como uno más del grupo. Tanto que a finales de noviembre, Natalia y yo rompimos nuestra relación, pero el grupo siguió contando conmigo para sus distintas quedadas.

Y así llegamos nuevamente al mes de abril y Sevilla se volvió a cubrir de farolillos. Para entonces mi ex había comenzado a salir con un tipo de la facultad de biología. Un valenciano algo estirado que no logró encajar en el grupo como lo había hecho yo. Por supuesto, Natalia, se lo llevó a la Feria (como ella había sido invitada por él a las Fallas).

Lejos de sentirme incómodo por la presencia del nuevo novio de mi ex pareja, acepté encantado la invitación de los amigos sevillanos. Entre ellos Lorena y Olivia. En vez de quedarme en casa de Natalia conseguí una habitación en un hostal a un precio medio lógico. Como era normal, Natalia frunció el ceño cuando me vio aparecer por la caseta pública que hacía de punto de reunión. En cualquier caso me presentó a Ximo, su novio, y todo fue bastante cordial.

Durante todo el tiempo, yo me seguí comportando como uno más de aquel grupo de toda la vida. Incluso había aprendido a bailar sevillanas cosa que sorprendió a mi antigua novia. Su chico no terminaba de encajar en aquel ambiente. Estuve bailando con todas las chicas del grupo. Lorena, su hermana, Celia, su amiga, y la novia de algún otro miembro de la reunión. Hasta me marqué un baile con la propia Natalia que se veía con ganas de juerga pero algo parada viendo que Xisco no le seguía el ritmo.

Así pasaron muchas horas entre botellas de manzanilla y rebujitos. Poco a poco el grupo fue disminuyendo a medida que pasaban las horas. Sobre las 11 de la noche se habían marchado Natalia y Xisco, más por el cansancio del tipo que por la falta de ganas de Feria de ella.

A las 3 de la mañana solamente quedábamos Lorena, Olivia y un amigo de esta que se nos había unido unas horas antes. No lo logro recordar su nombre. Era el típico amigo gay de tía buena. Con él estuvimos en un par de casetas privadas a las que tenía acceso por algún conocido o familiar. También fue él quien nos consiguió sustancias para aguantar un par de horas más. Para entonces el tonteo entre las dos chicas y yo era más que evidente. El calentón me estaba matando.

A las 5 de la mañana, Olivia propuso acercarnos a un piso que sus padres tenían en República Argentina y que ella solía usar durante la Feria para dormir. El amigo de Olivia no dudó en acompañarnos junto a un tipo alemán con el que había ligado.

En el inmenso salón de un piso, en la 7ª planta del edificio, en la conocida avenida trianera, el amigo preparó una última dosis del polvo blanco para terminar la fiesta. Uno por uno fuimos inclinándonos sobre la superficie acristalada de una mesa rectangular alrededor de la que nos habíamos colocado.

No sé en qué momento, la pareja gay se habían largado a una de las habitaciones, Olivia había desaparecido hacia el baño y Lorena se me quedó mirando directamente a los ojos. El beso se hizo inevitable. A diferencia de su hermana, mi ex Natalia, esta tenía una belleza menos morbosa, pero un cuerpo mejor proporcionado si cabe y un carácter más lanzado.

No dudó en colocarse a horcajadas sobre mí y comenzar a morrearme al tiempo que yo le acariciaba el cuerpo. Su lengua se entrelazaba con la mía intercambiándonos el regusto amargo de la última consumición. Poco a poco, la chica comenzó a desabrocharme la camisa y comenzar a besar mi pecho lampiño. Sin darnos cuenta, Olivia llegó hasta nosotros, totalmente desnuda y se sentó junto a nosotros.

El cuerpo de la amiga era espectacular. Sin ser demasiado alta, su cuerpo estaba perfectamente proporcionado, con unas tetas de tamaño considerable adornadas por una aureola redonda y grande de color marrón claro. Sus pezones apuntaban hacia arriba de manera provocadora. Su cintura se estrechaba de manera casi imposible para marcar unas caderas deliciosas. La imagen de su pubis cubierto por una capa de vellos negro azabache me cautivó.

Mientras mi ex dormía junto a su aburrido nuevo novio, a mi se me presentaba la oportunidad de montarme un trío con su hermana y su mejor amiga. Y por supuesto no lo dudé.

Carla aprovechó mi embobamiento con Olivia para desabrocharme el pantalón y liberar mi polla erecta. Sin tiempo para reaccionar se arrodilló entre mis piernas y comenzó una mamada de campeonato. Para entonces, su amiga me ofrecía sus tetas que no dudé en devorar al tiempo que pasaba mis dedos por su raja totalmente mojada.

La mezcla de alcohol y coca me producían una extraña lucidez sobre todo la secuencia. Los gemidos de Olivia se mezclaban con los sonidos líquidos de la boca de Carla mientras me practicaba una felación casi profesional. No quería correrme tan pronto sin disfrutar de cada agujero de ellas. Así que paré a mi ex cuñada y dejé que la anfitriona se sentara sobre mi regazo. Con su mano me agarró la polla y la dirigió hasta su coño antes de descender y empalarse por completo.

