Salí por mi lado, ya que mi bóxer azul oscuro podía ocultar mi pija parada, pero hice una carrerita para alcanzarlo.
-¿Para dónde vamos?, quise saber.
-Por un sendero que hay entre las palmeras se llega a la playita Paraíso, donde hay un cuarto de baño, una ducha exterior y el cobertizo para guardar equipos de salvamento.
Lo seguí un buen trecho con muchos nervios hasta que llegamos a un claro con la playita y el cobertizo con la ducha. Era una caleta muy tranquila y desierta, libre de miradas indiscretas. Debajo de una piedra sacó unas llaves y mientras me pedía que abriese el grifo de la ducha, entró al cuarto de baño para tomar frasquitos de jabón y crema enjuague.
Nuestros cuerpos estaban sudorosos y todavía olíamos a cloro. Dejé salir el agua que estaba en la cañería caliente por el sol, hasta que estuvo razonablemente más fresca para usar el duchador. Yo seguía excitado, pero a él se le había puesto solo morcillona debajo del slip.
-Tenemos que compartir el duchador, ¿no te parece?
Dudó, pero al fin se metió conmigo debajo del agua y me dio un frasquito de gel de baño. Me fui enjabonando mientras él se mojaba y le pregunté si podía enjabonarle la espalda. Asintió y no dudé. Le pasé el frasco y empecé a pasarle gel de baño por los hombros y la espalda. Le enjaboné las piernas torneadas y me alcé para que se enjuagara, apoyando mi bulto sobre su culo, "sin querer", pero no se quitó.
-¿Te ayudo?, y sin recibir respuesta le pasé las manos entre sus brazos y lo empecé a enjabonar por adelante.
Estaba en una nube acariciando sus pectorales y sus abdominales hasta que llegué al borde del slip y seguí por la parte de afuera sobando su pija dura a través de la tela.
-Creo que te gusta mucho, me dijo.
Gruñí mi asentimiento al tiempo que le metía la mano adentro del slip y le enjabonaba bien la pija y los huevos. Se recostó sobre mi cuello y me pidió:
-Así, así, sigue, sigue.
Más me hablaba, más le apretaba mi cuerpo contra su espalda y su culo bien redondo.
-¡Qué bueno estás!, le dije, y qué hermoso pingo tenés.
Se tomó de mis nalgas para apretarme más contra él y me atreví a besarle y lamerle el cuello, de un lado y del otro, hasta que inevitablemente llegué a sus labios carnosos y le di un larguísimo beso de lengua al que se sometió. Nos entrelazamos ya de frente con besos y caricias mutuas, me apoderé de sus firmes glúteos, le fui bajando el slip con una mano y con la otra me libraba del bóxer hasta que nuestras pijas se enfrentaron enhiestas y rozándose en un vaivén frenético. Me detuve y lo miré a los ojos:
-Te voy a comer todo, le dije, perdida toda inhibición.
-¿Todo?, me preguntó.
-Vas a ver, le respondí.
Empecé a besarlo desde el cuello, los pezones, sus pectorales bien marcados, sus abdominales de hierro con una piel que parecía de terciopelo y llegué a su pubis depilado hasta que me quedó su pija circuncisa frente a la boca. No me quise apresurar y le fui besando y lamiendo el glande rosado y húmedo, para después ir chupando su tronco moreno, de un lado y del otro, metiéndomelo de a poco en la boca, saboreándolo mientras lo miraba a los ojos y él me tomaba de la cabeza para acompañar el vaivén. Sin soltar sus glúteos, lo insté a cogerme por la boca y me acompañó en el ida y vuelta.
Comencé a meterle un dedo en su rico ano, de a poco, hasta que me detuvo. Sin sacarme la pija de la boca, que yo chupaba deleitado, tomó un frasco de crema enjuague y me untó bien los dedos.
-Ahora sí, me dijo.
Se lo metí sin demora y entró con facilidad. Fui masajeando su perineo sin dejar de chupársela hasta que le metí otro dedo. Dio un respingo, pero se acomodó y empezó a contraer y dilatar su ano, así que le pedí más crema enjuague. Ya eran tres los dedos empapados que metía en su precioso culito. Noté que le salía líquido pre seminal y se lo chupé con ganas. Él mismo se apretó la base del pene para no acabar y me alzó para darme un beso mundial.
Me susurró al oído que estaba muy caliente, que me quería coger y acabar en mi orto. Le dije que era justo lo que necesitaba pero que primero me tocaba a mí por haber ganado y porque ya tenía listo su agujero. No se hizo rogar y se puso de espaldas, apoyándose en el grifo de la ducha, dejándome sus nalgas en pompa y separándolas con una mano.
