– “Alba y yo vamos un poco más temprano porque nos falta terminar unas compras, Beba y Rubén me dijeron que ellos irán apenas salgan del trabajo, ustedes acomoden el viaje a gusto, con nosotros, con ellos o por su lado”.
– “Te agradezco Dardo, vamos en nuestro auto, nos vemos allá”.
Cuando Carola y yo llegamos a la urbanización estos matrimonios vecinos, todos cuarentones, nos recibieron muy bien, facilitando la adaptación que lleva tiempo y aprendizaje. Así es como empezamos a frecuentarnos compartiendo el consabido asado, alguna cena con posterior salida, y esta escapada a la casa cercana a la playa durante el fin de semana largo por carnaval. Alba la había heredado de sus padres y su esposo Dardo, maestro mayor de obras, era el responsable de su remodelación e incremento de las comodidades.
Con muy poco intervalo llegamos los tres matrimonios y nos distribuimos los lugares de descanso. Entre acomodarnos, preparar una picada de fiambres y quesos, beber distendidos y una amena charla fuimos pasando el tiempo hasta que llegaran las ganas de descansar. En esa conversación, amable pero sin trascendencia, el dueño de casa entró con un tema, para mí, inesperado.
– “Carola y Gustavo, hace tiempo que nosotros cuatro deseábamos compartir con ustedes algo que forma parte de nuestra intimidad, y no encontrábamos el momento oportuno; creemos que éste podría ser”.
Los destinatarios de la confidencia estábamos sentados juntos en un sillón grande, y me llamó la atención que Carola se pegara tomándome del brazo y apoyara su cara en mi hombro.
– “Por mi lado agradecido, pues representa una demostración de confianza”.
– “El asunto es que los dos matrimonios practicamos el intercambio de parejas. Listo, lo dije. Era conveniente que lo sepan pues alguna señal que puedan ver daría a interpretar algo que no es, como ser la infidelidad. Es un acuerdo entre los cuatro y lo llevamos bien. Por supuesto, sin intentar presionar o poner en una disyuntiva, queremos invitarlos a participar. La decisión es de los dos, sin condicionamientos, sin límite de tiempo, es decir totalmente libres”.
– “Evidentemente todos los días se aprende algo nuevo, nunca hubiera imaginado esa relación entre ustedes. Son merecedores de elogio pues nada del comportamiento visible hace presumir eso que está atrás. Te agradezco el ofrecimiento, que seguramente lo hacés pensando en nuestro placer, pero de algo estoy seguro, y es que no podría ver a mi mujer en brazos de otro hombre”.
– “Nosotros lo tomamos como un condimento agregado al plato principal, que ya de por sí es sabroso, pero con esto pasa a la categoría de manjar siempre novedoso. En la vida hay que divertirse”.
– “En eso coincidimos, simplemente diferimos en la idea de diversión. Por ejemplo, a vos resolver enigmas lógicos te parece una tortura, en cambio para mí es un pasatiempo delicioso”.
– “Quizá te convenga escuchar la opinión de Carola”.
– “Naturalmente, y no solo la escucharía sino que me allanaría totalmente a su postura. Ella nunca dejó de ser libre, libremente nos unimos y aceptamos que ella sería mi única mujer y yo su único hombre. Si en algún momento desea cambiar ese convenio yo, aunque sea con tristeza, lo acepto de inmediato. Tonto sería no hacerlo pues estaría provocando el engaño”.
Viendo que mi postura era poco flexible en seguida el tema fue dejado de lado y también una pérdida de contacto con mi esposa que, luego de rascarse la espalda, se mantuvo separada. Segunda llamada de atención, ambas ciertamente leves. Lo que no tuvo esa levedad fue el intercambio de gestos con Alba. Ésta, cuando pareció que yo giraba la cabeza hacia el lado contrario, levantó las cejas como diciendo «Qué mala suerte». Cuando volví a mirar hacia el frente, desenfoqué la vista, poniendo atención en los movimientos periféricos, y ahí percibí la respuesta de mi mujer levantando los hombros en un claro significado «Se los dije, así es él».
Esa comunicación gestual era clara evidencia que ambas estaban de acuerdo en sondearme, lo cual daba por seguro el deseo de participar de mi pareja. Por supuesto que esa convicción me hizo mierda, me destrozó anímicamente, al punto que el lapso hasta el momento de acostarnos lo pasé sin participar, como si estuviera en trance. Volví a mis cabales en el trayecto hacia el dormitorio cuando una frase contundente entró a mi cabeza «Tu matrimonio se fue al carajo», recibiendo en respuesta «Es verdad, pero en ese viaje no irá solo, voy a hacer que alguna otra cosa lo acompañe».
