Sé que suena ‘depravado’, pero mi fantasía era que mi esposa me chupara la verga delante de otras personas. No en lugares como el centro de la ciudad, o en la tribuna de un estadio de fútbol, sino en lugares relativamente discretos, donde la pudieran ver sin ocasionar un escándalo. No es que ella no me importara, al contrario, la amo con todo mi corazón y creo que es la hembra más hermosa del mundo. Simplemente se trata de una fantasía ‘pervert’ que un día me invadió. Y sé exactamente qué día. Fue cuando, de hecho, ella me chupó la verga mientras otras personas la veían sin que ella se diera cuenta.
Fue en un hotel de la costa, la recuerdo perfecto. Ella estaba hermosa, tenía un vestido de tela finita de esos que se usan en la playa, que sugería atrevidamente su sexy y curvilíneo cuerpo. Mi esposa es una rubia con cara de "muñeca preciosa", le decían que se parecía mucho a Kate Moss, y es cierto. Cuando esto sucedió ella estaba a mediados de sus treintas y estaba realmente en su mejor momento. Estábamos en un tercer piso a la calle, salimos al balcón a fumar un porrito y a mirar la vista de la ciudad.
Los dos estábamos cachondos y tras besarnos un poco, comencé a manosearle la cola cuando de repente ella ya estaba en cuclillas metiéndose el falo en la boca. Me lo estaba dejando duro como un garrote, una delicia de los dioses. De sólo recordarlo se me endurece. De repente miro hacia abajo y veo un tipo saliendo de un restaurante ubicado en la banqueta frente del hotel y se le ocurre levantar la vista hacia y nos ve.
Al principio el tipo parecía no entender, como no creyendo el alucinante espectáculo que tenía delante de sus ojos. Pero dos segundos después ya estaba parado mirando absorto. Encima mi esposa, en cuclillas, tenía su hermoso culo al aire, porque yo, antes de que apareciera el tipo, le había levantado el vestido para dejarle la cola al desnudo ya que eso me calentaba. Al principio le quise avisar que nos estaban mirando, porque yo también me sentí incómodo, pero me la estaba succionando tan rico que no dije nada, además la situación por incómoda que fuera me calentaba. Mi esposa, no se sacaba la verga caliente de la boca, seguía moviendo su blonda cabeza hacia atrás y adelante, deleitada en su faena, obnubilada de placer, como si nada existiera en el universo salvo esa verga caliente que saboreaba en ese instante.
Abajo el tipo miraba encantado, cuando de repente se le acercó una mujer, su esposa quizás, quien curiosa de ver que estaba observando su marido volteó hacia arriba y también se puso a mirarnos. Habrán pasado unos 30 segundos o más, en los que mi esposa me hizo sexo oral con el culo al aire a la vista de un par de completos extraños. Cuando de repente se dio cuenta y se sobresaltó, yo me hice el distraído y actúe como si también recién me hubiera dado cuenta, Y la tapé con un pareo. La pareja se fue caminando, seguramente a coger, después de presenciar terrible show hot en vivo y en directo.
Fue desde esa vez que la idea se quedó dando vueltas en mi cabeza. Pero nunca me animé a decírselo. Aunque yo sentía que a ella podría gustarle. Ya que aquella vez me pareció que la situación también la excitó como a mí.
Tiempo después, hicimos un crucero por el Mediterráneo, saliendo de Barcelona, que es donde vivimos. El barco estaba espectacular, y lo mejor de todo era que no iba atiborrado de gente. Había suficiente espacio para pasarla bien y relajarse. Era un verano cálido, y Carla, así se llama mi mujer, estaba radiante. Su cuerpo parece una botella de Coca-Cola, como decía la canción. Su presencia es capaz de calentarle los huevos al macho que se le cruce. Sobre todo con los trajes de baño que usaba en la alberca del barco, que dejaban casi al desnudo su hermoso cuerpo. Había varias albercas, pero nosotros siempre elegíamos la más pequeña y apartada, en donde sólo había unas pocas parejas aparte de nosotros.
