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Se la chupé a mi policía favorito con mucho cariño
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Tiempo de lectura: 15 minutos

Relato aquí la tercera parte de mis experiencias.  Continúo lo acontecido en mi segunda publicación. En mis relatos anteriores me describo físicamente a detalle.

Después de llenarme de cremita, el taxista me dio unos minutos para descansar mientras se fumaba un cigarro. Yo seguía en el asiento del copiloto, sin creer lo que había pasado, sentía como su leche me escurría por dentro. Cuando se me pasó un poco el calor me levanté y salí del auto para vestirme y acomodar mi ropa y cabello lo mejor que pude. El taxista ya iba en su segundo cigarro. Yo sentía su mirada indiscreta y descarada mientras me acomodaba el vestido y me trataba de peinar. “Mírate ahora, si antes parecías una prostiputa ahora te ves toda cogidota, el maquillaje corrido, las greñas desarregladas, tu vestido arrugado y empapado en sudor.” Me decía mientras terminaba de fumar. Eso me hizo sentir en parte enojada por que aun después de hacer lo que quiso conmigo me trataba como a una callejera de lo peor, pero también me gustaba tener su atención. Me acerqué y le besé los labios con ternura, sentí un apretoncito en mi pompi izquierda. Tiró la colilla de su cigarro y sacó unos billetes, los arrugó y los metió en mi escote entre mis dos pechos. “Te lo ganaste tetona, ahora si te ves como una prostiputa, con tu propina asomada entre las tetas, no seas codiciosa y déjatela hasta que llegues a tu pocilga.” Le respondí con otro besito. “Órale puta mete tus dos nalgotas en el coche, te llevo aquí cerca” Le hice caso y cerré la puerta con cuidado de no azotarla. Siendo discreta miré mi escote, apenas pude distinguir dos billetes de 20 pesos y uno de 50. La primera vez que me hacían el amor por dinero y había sido por 90 pesos. Me sentía humillada y enojada pero me excitaba sentirme debajo de él, sentir que él mandaba y que me había premiado con una propina.

Le indiqué que me dejara donde estaba la estación de Metrobús enfrente de la plaza comercial donde nos encontramos por primera vez. Esa estación está a unos pocos pasos de la entrada de mi fraccionamiento, pero le quise hacer creer que tomaría el Metrobús por precaución. Se detuvo justo en las escaleras del puente peatonal que te lleva al andén del Metrobús, alrededor de esas escaleras hay muchos puestos de tacos y tortas.

“Adiós amor” le dije inclinándome hacia el para besarlo.

“Nada de amor puta, abre el hocico” le hice caso, se escuchó como jaló saliva y escupió un gargajo grande dentro de mi boca. “Si te vuelvo a ver en la calle te violo y te meto una madriza de esas que sé que te encantan pendejita, puta mierdera. Bájate de mi carro hija de la chingada” Aunque lo dijo con voz fuerte y seca. Sentí algo de burla y satisfacción en su tono de voz.

Me tragué su regalo y me bajé del taxi algo asustada.

Desde el momento en que abría la puerta sentí la mirada de todos los que estaban comiendo en los puestos y de los que los atendían. Ya varias veces había comprado ahí, estaba segura de que varios me reconocerían. Escuché como arrancó el taxi y se fue, no voltee a mirarlo pues me distraje con los silbidos y gritos de todos los hombres que me estaban viendo. Y no los culpo.

Mientras viajaba en el taxi me miré al espejo, mi apariencia era terrible. El delineador de los ojos escurrido, el labial manchaba mis mejillas, mi cabello estaba hecho un desastre, por más que me acomodara el vestido seguro mi ropa interior se asomaba y transparentaba pues estaba empapado en sudor. Y como toque final, los billetes que se asomaban desde mi llamativo escote.

Desde ese punto eran casi cien metros hasta la caseta de vigilancia del fraccionamiento. No me pude haber tardado más de tres minutos en cruzarlo, aún con el vestido zancón y los tacones. Pero me pareció eterno el recorrido. Sentía la mirada de muchos hombres sobre de mí y varios de ellos me conocían, los llegué a saludar en muchas ocasiones y les había comprado comida varias veces. Bastó ese instante para que me perdieran la estima. Se atrevieron a gritarme cosas como “¡Para eso me gustabas chula!” o “!Ya llegaron las tortas de niña fresa!”. El que más recuerdo fue cuando pasé al lado del puesto de los licuados. Se llama Román, casi cada mañana le compraba mi jugo de naranja y durazno. Siempre me lo tenía listo justo a la hora. Recién hecho. A veces ni siquiera me lo cobraba y bromeábamos un rato antes de irme a la universidad.