Como sabía que me iba a costar dormir tomé el libro que siempre tengo a mano por si acaso y los anteojos de leer. Carola se arrimó diciendo que ella me iba a entretener mejor que la lectura pero mi contestación abortó su acercamiento.
– “No sé por qué, pero en este momento la sensación que me producís es asco, mantenete lejos”.
El día siguiente fue esplendoroso, parecía diseñado para disfrutar la playa, y allí fuimos después de desayunar. Creo que todos percibieron el ligero distanciamiento en nuestro matrimonio, por lo cual se esforzaron en idear actividades que fomentaran algún acercamiento, en la típica actitud del que tiene cola de paja, pues ignoraban qué y cuánto sabía del evidente acuerdo entre los cinco para sondear mi disposición al intercambio. Decidido a dilucidar cualquier duda durante esos días de convivencia me propuse tres cosas, disimular mi incomodidad, favorecer momentos de cercanía de Carola con ellos, y redoblar la vigilancia.
Después de almorzar y una corta sobremesa, el deseo de una buena siesta se presentó con la regularidad habitual, y así lo expresé en tono de chanza.
– “Dichosos ustedes que pueden disfrutar del sol y del agua, mientras yo tengo que cumplir la obligación de un rato de sueño”.
Pero la anunciada siesta iba a tener que esperar, más importante era descubrir el futuro de mi matrimonio. Tres cosas venían en mi ayuda, la ventana del dormitorio de los dueños de casa daba justo frente a la playa, ellos estaban a la vista y yo tenía en el auto unos buenos binoculares que me permitirían ver detalles inaccesibles sin esa ayuda.
Salimos juntos, ellos acercándose al agua y yo a buscar el bolso. Ubicado en mi puesto de observación veo la primera manifestación del intercambio cuando Alba y Rubén quedaron sobre unas toallas, con Carola entre medio de ambos, mientras Dardo y Beba tomados de la mano ingresaban al mar.
Al ver que los que flanqueaban a mi esposa se daban vuelta hacia ella apoyándose en un codo, mi voz interior se hizo escuchar «Comenzó el acoso, atento al derribo», y tenía razón; ambos la hablaban mientras con el dorso de un dedo iban recorriendo la piel desnuda, en imperceptible avance, desde el hombro hacia la teta más cercana; corren el bretel y retroceden para volver a la carga siempre avanzando. Y en esa progresión aparece el pezón bien erguido indicando excitación, que ella en seguida tapa pero sin impedir que la mano del intruso siga la caricia por debajo de la tela. La súbita apertura de la boca, simultánea con el cierre de los ojos y la elevación de la copa que cubre, hacen pensar que el pezón fue apretado, o retorcido, o ambas cosas.
Viéndola entregada el macho trata de avanzar, haciendo que deje a un lado la pasividad y participe activamente, para lo cual se sienta sobre sus tobillos, pegado a la cintura de la hembra y tomándole la mano la lleva a tomar el miembro cubierto por la bermuda.
Cuando ve que la mano se desliza sola parece creer que es el momento de avanzar algo más, y baja el elástico del bañador haciendo emerger el glande que trata de acercárselo a la boca. Ahí el movimiento de los labios de ella indica claramente dos palabras «Aquí no».
Ni que se hubieran puesto de acuerdo, Alba y Rubén la ayudaron a incorporarse y, cada uno tomando una mano, la llevaron detrás de la coronación de una duna cercana; allí él la abrazó tomándola de las nalgas por debajo de la biquini, mientras ella cruzaba sus brazos detrás del cuello juntando ambas bocas. Mientras las lenguas hacían su trabajo Alba no se estuvo quieta ya que ubicada a la espalda de Carola le bajó la parte inferior del traje de baño para luego tomarla por debajo de los pechos y separarla del macho. Fue la señal para que éste se arrodillara enterrando su cara en la entrepierna que se le ofrecía libre de obstáculos.
No hizo falta mucho tiempo para que la tarea de la boca fuera causante del temblor y posterior rigidez corporal que genera el orgasmo. La laxitud subsiguiente hizo que Alba la ayudara a quedar de rodillas inerme, situación que fue aprovechada por Rubén para descubrir su miembro y ponerlo en la boca que jadeaba buscando aire. Aunque fuera doloroso el desarrollo de la felación debo reconocer que mi esposa, mamando, es como para una clase magistral, te prepara de tal manera que los consabidos chisguetazos se transforman disparos que te dejan al borde del colapso. Y esta no fue la excepción pues Rubén de pura casualidad no terminó en el piso.