Carla usaba unas tanguitas para el infarto, que casi dejaban al desnudo su cola. Y obviamente no era yo el único que las admiraba. Noté cómo el barman de la alberca, un moreno treintañero alto y esbelto, no le sacaba los ojos del culo a mi mujer. Pero no era su único fan, el mesero, un chico que apenas pasaría los 20, cada vez que podía le echaba una mirada libidinosa a las nalgas de Carla. Como no había mucha gente en esa alberca, los dos se juntaban en la barra por largos ratos a cachondearse con mi esposa, admirándole el culo y las tetas. Lo hacían con discreción pero sus caras lascivas eran indisimulables. Pero a mí no me molestaba, al contrario.
La tercera noche del crucero, era una noche estrellada y calurosa. Carla tenía puesto el mismo vestido que aquella vez en el hotel de la costa, lo noté en el momento en que la vi. Eso me calentó y me dejó el miembro alterado. Decidimos buscar una cubierta apartada solitaria y oscura con la intención de fumarnos un porrito tranquilos mirando el mar.
Fumamos un poco de unas flores exquisitas que habíamos metido de contrabando y quedamos bien locos. Carla, completamente en su mundo, contemplaba lo hermoso del mar y apoyándose en el barandal se inclinó para mirar hacia abajo. La tela de “aquel vestido” era finita y se le transparentaba la tanguita metida en la cola. Eso me detonó, dejé que mi falo sea libre y automáticamente se comenzó a hinchar y a poner rígido. Me acerqué por detrás y se lo apoyé en las nalgas. Sorprendida pero sin separar el culo del miembro, volteó la cabeza y me dijo “¡cerdo!”. Acto seguido, aun sin darse vuelta, tanteó con la mano hacia atrás hasta encontrar mi verga, la cual agarró y comenzó a manosear por encima del short, moviendo la mano hacia arriba y abajo agarrando mi verga con firmeza. La di vuelta y comenzamos a besarnos, su mano volvió veloz a agarrarme el bulto, mientras que las mías fueron directo a su cola. Comencé a manosearle las nalgas y a masajearle suavemente el agujero del culo por encima del vestido con dos dedos. Estábamos “on fire”. No tardé en levantarle el vestido y dejarle la cola al aire. Eso me volvía loco y sabía que a ella también. Le saqué la tanga de la cola y la corrí hacia un costado. Abrí sus nalgas con las dos manos y apoyé el dedo del medio en su culito caliente. Sentí como se dilataba, feliz, como esperando acción. A ese culito le encantaba que juguetearan con él.
En un instante Carla se puso en cuclillas, sacó el pito de mi pantalón y se lo introdujo en la boca. Chupaba como si fuera el fin del mundo mientras se frotaba la vulva.
De repente de reojo noté que unos metros más allá una braza brillaba en la oscuridad. Me sobresalté, había alguien. Entrecerré los ojos y agudicé la vista hasta percibir dos tipos fumando en las sombras. Estaba oscuro pero se notaba que nos estaban mirando en silencio.
Carla chupaba tan delicioso que yo estaba cerca del nirvana y, re caliente, no me importó que nos estuvieran mirando y tampoco le avisé a ella. Una vez más, mi esposa estaba en cuclillas con el culo al aire chupando verga delante de desconocidos. ¡Mi fantasía se estaba cumpliendo otra vez! Pero no sé si habrá sido esa noche calurosa y estrellada en el Mediterráneo, o la locura de la mota… sumado a mi pene duro oportunamente apoyado en su culo, lo que la desató. Quién sabe. Lo cierto es que esa noche Carla parecía poseída.
Mientras ella me la seguía chupando “obnubilada de verga”, uno de los dos tipos se acercó cauteloso y se paró a unos 2 metros más o menos. Era un joven flaco y despeinado con cara de sinvergüenza, me di cuenta que era el mesero. Con los ojos abiertos y enormes como los de un búho, desenfundó el pito y sin miramientos comenzó a pajearse mientras mi esposa me chupaba la pija como endemoniada. Yo lo miré y no le dije nada, él ni me miró. Tenía la mirada clavada en Carla, como si estuviera en trance mientras se la jalaba como un sicótico. Su miembro era grande, pero se veía aún más grande por su cuerpo flaco y espigado. De repente mi esposa abrió los ojos, sorprendida miró al chico y sonrió como pudo sin sacarse la verga de la boca.
