Jonás logra rotular su relación con mamá, mientras Ella comienza a sentirse acechada por los demás. Poco a poco Judith se verá cómo una “inocente corderita atrapada entre hambrientos y salvajes lobos”.
Después del mediodía la lluvia paró y salió el sol.
Jonatán invitó a su mamá a caminar, y ambos se alejaron bastante del campamento, caminaron durante más de 2 horas y medias, y aunque no lo supieron, casi rodearon la circunferencia total de la isla. Por lo que, si hubieran caminado 45 minutos más, hubieran llegado al campamento rodeando la isla.
Eran más de las 5 y media de la tarde, cuando llegaron al campamento.
Jonatán, estaba muy contento, había charlado mucho con su mamá y de temas varios, cómo para fortalecer los lazos con ella, cosa a la que nunca le había puesto demasiada atención antes.
Judith, estaba cansada, hacía tiempo que no tenía una caminata tan prolongada, pero con Jonatán habían quedado de acuerdo en salir todos los días, e incluso realizar distintos circuitos, para recorrer y explorar aquella isla.
Cuando Jonás vio a su mamá, enseguida le propuso ir hoy al manantial. Ella le dijo que ahora iban a ir los muchachos a bañarse, asique le pidió que él fuera con ellos para no llamar la atención, y que después se hiciera el distraído y la esperara disimuladamente.
Jonás así lo hizo, luego de retirarse del manantial con sus hermanos, dejar la ropa que se habían cambiado en el campamento, y dividirse los caminos de cada uno para retomar las actividades de cada día, Jonás perdió de vista a sus hermanos, y volvió al manantial a disfrutar de otra cita a escondidas con mamá.
Jonás la ve desde lejos, y corre a abrazarla por detrás y asustándola.
-¡Aaaah, tonto, me asustaste!, Exclama Judith, cuando su hijo la levanta en el aire y la hace girar.
-¡Jajaja! ¿Ya no me esperabas? Le pregunta él.
-¡Si, claro! Sino ¿Quién me iba a bañar? Le pregunta ella en tono sensual.
Ellos se abrazan y se besan apasionadamente,
-¿Queres que mami te desvista, y Vos después la desvestís a mami? Pregunta ella entre beso y beso.
-Está bien. Le responde Jonás
El chico, le saca la remera manga larga que llevaba puesta y le desabrocha y saca el corpiño negro que lleva puesto.
Entonces, le baja la calza azul, y ella lo ayuda para que le saque las zapatillas, y luego la calza. Para quedar parada frente a él con una bombacha negra puesta.
Entonces el chico se detiene a observarla, y luego ella empieza a desvestirlo al Jonás, hasta dejarlo solo con el calzoncillo rojo puesto, exhibiendo una notable e incontenible erección.
Ella lo mira sonriente, entonces, Jonás empieza a mamarle y besarle las tetas por un buen rato.
Luego se arrodilla frente a ella, y por encima de la bombacha hunde su rostro en la vagina de su mamá, para deleitarse con el olor y la humedad de la bombacha negra que Judith llevaba ese día mientras ella acariciaba dulcemente la cabeza de su hijo y la excitación de ambos llegaba a las nubes.
Ella cerró sus ojos y se entregó al placer que Jonás le provocaba con sus besos en su vagina.
-Mi amor, ya está de noche y no me bañaste aún. Le recordó ella interrumpiendo la faena de su hijo.
-Está bien. Dice el chico y la despoja de la bombacha para desnudarla completamente y luego ella hace lo propio con el calzoncillo de su hijo.
Se disponían a entrar al agua, cuando ella se detuvo,
-Mamá tiene que hacer algo primero. Dice ella y se queda parada justo cuando el agua llegaba a sus tobillos. Y segundos después descarga un largo meo sobre la dulce agua de aquel manantial.
-¡Guauuu! Exclama su hijo viéndola mear.
-¡Jajaja! Perdón, pero ya no daba más. Dice ella mientras meaba.
La mira sonriente y la besa mientras ella terminaba su aliviador meo.
Jonás se agacha y moja su mano para enjuagarle la vagina a su mamá, pero antes, no resiste la tentación de olerla y besarla tiernamente, y luego ella abre un poco más las piernas, y él con suavidad y ternura le enjuaga la peluda concha a su madre.
-Gracias mi amor, que hijo más caballero tengo. Le dice ella al ver cómo Jonás había besado y enjuagado su concha tras mearse frente a él.
-De nada. Responde el chico con ternura.
El chico entonces la baña tal como lo había hecho la primera vez, y luego la ayuda a secarse, y ella en ese momento, le promete recompensarlo más tarde.
