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Mi madre cogiendo con un desconocido (sin retorno)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

He tomado la decisión de liberar todo lo que llevo cargando desde hace tiempo en estas líneas. No sé cómo comenzar, pero tratare de plasmarlo todo para soltar e ir aligerando tantas emociones y sentimientos.

Soy un joven universitario, hijo único y con una madre que ha fungido como símbolo paternal. Mi madre, la llamare “Casandra”, siempre se ha hecho cargo de mí, ella es una ingeniera química con un cargo ejecutivo en una empresa de composta. Mi padre siempre ha estado ausente y vive con su otra familia, así que no hablare más de él.

Desde pequeño siempre he visto en mi madre todo un ejemplo de valor y moralidad intachable. Una mujer como ella es difícil de encontrar hoy en día. Siempre al tanto de mí y su hogar. Fue hasta que yo ingrese a la universidad que ella pudo desprenderse de esa vida de madre y ama de casa abnegada, yo me sentía feliz con eso pues ella tenía mayor libertad y yo también.

Las cosas funcionaban bien por esos días yo me la pasaba casi todo el día en la universidad y a veces nos veíamos solo por las tardes o la noche, hablábamos de nuestras vidas y cada quien se tornaba a su respectiva existencia.

Yo comencé a salir con chicas, a veces las llevaba a casa y teníamos sexo, por lo regular esto ocurría cuando Casandra no estaba en casa. A veces me cuestionaba si mi madre le gustaba el sexo, ella nunca se había mostrado con otros hombres ni hablaba conmigo sobre amigos o pretendientes, por ello llegue a la conclusión de que era asexual, aunque esto me parecía absurdo, pero si no hay indicios tampoco puede haber especulaciones.

Mi madre es una mujer muy guapa, hago mención de esto porque nunca me he excitado con su cuerpo, tengo amigos que hablan de sus madres, hermanas o primas como si de unas putas se tratara. En mi caso yo solo diré que es una mujer muy guapa y que gusta de arreglarse para cualquier ocasión y en todo momento. Con 42 años mantiene un cuerpo definido, gracias a que va al gimnasio y ha pasado por algunos procedimientos estéticos, como la reducción de busto que se hizo hace un par de años, cosa que decepciono a un par de mis amigos pues decían que tenía unas tetas de ensueño. Esos comentarios a mí me molestan, pero qué se puede hacer.

Un día, y después de una rica cogida, me encontraba entre las sábanas con mi amiga… (La llamaremos Ruth) Ambos hablábamos de la sexualidad y de cómo esta ha ido tornándose más abierta con el paso del tiempo. Ella me comento que sus padres, hacía ya un tiempo, habían decidido darle un receso a su matrimonio. Su padre se fue de casa y en ese lapsus de tiempo se la paso relacionándose con varias mujeres, por su parte su madre, y aquí es donde ella se mostró con mucha sorpresa, dio rienda suelta a su sexualidad: «No te miento, llegaba de con uno y se iba con otro» Eso fue lo primero que me dijo y entre risas me fue contando con detalles como fue ese recesos para su madre.

─Anduvo con dos, un hombre alto como de unos 50 años y otro que también era alto como de unos cuarenta tantos… Con el de 50 se iba a cenar, a fiestas, a conocer lugares, ya sabes lo típico… y claro, a coger, que eso nunca falta. Pero con el otro si se la pasaba cogiendo, yo a veces me asustaba jajaja, decía: cómo es posible que a su edad cojan más que yo. En serio, cuando el tipo iba a la casa era cogida segura. Mi hermana (La hermana de Ruth, que por cierto es mayor que ella) se enojaba porque apenas se metían al cuarto y no paraban, todo se escuchaba y te digo una cosa, mi madre es bien gritona, puja, aúlla y sus gemidos parecen de niña virgen. Al principio mi mamá ni sabía que nosotras escuchábamos todo, o al menos eso fue lo que nos dijo a mi hermana y a mí cuando le comentamos que sus gritos sonaban por toda la casa. Después de eso prefirió irse a coger a otra parte, pero sí que es salvaje mi madre. Y no creas que esos eran sus únicos galanes, esos eran los más frecuentes, los que más le gustaban, pero seguido iban también otros, pero bueno…

─Y tu estuviste de acuerdo con eso─ pregunte yo con un aire de completa curiosidad

─Pues… no lo sé, creo que yo no podía exigirle nada, mucho menos prohibirle. Tanto mi padre como ella son dos adultos y saben porque tomaron esa decisión y también como la terminaron ejecutando. Mi padre también anduvo de cabrón, pero como él vivió en otra casa pues no nos dimos cuenta de sus andanzas, pero de que vivió la vida loca también la vivió.

