Mientras íbamos al restaurante del complejo hotelero con Luli, mi mujer, nos cruzamos con los animadores Kevin y Coqui, que venían de los alojamientos del personal, ambos impecables con camisas entalladas y bermudas ceñidas en tonos pastel. Los saludamos, mi mujer les comió la boca a ambos, totalmente desatada y los invitó a cenar con nosotros.
Trataron de excusarse, pero ella insistió y se dirigió resueltamente al maitre, sonriéndole con malicia. Le pidió una mesa para cuatro pues tenía invitados y era su primera noche en el hotel. Con gesto adusto, buscó y rebuscó en su planilla hasta que halló un reservado que había sido recién desocupado, pero que aún no estaba disponible, si podíamos esperar. Encantados y agradecidos, dijo Luli, relamiéndose.
Tomamos un trago mientras aguardábamos y ella no dejaba de coquetear con ambos, acariciando sus brazos y acercándose a sus cuerpos con atrevimiento. Ya se notaban los bultos en sus bermudas, cuando se acercó un joven camarero, Andy, para llevarnos a la mesa. Tostado por el sol, lucía encantador con su pelo castaño claro, corto, pero con un mechón rebelde sobre la frente que lo hacía más simpático, ojos celestes, cara ligeramente angulosa rematada en una barbilla hundida y un cuerpo esbelto de atleta, con acento extranjero. También lucía una variante del uniforme del personal, camisa entallada color salmón y bermudas ceñidas color crema, que destacaban su silueta y atraían nuestras miradas.
Nos condujo hasta el reservado, invitándonos a mi mujer y mí a sentarnos del lado de la pared, frente a frente, y nuestros acompañantes a cada lado, Kevin del suyo, Coqui a mi izquierda, con los muslos bien pegados entre nosotros.
-¿De dónde sos?, le preguntó Luli al camarero.
-De Toronto, estoy estudiando español y hostelería, respondió solícito el canadiense, sin sacar los ojos del escote generoso de mi mujer.
-Hablás muy bien castellano.
Agradeció, nos repartió el menú y llegó Adriano con la carta de bebidas. Otro bombón el colega, también tostado, bien formado, pelo y ojos negros, pestañas que parecían pinceles, brazos musculosos sólo lo necesario y una sonrisa que derretía las velas. Los caribeños pidieron cervezas y nosotros un Chardonay que nos recomendó Adriano.
Dimos cuenta de la lasaña de verdura con salsa rosé y pesca del día con verduras al vapor, mientras con las manos libres acariciábamos los muslos de los compañeros de asiento. Luli no dejaba de gemir y decir qué rico a cada bocado, mirando a Kevin y chocando sus copas. Coqui se dejaba hacer y cuando llegué a su bulto, noté que ya estaba al palo, como yo.
Dejé caer la servilleta y descubrí el motivo de los gemidos de mi mujer. Estaba sobando la pija erecta de Kevin sobre la bermuda, mientras él hurgaba en su tanga con los dedos. Me alcé sonriente, le guiñé el ojo a Luli y le mandé un beso al aire, gesticulando un te quiero con mis labios. Igual, vocalizó ella, devolviendo el beso con creces y sobresaltando a Kevin. Supongo que le debe haber apretado el paquete.
-¿Todo bien?, les pregunté.
-Muy bien, respondieron al unísono.
Tomamos el helado y un café para cerrar la cena. Cuando los camareros vinieron a retirar el servicio, los invitó a las clases de baile del show, bien bañaditos. Dijeron que sí, porque era una de las materias que habían elegido para rendir libres y, además, coincidía con su horario de salida, pero les llamó la atención lo del baño.
-Me gustan los chicos bañaditos y perfumados. Los esperamos en el jardín cerca del salón, así me muestran cómo bailan para que pueda aprobarlos, les dijo con picardía.
Salimos los cuatro al aire nocturno por una puerta cercana, para evitar miradas indiscretas sobre nuestros bultos y fuimos hasta el jardín. Kevin la llevaba de la cintura baja resueltamente y ella le manoseaba los glúteos en el camino, mientras le susurraba al oído cada tanto. Estaba oscuro y limpiamos la humedad del roció en un banco con toallas de papel para sentarnos a esperar a los canadienses. Era para tres, así que nos hizo sentar con Kevin al medio y ella se ubicó en su regazo, de espaldas, bien ubicada sobre su miembro duro, empezando el meneo que tan bien sabía hacer.
Coqui y yo le metimos mano entre las piernas hasta llegar a su conchita húmeda, separando la tanga hacia un lado y hacia el otro. Gimió mientras se volvía a chuponear con Kevin y éste le sobaba las tetas ya por debajo del escote. Cada tanto, me besaba o aprovechaba los labios carnosos de Coqui mientras yo aprovechaba la calentura de Kevin para acariciarle los pectorales e interponer mi mano entre su pija erecta y las nalgas de mi mujer, gozando de ambas cosas.
Estábamos tan excitados que no notamos que habían llegado Andy y Adriano, que nos miraban con asombro y carraspearon. Lejos de sobresaltarse, Luli se acomodó algo el vestido, les tendió las manos e hizo que la levantaran de su cálido asiento, agradeciéndoles con un tremendo morreo a cada uno. Hizo que la tomaran de la cintura y se fue con ellos metiéndoles las manos en los bolsillos traseros para acariciarles las nalgas.