Cuando ellos promediaban el recorrido hacia las toallas tendidas, salí de la casa con el mismo destino y me acerqué a mi mujer como para darle un beso, pero antes del contacto, retrocedí en un movimiento premeditado.
– “Querida, tenés un olor raro en la boca, qué podrá ser?”
Ante la pregunta la reacción de los cinco fue disímil. La cara seria de mi esposa palideció, los que habían coprotagonizado la mamada apenas pudieron reprimir la carcajada, y los otros dos solo sonrieron. Por supuesto eso dio pie para un comentario de libre interpretación.
– “Parece que la causa de esta jocosidad es algo reservado, tendré que permanecer al margen del recuerdo humorístico”.
Acordándome de una mancha negra que había visto en la tierra, debajo del motor del auto, fui a mirar con más detenimiento. Era una leve pérdida de aceite del cárter pero convenía que lo viera algún mecánico. Estaba en eso cuando se acercó Carola.
– “Gustavo, Alba nos contó de una entrada natural del mar en aquel montículo rocoso que nos separa del pueblo y Rubén propuso alquilar una moto de agua para ir a conocer, parece que es algo precioso. Ahora irían ellos y si queda tiempo me llevaría a mí. En caso de hacerse tarde sería mañana. Qué opinás?”
– “Por supuesto vos debés hacer aquello que sea de tu agrado, personalmente creo que no conviene porque puede dar lugar a alguna situación equívoca de la cual sea difícil regresar. Sabés cómo pienso y no quisiera que nuestro matrimonio se vea afectado. De todos modos, repito, sos libre para manejar tu vida”.
– “Tené la certeza que voy a saber cuidarme”.
Cuando ella mencionó el pueblo cercano recordé que ahí vivía un amigo de la juventud que no veía desde hace unos dos o tres años y que ahora podría serme de ayuda, así que lo llamé.
– “Hola César, seguís firme en el pueblo?”
– “Como jopo de estatua. Hace tiempo que no te escuchaba”.
– “Es verdad. Ahora estoy en la casa de la playa de un amigo que queda cerca y necesito de tu ayuda”.
– “Soy todo oídos”.
– “Ando con una pequeña pérdida de aceite en el auto y quisiera hacerla ver. Tenés algún mecánico amigo?”
– “Tengo, para cuándo querés?”
– “Me gustaría consultarlo para tener una estimación de tiempo y así organizarme. Podré verlo ahora?”
– “Lo llamo y te contesto”.
Habiendo quedado en ser atendido apenas llegara salí de inmediato hacia allá. El desperfecto era pequeño pero si no lo arreglaba ahora podía ocasionar daño grave. El tiempo estaría más ligado a conseguir el repuesto que a la tarea en sí. Acordamos en llevarlo mañana antes de las nueve y mientras acercaba a mi amigo hasta su casa le pregunté.
– “Sabés de una entrada del mar que da a una playa rodeada de formaciones rocosas a la que solo se accede desde el agua?”
– “Me imagino cuál es. Probablemente te estás refiriendo a una que presenta una especie de galería cuyo techo oficia de terraza. El que se accede solo desde el mar es invento de los que alquilan lanchas o motos para mover mejor su negocio. Aunque es algo escabroso, por falta de uso, también se puede llegar por tierra, pero hay pocos que conocen ese recorrido, y los más jóvenes, si lo conocieran, seguro preferirían lo más fácil y a la moda”.
No había razón para ocultar mi situación así que le conté todo incluyendo mi deseo de vengarme y luego hacer los trámites de divorcio. Y por eso le pedí dos favores, el primero que mañana, después de dejar el auto, me llevara en su moto al lugar del que habláramos, y el segundo que me prestara el machete que se lo habían hecho usando una hoja de elástico de camión, que no solo tenía un filo excepcional sino que, al ser tan pesado, cortaba en el primer envión.
Media hora después de las nueve, del día siguiente, ya estábamos en un inmejorable puesto de observación y cuando la espera nos estaba carcomiendo vimos aparecer la moto.
Bajaron de la moto tomados de la mano y ascendieron hasta la terraza natural, ambos con chalecos salvavidas, él con slip y una pequeña mochila, y ella con malla enteriza. Yo, oculto a pocos metros, era un privilegiado espectador que, en el silencio ambiente, podía escucharlos perfectamente. Después de tender una toalla grande se sentaron.