Por un momento me quede en silencio contemplando el cuerpo juvenil de Ruth, esos senos prominentes que tanto gustaban a todos y ese bello rostro de niña mala con ese pequeño lunar al lado de la boca que le atañe coquetería.

─Y tu mamá─ pregunto Ruth

─¿Qué hay con ella?

─No tiene sus galanes

─No─ dije rápidamente y sin dejar espacio a la duda

─Me vas a decir que tu madre tan guapa no tiene ni novios ni pretendientes ni amantes…

─No ─Mi respuesta fue igual de rápida y contundente

─Qué raro, pero para mí que tú no sabes nada de la vida sexual de tu mami

─Y ¿por qué lo dices?

─ ¿En serio?… tu madre es una mujer súper guapa, ¿que acaso no te has dado cuenta como la miran los hombres cuando va caminando en la calle?… Se les salen los ojos a todos. Hasta tus amigos se la pasan diciendo que está bien buena y no sé qué tantas cosas.

─Pues sí, pero eso no tiene nada que ver con que tenga amigos, novios y no sé qué tanto. Además ella nunca ha tenido pareja siempre ha estado sola.

─Pues qué raro, créeme que siendo tan guapa los hombres han de hacer fila por un poquito de su atención. Además ella es joven y tiene sus necesidades y a todas las mujeres nos encanta que nos cojan. A penas dijo “cojan” cuando yo ya me encontraba encima de ella. «Métemela despacio» dijo en tono de sometimiento, a lo que yo gustoso asentí y nos zambullimos en el arte de la fornicación.

Salí de bañarme, era muy temprano, pero para mí ya era tarde, la primera clase comenzaba en menos de una hora y apenas si tenía tiempo de llegar a la universidad. Todo apresurado comencé a vestirme cuando me iba a poner desodorante me di cuenta que este estaba vacío, se me había olvidado comprar uno nuevo. Rápidamente fui al cuarto de mi madre, toque pero no me respondió, le grite y me dijo que estaba abajo preparando el desayuno. Me dirigí a la cocina y le dije que si no tenía desodorante que me diera, me dijo que estaba en su closet. Corrí a su habitación, pero no lo encontré, fui buscando por todos los cajones (he de mencionar que para mí la habitación de mi madre es todo un misterio y su closet lo es más, de hecho este último siempre lo tiene con llave, no por mí, sino porque mi madre es muy ordenada y le gusta mantener las cosas guardadas.) iba metiendo manos por todas partes hasta que debajo de un ropero sentí una forma cilíndrica, aquí esta, dije y comencé a sacarlo, valla sorpresa me lleve al darme cuenta que aquello no era un desodorante sino un enorme dildo rosado. Pocas veces en mi vida he sentido esa mezcolanza sentimental, nervios y excitación. No sé porque, pero termine oliéndolo, cosa que después me genero cierta repulsión.

─ ¡Ya lo encontraste!─ Grito mi madre desde la cocina.

Casi me mata con ese grito, «Si, ya. Gracias» Estaba tan nervioso que la voz se me corto. Tome el dildo y lo metí de nuevo al lugar en el que lo había encontrado. Acomode un poco el desorden que había generado y cuando iba para afuera de la habitación vi en su cómoda el maldito desodorante.

Ese día no pude concentrarme en nada más. No había nada de malo en usar dildos y tampoco me espantaba el que mi madre los utilizara, pero encontrar esos artefactos en la habitación de tu propia madre no es algo común. ¡Puto desodorante!

Esa noche al llegar a casa no encontré a mi madre, lo más seguro es que ya estuviera dormida. Al día siguiente tampoco la vi, era común no encontrarla por las mañanas pues algunos días tenía pendientes en su trabajo y se iba muy temprano. Fui a su habitación, pero estaba cerrada.

Ya en la universidad y con tanto ajetreo en la cabeza se me fueron diluyendo aquellos pensamientos. Pero cuando retornaba a ellos me daba cuenta lo poco que conocía a mi progenitora; sin embargo, llegue a la conclusión de que estaba exagerando, como dijo Ruth: “a las mujeres les encanta coger”, mi madre no es la excepción y a falta de hombre un consolador no cae mal.