“Ay mamita, con esas naranjotas me hago un jugo” me dijo Román mientras pasaba al lado de su puesto. Me detuve unos instantes para saludarlo. Como estaba ya entre dos puestos, casi no me veían.

“!Romaaan! No digas esas cosas, nos conocemos…” le dije fingiendo estar enojada.

“No si te reconocí en cuanto te bajaste del taxi. ¿Qué pasó? ¿Eso del estudio no es lo tuyo y ya te dedicarás a otra cosa?” Me dijo él y me sonrojé mucho.

“No digas tonterías Román” Seguía fingiendo mi enojo. “Ya mejor me voy, gusto en verte”

Le dije mientras el miraba descaradamente mi escote.

“No pues espero que me tomes a cuenta los licuados que te he regalado” me dijo sonriendo.

“¿A cuenta para qué?” le pregunte todavía más sonrojada.

“No pues con razón dejaste la escuela, cero sesos” Se burló. Yo me reí y me despedí. Caminé los pocos metros que faltaban para la caseta de vigilancia del fraccionamiento. Pasó lo inevitable.

Fernando el vigilante estaba sólo en la caseta, no tardó en darse cuenta que yo me aproximaba. Fijó la mirada en mí, en mis piernas. En mis pechos que sentía como brincaban cada que apoyaba mis tacones en el duro pavimento.

“Angie, ya de regreso… ¿Todo bien? La veo algo mal…” me dijo con voz preocupada.

“Hola Fernando, si todo bien, no te preocupes, nos vemos luego” lo que más me importaba en ese momento era llegar rápido al departamento sin llamar la atención. Evitando que me viera algún vecino en ese estado o que alguien me hiciera preguntas.

“No no no, como crees? Déjame acompañarte hasta tu edificio, si quieres contarme que te pasó, está bien. Si no, no importa, pero quiero que llegues bien a tu departamento” me dijo con un tono que me pareció lindo. Como me quería mover rápido y no quedarme a discutir con él, preferí aceptar que me acompañara: “Si Fernandito, muchas gracias, eres un amor.”

Comenzamos a caminar en silencio, sólo se escuchaban las aves y el sonido de mis tacones al golpear el concreto. Yo aceleraba cada vez más el paso por la prisa de querer llegar cuanto antes. Sin querer, mi tacón derecho se atoró en un hueco del pavimento, desprendiéndose. Exclamé “Aaaay” y me ladeé hacia Fernando que caminaba a mi lado derecho, casi cayendo si no fuera porque el alcanzó a sostenerme con su cuerpo y poniendo sus manos una en mi espalda y la otra sosteniendo mi brazo izquierdo. “Cuidado señorita, ya rompió su tacón Angie. Por caminar a aprisa.”

“Gracias Fernandito, me salvaste.” Me di cuenta que tenía su mirada clavada en mi escote. Seguramente en ese momento se dio cuenta que traía varios billetes ahí metidos. Apoyándome en él, me incorporé y me logré parar sobre mi pie izquierdo y la punta de mi pie derecho. Fernando se agachó y levantó el tacón de mi zapato derecho que se había desprendido. Me lo dio y lo guardé en bolsito. “Lo bueno es que ya falta menos para llegar, si quiere apóyese en mi Angie y la ayudo a caminar” me dijo con tono lindo y amable.

