— Es que tengo poco deseo sexual… tengo la libido inhibida… ¿pero qué le ves a las nalgas, por qué te apasionan tanto?, si sólo son dos bolas de carne… ¿en cuatro?, ay no, me sentiría como yegua… me encanta hacer el amor contigo, pero es que mi deseo sexual es poco, ésa energía la quemo en otras cosas… es que tú no has sufrido como yo, tener que quitarte el pan de la boca para dárselo a alguien más, ¿qué energía te queda?… eres un asqueroso, los pies de la mayoría de las mujeres apestan, están llenos de hongos… las mujeres de mi familia son todas muy ardientes pero quién sabe por qué yo salí así, con poco deseo… no me gusta el sexo oral, sabe feo… no me gusta la penetración…
Así hablaba Valeria, una novia que tuve a inicios de éste siglo. Era una chica muy bella con un cuerpazo de infarto, del tipo de belleza que en algunos países de América Latina llamamos “criolla”, piernas generosas, caderas anchas y nalgas retadoras que reventaban los pantalones que se ponía y que así le quedaban porque, según ella, no había de otros. Tenía una cara de cachonda difícil de ocultar, coqueta y traviesa. Pero conmigo, y durante varios años, resultó ser más casta que la madre Teresa. Andábamos en los veinte años. Ni qué decir que la fuente principal de desavenencias era ya no la falta de sexo sino de rica cercanía física. Y cuando yo le preguntaba por qué, me recitaba su siempre muy bien preparada lista de respuestas cuidadosamente meditadas con toda clase de ampliaciones y ramificaciones que sostuvieran su argumentación. Estudiaba filosofía y era muy hábil en el arte de la manipulación, a condición de ejercerla con alguien inexperto o ciego a sus chingaderas, como era mi caso porque estaba tan enamorado de ella que juraba y perjuraba que era el amor de mi vida y la creía la reencarnación de Sor Juana Inés de la Cruz. Así de estúpido. Toda estafa requiere, forzosamente, la colaboración del estafado.
Ella había desarrollado un sencillo pero efectivo sistema de control: cualquier cosa que yo dijera, era de inmediato contestada con su contrario exacto y no había nada que no pasara por su aduana de aprobaciones; según ella, las películas que me gustaban eran deplorables y ni hablar de las series, tenía un gusto dudoso respecto a las mujeres (y ella era la prueba, pero eso lo pensé hasta años después), la música que me gustaba era vulgar y pedestre (Stravisnky, Bernstein, Mahler, Berg…), hasta la comida que me gustaba era juzgada. Era tan sublimemente estúpido que la escuchaba con respeto diciéndome a mí mismo que cómo era posible que fuera una basura con patas si ella era tan excelsa y había sufrido tanto, tanto, pero tanto, tanto, tanto que yo debía erradicar mis deseos, expectativas y anhelos porque la vida había sido temiblemente injusta con ella, tan injusta que hasta el campeonato continental del sufrimiento se lo habían negado. Jamás me pasó por la cabeza que Valeria no quería redimirme sino hundirme. Llegué a verme feo, con cuerpo horrendo como puerco parado y hasta me pensé enfermo por desearla. En ése entonces no se hablaba de eso (y siendo hombre, menos, hay un trecho enorme entre el discurso que promueve “otras masculinidades” y la realidad por parte de ésa misma gente que lo promueve), pero muchos años después aprendí que ella no era otra cosa que una manipuladora narcisista. Pero aun así, aunque no se hablara en ésos términos, la manipulación sí la veían todos los que me rodeaban, el único que no quería verla era yo.
Uno de los que veía la manipulación era un simple conocido que estudiaba en la misma escuela superior (después elevada a pomposa facultad) donde nosotros tratábamos de sobresalir. Una mañana que yo estaba tristeando en una mesa de la cafetería, el conocido llegó y sentó. No me caía bien ni mal, sencillamente era alguien con quien nunca hubiera tomado ni un café. Decía ser poeta y siempre tenía la misma expresión neutra pasara lo que pasara. Y sin preámbulos dijo:
— Deja adivino: es Valeria, ¿verdad? Mmmmm. Ya veo. ¿Ya te dijo que no eres tú sino ella la del problema? ¿Ya te salió con que tiene la libido inhibida? ¿Ya te dijo que tiene poco deseo sexual? ¿Ya te criticó porque te gustan sus nalgas? Si, si, si, y te dijo que en cuatro no porque se sentiría como yegua, ¿verdad?, y que le da asco mamarle la verga a un hombre porque sabe feo y que la penetración le desagrada porque hay otras formas de gozar del sexo, ¿verdad que ya te lo dijo? Cómo no, claro que te lo ha dicho, nomás con la cara que pones me das la respuesta. ¿Ya te dijo que sólo la quieres para sexear con ella y que eres un enfermo por desearla?— y todo esto lo decía con la naturalidad de quien te platica sin preocupación sobre lo que cuesta el kilo de melones en el mercado.