Me fui adecuando a ese secreto que mi madre guardaba en su closet y que ahora yo sabía. Y digo adecuándome porque es difícil acostumbrarse a vivir con esas imágenes que brotan involuntariamente de la imaginación, como esas erecciones juveniles que surgen en los momentos más inoportunos, así surgían las imágenes de Casandra utilizando ese consolador rosado. Ahogada en placer, con su cuerpo desnudo y sudoroso, gimiendo lento y casi en silencio para que yo no la escuche pues su habitación y la mía están pegadas. Esa había sido la secreta existencia de mi madre, el placer que sepultaba para sí misma. Me desprendía con un movimiento de cabeza de todas esas ideas y me concentraba en regresar a cualquier cosa que estuviera haciendo, pero que difícil resultaba. Cuando se cae la inocencia el mundo surge con toda su realidad solo queda la ignorancia, pero uno no puede engañar a la mente.

Varios meses se diluyeron y yo me encontraba en ese proceso de aceptación, parecerá ridículo, pero créanme que yo tenía una idea bastante alejada de mi madre. Yo que pensaba que ella no tenía sexo y que incluso no le gustaba nada de lo relacionado con la sexualidad. ¡Es mi madre! Y a diferencia de otros tantos, yo nunca he pensado en ella con ningún tipo de ligadura concupiscente.

Era viernes y me encontraba en la universidad. Días de exposición y semana de exámenes los más ocupados en la universidad. La noche anterior había hablado con Casandra y le había comentado que esa semana prácticamente no la vería, ella ya lo sabía, por los semestres anteriores. Estúpidamente había dejado olvidada la memoria donde tenía la exposición. Conduje como un loco a casa y al llegar encontré un vehículo obstruyendo la cochera. Tuve que quedarme estacionado a una cuadra. Al llegar a casa encontré la memoria encima de uno de los sillones de la sala, lo más seguro es que se me haya caído al sentarme en la mañana. La tome y cuando me disponía a salir escuche unos ruidos que venían de la segunda planta, por un momento creí que esos ruidos venían de afuera así que me metí y me quede en silencio para estar seguro. El silencio se vio interrumpido por un fuerte grito, me quede helado cuando lo escuche pues los gritos de placer son tan evidentes e inconfundibles. De nuevo sentí esa sensación de nervios y excitación. Comencé a subir la escalera, el corazón me latía tan fuerte y el sudor me escurría por todas partes.

Hay imágenes que recorren la vida acompañándonos y posiblemente nunca se olvidan. La puerta de la habitación de mi madre estaba totalmente abierta, uno de sus vestidos estaba hecho bola en el suelo y un par de zapatos negros estaban encima de él. Un pantalón de vestir y una camisa blanca quedaban a escasos centímetros del vestido. No lo podía creer, pero esos gemidos libres y estentóreos eran de mi madre, no había duda. No pude evitar la erección, mi pene estaba tan duro y erecto que hasta dolía. De manera escurridiza fui asomándome, quería verlo para quitarme de dudas y en efecto, ahí estaba mi madre, montando a un hombre, ella de espaldas a donde yo me encontraba y el hombre perdido de placer recibiendo toda la benevolencia de su cuerpo. Una tanga negra y un brasier del mismo color separaban a mi madre del desnudo total, pero eso que importaba si se la estaban cogiendo frente a mí. Ese típico aplauso sonaba por toda la habitación, el culo de Casandra bamboleaba encima de esa verga. El hombre parecía gozar más que ella pues no paraba de gritar, pero mi madre no se quedaba atrás «así papi, así te gusta, déjame sentir tu verga, quiero sentirla ah ah ah…» De repente ella se detuvo y comenzaron a besarse. Alcance a escuchar que él le dijo que se pusiera en cuatro, ella se levantó y al hacerlo yo rápidamente me fui de ahí.