Tengo una poronga normal así que no tuve problemas en arrimarle primero la punta y luego a metérsela lentamente, masajeando su perineo y arrancándole gemidos de placer. Se fue amoldando hasta que pude entrarla toda y quedarme dentro de su hermoso culo mientras lo tomaba de la cintura y lo instaba a erguirse para besarlo en la boca larga y dulcemente. Él me tomó de las nalgas para sostenerse con la pija adentro y estuvimos un par de minutos entrelazando nuestras lenguas bien a fondo.
No perdí tiempo para volver a sobarle su pingo bien duro y ligeramente curvado. Me sentía en las nubes cuando lo acariciaba, besaba y enculaba. Volvió a inclinarse y comenzó a contraer y dilatar su ano invitándome a sacar y meterle la pija. Acompasamos el ritmo, gruñendo y gimiendo de gusto varios minutos supongo, porque perdí toda noción del tiempo, sólo recuerdo que lo hacíamos con suavidad y que él se movía como una anguila. No quería terminar nunca, pero llegó punto en que no pude aguantar más el cosquilleo, aceleré las embestidas y llegué a un clímax tremendo, derramando toda mi leche en su ano y quedándome quieto sobre su espalda resoplando hasta calmarme.
De a poco me fui aflojando y me fui saliendo, mientras él giraba y me daba otro beso largo, húmedo y apasionado mientras nos agarrábamos los glúteos mutuamente. Mi pija y su culo chorreaban semen, Coqui largaba bastante líquido pre seminal y pensé que se había corrido.
-¿Acabaste?
Me dijo que no, así que volví a lamer su cuello, pectorales y pezones que chupé y mordí suavemente arrancándole gemidos, seguí hacia abajo lamiendo sus abdominales hasta que llegué a mi premio mayor, otra vez. Se la chupé con más ganas que la primera vez, si eso fuera posible, el glande rosado, el tronco moreno hasta el fondo, los huevos unidos, suaves y depilados, yendo y viniendo mientras atraía sus nalgas hacia mí. A él le pareció que había llegado su momento y apretó bien fuerte la base de su pene.
Fue la señal para que me pusiera de pie para que pudiéramos besarnos y acariciarnos de nuevo.
-No puedo parar de chuparte la pija, me gusta mucho, le susurré al oído, y sigo caliente.
Me miró a los ojos y con una pícara sonrisa me dijo que le tocaba a él.
-Dame un minuto, le pedí y me puse el duchador directamente en la puerta de mi ano, echando bastante agua en mi interior. Por pudor, me corrí unos pasos y vacié todo lo que me había entrado y alguna eventual suciedad. Lo hice dos veces más, recordando lo aprendido con el primo de mi primo.
Tras otro morreo interminable, lleno de caricias y franeleos, me puse en cuatro patas sobre una toalla, mirando hacia el palmar. Me tomó por la cintura y me penetró despacio, de la forma más suave y delicada que me podía imaginar hasta metérmela toda, provocándome oleadas de placer cada centímetro que me penetraba. Se la retenía con mi ano cuando se echaba para atrás y me dilataba cuando entraba de nuevo y luego traté de coordinar las contracciones con un vaivén para llegar a tenerla lo más adentro posible.
Coqui manejaba sus movimientos con mucho control y varias veces se detuvo, dejando su pija entera dentro de mí, me tomaba de los hombros para alzarme y besarme larga y profundamente, sin salirse y yo forzándome para que no se saliera. Varios minutos estuvo de meta y ponga, hasta que se puso tenso y volvió a detenerse, a lo que yo apuré mis movimientos y Coqui llegó al éxtasis y acabó en mi culo varios chorros de semen que sentí cálidos mientras me seguía moviendo aprovechando la lubricación de su leche y la apertura de mi ano.
Como pude, me recosté boca abajo pidiéndole que no se saliera de dentro de mi cuerpo, pese a que yo estaba de nuevo empalmado. Se lo dije, y empezó a moverse de nuevo, aunque con su pija morcillona. No podía dejar de contraer y dilatar mi ano, estaba excitadísimo, hasta que me calmé sin perder mi erección.
Fue saliendo de mi culo y se acercó a la ducha para lavarse los genitales, el culo y las piernas, mientras yo me deleitaba con el espectáculo de su físico viéndolo desde el suelo. Me guiñó un ojo y me dijo que fuera hasta él para que me lavara mis partes lechosas, lo que hizo a conciencia y minuciosamente.
Yo no podía parar de tocarlo, acariciarlo, jugar con sus huevos, su pija, sus glúteos y todo su cuerpo moreno, mientras me comía su boca fresca, suave y carnosa.