-¡Vaya, culo! ¿Qué me cuentas? Te has perdido… – así me recibió William cuando me lo encontré en el parque como de costumbre.
Nos sentamos un rato resguardados en la penumbra del atardecer de las farolas que nunca tenían focos para alumbrar. Le conté todo lo que había pasado en los días que había estado por la capital, aquella aventura con Gonzalo y la manera que me chuleó, lo de Nacho, lo del ruso.
-¡Cojones, me gustas más cada día!
-Fuiste tú quien me enseñó. – le dije.
– ¡Mami, yo fui el primero que le dio pinga a ese culo! Pero ya tú eras maricón de los buenos.- era una verdad porque si no hubiera tenido esa inclinación, pues no hubiera dado el paso de singar con él. – ¿Sabes lo que quiero?
– Bueno, me imagino…
– Pues sí, mami, sí, lo que quiero es singarte y mamarte el culo y después volverte a singar. – me miró fijamente como esperando mi respuesta. Rio y agregó. – Sé que lo quieres, me lo pides con los ojos.
– He singado mucho en esta semana…, uf, pero mucho.
– ¡Mejor así! Mejor, así tendrás el culo bien abierto… ¿adónde ir, coño? Porque quiero singarte yo sólo.
Terminamos yéndonos a la línea del tren, cruzamos el puente y nos fuimos a un parque oscuro. Se sentó invitándome a sentarme a su lado, abrió las piernas y se sacó la pinga murmurando un “es toda tuya”. Yo me incliné y empecé a mamar, aunque estaba en pareja con Nacho y no me faltaba nada, no podía negar que William era mi hombre, el tipo que me inició y que no olvidaría nunca. William lo sabía y lo explotaba bien. Al rato me pidió que me bajara el pantalón y me sentara en su pinga.
– Ensalívala tú mismo y métetela despacio como tú sabes, mami.
Lo obedecí, me bajé los pantalones, ensalivé bien la cabeza y me senté en su pinga que entró bien, como si hubiera estado dilatado.
– ¡Cojones, maricón, lo que tienes es un chocho abierto!
– ¡Gózalo, bujarrón!
No me singó él, me lo singué yo porque era quien se movía sobre él que seguía sentado. Al rato escuchamos los pasos de alguien. William me dijo que me quedara quieto, que no me moviera. Las sombras se fueron acercando, eran dos tipos, que pasaron en silencio mientras nos miraban, pero se detuvieron a unos cinco metros de donde estábamos nosotros.
– Párate que te voy a singar de pie…, esos dos quieren ver.
Lo obedecí, me puse de pie, William me penetró y empezó a singarme tranquilamente como si nada pasara.
– ¡Cojones se lo está singando! – dijo uno.
– ¡Macho, dos maricones singando! – el otro soltó.
– No, maricón hay uno solo y le estoy dando pinga porque le gusta. – se dirigió William a ellos. – Acérquense si quieren dar pinga.
Uno se acercó rápido, el otro demoró en acercarse pero lo hizo finalmente. Miraba con curiosidad, tocó mis nalgas y mi culo donde entraba y salía la pinga de William.
– ¡Cojones, mira esto, ven pa´ que veas como traga pinga este maricón! – le dijo al otro.
– ¿Quieres darle pinga? – William invitó.
– ¡Ya la tengo dura, macho, a ver, déjame que le dé pinga a este maricón. – dijo el que había acariciado mis nalgas.
William le dio paso a uno que enseguida metió su pinga en mi culo mientras decía que yo era maricón y el macho.
– ¡Maricón, mira, mira que un macho te está singando!
– ¡Tú dale de mamar! – le dijo William al otro que dudo algo. – ¡Oye, este es mamador, es enfermo a la pinga, así que ponle la pinga en la boca y verás!
_¡Oye, Paco, dale…, dale pa que te mame! – le dijo el otro. – Después cuando le reviente el culo, te dejo que le des tú.
No se dio de rogar mucho y pronto estuve tragando la pinga de Paco, como le había llamado el otro. William como de costumbre, se había sentado en el banco a mirar como aquellos dos me singaban. Cuando el que me singaba empezó a decir, casi gritar que se venía, que me daba leche, yo intensifiqué mi trabajo con la boca logrando que se viniera. Así fue, se vino en mi boca con un chorro grande y caliente. Me tragué su leche, no le dejé ni una gota y eso le gustó.
– Oye, Julio, yo ya me vine pero déjame darle un poco de pinga… – le pidió Paco.
Julio sacó su pinga y se la limpió con mis nalgas dejando paso a Paco.
– ¡Cojones, lo tiene como un chocho grande y húmedo!