Estaba tan excitado que quería verlo todo, recordé que desde la azotea podía cruzar al balcón de la habitación de mi madre y desde ahí podía verlo todo con mayor seguridad. Al llegar al balcón me oculte detrás de las cortinas y una enorme planta termino por cubrirme, para completar mi dicha las ventanas estaban entre abiertas y me permitían tener una visión completa de todo. Ahora aquel hombre era el que llevaba el control, su verga se sumía en el culo de mi madre, lo hacía lento y el culo enorme de mi madre rebotaba con el contacto de sus huevos, eso parecía gustarle a ella pues decía «quiero que tus huevos me golpeen el culito». Jamás había escuchado hablar a mi madre de esa manera tan vulgar, pero lo que más me extraño fue ver su cuerpo, en verdad que me excite viendo ese culo tan redondo, grande y sin rastro de estrías; esas caderas anchas, pero bien definidas; ese abdomen marcado y esas tetas que aunque seguían guardadas en el brasier se miraban hermosas. Yo que siempre había visto a mi madre vestida en esos atuendos coquetos, pero mayormente formales. Verla en tanga y brasier, y por supuesto, con una verga en medio de su culo. Jamás pensé verla con sus atributos al aire.

El hombre la tenía completamente empotrada ella estaba a merced de sus embestidas y no se oponía al contrario paraba más el culo y lo abría con sus dos manos ansiosa de tragar verga. De vez en vez una nalgada la hacía gritar lo mismo que los jalones de pelo. La penetración iba tornándose cada vez más fuerte, esa verga venuda iba incrustándose con mayor velocidad y Casandra gritaba con mayor placer « no pares, no pares, más fuerte, más fuerte, entiérramela toda» el hombre acataba y se entregaba a cumplir con los deseos de esa mujer que por momentos se retorcía y parecía perdida en esa realidad que otorga el sexo. El hombre manoseaba cada centímetro de su cuerpo y ella elevaba sus brazos; por momentos le tocaba el abdomen, lo palpaba con fuerza, pero él le sujetaba ambas manos y la dejaba al aire con el rostro metido entre las sábanas. La cama parecía a punto de desplomarse, pero eso ni les importaba pues ellos seguían como perros, ella en celo y él perdido en ese celo.

El hombre paro, estaba cansado y se limpiaba el sudor de la frente. Casandra estaba tendida en la cama y se espantaba el calor con la mano «que rico papi, quieres agua» pregunto ella. No, te quiero a ti» dijo el hombre y la jalo hacia su verga que estaba completamente dura. Como explicar lo que vi. Mi madre ni siquiera dudo en abrir los labios y succionar ese pene que no le cabía en la boca, había visto cientos de veces a esa mujer dar arcadas por cosas mucho más pequeñas que una verga e incluso vomitar, pero ahora se atragantaba con ese pene que de seguro le llegaba más allá de la garganta, y ni siquiera cerraba los ojos, al contrario, tomo al hombre de la cintura y lo presionaba hacía con ella. Él estaba extasiado con la mirada perdida en el techo, las manos a la cintura y las piernas temblándole. Casandra parecía un becerro pegado a las ubres de una vaca. Cuando por fin se despegó lo hizo solamente para tomar aire y de nuevo continuar lengüeteando y mamando, la verga del hombre lucia brillante y la saliva de mi madre goteaba hasta los huevos, que tampoco se salvaron y fueron absorbidos y chupados por la tierna boca de ella. El hombre no pudo soportar y mientras mi madre tenía su pito en la boca el hombre soltó un chorro de semen que termino regado en toda la cara de ella. Ésta reía mientras lo masturbaba lento y le masajeaba los huevos, quería exprimirlo. El hombre se desplomo en la cama y mi madre salto a su pecho. Su rostro estaba lleno de semen y su lengua saboreaba las comisuras de sus labios. Mi madre se estaba tragando el semen de ese hombre, este al verla la comenzó a besar y ambos quedaron con semen en la cara. «Límpiate» ordenó este. Casandra salió de la habitación y yo me quede anonadado, mis calzones estaban completamente mojados y eso que no me había tocado la verga, era excitación pura.

Cuando mi madre regreso el hombre ya la esperaba, ambos comenzaron a besarse apasionadamente, el pene del hombre lucia liquidado, pero en poco tiempo regreso a su forma de poder. Las manos de este fueron recorriendo el cuerpo sudoroso de ella. Comenzó a quitarle el brasier (cosa que yo agradecí) los pechos de mi madre saltaron a la intemperie dominando el ambiente con su belleza, era de un excelso tamaño y eso que, como ya mencione, se los había reducido. El hombre quedo prendado de esas bolas que flotaban en el aire y se tambaleaban con cualquier movimiento, su aureola rosada y sus pezones duros evidenciaban su excitación. Las manos de aquel hombre siguieron labrando el calor en la piel de mi madre que se contoneaba al sentir las caricias, la tanga también sucumbió y termino por caer a sus hermosos y delicados pies, esta contribuyo levantando las piernas levemente para que cayeran por completo al suelo. Y ahí estaba, esa majestuosa mujer frente a mí, con esas formas perfectas que siempre habían estado cubiertas de ropa y pudor. Esa imagen es la que me llevare hasta la tumba, esa perfecta armonía entre la belleza y la sensualidad. Maldita la dicha de ese hombre que era el poseedor de tan suculento cuerpo.