Como si la mirada de Carla lo hubiera sacado de su trance, el joven, caliente como el infierno mismo, no pudo contenerse y en un milisegundo un chorro abundante de leche brotó de su glande, bañando de semen la cara de mi mujer. Los chorros de leche estallaban sucesivamente en la cara de Carla y le chorreaban mientras ella seguía mamando verga. Como buen muchacho, tenía leche de sobra y seguía eyaculando. Se acercó más, y apuntando con el falo hacia abajo comenzó a enlecharle las nalgas. Parecía una canilla de leche, no paraba de salir.
Mi esposa, re caliente, me succionaba el falo más y más fuerte mientras sentía como le chorreaba la leche por las nalgas. Como si se tratara de un récord mundial, el chico seguía lanzando leche, y volvió a apuntar con su explosivo falo a la cara de ella. Redoblando la descarga sobre su carita de puta extasiada, sin dejar un espacio sin cubrir de leche. Carla sacó mi verga de su boca y comenzó a frotársela por la cara embarrándola del semen del chico, para después volver a comérsela y así saborear la leche del joven semental. “mmm… que rica leche calientita…” dijo la muy puta. Al mismo tiempo, todavía en cuclillas, tomó la mano del chaval y se la llevó hacia su cola enlechada. Por segunda vez se sacó mi verga de la boca y le dijo al chico “junta la leche en mi culito y méteme el dedo”.
El chico, aun sin poder creer lo que estaba viviendo, al igual que yo, obedeció y se arrodilló atrás de Carla y comenzó a manosearle las nalgas cubiertas de leche, con una mano le corrió la tanga a un costado y con la otra le embarraba de leche el ano, y con delicadeza se lo penetró con el dedo grande. La cara de Carla era de lujuria absoluta, parecía estar gozando como una zorra en celo.
Todavía en lo oscuro, el otro tipo presenciaba el increíble espectáculo mirando de lejos. Mi esposa volteó sin soltar el pito de la boca y lo llamó con la mano. El tipo salió de las sombras y para sorpresa mía y de Carla apareció un enorme falo negro. Sí, era el barman que se estaba pajeando en lo oscuro y trajo a la luz un miembro largo, grande y grueso, haciendo honor al mito. La cara de asombro y felicidad de Carla eran indisimulables. El moreno se acercó decidido y arrimó su negro y venoso tronco a la cara de Carla, tocando su mejilla con su enorme cabeza. Ella no dudó y engulló la verga palpitante del negro. Mientras empezó a pajearme, y con la otra mano seguía frotando su coño.
Carla gozaba y gemía como perra, sintiendo placer al jugar con dos vergas en la boca mientras su culo era estimulado por el chico, que ya le metía dos dedos moviéndolos en suave cadencia dilatando esa cola feliz, deseosa de atención. Carla gimió “mmm… me encanta en la colita, que rico”. Mi cabeza y mis huevos estaban a punto de estallar.
Luego de unos minutos de delicioso e intenso placer, Carla tomó de la muñeca el brazo del chico, y moviéndolo hacia abajo y atrás se sacó los dedos del culo y dijo “quiero que me chupen la colita”. La levanté, le bajé el vestido para cubrirle la cola y le dije “vamos al camarote”. Los dos invitados nos siguieron.
Íbamos los tres metiéndole manos a Carla por los pasillos del barco. Eran tres pares de manos frotando todo su precioso cuerpo. Manoseándole el culo, las tetas y la vulva, así íbamos como podíamos tropezando por los pasillos del barco. De tanto manoseo, ella tenía de nuevo la cola al aire y una teta se le asomaba por encima del vestido, y le gustaba, sonreía de placer y alegría. Se la iban a recoger entre tres, su fantasía. Y le iban a dar mucho placer en el culo, lo que más la entusiasmaba. Su cuerpo vibraba en una mezcla de adrenalina, felicidad y calentura.
Entramos al camarote y en un segundo Carla se sacó la tanga y se volvió a subir el vestido dejando su redonda y hermosa cola a la vista una vez más. Los dos visitantes no soltaban sus miembros mientras se les hacía agua la boca mirándole el culo a mi esposa. Carla rápidamente se subió a la cama y se puso en cuatro, apoyando sus antebrazos en el colchón y parando la cola bien en el aire.
