Antes de comenzar el relato quiero manifestar mi gratitud a todos los lectores y poner énfasis en aquellos que han confiado a través de mi correo, [email protected], para que exprese sus vivencias, como es el caso del presente relato.
Una persona de habla hispana que vive en Sudáfrica y es asiduo lector de CuentoRelatos, me solicito el que hoy, voy publicar.
Nuestra historia comenzó hace rato, cuando aún vivíamos en Uruguay, mama, de nombre Elba y yo Nicolás.
Trajimos nuestro romance a cuesta hasta Sudáfrica, donde seguimos disfrutando de nuestros encuentros.
Te cuento como llegamos a este punto:
Entrando a casa luego de una mañana agitada, encuentro llorando mi madre.
– Elba, que pasa mamita ¿porque esas lagrimas?
– Hola Nico, nada hijo, no te preocupes (rompiendo en llanto desconsolado)
En silencio la abrace para contenerla, a la vez que le di un gran beso en la frente. Me cuenta que descubrió a mi padre engañándola, nada más y nada menos que con mi hermana Mariela, punto de partida para llegar a un juego de seducción entre ambos, que nos llevó a nuestra situación sentimental actual, siendo amantes hasta el día de hoy.
Ya con aproximadamente seis meses de esta relación, por motivos laborales de mi papa, debemos mudarnos a putacientos kilómetros de distancia de nuestros afectos.
Estamos teniendo una tarde de sexo como las habituales, el sabor de su vagina en mi boca cada día se hacía más sabroso, sus gemidos se dejaban oír claramente por todo el cuarto, pedía por favor que pusiera mi verga dentro suyo, yo no quería, mi intención era saborear el fruto que destilaría cuando tuviera el orgasmo, cosa que hizo casi inmediatamente, rebalsando mi boca de ese licor que me embriaga cada vez que lo absorbo. En el fragor de entregarnos al sexo, se nos había pasado la hora en que llega Wilson, mi padre.
Apresuro mi turno de sexo escarbando las entrañas de Elba hasta llenarla de mi semen que desde temprano quería salir.
Alcanzamos a ducharnos y cambiarnos a penas. Aun con el olor a sexo rondando la habitación escuchamos la puerta de acceso y sus firmes pasos ingresando.
– Hola familia, como han pasado el día.
– Hola viejito, todo transcurrió tranquilo, ¿tu trabajo?
– Como siempre, aburrido entre computadoras, números y gente. Preparen todo para cenar, traje comida hecha.
Solo faltaba Mariela, estaba en su día largo de facultad, habitualmente llegaba antes. Su arribo fue aproximadamente una hora después.
Debo decir que por ser viernes, al otro día ninguno tenía obligaciones, cosa que aprovechamos para tomar algún vinito o cerveza, o en su defecto una bebida autóctona, la que más nos gusta es una llamada Umqombothi, una cerveza tradicional. Hecha con maíz, alto contenido de vitamina B y grados de alcohol más bajo que la mayoría de las cervezas comerciales. En el pasado, solo la bebían los hombres, a pesar de haber sido hecho por las mujeres.
Hoy nos decidimos por el vino tinto, que fue elegido cuidadosamente por Wilson.
Debo reconocer que el alcohol corrió a mares esa noche, al punto que las charlas iban subiendo de tenor. Hasta que Mariela envalentonada por los efluvios etílicos, blanqueo la relación con Wilson, cosa que nos sorprendió a mi madre y a mí, no es por qué no lo supiéramos, sino porque lo hablo, y delante de mi padre. Este, se puso colorado, el trago de vino que estaba en su boca lo atraganto, no supo que decir.
Mi madre espeto:
– Tranquilo Wilson, no desesperes, ya que estamos sincerándonos, quiero que sepas que tanto tu hijo como yo, ya lo sabíamos, desde que vivíamos en nuestro país. También quiero ponerte al tanto que, con Nico, también tenemos una relación.
– Que decirte Elba, no estoy en condiciones de nada, solo de pedirte disculpas. Si quieres que me marche estás en tu derecho.
– No Wilson, si llegamos hasta aquí en estas condiciones, tranquilamente podemos continuar así.
– Es que no es que no te amé, ni pase mal mi vida sexual con vos, es que…
– Silencio Wilson, ahorra excusas, ya lo hecho, hecho está, reitero, si llegamos hasta aquí así, continuemos. Calculo que si todos estamos de acuerdo podemos.
Tanto Mariela como yo, después de conversarlo un rato, estuvimos conviniendo que no habría reparo. Al fin y al cabo, ambos disfrutamos de nuestros padres, como ellos se disfrutan.
Pasamos largo rato hablando del tema, por suerte lo pudimos hacer en armonía y tranquilidad como personas adultas.