Ambos van por caminos distintos al campamento para no llamar la atención. Pero esta llegada casi juntos y tan tarde, no pasó por desapercibida para Jonatán. Quien estallaba de la rabia pensando, que mientras él se tenía que conformar con caminatas, charlas y espiarla de vez en cuando, su hermano ya se la cogía a gusto y dormía todas las noches con ella siendo su machito consentido.
Al llegar la hora de dormir, en su última ida a hacer pis, Judith, toma una pequeña bandejita plástica que solo ella usaba de pélela, para no tener que andar afuera a oscuras cómo los demás. Y en el trayecto, lo cruza a Tomás, que salía justamente de la cueva a la que ella se dirigía, y le alcanza a ver en la mano, que llevaba la bombacha negra que ella se había cambiado ese día luego de bañarse en el manantial.
Cómo sintió tanto pudor al imaginarse porque su hijo salía de allí con su prenda íntima en la mano, justo antes de que ella entrara, no atinó a nada más que a hacerse la distraída y simuló no ver nada. Pero mientras estaba agachada meando hasta casi rebalsar aquella bandejita, esa imagen no se borraba de su mente, y pensaba que iba a hacer con tantos “admiradores” a su alrededor. Cómo manejar las pajas de Tomi con sus bombachas, las erecciones de Jonatán mirándola, el “amorío” que tenía con su hijo mayor y todavía estaba Ronaldo, que de un momento a otro tendría su despertar hormonal también. Y sin dejarse de lado ella misma, que por lo pronto ya había caído en tentación con su hijo mayor.
Ella regresa a la carpa y se acuesta con Jonás, el chico la esperaba con una excitación en aumento. Pero la cabeza de su mamá en aquel momento la cabeza de Judith estaba en otra cosa. Ella se veía realmente preocupada y con necesidad de hablar con Jonás acerca de lo que estaba pasando alrededor de ellos y fundamentalmente de ella.
Pero el muchacho, totalmente ajeno a lo de su mamá. Le toma la mano y se la coloca en su erecto pene.
Tras un largo instante con la mano inmóvil, ella le acaricia tiernamente la pija a su hijo, recordando la promesa que le había hecho en la tarde, pero sinceramente no podía concentrarse en complacerlo esa noche.
Hizo un último esfuerzo por cumplir su promesa. Y empezó a masturbarlo suavemente.
-¡Aaah, mamá Sos la mejor! Le murmura él
-¡Shhh, calladito hijo, disfrutalo calladito! Le dijo ella realmente sin ganas de escucharlo
-¡Uuuuh, así mami así, más rápido, que buena mano tenés mamá! Insiste él sin poder callar su placer.
Entonces, ella lo besa en la boca, para ya no tener que escucharlo. Pero la pasión con la que es correspondida por su hijo, hace que el estado de ánimo[A1] en Judith empiece a cambiar rápidamente, y de estar tan preocupada, pase a una progresiva excitación.
Su hijo no tarda en acabar, llenándole la mano se semen cómo la noche anterior.
Pero entonces, ela pasó a sentirse insatisfecha.
-¿Me pajeas a mi? Le pregunta ella dulcemente.
Pronto sintió la mano de su hijo abriéndose paso entre el elástico de la bombacha blanca que llevaba esa noche.
El chico juega con el vello púbico de su mamá mientras se besan apasionadamente.
Entonces puede percibir con su mano, cómo ella se moja más y más.
Jonás mete un dedo en su vagina y ella se remordía los labios ahogando su placer, para no alertar a los demás de lo que estaba pasando.
Jonás aumenta el ritmo de su penetración, y ella abre aún más sus piernas y las flexiona. Entonces ambos se besan apasionadamente y ella no pudo contener un prolongado jadeo de placer.
Ella cierra sus ojos y entre jadeos, recuerda las erecciones de Jonatán viéndola a ella muchas veces en bikini, las pajas de Tomás con sus bombachas, y pensando que mientras 2 de sus hijos la acechaban, el mayor se la devoraba. Y esta vez, ya no lo pensaba con vergüenza, sino con orgullo de si misma, y fue ahí, que alcanzó un gran orgasmo en la mano de su hijo mayor.
En el momento del orgasmo, Judith, contiene la respiración, para no gritar de placer frente a todos ellos, pero después de contenerla por varios segundos, con sus manos le sujeta la cabeza a Jonás y expulsa una gran y violenta bocanada de aire ahogándolo a su hijo.