Nos quedamos los tres como idiotas admirando ese culo por unos segundos, hasta que yo comencé a darle spanking con la verga en las nalgas, a lo que se sumaron los otros dos suertudos. Carla reía y movía la cola en círculos y hacia atrás, como reclamando atención urgente en el culito, sólo deseaba que le dieran placer en esa cola puta. Entonces el negro se ubicó delante de ella, su carita hermosa quedó a centímetros del vergón descomunal del moreno, que se inclinó y estiró sus brazos hacia la cola de mi esposa y con sus grandes manos le abrió bien las nalgas, dejándole el rosadito agujero del culo expuesto.
Como hipnotizado por el culo de Carla, el joven semental hundió su cara y comenzó a saborear ese manjar de los dioses. “Ay…! Que rico” dijo ella, “me encanta en la colit…”. No terminó de decir eso, que la inmensa verga negra ya invadía su boca y la dejó hablando con la boca llena.
Yo retrocedí y me dispuse a mirar el espectáculo. Carla, en cuatro, disfrutando de dos extraños dándole placer anal y oral delante de mí. Pensé “la fantasía se fue un poco de las manos”, pero estaba gozando tanto como mi esposa, así que en ese momento nada me importó salvo ver como mi mujer gozaba como una verdadera Diosa del Sexo.
El joven semental estaba ensimismado chupándole el culo a Carla, así como ella lo estaba succionándole el vergón al negro, que a cada movimiento entraba más en su boquita. El moreno empujaba y le sostenía la cabeza por detrás para q tragara más verga. Era un espectáculo increíble. Ella se veía hermosa.
De repente el chico dejó de chupar y se incorporó decidido, le abrió las nalgas, y se quedó admirando el agujero del culo semi abierto, latiendo, como pidiendo verga. Agarró su falo y se dispuso a penetrarlo. Ya estaba empujando para entrar la cabeza, cuando lo frené y le dije que se pusiera un condón. Me miró nervioso y me dijo que no tenía. Su amigo el negro, que seguía como en trance cogiendo por la boca a Carla, no respondía a mis preguntas hasta que reaccionó y me dijo que tampoco tenía. A Carla no le importaba nada. Agarré la mano del pibe y metí su dedo del medio en el culo de Carla, que se estremeció al momento. Le dije al pibe “dale así que le gusta”. Ella soltó de su boca el vergón del negro y exigió caprichosa “¡Quiero verga en el culito”. Entonces corrí al pibe a un lado y me puse a chuparle el ano a mi mujer, era una delicia, me incorporé y me embadurné el garrote con saliva y enfilé hacia el agujero, empujé casi nada y entró la cabeza. Carla gimió atragantándose con el pito del negro, y estirando la mano hacia un costado tanteó el aire buscando el miembro del chico, lo agarró y se lo acercó a la boca, junto con la verga del moreno. Apenas le cabían los dos pitos en la boca, que por turnos entraban y salían. Mientras yo le daba su merecido por la cola. “Mi sueño” murmuró Carla “una en la cola y dos en la boca… mmm que rico”.
El muchacho, desquiciado de calentura, gritó “yo tengo que coger ese culo!”, y se fue decidido a buscar condones. Yo sentía que estaba a punto de expulsar mi leche, y haciendo esfuerzos para contener la eyaculación, súbitamente le saqué la verga del culo a Carla, aun no quería acabar, quería seguir gozando de la puta deliciosa de mi esposa. Pero ella se quejó al instante “quiero que me cojan la cola”. Entonces el negro estiró el brazo y sin darle descanso al culo de mi esposa le metió dos dedos. Sus manos eran grandes, así que ella debe haber sentido como si fuera otra verga más. Complacida se movía hacia atrás y adelante para disfrutar de la doble penetración por culo y boca. Verla así era un sueño. Me excitaba terriblemente.
En menos de 2 minutos el chico volvió con los preservativos, rápidamente se calzó uno y pidió lugar a su oscuro amigo, quien retiró los dedos del culo de Carla, que estaba absolutamente entregada al placer. Con decisión, el joven semental penetró el ano de mi esposa y comenzó a bombear. Al moreno parecía sólo importarle cogerle la boca. Estaba como ido, también bombeando como loco. Así se quedaron por un largo rato, ninguno se corría.