Sentí como la polla se me derretía entre los ardientes labios vaginales de Olivia. Di un suspiro de satisfacción con la primera sentada de la chica. Ella comenzó a gemir de manera ascendente a medida que cabalgaba y sentía como mi rabo se abría paso en su interior.

La hermana de mi ex llamó mi atención para verla desnuda. Tenía unas tetas más pequeñas que las de su hermana y su amiga pero no menos apetecibles. Su pezón gordo y oscuro se levantaba en unas tetas pequeñas y redondas de dureza casi virginal. Su coño lucía con una fina línea de vello sobre su Monte de Venus y su culo respingón parecía el de una brasileña. Un espectáculo de mujer.

Mientras su amiga me cabalgaba, Carla comenzó a comerle la boca a pocos centímetros de mi cara. Luego se puso de pie sobre el sofá para colocar su cuerpo entre nosotros, su amiga y yo, Agarró la cabeza de Olivia y la dirigió a su coño. A mi me pidió que le comiera el culo. Así formamos una figura imposible más propia de una película porno que de unos feriantes.

No me lo pensé y abrí las nalgas de mi ex cuñada para darle una buena comida en el ojete. Su agujero de color marrón oscuro no opuso resistencia a las habilidades de mi lengua cuando intentó introducirse dentro. Al otro lado, Oliva le practicaba un cunnilingus que terminó por provocarle un escandaloso orgasmo. Para entonces yo no podía aguantar más y me corrí sin remisión en el coño de mi amiga Olivia.

Exhausto por este primer asalto fui abandonado por mis chicas por un instante. Sentado en una esquina del sofá, con la polla morcillona y manchada con la mezcla de fluidos observé como se lo montaban las dos amigas.

Justo en el suelo, delante del sofá, Carla permanecía boca arriba con las piernas abiertas mientras Olivia se había encajado entre ellas haciendo coincidir sus coños y provocando que sus clítoris se rozaran entre sí. El movimiento de caderas de las dos mujeres era excitante y al poco tiempo mi polla volvió a reaccionar. Las mujeres seguían con su tijera dándose placer hasta que el orgasmo las alcanzó. Ambas gritaron, se abrazaron y se besaron delante de mi haciendo que mi polla alcanzase una nueva erección.

Desde la primera vez que la vi, una de mis fantasías había sido sodomizar a Carla, la hermana de mi ex. Si los pantalones vaqueros ajustados anunciaban un culo de infarto, verla desnuda superó todas las expectativas. Así que aprovechando que seguía en el suelo recuperándose del polvo con Olivia me tumbé junto a ella y comenzamos a besarnos. Le susurré al oído cuales eran mis intenciones y, lejos de negarse, me agarró la polla para comprobar su estado.

Olivia se había sentado en el sofá, con el culo muy al borde del asiento. Abrió las piernas y ofreció su coño peludo a su amiga. Carla, se colocó a 4 patas con la cabeza en la entrepierna de la dueña de la casa. Yo me coloqué detrás de mi ex cuñada con la polla entre sus nalgas. Aproveché sus fluidos vaginales para lubricar su culo antes de colocar el capullo en su entrada.

Sin apenas esfuerzo, al primer empujón la cabeza de mi polla franqueó el anillo del esfínter lo que Carla acompañó de un grito transformado en gemido de placer al paso de mi rabo hacia su interior. Nos acompasamos los tres de manera que con cada golpe de cadera mio la cabeza de la chica iba al coño de su amiga.

Olivia la agarró del pelo para acercar su coño a la boca. Movía su cadera sobre su cara dandose placer con la lengua de su amiga. Y yo, agarrado a las caderas de Carla, comencé a darle por culo con ganas. Entre la respiración entrecortada de Olivia, los bufidos mios por el esfuerzo y los gemidos guturales de Carla sintiendo mi polla abrir su culo comenzamos una tremenda follada.

Fui yo el primero en derramarme abundantemente en el interior de la hermana de mi ex. Sentí como, al menos, tres chorros de lefa espesa y viscosa inundaba los intestinos de Carla. Ella le comió el coño a su amiga hasta que ésta gritó de gusto por el orgasmo que le había provocado. Finalmente fue ella, quien se llevó los dedos a su clítoris para terminar en un espectacular orgasmo sintiendo el flujo de Olivia en su boca y mi semen en su ano.

No recuerdo en qué momento quedamos dormidos en los sofás de aquel piso. Ni siquiera cuando los amigos gays de Olivia nos abandonaron, por cierto, nos debieron ver desnudos a los tres. Sobre las 4 de la tarde, el calor empezó a despertarnos. La estancia olía a sudor, sexo y vicio. Nuestros cuerpos habían transpirado todas las sustancias que habíamos consumido y el ambiente estaba cargado. La resaca fue brutal.

Tres décadas después, estoy casado con Natalia y tenemos 3 hijos. Carla es mi cuñada y Olivia una de nuestras mejores amigas. Lo que pasó en aquel piso de Triana sigue siendo un secreto entre nosotros tres y los dos amigos de Olivia.

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