Cuando ella se tranquiliza y queda cómo adormecida por varios segundos. El chico la abraza tiernamente y casi se estaba durmiendo, cuando:
-Joni amor, ¿podemos hablar? Lo despierta su mami murmurándole.
-Mhm. Responde su hijo.
-Están pasando algunas cosas a mi alrededor, que no sé cómo afrontar. Dice ella.
-¿Cómo cuáles?, no te entiendo. Le responde su hijo.
-Hace tiempo vengo encontrando mis bombachas sucias, cuando empezamos a “salir” nosotros, creí que entonces eras Vos el que descargabas tu calentura en mis bombachas. Y pensé que al tener un contacto físico conmigo, cómo que Yo misma te pajeara y permitirte pajearme y demás, pensé que te tranquilizarías y dejarías en paz a mi ropa interior… pero ví que siguió pasando. Entonces para mi horrorosa sorpresa, hoy compruebo que no sos Vos o que no Sos el único que deja sus huellas masculinas en mi ropa. Contaba Judith, cuando su hijo la interrumpe.
-¡Quién es el acechador anónimo?, Le pregunta pícaramente su hijo.
-¡Esa es otra cosa! Realmente diste en el clavo. Porque la verdad últimamente ¡me vengo sintiendo acechada por mis propios hijos!, me miran, me hacen ver sus erecciones, hacen comentarios masculinos entre ustedes frente mio. Y aunque no sean sobre mi, específicamente, ¡si son muy incomodos de oírlos siendo su madre y única mujer entre ustedes! Pero lo que quería contarte, es que ya sé que Tomás se descarga con mis bombachas, no lo ví propiamente en ese momento, pero cuando fui a mear lo ví saliendo de la cueva con mi bombacha en la mano, primero me dieron ganas de abofetearlo, después me dio vergüenza de cacharlo en esa situación, me sentí mal cómo mamá y mujer, y cuando estábamos “en lo nuestro” hasta me excitó pensar en todo esto y sentirme tan deseada hasta por mis…Dice ella sin poder terminar la frase.
-¡Jajaja! Se ríe Jonás.
-¡Pero no te rías tarado, ayúdame! Dice ella llorando de impotencia.
-¡Bueno bueno, perdón, perdón! Responde Jonás al escucharla llorar y sentir que lo abraza.
-¡Además, en parte es también culpa tuya, porque Vos también me hiciste caer en tu trampa! Le reprocha ella.
¡Bueno, bueno, tranquila, ¡Yo voy a hablar con los chicos, y les voy a dejar en claro que acá el macho de mamá soy Yo! Bromea Jonás.
¡Nooo, tonto! ¿cómo le vas a contar lo nuestro. Se asusta ella.
-¡Jajaja!, así que somos ¿amantes? Le pregunta su hijo mayor entre risas.
-¿Me vas a ayudar si o no? Insiste su mamá.
-Primero oficializemos esto. ¿Qué somos cuando estamos solos? Le pregunta Jonás.
-Mhhh, ¿novios? ¿te gustaría ser el noviecito de mamá o ¿hijito con derecho? Le pregunta ella tiernamente.
-¡Mhhh, quiero ser el hombre de tu vida, tu novio, tu gran amor! Exclama él.
-Aaaay que divino, bueno de acuerdo, novios entonces. Pero, ¿me vas a ayudar. Insiste Judith.
-¡Contá conmigo! Dice Jonás.
Ambos se besan, se abrazan y se duermen hasta el día siguiente.
Al despertar esa mañana Jonás estaba eufórico, había logrado establecer una relación amorosa, con el objeto de sus varoniles deseos en aquel cautiverio en aquella isla, sin importar que esta sea su propia madre, él la amaba cómo mamá y últimamente cómo madre y mujer. Porque la “soledad” a la que los sometía aquella situación de náufragos, había hecho que la relación entre madre e hijo, se fortaleciera entre ella y su hijo mayor y más maduro, y hasta una loca atracción física entre ellos había nacido y crecido con el tiempo sin que lo notaran desde el principio.
Durante el día y frente a todos los demás ellos disimulaban su “amor”, pero en cuanto estaban solos, ya sea que se quedaban solos en el campamento o a la hora del baño de Judith en el manantial, ellos liberaban todo su amor de hombre y mujer, con besos caricias y mutuas pajas. Pero nunca pasaban los limites, para ellos pajearse mutuamente era cómo hacer el amor. Y así fue pasando el tiempo.
Jonás por su parte tenía que seguir lidiando con su hermano Jonatán y en menor medida con Tomás, que, aunque cada uno por su lado y a su manera, seguían acechando a su mamá.