Luego el negro reclamó el culo. Y se intercambiaron de lugar. Su pito era tan grande que Carla se relamía mientras el negro se ponía el condón. A pesar de que el agujero del culo estaba abierto y feliz pidiendo más verga, al moreno le costó hacer entrar la cabeza de su enorme herramienta. Cuando pasó, le siguió inmediatamente todo el falo negro que ingresó entero, firme y decidido. Carla gimió como loca, con el culo penetrado por un pene XXL y la verga del chico llegándole hasta la garganta. Por segunda vez el jovenzuelo no se pudo contener y eyaculó soltando su jugo caliente en la boca de mi esposa, que no pudo evitar tragar el poderoso torrente de semen del joven semental. Los chorros de leche brotaban sin parar en la boca de Carla, que se atragantó de tanto caudal.
El chico sacó la verga y terminó su tarea de semental eyaculando sus últimos chorros en la cara, que tenía una expresión de dicha celestial, aun disfrutando del grueso sable corvo del negro dentro su hermoso culo. Carla se relamía y juntaba la leche de su cara con la mano y se la llevaba a la boca para seguir tragando. Rápidamente tomé el lugar del chico e introduje el miembro duro en la boca de mi mujer, quien gustosa le dio la bienvenida.
El joven se echó de espaldas en la cama buscando descanso, pero Carla, insaciable, no lo permitió, tomó su órgano viril y comenzó a masturbarlo. Como buen adolescente, luego de unas cuantas sacudidas el pito ya estaba duro otra vez. Carla llena de felicidad gritó “¡me encanta la verga dura, grande y caliente! “quiero que me penetren los tres!”.
Haciendo contorsionismo, Carla logró acomodarse encima del chico sin que las dos vergas que la penetraban por boca y culo dejaran de hacerlo. Y se ‘ensartó’ la ñonga del muchacho en la panocha. Ahora tres pitos calientes la penetraban al mismo tiempo. Gemía como loca con una expresión en la cara de gozo absoluto. Los tres falos se sincronizaron en perfecta armonía y cogían hermosamente a Carla quien disfrutaba como perra en celo de su primera triple penetración. Mi esposa era una verdadera puta hermosa amante de la verga. Y eso me encantaba.
Por casi una hora las tres vergas fueron desfilando por los diversos orificios de Carla, inundándola de placer y brindándole múltiples orgasmos, vaginales, anales y mentales, sobre todo. Ella casi se venía de sólo pensar en que tenía tres hombres para ella sola. Entonces pidió espacio, se dirigió a buscar algo al closet y regresó sonriente sacudiendo un dildo en su mano y, con carita de pícara, dijo en versito “llegó la hora de mi lechita… pero con dildo en la colita!”.
Se acomodó en la cama apoyando sus tetas en el colchón y parando bien la cola le dijo al joven “chúpame la colita”. El joven amante lamió con alegría y dedicación el culo de Carla hasta quedar listo para recibir el dildo. Entonces lo lubriqué y con cariño se lo introduje entero en el ano. Carla lanzó un gemido de placer, ya había tenido múltiples orgasmos anales esa noche pero su colita estaba insaciable. Era un butt-plug grande y grueso que se veía hermoso dentro del culo de mi mujer.
Con el plug en la cola se arrodilló, abrió la boca y sacó la lengua reclamando el semen de los tres machos. Nos acercamos y rodeamos su hermosa carita de puta con los tres falos hinchados y venosos, y nos preparamos a darle su leche a la cerdita hermosa. Una vez más el muchacho fue el primero en lanzar y de su inagotable manguera brotó un chorro abundante de semen que entró directo en la boca de Carla, quien ansiosa tragó el caliente néctar y volvió a sacar la lengua rápidamente para recibir más.
Pronto mi verga y la del moreno se le unieron en la tarea aumentando el caudal de leche que caía sobre Carla. Bajo las tres vergas ella disfrutaba del baño de semen caliente que siempre había deseado. Como si fuera Cleopatra gozaba lujuriosa bajo la lluvia de leche que al mismo tiempo inundaba su boca, caía copiosamente sobre su cara, y salpicaba sus tetas y todo su cuerpo. Tenía dentro de su boca un desbordante cóctel de leche de tres hombres, el cual saboreó y tragó hasta la última gota. Cuando la catarata de leche finalmente terminó, Carla dijo “Gracias por la lechita, estaba deliciosa” se recostó de lado en la cama y se quedó dormida, toda cubierta de leche y con el plug en el culo. Se veía preciosa, como una Diosa del Sexo debe verse.
Continuará…