Era estúpido pero nomás con ella, de inmediato me di cuenta de que era imposible que éste fulano hubiera estado abajo de todas las mesas, detrás de todas las cortinas, siguiendo en las sombras todos nuestros pasos y así haber escuchado aquellas cosas con semejante precisión. Significaba que Valeria le decía eso a otros y que, ¡hazme el recabrón favor, qué pendejo!, yo no era el único ni de lejos. Hasta la boca se me secó. La poca dignidad que me quedaba la usé para no hacerme el indignado.
— Hay algo que tienes qué ver, ya tú decidirás qué haces.
Se levantó y estaba tan seguro de que lo seguiría que ni siquiera volteó a ver si me levantaba para ir con él. Fuimos, completamente en silencio, hasta su casa que estaba allá por donde Jesús perdió los huaraches y el aire daba vuelta. De una colección de videocassettes VHS cuyas etiquetas nomás decían números y letras, tomó tres. Y me puso el primero. Valeria Mesalina estaba en la sala de alguna casa, rodeada por cuatro fulanos, treintones, parecidos a mí y al conocido. Valeria estaba vestida como jamás la había visto: deliciosamente puta, vestido color humo semi transparente y pegaditito, la micro falda apenas y cubría algo y un cuarto de sus magníficas nalgas asomaban. No traía ropa interior y se movía para que lo notaran sus amantes y la cámara, quien era el quinto sutano en realidad. Tenía ya la vulva tan encharcada de sus propios jugos que fácilmente reflejaba ante la cámara la luz que le llegara a dar a donde se hacía mucho del rogar para que yo (y los otros) llegara. Tenía puestas unas zapatillas que dejaban al descubierto sus pies, que ella sabía muy bien que era una zona erógena muy poderosa en ella y en muchas mujeres, en contra de lo que proclamaba. Y mamaba vergas con pericia consumada. Parece que los había escogido a propósito y es posible que así fuera: todos pitudos, de vergas largas y gruesas, guapitos, con cuerpo de nadadores, musculosos y actitudes de ser demasiado sexys para la camiseta, lo que era cierto y en otras circunstancias habría apreciado la belleza de sus cuerpos y sentido antojo por todos ellos. Evidentemente disfrutaba las vergas de sus machos, pero conociéndola lo que disfrutaba más era verlos tan erectos y húmedos por ella, tan enardecidos de lujuria. Los ojos de Valeria se veían vidriosos, lo que me hizo pensar que había bebido antes (o hasta se había metido algo) y casi me hizo gracia: ella, que tan pura se proclamaba. Uno de sus cabrones no se aguantó y mientras ella estaba de rodillas mamando vergas, el fulano le alzó la falda hasta la cintura y mordió sus nalgas, las ensalivó, besó, amasó, nalgueó, le chupó el culo con entusiasmo provocando gemidos y mucho placer en Valeria. Y sin decir más, le metió la verga. Y sin condón. Nomás la ensalivada de ella, y órale, hasta los huevos se la dejó ir. Y se empezó a poner más candente la cosa.
Le decían lo de rigor, que eres una putita, que te encanta la verga, que te ando chiquiteando el culo para dejártela caer por allí, cómo mamas verga, piruja de mierda, te encanta que te den de vergazos, tan inocente que te ves y eres una pinche güila, le sacaron las pequeñas tetas y el vestido quedó enrollado como un cinturón mientras pellizcaban sus pezones y le daban verga por todas partes acomodándose para darle verga por la vagina, por el culo, por la boca y que masturbara a los que no le ocupaban un agujero. Y a todo decía con alegría que sí, que era una puta y le encantaba serlo, que quería más verga y nunca era suficiente la que le daban, que vivía con el chocho caliente todo el tiempo, ¿a poco?, si ya nos dimos cuenta de que la traes siempre mojada, prostituta caliente, que la cogieran duro como la pinche puta que era. Y le jalaban el cabello, enloquecidos de deseo, le daban terribles nalgadas (mmmm, con razón luego andaba con cara adolorida y se sentaba con tanto cuidado, todo tiene una explicación), la atragantaban de verga y se la enterraban sin piedad hasta el fondo cuando eyaculaban y la sujetaban fuertemente del cabello para que aguantara las ganas de vomitar y se tragara los mecos que le echaban, cosa que tampoco le costaba ningún trabajo y decía que quería más verga y más mecos. El video estaba editado y aparecieron los cuatro trenzados en cogérsela, ella ya completamente desnuda, acostada boca arriba sobre un poderoso pitudo que le destrozaba el culo mientras otro horadaba su peluda vulva y los otros dos se alternaban llenándole la boca de verga y semen. Estaba empapada de sudor y de semen. Y al final hasta de orina porque uno de los fulanos se puso a mearla muy quitado de la pena y ella hasta boca abría para que le cayera el chorro directo.