“Si Fernandito, muchas gracias, siempre salvándome. Llegando al departamento lo pego con cola loca.” Levanté mi brazo derecho para que se acercara y poderme apoyar en él. Pero en vez de eso me abrazó fuertemente. Sentí su mano derecha en mi espalda alta que estaba desnuda por el escote del vestido y su mano izquierda la puso en mi espalda baja. Sentí como me empujaba fuertemente hacia él. Mis pechos se aplastaban entre los cuerpos de ambos. Mis senos sentían su pecho cálido. Me pareció muy lindo ese gesto, me sentí apreciada por un amigo. Acerqué mi cabeza a la de él, sentí su olor a desodorante AXE mezclado con sudor. También tenía la cabeza algo sudada por el calor de esa tarde. Pero si al no le importaba abrazarme aunque yo estuviera toda sudada a mi tampoco me enojaba sentir su sudor de él. “Siempre que yo pueda apoyarla, lo voy a hacer señorita Angélica. Pórtese bien conmigo y yo la voy a cuidar” me pareció muy cariñoso ese comentario que me dijo de cerca. Le dije “Gracias Fernandito, siempre me pongo contenta cuando te veo”. En ese momento sentí que su mano izquierda bajo de mi espalda a mi pompi derecha. “Y se va poner todavía más contenta después de hoy” me dijo y en cuanto reaccioné le quite su mano de mi pompi con mi mano derecha. Me sentí confundida, me separé de él, terminando el abrazo. Lo miré a los ojos y le sonreí. Muchas gracias Fernandito eres muy lindo, perdón, ya quiero llegar al departamento.”

Me acerqué a el de lado y pasé mi brazo derecho por detrás de su espalda y agarrando su hombro derecho con mi mano. Puso su mano izquierda en mi cintura, sentí como acarició un poco la parte lateral de mi abdomen. “Que bonito vestido, me gusta la tela suavecita y a usted se le ve muy bien señorita Angie” me dijo con tono amable, le respondí que gracias y él continuó hablando. “Y me parece muy bien como resalta tu cuerpo y que deja ver tu piel en varios lados” a eso no le respondí, cambié el tema diciéndole que ya estaba lista para empezar a caminar. Me apoyaba en la punta del pie derecho y daba un paso con el izquierdo. Así avanzamos varios metros en silencio. Él de repente acariciaba mi mano derecha que yo tenía en su hombro. Su mano izquierda seguía en mi cintura pero a medida que íbamos caminando la iba bajando poco a poco, hasta que llegó prácticamente a las pompis. Con cuidado tomé su mano con mi mano izquierda y la subí de nuevo a la altura de mi cintura. No dijo nada, como si nada hubiera pasado. Seguimos caminando. Después de unos metros más, me preguntó. “Los abrazos ricos ya vi que no los cobra. ¿Los besos también son gratis o esos de a como?” me sonrojé terriblemente. Estaba algo asustada pero todavía tenía la esperanza de que yo hubiera escuchado mal. Le dije que no había entendido la pregunta.

“No se haga la tontita, a ver ¿Cuánto le cobró al del taxi?” me preguntó con tono seguro, llevando de nuevo su mano a mis pompis. “No sé que hablas, no te entiendo, mejor platícame del trabajo como te está yendo?”

“Ahorita nos arreglamos en tu departamento entonces” me dijo riéndose y pasó su mano por en medio de mis dos pompis. Sentí que se me puso la piel chinita con eso y le aprete fuerte el hombro con mi mano. “¿Eso te gustó verdad?” me dijo sin dejar de reírse. Me puso de nuevo la mano en las pompis y se la quité diciéndole que se estuviera quieto. Ya casi llegábamos a la puerta del edificio. “Bueno nos vemos Fernando, muchas gracias” le dije, él se rio y me contestó “¿Ni un vaso de agua me ofreces por ayudarte?” con tono algo enojado le dije que se pasara un rato. Mi departamento está en el primer piso del edifico. Sólo hay que subir un par de tramos de escaleras. Él me seguía ayudando, pero en cuando se cerró la puerta del edificio, de nuevo puso su mano en mi pompis pero ahora apretándolas. De inmediato traté de quitar su mano de mi trasero pero esta vez estaba apretando mucho, no quería hacer un escándalo por lo que trataba de controlarlo discretamente. Seguimos caminando hacia la escalera, él con su mano izquierda en mis pompis, yo agarrada de su hombro derecho con mi mano derecha y con mi mano izquierda seguía tratando de quitarle su mano. De repente la quitaba pero solo para cambiarla de pompi. “Lo que siempre me gustó de ti Angie es que estás bien cachetoncita” seguíamos caminando y forcejeando pero ahora él cada que cambiaba de pompi, trataba de subir un poco mi vestido, razón por la cual yo tenía que alternar entre tratar de quitarme su mano o bajarme el vestido. No le decía nada por que no quería que se enojara o que yo me fuera a caer, tampoco quería llamar la atención de los vecinos del edificio, lo último que quería era que me vieran así con el guardia de la caseta. Sinceramente la situación me estaba excitando. El forcejeo, sentir que se estaban aprovechando de mí, sentir su mano en mi trasero, mi incapacidad para hacerme respetar, el riesgo de que alguien nos viera… En el descanso de la escalera yo ya sentía mi vestido a media nalga. Su mano estaba en contacto directo con la piel de mis pompis. Ahora cuando me bajaba el vestido tapaba su mano. El resto de la escalera la subimos así, yo tenía mi mano sobre la de él, pero ya me había rendido, ahora se la acariciaba. En el último escalón lo detuve y me puse frente a Fernando en el escalón de arriba. “Ya ponte serio, que quieres?” le dije con voz firme.

