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La nueva hazaña sexual de mi mujer en el Caribe (parte 8)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

La nueva hazaña sexual de mi mujer en la pista de baile fue salirse de debajo de Adriano y ayudar a Kevin a ponerlo boca arriba, para que éste se la metiera de frente al camarero con las piernas en sus hombros, mientras Luli procedía a montárselo dando la espalda a su cara, abrazando y besando al caribeño. Estaba repitiendo lo de la tarde, usando la pija de un partenaire para franelear y besar al semental, que la volvía loca de placer.

La sesión duró como diez minutos, ella se arqueaba pletórica para que Kevin le chupara los pezones erguidos y le sobara las tetas, sin dejar de menarse sobre la pija del canadiense. Volvió a correrse con orgasmos múltiples, acabó nuevamente el exhausto Adriano en el interior de su vagina llena de las anteriores corridas y sus propios jugos.

Kevin se mostraba inagotable. La hizo girarse sobre el canadiense e inclinar su cuerpo hacia el pecho de Adriano para empezar a horadarle el culo lubricado por tantas cogidas y se la metió hasta el fondo. Quedaron todos quietos un minuto hasta que el caribeño comenzó sus acometidas a fondo como un pistón a toda velocidad. Luli no dejaba de estremecerse de placer, sus tetas bamboleantes eran chupadas por Adriano y ella llevaba el compás de las embestidas de Kevin, hasta que finalmente éste consiguió lo que siempre debe haber deseado, que era inundarle el culo con su semen, acompañado por los aplausos, vítores y silbidos del corro. Volaron decenas de billetes al centro de la pista, que Andy y Coqui, a medio vestir, se apresuraron a recoger.

En la oscuridad, pude entrever que los morreos, besos, manoseos y meneos abundaban entre las parejas, tríos y cuartetos que rodeaban la escena. Más de uno me apoyó su pija dura entre mis glúteos al pasar, me acariciaron varios y no pocos me sobaron el bulto por encima de mi bermuda húmeda, pero estaba exhausto como para seguirles el tren de fiesta. Me acerqué al centro de la pista para ayudar a mi mujer a ponerse su solero, besándola dulcemente y susurrándole te quiero y me gustás cada vez más puta.

Ella apenas resoplaba y asentía, sexualmente agotada y colmada en su interior. Nos acomodamos en los sillones, Kevin y yo flanqueando a Luli, ahora más modosos y civilizados como si nada hubiera pasado. Trajeron mojitos para cada uno, bastantes servilletas de papel para secarnos las humedades, sobre todo las de Luli y las de mi culo. Brindamos por la fantástica noche que habíamos disfrutado y Kevin dijo:

-Para que pronto se repita.

-Esta noche descansa la compañía, dijo mi mujer y se recostó sobre mi hombro, acariciándome la entrepierna y mirándome a los ojos.

-Lo que vos quieras, amor mío, le respondí y se fue quedando dormida.

Tomamos unos cafés, pudimos despertarla y llevarla al bungalow con la ayuda de los otros. Nos despedimos de nuestros amantes como si nada hubiera pasado, aunque con algo de pesar de mi parte, viéndolos irse y admirando sus cuerpos. Entramos, nos desnudamos y tiramos la ropa transpirada y húmeda de jugos y semen en un cesto para la ropa sucia y le dije que nos diéramos un baño reparador.

Debajo de la ducha nos enjabonamos, enjuagamos y empezamos un morreo, más suave que apasionado, más amoroso que frenético y más de caricias que de meter mano en nuestros sexos. Nos secamos y caímos rendidos en la cama. Sólo era medianoche y dormimos hasta las nueve de la mañana, con el sol bien alto en el cielo. Amanece bien temprano en aquellas latitudes.

Me levanté y me lavé los dientes, para luego darme una remojada con el duchador para calmar un cierto escozor en el ano, al borde la bañera. Enseguida llegó ella soñolienta, desnuda, a lavarse también los dientes. La vi, recordé y me excité, mientras seguía con mi ducha anal.

-¿Te duele amor mío, putito de mi vida?

-Un poquito, le dije.

-Kevin me hizo comprar un relajante dilatador anal que anda muy bien, me sugirió.

-Dale, le pedí y me sequé, presto.

Lo sacó de su neceser, me hizo apoyar las manos sobre la bañera, se colocó unos guantes descartables que usa para teñirse algunas veces, untó bien sus dedos con el lubricante analgésico y me los fue metiendo en el ano. Sentí el frescor enseguida, que me estremeció de placer y lo notó.