El otro video era de ella con otras dos muchachas y al final el novio de una de ellas, quien dejó la cámara en un tripié y se unió a la acción. La despojaron de unos jeans ajustadísimos, las chavas se turnaban par mamarle el culo alabando su olor y su textura, admiraron en voz alta el color oscuro de abultados labios vaginales y estaban fascinadas por su olor. Chuparon sus pies recién sacados de los tenis y largo rato disfrutaron sus nalgas y sus tetas. Parecía video de porno comercial para lesbianas: todo era lentísimo, todo era larguísimo y acababa por ser aburridísimo de tan estereotipado. Salieron los grandes dildos a relucir y Valeria se echufó con una, con la otra, luego con la una, luego con la otra mientras le chupaba hambrientamente el chocho a la una, comió el culo de una y de otra a pesar de que públicamente gritara a los cuatro vientos de que las nalgas y el culo de casi todas las mujeres eran poco menos que una cloaca asquerosa. La ataron a la cabecera y le vendaron los ojos. Apareció la rutinaria vela para derramarle parafina fundida en los pezones y en el pubis, alzaron y abrieron sus piernas y echaron gotas de parafina hirviente en su culo mientras ella bramaba feliz. Y mientras estaba atada, apareció el novio de una o de la otra, no lo sé. Un cuate al que jamás le hubiera hecho caso en la vida real: flaco, feo, intrascendente y con un pito regular pero bien parado. La cara de jarioso que se sacó la lotería no la pudo ocultar y se la cogió velozmente. No duró mucho y eso provocó las protestas de Valeria, quien dijo ser mucha puta para tan poquita verga. Casi me daba risa que Valeria me acusara de que tenía un zoológico en la entrepierna por mi culpa.
El tercer video era Valeria sola con un fulano. Estoy casi seguro que era uno de sus cogedores del primer video. Ya estaba semi desnuda, con el bikini provocativamente casi desatado y la vulva expuesta sin quitarse la prenda mientras se masturbaba frente al fulano dándole a antojar el chocho sabroso y metiéndose un dedo por el culo. El escenario ahora era una habitación de hotel en la playa. Pude establecer la fecha en que eso ocurrió porque Valeria traía una pulsera que yo le regalara justo antes de irse a unas vacaciones en la playa. En efecto, era mucha puta y yo era mucho pendejo. La cogida en éste video era mas bien rutinaria, apasionada pero nada del otro mundo, mucho chop-chop-chop de sus nalgas al recibir las embestidas en cuatro de su pitudo cogedor y cosas así. Lo interesante no era cómo cogían sino lo que decían entre jadeos, metidas de verga y picadas de culo.
— ¿Y qué dice tu novio?
— Arroyo no dice nada, es un pendejo.
— ¿No te coge rico?
— Ni que estuviera loca, a ése nomás le saco lo que quiero.
— Pero ¿a poco no te gusta?
— Alguna vez lo quise, pero ya no me interesa.
— ¿Y por qué sigues con él?
— Porque siempre conviene tener un estúpido que cargue los bultos— dijo Valeria con el culo tan lleno de semen que se le escapaba y bajaba a mamarle la verga con precipitación y ansiedad.
El conocido detuvo el video y me ofreció un tequila. Me tomé tres y ni siquiera los sentí. No dije una sola palabra, no hacía falta que lo hiciera. Por entonces hablaba mucho pero decía poco y callaba en lo verdaderamente importante. Me fui sabiendo lo que tenía qué hacer. Reunir el valor para hacerlo era otra cosa.
Liberarse de una relación con un narcisista manipulador es una cosa compleja, dolorosa y tardada, lo saben quienes lo hayan vivido, y por lo que ahora sabemos, lo ha vivido mucha gente, hombres y mujeres. Es un lento proceso que comienza por aceptar el engaño que uno ha padecido pero también por aceptar que uno ha sido parte colaboradora de ése engaño al dejar de escuchar la voz de nuestro instinto que los grita que tengamos cuidado frente al peligro evidente. No se trata de encontrar culpables sino de reconocer lo que ha sucedido, sucede y lo que debe hacerse para que deje de suceder. Hay quien requiere ayuda, otros hicimos lo que pudimos de la mejor manera que pudimos.
Tres años más tarde recibí un sobre sin remitente conteniendo un DVD. Eran las tres cintas que acabo de describir. El conocido, quien desde luego también era un afectado por Valeria, generosamente me hacía llegar una copia sabiendo que ésa información es muy útil si el narcisista pretende pasarse de listo. No fue necesario porque Valeria ahora tenía por imbécil titular a un puertorriqueño que decía ser parte de la resistencia nacionalista de su isla, muy acorde a la personalidad de ella que hasta se las daba de gente muy de izquierdas. Se largó varios años a Puerto Rico y me imagino que allá hizo de las suyas porque luego volvió precipitadamente aquí a un trabajo de ésos que sólo se obtienen con la conveniente intervención de un político. Cuando éste político cayó en desgracia, alguien le ha de haber dicho a Valeria que huyera pues regresó a Puerto Rico. Seguro que le iban a fincar cargos debido a su relación con el político en desgracia y ella era de las sacrificables, por muy manipuladora que fuera. Lo último que supe es que dice ser analista política con videos en la red y toda la cosa. Pero ya no es jovencita y hay muchas otras más jóvenes que ella, más aventuradas, más audaces y sin la menor piedad para mujeres mayores en edad que ellas, tal y como en su momento así lo hizo. Ella, tan filósofa, olvidó las vueltas que da la rueda de la fortuna.