“Quiero abusar de ti Angie, como estoy seguro que abusó de ti ese taxista” me dijo mientras tomaba mis pompis con sus dos manos.

“N… no… no sé de de que ha… hablas” le dije con voz titubeante.

“Ya me di cuenta que te vendes hermosa. Me vale madres y ahora me atiendes” subía cada vez más su tono de voz. Estaba perdida. No tenía otra opción mas que tranquilizarlo antes de que armara un escándalo. Rememoré mis momentos con el taxista y con Rodrigo y Eliseo. Y saqué de nuevo mi lado atrevido. Le dije con voz suave y sexosa:

“Ay Fer por ahí hubieras empezado. A ti te atiendo gratis cuando tu me mandes.” Me humedecí los labios y paré la trompita para darle un beso en sus labios bien tronado.

“mmmm que rico beso. Quien te viera, te veías según tu tan decente. Pero ya decíamos los otros polis y yo: con esa cara y esas nalgas seguro se dedica a otra cosa” eso me ofendió mucho y me hizo preguntarme que más decían de mi a mis espaldas. Pero justo cuando le iba a preguntar me plantó otro beso y me levantó; cargándome con sus manos que tenía en mis nalgas. Yo lo abracé con mis piernas y mis brazos y así me llevó cargando hasta la puerta de mi departamento. Saqué la llave de mi bolso y él abrió mientras me recargaba en la pared para ayudarse. Abrió la puerta del departamento y saco la llave, aventó la llave dentro y entró aun cargándome. Cerró la puerta y le echó seguro. Nos quedamos cerca de la puerta, tomó mi cabeza con sus dos manos y me comenzó a besar. Su boca sabía a cerveza. Me acariciaba la cabeza y el cuello mientras sus labios húmedos jugaban con los míos. No tardó en meter su lengua. Dudé un poco pero también le correspondí con mi lengua. Inevitablemente estaba saboreando su boca mientras nuestras lenguas jugueteaban y se tallaban la una con la otra. Su aliento sabía un poco desagradable pero creo que eso me excitaba más. De repente interrumpía el beso para decirme cosas “Siempre me han encantado tus labios gruesos y gordos como de pescado hinchado, hacen se te vea cara de mamadora. Seguro todos los que te ven se les antoja sentir esa boquita mama vergas, hasta tus primos y tus tíos.” Luego seguía besándome. Sólo me estaba diciendo cosas ofensivas y aunque me sentía muy enojada, al mismo tiempo me excitaba más y más. Me resultaba imposible parar esa situación pues me la estaba pasando muy bien y me parecía muy placentera. Mientras nos besamos pensaba en que lo había motivado a atreverse a tanto, a tocar mis pompis, a llevarme a mi departamento, a besarme de forma tan sexual, a hablarme sin respeto; me preguntaba a mi misma si eso sería mi vida de ahora en adelante. Si yo terminaría dedicándome a hacer feliz a un hombre tras otro.

“No tengo mucho tiempo Angie, otro día gozo más de tu cuerpo. Pero hoy quiero disfrutar tu boquita, me quiero coger esa jeta coqueta de puta que tienes. Agáchate y chúpame la verga” Me dijo y obedecí.