El salón estaba apenas iluminado, a medio llenar y sonaba la música. Pudimos elegir mesa con sillones en un rincón apartado y oscuro, sentándonos tres por lado, ella entre los canadienses, después de chuponearse con Kevin y Coqui, guiñándome un ojo. Apenas ubicada entre los estudiantes comenzó a acariciarles los brazos y las piernas, mientras les susurraba lo lindos que eran y qué fuertes que estaban.
Llegaron los mojitos y tras un trago, de las caricias pasó a los besos para saborear sus lenguas ávidas. Ellos me miraban asombrados. les asentí con una calentura que me explotaba porque acariciaba los duros paquetes de mis compañeros de asiento, y empezaron a meterle mano en los pechos por fuera y por dentro del escote. Lilu detuvo su morreo un instante y me sacó la lengua. Era la señal y le gruñí por encima de la música:
-¡Las dos! ¡A fondo! Dale.
Maniobró para abrirles las bermudas uno por uno y sacarles la pija para sobárselas, y enseguida se inclinó para chupar una y pajear al otro. Gemían ambos y los fue alternando, pasando de uno al otro como quien da vueltas en una calesita. Tomé mi mojito de un trago y me adelanté en el sillón sin soltar los pingos caribeños para tratar de ver algo de la mamada que mi mujer daba a los canadienses, pero sólo logré que me acariciaran el culo y me pusieran más frenético.
Kevin propuso ir a bailar, sin importarle exhibir el bulto que pugnaba por romper sus bermudas, y mi mujer fue soltando la pija de uno y sacando la boca de la empalmada poronga del otro camarero, los dejó recuperar la compostura, y se levantó para bailar al compás de Kevin, sin preocuparse porque su vestido mostraba más de lo que cubría. Bailaron, se acariciaron y se morrearon sin ataduras en la pista, al punto que los canadienses les hicieron corro junto con varias parejas y aplaudían mientras Luli y Kevin se daban sin tapujos, a punto de tener sexo delante de todos.
Me quedé en el sillón para sacarme el gusto con Coqui, que respondía con ganas y aproveché para besarlo apasionadamente y abrirle la camisa para lamer sus pectorales, abdominales y apoderarme de su glande suave y rosado como un helado de frutilla. Se lo lamí con mucha delicadeza hasta que no aguanté más y empecé a tragarme su tronco enhiesto por enésima vez. Levantaba sus nalgas para metérmelo hasta el fondo y yo aceleraba mi chupada hasta que empecé a sentir que le salía líquido seminal, que me apresuré a lamer en su delicioso glande rosado y húmedo.
Le susurré al oído que me gustaba mucho, que me lo volvería a comer todo, pero quería ir a ver qué pasaba en el corro que se formó en la pista. Le acomodé la ropa y me lo llevé de la mano hasta ponerme detrás de Andy, que se sobresaltó al sentir mi bulto entre sus nalgas.
-Perdón, le dije.
-No es nada, no sabía quién era.
-Somos nosotros, le dije, pues tenía a Coqui apoyándome su paquete y tomándome de la cintura.
-Todo ok, me dijo y me sonrió.
Casi lo beso de lo lindo que estaba, pero atiné a decirle al oído que fuera a la pista a unirse al festín con Luli y Kevin.
-Es muy caliente tu mujer, me dijo.
-Ni lo dudes, le dije con voz ronca por el deseo.
Cuando Luli lo vio, alzó los brazos invitándolo a tomarla de frente. Fue un frenesí de besos y morreos entre los tres y el corro estalló en vítores. Mi mujer les abrió la camisa a los dos y fue acariciando sus pectorales alternativamente, mientras les comía las bocas y bajaba las manos a ambos bultos, que se notaban durísimos y apetitosos, mirando hacia todos fingiendo asombro, la muy calentona.
Al mismo tiempo, yo meneaba mi culo atrayendo a Coqui a mi espalda y recostándome sobre él, que me pasó sus brazos por delante para sobar mi pija parada y me apoyó con total descaro. Mi mujer empezó a bajar los cierres de las bermudas de Kevin y Andy, mientras la barra aullaba y aplaudía, y sacó los miembros duros de ambos para pajearlos, relamiéndose.
Mientras, seguía chuponeándolos alternativamente y ellos le manoseaban los pechos, el culo y levantaban su vestido para incursionar en su tanga empapada. Entrelazaba las lenguas uno a uno hasta que los instó a besarse entre ellos mientras se arrodillaba a besarles la pija tomando una con cada mano. Lamió y chupó los glandes chorreantes de líquido seminal, ante la ovación del corro.
Mientras, yo me besaba con furor apasionado con Coqui y empujaba mi culo hacia su pingo durísimo, él me sobaba la pija ya por dentro de mi bermuda y entreví a dos metros a Adriano que nos miraba asombrado con los ojos como platos. Sin soltar los generosos labios y la ansiosa lengua de Coqui, le guiñé un ojo al canadiense morocho y lo llamé con la mano. Se acercó y le pregunté si le gustaba el espectáculo de mi mujer, mirando al bulto de su bermuda, donde su pija pugnaba por romper el cierre.
Sólo asintió y me atreví a manosearle el miembro por encima de la tela. Dio un respingo, resopló y cerró los ojos, dejándose hacer. Miré a Coqui y le hice señas al trasero del camarero. Quitó una mano de mi bulto y lo llevó al glúteo de Adriano, mientras yo le sobaba la pija y notaba la humedad que se filtraba por la fina tela de su bermuda.
Por suerte, no permitían celulares en la fiesta bailable, porque la situación entre Kevin, Luli y Andy en el centro de la pista se desmadró definitivamente.