Al otro día, todo transcurrió en forma habitual. Llegada la noche nos encargamos de la cena con Mariela, y nuestros padres de lavar y acomodar al terminar. Decidimos ver una película todos juntos, para ello preparamos café y rosetas de maíz con un buen licor para después de la infusión.
Lo que nos costó fue elegir la película, y se me ocurrió poner en una bolsa los nombres de las cuatro pelis que nos gustaban, ganando la de Mariela, que se llama 365 días, así simplemente, 365 días. Cinta que luego nos enteraríamos tenía un alto contenido erótico. (zaga de tres filmes, se las recomiendo)
Con el transcurso de ella, noto que mi madre se puso una manta finita sobre las piernas, imperceptible, pero me doy cuenta que su respiración se agita, (la conozco, ella es muy sexual).
Esta película fue subiendo de tono, el alcohol había cumplido con su misión de la desinhibición, veo como Wilson abraza a Mariela, pasa su brazo sobre el hombro para detener la mano en su pecho apretándolo, Mariela deja que su boca emita un suspiro, sus bocas se buscan para permitir que sus lenguas se unan.
Siento una mano metiéndose en mi pantalón buscando mi entrepierna, vulnerando mi ropa interior para tomar con firmeza, pero delicadamente mi miembro, el que se encontraba duro y quería liberarse del encierro.
Mientras tanto, Wilson había levantado la falda de mi hermana hasta la cintura, haciendo de lado la tanga verde militar e introduciendo uno o dos dedos en su vagina; no podía ver bien, pero me lo imaginaba.
Como otras tantas veces, la lengua de Elba y la mía danzaban en un baile frenético. Nadie prestaba más atención a la película, cada uno estaba filmando la suya.
Comenzamos a sacarnos la ropa y en menos de un tris quedamos todos desnudos, Mariela se subió sobre papa, abriéndose de piernas y sentándose sobre sus muslos, haciendo desaparecer por el medio de sus labios vaginales el miembro erecto, grande y venoso de su amante.
Me arrodillo en el suelo, acomodando a mama en el sillón, deposito las piernas de Elba sobre mis hombros, observo su vagina, me encanta su forma, deslizando un dedo en su contorno y entre ellos, los que se fueron separando para dar plena visión de su clítoris y entrada vaginal, que me invita a recorrer con mi lengua el camino desde ella hasta su ano. En un grito ahogado que fue subiendo de intensidad, apretando mi cabeza hacia el pubis, Elba se permite descargar su fluido.
Papa y Mariela seguían en lo suyo, los dedos de Wilson jugando en la vagina nunca detuvieron su movimiento, estimo que jugando con el clítoris, su verga entrando y saliendo, al ritmo, sus jadeos y gritos que se ahogaban por los suspiros que escapaban de sus bocas, trataban de buscar aire para respirar con normalidad. La boca de papa se posó sobre las tetas redondas de Mariela, alcanzo a ver como con sus dientes muerde los pezones, su cuerpo se tensiona, para darle paso a los movimientos agitados de Wilson, que hicieron estremecer a la pareja cuando dejaba entrar a la visera vaginal de Mariela su jugo seminal. Jadeante ella se dejó caer laxa sobre él.
Wilson saco su miembro, del interior de su vagina escurría un líquido blanquecino que poco a poco iba humedeciendo el sofá.
Luego de tremenda sesión de sexo, Wilson y yo fuimos por unas bebidas, preparamos unos clásicos ron-cola para los cuatro, sentándonos en el sofá nuevamente, para conversar como si fuera habitual lo ocurrido.
Me detuve a observar:
· Elba preciosa mujer, cincuenta y cinco años muy bien llevados, morena, grandes tetas naturales y buen culo, un poco pasada de peso.
· Mariela, un poco más baja que yo, cuerpo de gimnasio, no exuberante pero hermoso, piernas fuertes, pechos pequeños, brazos trabajados y culo firme.
· Wilson, cincuenta y siete años, se le notan los casi dos metros que mide, fuerte y un tatuaje que recordaba su paso por la marina. Debo reconocer que es atractivo.
Solo quedo yo, veintiséis años (dos más que mi hermana) herede algo de la altura de Wilson, no soy de gimnasio pero me mantengo bien, soy delgado y fuerte debido a mi trabajo, piel clara, pelo corto y crespo, vientre plano con algún musculo marcado.
Tomando a Mariela del brazo, la hice ubicar a mi lado, bese sus labios por primera vez sintiendo su calidez y habilidad para hacerlo, sus pechos son suaves y sus glúteos tersos y duros. Cambiándola de posición, apoya la cabeza en el respaldo y sus rodillas en los almohadones, las separa lo más que puede, quedando sus partes a mi disposición. Voy desde su vagina hasta su ano, donde me detengo a lamer gozándolo, este comienza a dar pequeños latidos, como dándome permiso para continuar. Poniendo mi lengua en punta y dura, incursiono en su interior, originando una serie de gemidos que salieron de su boca sin reprimir ninguno de ellos.