-¿Te gusta o te calma el ardor?

-Las dos cosas y mucho.

Me penetró y masajeó con dos dedos varios minutos, arrancándome gemidos y excitándome aún más, mientras con la otra mano me sobaba la pija parada y se acercaba a mi oído para decirme que le parecía que necesitaba algo más para calmarme.

-Seguro que sí, le dije con vos ahogada.

-Traje el celular, ¿pido ayuda?

-¿A quién? A Kevin, por supuesto.

-Dale, por favor.

-Pero tenés que prometerme que lo vamos a compartir, que no te lo vas a quedar solo para vos.

-Te prometo todo lo que quieras, puta hermosa de mi vida, mientras me hundía un tercer dedo embadurnado con el dilatador anal.

Llamó a Kevin directamente y lo puso en altavoz.

-Kevin, mi amor, te necesito.

Él la saludó tiernamente y le respondió:

-A tus órdenes, mi reina.

Prácticamente le ordenó que viniera enseguida a nuestra cabaña a darnos una mano con una emergencia. En cinco minutos tocaba a la puerta, que habíamos dejado apenas entornada, pues ya estábamos en la cama morreándonos como posesos, ella siempre con tres dedos penetrando mi ano dilatado y relajado, haciéndome gozar como una burra en celo. Kevin cerró la puerta y se nos mostró con el torso descubierto y un breve slip rosa de lycra, que no podía ocultar su tremendo bulto.

-.¡Qué fuerte que estás, turro!, le dijo ella.

Lo hizo acercarse a la cama para prenderse con la boca a su pija empinada por encima del slip, lamiendo y mordiendo el bulto hasta que no pudo más, le metió las manos por detrás, y le bajó el bañador sobándole los glúteos firmes y redondos que la volvían loca, hasta que la pija le saltó erecta ante su cara. Lo miró a los ojos y ronroneó:

-Papito, me la voy a tragar toda, y le comió el glande al instante.

Mientras terminaba de quitarle el slip, sentada en el borde de la cama y totalmente desinteresada en lubricar y calmar el ardor de mi culo, chupó y lamió el glande hasta tragarse todo el tronco caribeño que la ponía a mil. Podía ver el espectáculo de costado y no vacilé en unirme.

-No me dejes afuera, le dije y me prendí a la faena, para compartir al semental.

Besamos, lamimos y chupamos a la vez el miembro enhiesto, mientras él nos acariciaba las cabezas y nos empujaba para que lo tragásemos todo y nosotros nos ocupábamos de sus glúteos, que tampoco me eran indiferentes. Nos fue cogiendo oralmente, a conciencia y metódicamente todo el tiempo que se le antojó, siempre a cargo de la situación.

A veces nos distraíamos besándonos entre nosotros o besando su glande al mismo tiempo uniendo nuestras lenguas en el chupeteo y la mamada, alternando entre glande, tronco y huevos. Mientras yo no paraba de chuparlo, ella le contó que había preparado mi culo con el dilatador analgésico que habían comprado y que yo estaba listo para él.

-¿Y a mí no me vas a preparar?

Esa pregunta del caribeño me llevó a las nubes y aceleré la mamada lo más que pude, ya notando líquido seminal transparente que me apresuré a lamer y tragar con fruición. Luli volvió a untar sus dedos y sin dejar de chuparle la pija a Kevin, lo fue penetrando bien suave y bien profundo.

Con mi mano libre fui a buscar su conchita que ya emanaba bastante jugo y le metí tres dedos, arrancándole un largo suspiro de placer. Ya estaba hambrienta de pija otra vez, pero no cejaba de penetrar y preparar también el culo de Kevin.

Al cabo de varios minutos, absoluto dominador de la situación, el animador caribeño la hizo poner en cuatro patas al pie de la cama y la penetró suavemente cómo solía hacer él para que se volviera loca de deseo y ella empezó a menearse y empujar hacia atrás, para tener todo su miembro adentro, hasta que él le inclinó el cuerpo y la cabeza a mi mujer hacia mi poronga erecta que Luli se tragó entera y me fue chupando desaforadamente, aprovechando para meterme sus dedos en mi ano, gimiendo y resoplando como una yegua.