– “Este es un lugar que pareciera diseñado por la naturaleza como marco maravilloso para disfrutar al máximo”.
– “Tenés razón, cuando lo contaste creí que exagerabas”.
– “Ayer, con Alba nos faltó tiempo pues solo tuvimos una hora antes de que oscureciera, y aun así lo disfrutamos”.
– “Ella fue la que me tentó y por eso acepté tu invitación, pero creo que me equivoqué, no debí haber venido pues mi marido no se merece esto”.
– “Puede que sí se lo merezca. Qué te contestó cuando le dijiste que yo te había invitado a conocer este sector de playa?”
– “Me dijo que no le parecía bien, aunque era libre para hacer lo que quisiera. Sus palabras textuales fueron «Podés llegar a encontrarte en una situación que afecte seriamente nuestro matrimonio. Por supuesto a nada te obligo. A mi lado solo te quiero por una elección en total libertad»”.
– “Ves como tengo razón? Para mí que íntimamente, quizá sin saberlo, quiere ser cornudo y por eso no te pone límites”.
– “Es verdad que no me pone límites, pero me lo dijo una vez y de manera bien clara «A mi lado sos dueña de hacer lo que se te ocurra, pero con certeza absoluta no estoy dispuesto a compartirte. Cuando tengas ganas de estar con otro simplemente me lo decís y cada uno sigue su camino sin enojos. Por supuesto informando antes. Si dejás el aviso para después, corrés franco peligro»”.
– “No creo que sea para tanto, solo un imbécil deja suelta a una hembra como vos. De todos modos lo que pueda suceder aquí nadie lo sabrá. Si fue hasta el pueblo a hacer reparar el auto tenemos tranquilamente seis horas antes de que vuelva”.
– “Pero en la cabaña todos se van a dar cuenta”.
– “Sí, pero nadie abrirá la boca porque todos se tapan mutuamente”.
Mientras tenía lugar la conversación él deslizaba el dorso de la mano por el brazo, para luego pasar al muslo ante la pasividad de ella, que esbozó una mínima resistencia cuando, atrayéndola empezó a besarle el cuello y las orejas. Esa caricia, en lugares particularmente sensibles, fue suficiente para superar la débil barrera que subsistía. La progresión fue espontánea, cuando la llevó a apoyar la espalda en el suelo los labios se buscaron y los pechos femeninos fueron primero acariciados, después desnudados y luego estrujados y retorcidos logrando ayes de dolor y placer.
Un rato después se produjo el cambio, la boca del macho pasó a los pezones y la mano bajó totalmente la malla, que ella se encargó de sacar por las piernas para separarlas de par en par, ofreciendo la vulva abierta para ser íntegramente recorrida antes de recibir dedos adentro, que en rápido pistoneo la llevaron al primer orgasmo guturalmente anunciado, dejándola desmadejada.
Hombre experimentado en estas lides se tiró de espaldas a su lado dándole tiempo para reponerse. Tiempo era lo que sobraba, aunque parece que ella opinaba distinto porque en seguida se irguió lo suficiente para llegar a la cintura cubierta por el slip para retirarlo y devorar el erguido miembro que la esperaba. Poco esfuerzo le demandó recibir en la boca la catarata de semen que prolijamente tragó. Ahora sí era momento de descanso.
– “Te corriste como una yegua. ¿Que el cornudo te tiene a dieta?”
– “No simplemente que ya en la moto venía juntando ganas”.
– “Ahora te toca pija en conchita y culo”.
– “Pero aquí no, alguien que aparezca en moto o en lancha nos puede ver, mejor vamos abajo, ahí tendremos tiempo de ocultarnos”.
Desnudos como estaban bajaron tomados de la mano y detrás de una roca ella se puso en cuatro para ser penetrada vigorosamente.
– “Así papito, hasta el fondo, hacerlo fuerte, que suenen mis nalgas, lléname la panza de leche”.
– “Nunca pensé que fueras tan putita. De haberlo intuido, hace rato que el boludo de tu marido portaría cuernos”
Mientras ellos bajaban tomé sus pertenencias sin olvidar teléfonos y llave de la moto, guardé todo en mi bolso y bajé llevando el machete bien afilado. Me orienté por sus voces y los encontré dándome la espalda y concentrados en el metisaca, solo que ahora se había producido un cambio de orificio.
– “¡Bruto, me la metiste de golpe, ahora debo tener el culo roto!”
