En oportunidad de mejorar la agestión de proyectos sociales, fui destinado a viajar a Buenos Aires, para realizar un curso de Avanzado de Gestión de Riesgo. Estaría 10 meses fuera de Venezuela en una de las mejores universidades de Argentina, la Universidad de Buenos Aires.
Los cursos eran de media mañana a cerca del atardecer. En mi primera semana aprendí que el apartamento destinado para mi alojamiento pertenecía a una profesora venezolana en Argentina que se encontraba en Paris haciendo un doctorado, pero claro; estaba alquilado por el gobierno venezolano. La distancia de allí a la universidad son 15 manzanas, como el sector posee mucho movimiento, era entretenido caminar de ida y vuelta.
El jueves de la primera semana, salí de clases y comencé la caminada a mi destino, cuando un Renault rojo, se detuvo al lado de la vía y el conductor me dijo,
-Hola Santiago. –le miré y era el facilitador de administración de riesgo.
-Hola -le respondí, y él me dijo
-Ven, te daré un aventón –subí y le di las gracias.
Conversamos sobre la U, Juan Pablo era un joven facilitador de 40 años, alto y delgado.
Le conté sobre mi ubicación y en la soledad que vivía. Él me preguntó:
-Crees que mañana después de curso, podamos subir y compartir un rato?, si es si; yo me encargo de traer lo necesario para pasarla bien, ¿de acuerdo?
-De acuerdo, contesté.-descendí y subí al apartamento.
A la tarde siguiente, no vi a Juan Pablo y decidí seguir mi camino.
A media manzana caminando, escuché el claxon, rrrrrr. Miré y era Juan Pablo.
-Venite Santiago. -entre al auto y él me explicó.
-Perdoná la demora, tuve que buscar las cosas para el compartir y la diversión.
-Descuida Juan. Vamos y sorpréndeme.
Al llegar y salir del coche, Juan Pablo me dio unas cajas de cerveza, unas bolsas de papas y el llevaba dos botellas de vino y un maletín negro, como de médico, esos que parece bolsos de mujer pero con una base muy amplia.
Puse el tocadiscos, servimos tragos, conversamos, reímos, contamos de nuestra vida, nuestro origen. La verdad que la mezcla de cervezas y vinos, me mareé prontamente, cuando Juan Pablo preguntó:
-Quiero proponerte un juego, ¿aceptas?
-Claro, ¿cómo es?
-Verás, te debo poner esto en las muñecas –unió mis manos y me puso unas esposas cubiertas de terciopelo. Luego me puso unos antifaces cubiertos de la misma tela– ven acompáñame.
Fui a ciegas, de pronto escuché y sentí como mis manos o las esposas que llevaba se unían a otro objeto metálico. Y ZAZ!!! Juan me empujó y caí sobre la cama, estaba sorprendido y no sabía que decir cuando, intente levantarme, pero mis manos estaban firmemente atadas y Juan Pablo dijo:
-Debes tener calma, te aseguro que será placentero… -allí estaba yo, ebrio y sometido, Juan Pablo me dijo-
-Debo quitarte el pantalón, quieras o no, te repito que te va a agradar. –seguido, levanto mi cintura, aflojó el cinturón y fui despojado de zapatos, pantalón y mi bóxer interior. Una pierna, tomada por el tobillo fue separada y noté que era asegurada a un extremo de la cama, al copete inferior. Luego la otra. Sin duda, Juan Pablo quería violarme, yo lo sabía y no podía oponerme, estaba aletargado, sentía la rabia de la situación, pero no podía expresarlo en ira, para defender mi integridad. Ahora me atemorizaba como haría Juan Pablo para evitar mi venganza, en algún momento yo dejaría de estar drogado, a menos que mi vida corriera peligro para silenciarme.
Juan Pablo me hizo oler un perfume muy dulce, lo siguiente que sentí fueron sus manos subiendo por mis piernas, el subió a la cama y se encontraba frente a mis nalgas, sus manos llegaron a mis nalgas y comenzaron a acariciarme, se había colocado una crema en la manos, porque se sentía la diferencia de temperatura.
Su masaje en mis nalgas fue seguido por la apertura de las mismas, y su aliento tibio, hundió su nariz y aspiro profundo, dijo:
-Que rico Santiago, un culo de un maduro, virgen, sólo para mi, te haré desear más. -no dije nada… su lengua comenzó a lamerme y no podía negarlo, se sentía bien, rico.
Tras una pausa, sentí que entre mis nalgas descendía a mi culo una crema, espesa, fría y coño!!! Comenzó a lamer de nuevo, se estaba comiendo mi culo con una crema, no sabía que era, pero sus suspiros y lamidas me aseguraban que él lo disfrutaba.
Así me mantuvo, gozando con su lengua dentro de mi. Otra pausa y algo duro y delgado comenzaba a presionar mi hoyo. No fue difícil su entrada, me ardió, tras unos minutos, ese entrar y salir, me gustaba y comencé a gemir.
-¿Te gusta Santiago? – no respondí.
Una nueva pausa y ahora algo más grueso se abría paso dentro de mí, nojoda, me dolió, tan pronto entró, Juan dejó de empujar y lo mantuvo dentro, inmóvil. Luego lentamente, lo extrajo suave y antes de sacarlo lo volvió a empujar, suave, lento. Así me mantuvo en esa tortura y agonía, pero para nada era incómodo. Al fin lo retiró.
Nuevamente me colocó crema y volvió a lamer y comer esa crema con mi culo.
Pasó un momento y la cama chirrió por el movimiento de su cuerpo, sentí sus piernas tocando las mías. Y como su verga, su punta dura, subía y bajaba entre mis nalgas, Juan Pablo quería entrar en mi.
Se tomó su tiempo, detuvo su vaivén y su glande presionó para abrirse paso dentro de mí. Apenas comenzó su entrada, el dolor era rudo, Juan no empujaba como loco, parecía un cirujano, con calma.
Ya adentro, si, comenzó a entrar y salir, lentamente primero, aumentó la velocidad, hasta que era una carrera dura, profunda, ardiente. Cada empujón era más duro y más profundo, más rápido.
Su clímax fue abundante, tibio y profundo. Sus manos apretaban mi cintura, de pronto se derrumbó sobre mi espalda, su piel desnuda sobre la mía se sentía especial, sentí que no era velludo, musculoso, si.
No sé cuando ni como, me dormí.
Al despertar, Juan Pablo no estaba, yo solo con mi camisa, desnudo y el culo, húmedo, acerqué mi mano y toqué mis nalgas, hurgué fuera de mi hoyo, había sustancia de Juan Pablo, con mis dedos extendidos traje todo lo que pude, la olí, y contra todo pronóstico, lamí y chupe mis dedos…
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a petición de mi amigo Juan Pablo