El hombre terminó por colocarla delicadamente en la cama, le abrió las piernas y comenzó a chupar con deleite cada parte de su sexo, mamaba deliciosamente la pucha caliente de Casandra, la raja estaba húmeda y el camino de bellos que la cubrían estaban llenos de esos fluidos cálidos que brotan de las entrañas. Su cuerpo se contoneaba y sus manos apretaban con rigor sus hermosos senos. Gemidos leves, suaves, apenas perceptibles, pero excitantes. El hombre saco la lengua de la vagina, su miembro estaba fogoso y quería sentir el interior cálido de ese sexo que lo aguadaba ardiente. Lentamente fue introduciendo su verga, mi madre lo miraba fijamente y mientras más lo sentía más gemía. «Quiero que me destroces, quiero que me hagas tu puta» Al escuchar eso el hombre comenzó a penetrarla con fuerza, ella debajo de él solo brincaba con el vaivén del colchón, sus tetas rebotaban y su rostro se transformó totalmente, una mezcla de dolor y goce se tornó en sus ojos. El hombre parecía poseído y sus embestidas eran las de una bestia, mi madre gritaba tan fuerte que llego un punto en el que me asuste de que algún cristiano pasara por afuera de la casa en ese momento y pensara que estaban matando a alguien.

Mantuvieron ese ritmo por varios minutos, el choque de los cuerpos húmedos, los líquidos de ambos mezclándose y brotando por toda la cama, los huevos golpeando el culo empapado de mamá. Ella no soporto más y soltó un fuerte grito. Vi como esa lluvia dorada bañaba por completo al hombre su verga salió con la presión del líquido mi madre parecía poseída y se retorcía por toda la cama, rápidamente él la sujeto y le abrió las piernas, le metió de nuevo la verga mientras mi madre se contoneaba y se tapaba la boca, él siguió penetrándola con la misma fuerza y rapidez, ella gritaba «¡No pares! ¡No pares! ¡Hay dios mío me vengo!…» y de nuevo un chorro salió a presión, esta vez unas gotas llegaron hasta donde yo me encontraba. El suelo estaba lleno de líquido y la cama estaba empapada, el hombre escurría y mi madre tenía la vagina completamente blanca, ambos sexos goteaban.

El hombre se dejó caer en la cama, era evidente su cansancio. Casandra, como toda una perra fiel, se le abalanzo a los brazos. Platicaron por varios segundos, pero no pude escuchar. Después mi madre se levantó de la cama y se enredó el cabello con una liga que estaba en la cómoda. Como disfrutaba verla desnuda, ese cuerpo tan espectacular, digno de diosa. Cuando se acomodó el cabello de nuevo se sambutió en la cama. Con ambas manos tomo la verga en reposo del hombre y la comenzó a chupar, no pude ver como lo hacía porque su culo estaba abierto a escasos dos metros de donde yo estaba, su coñito estaba enteramente cerrado y contrario a esto su puchita estaba completamente abierta, después de una jornada de fuerte sexo se encontraba llena de líquidos blancuzcos y mocosos que le escurrían y le goteaban, por uno de sus muslos bajaba una línea de candente evidencia sexual. La mamada duro poco pues el hombre se vino rápidamente, esta vez sus mecos llegaron hasta el cabello de mi madre que se limpiaba con una sonrisa de satisfacción. Ambos se besaron lentamente restregando sus cuerpos completamente empapados, él la despidió con una sonora nalgada y ella se fue con ese hermoso y gordo culo tambaleándose.

Los dos salieron de la habitación y yo aproveche para escabullirme de nuevo a la casa. Al pasar fuera del baño escuche la regadera y de nuevo gemidos, pero ya no me quede a contemplar el desenlace de esa nueva batalla. Salí corriendo de casa y mientras me dirigía a la universidad no dejaba de pensar en todo lo que mis ojos acababan de atestiguar.

Pero esto es solo el inicio de muchas cosas más que en su momento contare.

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