Con una mano busco su vagina húmeda por sus jugos y el semen que ya había recibido, mientras con la otra alternaba mis dedos y lengua en la salida del ano introduciendo uno y otro.
Me di cuenta que tuvo visitas anteriores por esa vía, su predisposición me indico no necesitar lubricantes, solo use los fluidos que salían de su vagina, colocando la punta de mi pene en la pequeña abertura hice presión para abrirme paso, cosa que lo hizo fácilmente, entrando toda la longitud de mi verga sedienta de mi hermana, la tome del pelo a modo de rienda y con la mano derecha le daba nalgadas en ese hermoso culo, mis caderas iban y venían, cada vez creciendo en ritmo y más fuerza, el detonante para llenar su cavidad de mi líquido seminal fueron los gemidos y gritos de placer que profería.
Al sacar mi pene, su agujero anal estaba abierto, viendo cómo se escurría el semen desde ese sitio hacia su vagina.
Wilson sin perder tiempo, tomo a mi madre y hermana recostándolas en el sillón para que nos ofrecieran un espectáculo lésbico.
Acerco dos sillas ubicándolas frente a ellas, dos lugares de lujo para dos espectadores privilegiados.
Observando sus pelvis totalmente depiladas, me imaginaba el festín que se iban a proporcionar.
Le sembró un gran beso de pasión, sus cuerpos completamente desnudos brillaban bajo la difusa luz de una lámpara. Su excitación era tal que besaban sus tetas introduciendo los pezones en su boca, alternando uno y otro. Fueron bajando entre besos por todo el torso hasta llegar a sus muslos firmes, para detenerse en sus respectivas vaginas, la una con su lengua jugando entre labios mayores y clítoris, la otra con sus dedos masturbando ese cuerpo tan bien cuidado.
Sabíamos con Wilson que se venía el inminente orgasmo pues los gemidos pasaron a ser gritos que pedían la introducción de los dedos dentro de esas chorreantes vaginas. Comenzamos a masturbarnos parándonos al lado de ellas.
Elba fue la primera en introducir tres dedos y hacer un mete y saca violento, Mariela la siguió metiendo índice y medio, mientras el pulgar jugaba con su clítoris, solo se escuchaba en la habitación, esos gritos placenteros que únicamente los arranca el sexo, estaban en un estado de excitación tal que ya no median el volumen de esos gritos que pedían mutuamente seguir, los cuales se elevaron cuando explotaron en un tremendo orgasmo cada una con una pequeña diferencia de tiempo.
Nosotros seguíamos con nuestra masturbación mientras ellas trataban de recuperar aire y bajar la agitación que les había producido su momento.
Fui el primero en descargar mi semen sobre ellas, un poco en la cara de cada una, que alcanzaron con sus dedos para llevarlo a su boca para probar el fruto de mi pene.
Calculo que la excitación de ver esa escena, hizo que Wilson haga lo propio con su producto masturbatorio, sobre las tetas y parte de la cara, realizando el mismo procedimiento de no desperdiciar ni una gota del semen expulsado.
Ya finalizada la faena, tomamos turnos para ducharnos y cambiarnos. Procedimos a sentarnos en torno a la mesa con un café, charlamos lo sucedido con toda naturalidad.
– (M) Es como si lo hubiésemos hecho toda la vida.
– (N) (riendo) es que lo hicimos siempre Mari, solo que no sabíamos.
– (W) Es verdad, cuanto que nos perdimos. Por lo visto ya termino el secreto que, egoístamente, veníamos guardando.
– (E) la verdad que, y voy a hablar por las dos, nos encantó disfrutar los hombres de la casa.
– (M) si mama totalmente, hoy descubrí un nuevo Nicolás, no sabía que me podría proporcionar tanto placer mi botija.
Y así mi estimado Luis, es como comenzó toda la historia, que aun continua con el correr de los años. Mi hermana se casó, pero nuestros encuentros familiares siguen su curso una o dos veces por mes.
Prometo que lo sucedido es verdad, si lo consideras, espero la publicación del mismo. Atte. Xxxx. (me pidió no revelar el nombre verdadero).
“Los sentimientos de valor sólo pueden florecer en un ambiente donde se aprecien las diferencias individuales, se toleren los errores, donde la comunicación sea abierta y las reglas sean flexibles, el tipo de ambiente que se encuentra en una familia cariñosa.” (Virginia Satir) Trabajadora social y psicoterapeuta.