Me agache en cuclillas, con las piernas dobladas, sentando mis pompis sobre los talones y con las piernas bien abiertas. De inmediato el vestido se me subió y dejó ver mi tanga color rojo obscuro. Puse mis manos sobre las rodillas.

“¿Así te gusta guapo?” le pregunté mirándolo hacia arriba y sonriendo.

“Ufff que buena vista, y que puta te vez, déjame ver cuanto te pagó tu último cliente” me dijo mientras miraba mi escote.

Metió su mano derecha entre mis pechos y tomó los billetes que el taxista me había colocado ahí, me pellizcó un poco el pecho derecho al tomarlos.

“Veinte, cuarenta, noventa ¿Es todo? No pensé que fueras tan barata.” Arrugó los billetes y los volvió a colocar entre mis pechos. Sacó su cartera. “Toma veinte para que la mames bien Angie” me metió su billete entre los pechos. “Tengo quince minutos, hoy me toca el turno de la tarde noche. Otro día te vengo a darte verga niña”

“Si guapo, te la voy chupar con mucho amor” le dije sonriendo mientras llevaba mis manos a su cinturón para desabrocharlo.

“Más te vale, si no me gusta como la mamas te voy a agarrar a patadas” me dijo riéndose.

“Si mi amor, espero que disfrutes de mis servicios” le dije con voz cariñosa.

“Y dime ¿Cuál es tu nombre de trabajo?” me preguntó con una mueca burlona en su rostro.

“El que quieras” le dije sonriéndole mientras con mis manos seguí desabrochando su cinturón.

“Es a gusto del cliente entonces” dijo riéndose

“Sipi” por fin pude abrirle el cinturón, noté como su panza se venció un poco en cuanto desabroché el cinturón.

“Pues entonces yo te quiero decir coqueta mamadora cuando estemos a solas y muñeca cuando nos saludemos afuera. Tu siempre, pase lo que pase me dirás mi rey”

“Si mi rey, como usted me diga” le dije mientras desabrochaba su pantalón y poco a poco bajaba el cierre.

“Que bien portadita resultaste, de haber sabido ya te habría reventado esas nalgotas hace mucho tiempo coqueta mamadora” me dijo mientras me acariciaba mi cabeza, rascándola suavemente y despacio.

Bajé poco a poco su pantalón me llené la vista de sus muslos gruesos y llenos de pelo, su camisa azul del uniforme de guardia de seguridad quedó colgando y de inmediato percibí un fuerte olor a sudor y a hombre. Era entre agrio y amargo pero en cierto modo me sentía relajada al respirarlo. Desabroché un par de botones de la parte inferior de su camisa y la hice a un lado. Llevaba puesta una trusa azul marino. Se curvaba adoptando la forma de su abdomen y se notaba dentro de la trusa un bulto prominente, mucho mas grande de lo que yo esperaba, tenía unos huevos enormes. Su pene ya estaba algo erecto y se ladeaba atrapado por la trusa.

“¿Te quedaste bien apendejada verdad?” me dijo riéndose.

“Discúlpeme mi rey es que me fascino su aroma y…”

“No digas mamadas puta” me dijo riéndose mientras tomaba mi cabeza y la empujaba contra su bulto, presionando mi rostro hacia su pene y sus enormes testículos. Así la mantuvo un largo rato mientras tallaba su entrepierna en mi cara. Estaba muy caliente y muy sudada, sentía como su aroma agrio amargo se impregnaba en mi rostro. Cuando me soltó separé mi cara de su pene pero comencé a besarlo por arriba de su trusa en repetidas ocasiones. El olor de su trusa me parecía asqueroso y todavía me sentía bastante ofendida por como me estaba tratando. Pero entre más tocaba su pene con mis labios, entre más tronaba mis besos entre más percibía su aroma de hombre, más me excitaba. Cada beso que le daba a su pene me hacía querer darle otros diez besos más.