La arena y los gritos silenciaron la aproximación para dar un solo machetazo a la altura de los tendones de Aquiles del diestro conquistador. No terminó de gritar del dolor que ya me había escurrido hacia donde esperaba Juan con la moto para silenciosamente emprender el camino de regreso, trayecto en el cual apagué los celulares que enterramos un poco más adelante.
La venganza había comenzado bien. El macho no podría moverse salvo arrastrándose y, a él, la hembra tenía ligado su destino, ambos desnudos, sin agua y sin comunicación. Ahora a esperar.
De regreso con mi amigo en la moto fue el momento para algunas maniobras de cobertura. Eran las once y media de la mañana cuando llame a Carola y al recibir el aviso diciendo que el celular estaba apagado o fuera del área de cobertura, le mandé un mensaje de texto. Diez minutos después, sin ver la señal de mensaje leído, la llamé a Alba.
– “Hola Alba, ¿la tendrás cerca a Carola?, que no puedo comunicarme con su teléfono?”
– “No, ella se fue hará una hora y media con Rubén en la moto a conocer la playa a la que solo hay acceso desde el mar”.
– “Qué lástima, evidentemente mi opinión no fue tenida en cuenta”.
– “Yo se la recomendé porque es preciosa. Cuál fue tu opinión?”
– “Le sugerí que no fuera pues me parecía que una salida de ese tipo podía afectar negativamente nuestro matrimonio. Realmente lo lamento, espero que ninguna de las dos tenga que arrepentirse”.
– “La verdad, no encuentro razón para eso”.
– “Ojalá así sea, quería avisarle que el auto me lo entregan a última hora, estimo que llegaré para la cena. Chau”.
A las seis de la tarde recibo una llamada.
– “Hola Alba”.
– “Hola Gustavo, te hablo porque Carola aun no regresó y han pasado más de siete horas desde que se fueron”.
– “Será que el entretenimiento está durando más de lo esperado, me imagino que tendrá buenas razones para demorarse”.
– “Y no te preocupa?”
– “De ninguna manera, ella decidió ir, ella sabrá regresar, y si la explicación sobre la demora hace agua menos razones para preocuparme, porque solita cortó la relación”.
– “Voy a avisar a la policía”.
– “Hacé lo que quieras”.
Tres horas más tarde llamó de nuevo.
– “La policía ya los encontró, están en el hospital”.
– “Gracias por el aviso”.
La llamada me llegó mientras regresaba a la casa de la playa por lo cual di vuelta para dirigirme a la seccional de policía. Después de identificarme me informaron dónde los encontraron y las condiciones en que estaban, por lo cual habían sido llevados al hospital del pueblo. Luego de eso el comisario me hizo una pregunta totalmente razonable.
– “Qué raro que sea una amiga la que nos llame pidiendo la búsqueda y no usted”.
– “Tiene razón comisario, ahora le cuento. Ayer uno de los amigos, que nos acompaña este fin de semana, la invitó a conocer una playa a la que solo se accede por mar en una moto de agua. Cuando ella me consultó le dije que no me parecía conveniente, pues eso daba pie para algo que pudiera afectar nuestro matrimonio ya que ese caballero había tenido actitudes algo dudosas. Cuando a media mañana intenté avisarle que me iba a demorar no me atendió el teléfono y, al llamar a la amiga, esta me dijo que había aceptado la invitación y habían salido un rato antes. No sé si pude explicarme”.
– “Entendí perfectamente”.
– “Bien, ahora le ruego que me disculpe si respondo con una pregunta ¿Si su esposa se hubiera ido con otro pese a su advertencia y se demorara unas cuantas horas en regresar, usted se preocuparía en buscarla?”
Fueron elocuentes la semisonrisa y elevación de cejas en la cara del policía.
– “Comisario, su silencio ha sido muy expresivo, y le agradezco que no haya mirado hacia arriba tratando de ver la frondosidad de mis cuernos”.
De los policías podemos decir un montón de cosas menos que sean tontos. No sé si el jefe de la seccional se compadeció de mis astas, compartió mi bronca o ambas cosas, la cuestión es que me dejó ir después de anotar mi dirección y teléfono. Al llegar la primera en interrogarme fue Alba.
– “¡Contanos qué pasó!”
– “Buscaron donde vos les dijiste y allí estaban ambos, desnudos, con cierta hipotermia, deshidratados y sin pertenencias. Pero no sólo eso, Rubén tiene un pie desprendido del resto del cuerpo y Carola está con un ataque de nervios que obligó a sedarla”.