Yo gozaba lo mío por ambos lados, agarrándome de las sábanas, hasta que mi mujer dejó de chuparme, se arqueó hacia atrás y tuvo un orgasmo que parecía no iba a terminar jamás, empujando bien sus caderas hacia atrás para contener todo el miembro de su semental, que no cesaba sus embestidas. Se aflojó temblando y fue cayendo sobre mi pecho, besándome los pezones y luego dándome un morreo fenomenal, que respondí con afán.

Lentamente, Kevin se salió de su interior empapado, cuyos jugos se derramaban sobre mi agujero y contribuían a lubricarme aún más el ano. Kevin atrajo mis piernas hacia su cuerpo, me levantó de las caderas, desplazando a un lado a mi mujer y me empaló con mucha delicadeza. Entraba un poco y salía casi todo, solo dejando el glande dentro de mí. Entraba un poco más y repetía, y así hasta que me la puso toda adentro.

Cuando noté su pelvis apoyada en mis glúteos, me sentí en el paraíso y empecé a pedir más, empujándome hacia él y contrayendo y dilatando mi esfínter. Empezó con su acostumbrado ritmo de bombeo, no exento de pasión y calentura, y yo lo acompañaba, ya alzando mis caderas para que entrara más profundamente, si ello fuera posible, ya meneándome para darle el mayor placer posible.

Todo ese movimiento me excitó de nuevo y Luli lo notó enseguida. Buscó su lugar y se sentó sobre mi pija de frente a su amante principal. Empezó su meneo tan particular, tan sexy y tan efectivo, mientras abrazaba y besaba a Kevin con desenfreno. En menos de cinco minutos aceleró su meneo sobre mi pija, se arqueó hacia atrás y se corrió como si jamás hubiera sido cogida, lo que me provocó la primera eyaculación del día en la concha jugosa de mi mujer.

Al calmarse mi excitación y aflojarse mi pene, imaginé lo que haría y en un par de minutos se cumplió, se quitó de encima de mí, volvió a ponerse en la posición de perrito y le ofreció su precioso trasero a nuestro amante de cabecera, que no cesaba de cogerme. La hizo esperar para que lo deseara más, hasta que Kevin se salió de mi interior, muy a mi pesar, para meter su pija en el culo de mi mujer, que se estremeció, se arqueó hacia atrás y lo fue dejando entrar, meneando y empujando su cuerpo para atrás, totalmente desentendida de mi presencia, incluso mirando sólo a su amante, pidiendo más y más.

El sentirme ignorado no me provocó celos, sino que me calentó de nuevo y me salí de la cama para ir a lavarme la pija al baño. Volví con el pene erecto y los vi cogiendo como salvajes. Kevin me indicó que me acercara para darme un morreo de campeonato y me sobó la pija con una mano con cierta maestría.

-Ya estás listo, me dijo, y quedé cortado.

Fue empujando sobre la cama con una mano a Luli hasta dejarla completamente recostada boca abajo, mientras no se salía de su culo. Le hizo cerrar las piernas para que quedase su miembro atrapado y él abrió las suyas por sobre el cuerpo de mi mujer, dejando sus nalgas firmes y redondas abiertas a mi merced, mirando hacia atrás con una sonrisa que me derritió.

No dudé un instante, me arrodillé detrás suyo y le puse mi glande en la puerta de su ano, ya lubricado y dilatado por los dedos de Luli. Empujé de a poco y fui entrando con cierta facilidad, ayudado por el vaivén de Kevin enculando a mi mujer. Coordiné mi compás con el suyo. casi enseguida llegué a metérsela hasta el fondo y el contacto de mi pelvis con sus glúteos me enloqueció de placer. No me importó nada que nuestro macho llevara el ritmo y se cogiera a mi mujer por el culo con su miembro y a mí con su ano con mi pija adentro.

En ese meta y ponga acompasado estuvimos más de diez minutos, mi mujer tuvo dos nuevos orgasmos, y al cabo del segundo me vine en el culo de Kevin con el poco esperma que me quedaba, pero con mucha intensidad, acabando exhausto sobre el cuerpo de ambos, pero apoyado en la espalda, los glúteos y las piernas del titán sexual, que por fin tuvo una infernal eyaculación en el culo de Luli.

Jadeando, gimiendo y resoplando nos quedamos así, besándonos y acariciándonos, hasta recostarnos ambos a los lados de mi mujer que no cesaba de darnos caricias y besos, y tocarnos los cuerpos. Así nos fuimos quedando dormidos hasta que nos despertó el sonido del celular de Kevin con un llamado para almorzar y la promesa de una nueva aventura en velero.

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