Me agarró la cabeza fuertemente con sus manos y me dijo “Ya estúpida! Ponte a chupar verga Angie coqueta mamadora, culona, tetona, putona.” Eso me hizo enojar mucho y lo voltee a ver con el ceño fruncido. Él soltó una risita burlona “¿Te encanta que te hablen así verdad Angie de cagada? ¿Que chula estás, esta carita de zorra estúpida también la tiene tu madre?” me decía mientras me pellizcaba las mejillas de mi cara y con su zapato me tallaba la entrepierna. Lo interrumpí sacando su miembro erecto de su trusa. Abrí mi boca y saqué mi lengua mientras aún lo miraba a los ojos. Con mi mano izquierda sostuve su pene por la punta. Puse mi lengua en donde comenzaban sus bolas y lamí lentamente todo su palo hasta llegar a la punta de su pene, al llegar a la punta le di un besito y le di una chupada rápida. Volví a levantar su pene tomándolo suavemente por la punta y bajé mi cabeza a la altura de sus bolas. Comencé a chupar y besar su escroto. Tenía un sabor muy agrio y un olor muy fuerte. Toda mi boca se llenó de ese sabor entre amargo, agrio y un poco dulce, como a sudor pero de hombre, quizá algo concentrado por haber trabajado en un día caluroso. Comencé a meterme lo más que podía sus bolas a mi boca, con mi lengua jugaba con ellas y luego suavemente las sacaba. No me entraban todos sus testículos pero aun así lo estaba disfrutando y él también. “Maldita lamehuevos, eres adicta a chupar bolas, se te nota en la cara de piruja” No le respondía. Sólo seguía chupándolo, mi boca ya estaba llena de pelos de su entrepierna.

“¿Mi rey, te está gustando mi servicio?” le dije con voz cariñosa.

“Sigue mamándome la verga Angie coquetona, nalgona. Para eso tienes la boca.”

Me metí su palo lo más que pude, llegó a la parte de atrás de mi lengua pero sólo me faltó un par de centímetros para que cupiera toda, no era tan grande. Pero se chupaba rico. Ya estaba soltando mucha mielecita, la empecé a meter y sacar. Al sacarla hacía un ruido muy similar al de los besos tronados. “Muy bien Angie, pinche vieja mamadora” me decía mientras me acariciaba la cabeza suavemente con sus dos manos. “No sabes, cada que pasabas por la entrada del fraccionamiento y te veía la jeta no podía pensar en otra cosa que cogerme tu cara de coqueta.” Me dijo mientras yo seguía metiendo y sacando su palo de mi boca, jugando con la punta de su pene con mi lengua, no rápido, pero con buen paso. A diferencia de sus bolas, su palo sabía sobre todo a sal y la mielecita que le salía era muy agradable pues se sentía calientita y suave y me ayudaba a resbalar mis labios alrededor de su palo. “Aaaah riquísimo Angie, sabía que esos labios los tenías para mamar palo. Tan gorditos y suavecitos.” Yo seguí chupando su pene hasta que él tomo su cabello con sus dos manos, como si estuviera formando dos colitas, una a cada lado de mi cabeza. Dijo: “A ver ya. Que quiero abusar de esta cara de estúpida que tienes, aprieta tus labios fuerte hasta que yo te diga.” Todavía con su pene en mi boca, apreté mis labios como me dijo, ya me imaginaba lo que quería hacer así que junté toda la saliva que pude cerca de su pene. Sentí un fuerte jalón en mi cabello, mi cara llegó hasta su cuerpo y su pene hasta mi garganta pero lograr tocar el fondo. Luego me volvió a jalar mi cabello, pero en el sentido contrario, sacando su pene. Y siguió repitiendo esos movimientos una y otra vez. Moviendo su cadera, a veces me golpeaba fuertemente la nariz con su vientre. Yo seguía apretando los labios de acuerdo con su instrucción y el seguía metiendo y sacando su pene de mi boca. Jalaba mi cabello con fuerza para controlar mi cabeza. Los dos estábamos sudando mucho, mi cara se llenaba del sudor de su panza cada que me metía todo el palo a la boca. Yo tenía los ojos cerrados, en ese momento me sentí como un verdadero objeto. Sólo estaba siendo usaba para satisfacer, ni siquiera me estaba moviendo, el me controlaba, yo no podía hablar. Yo sólo gemía y hacía exclamaciones ahogadas cada que me jalaba fuerte el pelo o me golpeaba la nariz contra su panza.