– “Santo cielo, pero cómo puede haber ocurrido eso!”
– “No tengo idea, pero ahora sí estoy satisfecho pues conozco la causa de la sorpresa y consternación de ustedes, en cambio ayer me dejaron ignorante sobre la parte humorística del olor extraño en la boca de mi esposa”.
– “Y cómo los viste?”
– “No los vi. Después de hablar con la policía me vine”.
– “Pero seguramente necesitarán ropa y algo más”.
– “Muy probablemente, pero ya se las arreglarán, de la misma manera que se las arreglaron antes”.
– “Pero no vas a hacer nada?”
– “Sí, pienso juntar mis cosas e irme a casa, mi agradable descanso ha sido un fracaso”.
– “No podés dejarla sola en este momento”.
– “No está sola, tiene la compañía que eligió”.
Mientras Dardo y Alba trataban de consolar el llanto de Beba fui a preparar mis cosas para guardarlas en el auto. Ahí aproveche para colocar dos velas entre cuatro botellas plásticas con alcohol fijándolas con cinta adhesiva y las llevé al cuarto que oficia de depósito y leñera, encendiéndolas; alrededor de veinte minutos insumiría el comienzo del fuego, tiempo suficiente para alejarme tranquilamente. De paso hacia la salida me despedí.
– “Me olvidé de contarles que en la revisación de rutina le encontraron a Carola escoriaciones y esperma en el recto. Imagino que un estudio de ADN permitirá saber quién le depositó eso en el intestino. Que terminen bien el fin de semana”.
El fuego afectó solo el local donde empezó, haciendo que todo lo que había adentro se transformara en ceniza, pues cuando empezó a quemarse la puerta se dieron cuenta y lo sofocaron rápidamente. Si bien el daño material fue pequeño, el sentirse acosados, sin saber cuándo, dónde, y cómo les debe haber arruinado el resto del tiempo dedicado a pasarla bien.
Cinco días después mi mujer fue dada de alta, tiempo en el que no fui a verla y mucho menos a buscarla. Por supuesto al seguir teniendo vigencia el vínculo matrimonial su lugar en la casa también se mantenía. Alba fue quien la trajo dejándola frente a la puerta. Lo único que hice fue abrir para que pudiera pasar.
– “La habitación de huéspedes está preparada para vos y podrás usarla hasta que salga la sentencia de divorcio. Durante ese tiempo los gastos del hogar los seguiré cubriendo. Hacé tu vida como si yo no existiera”.
Al día siguiente de haber regresado a casa, después del alta, llegaron dos encomiendas que abrí sobre la mesa del comedor en presencia de ella.
– “Para qué es eso?”
– “Es un machete marca Collins, colombiano, uno de los mejores que se fabrican hoy, y desde hace más de noventa años. Después de afilarlo concienzudamente y practicar un poco puede que lo use para separar una cabeza del cuerpo. Eso será en función de cómo evolucione la situación”.
– “No puedo creer lo que decís”.
– “Creelo tranquila porque es verdad. De todos modos debo prepararme bien pues no solo es manejar el machete sino también apartarse rápidamente porque, en el momento que se separe la cabeza, el corazón seguirá bombeando sangre por la arteria que sube por el cuello; y eso no es todo porque en el momento de la muerte se aflojan los esfínteres y uno puede terminar salpicado de sangre, mierda y orina”.
– “Y eso otro?”
– “Es una tijera de podar, que también debo perfeccionar el filo. Con ella pienso cortar cinco dedos de las manos de Alba de manera alternada. Meñique, medio y pulgar de la mano derecha, para luego seguir con índice y anular de la izquierda. Imagino que igual se dará maña para oprimir y pajear miembros extra matrimoniales”.
– “Podés ir preso”.
– “Es verdad, pero quien perdió la cabeza no lo va a ver y además el dulce sabor de la venganza será buen compañero el tiempo que dure la condena”.
Al regresar del trabajo el día siguiente mi esposa no estaba en casa y faltaban sus cosas de uso diario. Pasadas cuarenta y ocho horas sin noticias, a pesar de haber llamado a sus amistades y parientes conocidos, hice la denuncia policial, primero de desaparición y luego de abandono de hogar.
El miedo es un argumento muy convincente y, administrado gradual y perseverantemente, adquiere el carácter de irrebatible. Por eso es que en siete días desaparecieron de mi vida las cinco personas que la habían arruinado.
Arriba el ánimo, infierno como el vivido es muy difícil que se repita.