De repente su pene comenzó a palpitar, sentía como se ponía más caliente de lo que ya estaba. Y así explotó. Toda su leche se disparó en mi garganta. Al mismo tiempo el soltó mi cabello y me tomó por la nuca; empujando con fuerza mi cabeza hacia su cuerpo. Mi nariz quedó completamente aplastada en su panza mientras mi boca se llenaba de su semen. “Ahhh que bien la mamas Angie, con este talento tendrás mucho dinero” seguía saliendo leche calientita y espesa, sabía a casi nada, algo dulce, pero con una textura muy cremosa, me estaba costando respirar por lo que me tuve que comenzar a tragar su leche para liberar mi boca y mi garganta pues no podía respirar por la nariz. “Eso es coqueta, trágatelo todo que se que te encanta. Me seguía aplastando la cara contra su panza y yo con su pene en la boca. Con mis manos trataba de empujarlo, pero el era muy fuerte. Se quedó así un largo rato más, yo apenas podía respirar, cada que inhalaba por la boca, sentía que me tragaba todo su aroma a sudor y semen. Poco a poco su pene se comenzó a poner suave y al fin me liberó. Sentí como mi cara se despegaba se du panza sudorosa. Yo estaba jadeando, con la boca llena de sabor a él. “Mírate Angie, con la cara roja, toda sudada y con mis pelos pegados en toda tu jeta.” Yo sólo escuchaba y seguía jadeando. Puse mis rodillas en el piso para descansar.

“Antes pensaba que eras muy estudiosa pero ya veo que eres bien chambeadora. Te ganaste otro billetito coqueta.” Sacó un billete de 20 de su cartera y lo metió con algo de trabajo entre mis pechos. Luego tomó una pluma de la bolsa de su camisa y con la otra mano limpió el sudor de mi cara. Luego con su mano izquierda tomó mi cabeza por la barbilla y dibujó con su pluma en mi mejilla derecha “10/10”. “Tienes una boquita de 10, espero que tus tetas y tus otros hoyos estén igual o mejor, pronto vendré a probarlos y espero que mantengas la calidad del servicio si quieres que te recomiende” Me asusté un poco al oír eso. Sentía mis labios muy cansados, me temblaban. Con voz titubeante le dije: “Por favor, no le digas a nadie”. Él se rio y me dijo “Ya veremos coqueta, seremos amantes secretos mientras te sigas portando bien.” Mientras decía eso, se estaba acomodando la ropa.

“Sabía que hacías maravillas con esa boquita tuya” me dijo mientras acariciaba mi cara y yo lo miraba tiernamente a los ojos. Manteniendo mi mirada en sus ojos, me lambí el labio inferior, pues sentía un poco de crema ahí. Luego con una sonrisa sincera le respondí:

“Me alegra mucho que lo haya disfrutado, mi rey”

“Sale muñeca, ya me voy, despídete.” Inclinó su cadera hacia adelante y le di un beso a su pene por arriba del pantalón. “Eso mi muñeca” me dijo y salió por la puerta dejándola abierta. Con algo de trabajo me puse de pie pues tenía las piernas entumidas, cerré la puerta con cuidado para no llamar la atención. Fui al baño, me miré al espejo y tenía el maquillaje arruinado y toda la cara llena de pelos. En mi mejilla derecha tenía escrito con letra torcida y con pluma negra “10/10”. La piel de mi rostro seguía algo enrojecida. A mi parecer me veía hermosa pero de nuevo había sido usada por un hombre y de nuevo lo había disfrutado. Me tenía que apurar a lavar la ropa y dejar el departamento sin rastro de lo que había pasado antes de que llegara mi prima. Ya eran casi las 7:30. Me desnudé rápido y me metí a la regadera. Puse el agua muy caliente. Mientras sentía el calor del agua sobre mi piel y todo el baño se llenaba de vapor no pude evitar pensar en lo que había pasado. Todavía sentía el sabor de Fernando en mi boca. Me comencé a sobar la entrepierna, el punto justo donde el taxista me tallaba con sus dedos. Tardé algunos minutos en llegar al orgasmo pero fue muy satisfactorio. Una sensación muy fuerte en todo el cuerpo. Al final sentí algo de cariño por Fernando pero me ponía nerviosa volvérmelo a encontrar en el fraccionamiento.

Después del baño, todavía se notaba el “10/10” en mi mejilla derecha, me costo un poco más de tallarme con jabón para borrarlo por completo.

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