El otro hablaba con William mientras fumaba. Al parecer se ponían de acuerdo para algo. Paco seguía singando porque aunque se había venido, seguía con la pinga bien dura. Yo me sentía algo incomodo ya por el tiempo que llevaba en cuatro, me empezaban a doler las piernas.
– ¡Oye, vamos a parar un rato! Ya estoy molido. – le dije.
– Na de na…, – gritó William acercándose, cogió la cara. – tú eres maricón para satisfacer a los machos y bujarrones, así que cumple tu papel.
Tuve que seguir allí, agarrándome del espaldar del banco mientras Paco me cogía el culo y sin dar señales de querer venirse porque como ya lo había hecho, pues fue largo, finalmente se vino con bastante espaviento. Yo me tiré en el banco con las piernas abiertas.
– ¡Coño…je, je, je… míralo como lo hemos dejado! – se río Julio.
– Claro, qué creías… que no los hemos singado tres. – me defendió William que más quería dar información a estos novatos que otra cosa. – Pero hay una cosa, mi amor, yo no me he venido…
– No, no yo no puedo más. – le supliqué yo.
– Oye, culo, no me vas a dejar así, tú eres mi hembra y me vas a sacar la leche ahora…, la pinga ya te la metí en el culo, así que me la sacas con ese culo que tienes o me la mamas, escoge.
Me levanté y me acosté en el banco y William se puso encima para clavarme, los otros dos quedaron boquiabiertos con aquello.
– ¡Ya ves, cumple mejor que una jeba!
– ¡Y dilo, es más complaciente! Una jeva ya te hubiera dicho que no…pero este maricón es de los buenos…, muchachos, este maricón está hecho para que lo singuen.
William estaba en su mejor momento, sabía que lo hacía para impresionar a aquellos dos tontos. Al rato me dijo que se iba a venir, pero sabía yo que no, lo hacía por puro teatro. Mientras yo me metía detrás del banco para evacuar todo el semen, William se despedía con los dos con un “hasta mañana”. Cuando se fueron y me senté a su lado, me dijo que me había portado bien. Que a esos dos les había gustado y que al día siguiente iríamos a la casa de uno de ellos.
– ¡Prepara ese culote que mañana va a tener carne!
No importó que le dijera que ya tenía compromiso, que no quería. Él se salía siempre con la suya y esa era que fuéramos a la casa de uno de ellos a singar.
– ¿Cuándo yo te he propuesto algo malo?
– Bueno,…
– Ya ves que no me puedes contestar…, mañana a singar y yo a ver si me cojo a uno de los dos, o puede que los dos les dan por probar.
No me parecía a mí mucho que alguno de aquellos se fuera a animar a darle el culo a William, pero tampoco me hubiera sorprendido conociendo a William y su capacidad para tener lo que se le metía entre ceja y ceja. Y eso de que los heteros no les da por probar, es un cuento, mil veces lo había visto yo bien machos, pero machos y caer de rodillas delante de una pinga o ponerse en cuatro y decir “bueno, es sólo probar”.
Al día siguiente nos encontramos en el parque, yo ya me había preparado, sobre todo tratando de estar bien limpio porque sabía de sobras que a los cheos, así le decían a los heteros, se ponían muy melindroso si le cagaban la pinga. William llevaba una botella de ron, a veces se esmeraba y sobre todo cuando se le metía entre cejas algo.
– ¡Oye, mira, primero quiero que te pongas para que se vengan lo más rápido posible! Tú tienes culo para eso, así que mientras más pronto se vengan, mejor… Hacemos el paripé de que yo te voy a singar primero, pero lo que quiero que sean ellos los primeros y tú habla, di cosas, no sé…que es lo más rico de la vida, que te vuelve loco…
– ¿Y después qué?
– Nada, a ver porque a uno de ellos me parece que le gustó ver la pinga en el culo, no le quitaba la vista y eso…hum, eso es que el tipo tiene inclinación…
Hablaba la voz de la experiencia, sabía que tenía su verdad, fue él quien me descubrió y sacó todo lo que ocultaba yo desde temprana edad, no dudaba de que fuera capaz de engatusar a alguno de esos dos chicos. Íbamos a reunirnos en una casa de las afueras del pueblo, casi una finca. Cuando llegamos uno de ellos, Paco, nos esperaba en el portón fumando.
– ¿Qué bolá?- dijo William a modo de saludo mientras nos apretábamos las manos.
– ¡Na, aquí esperándolos!
A William le gustó aquella respuesta y sobre todo la mirada que me echó el muy cabrón.
– Bueno, aquí estamos, he traído una botella de ron pa´ ambientar algo y bueno, el culo y la boca de este mariconazo que ya conocen…- el argumento de William como siempre, lleno de doble sentido.
Paco nos dijo que iríamos primero al portal a jugar dominó porque todavía un tío de él que es el dueño de la finca estaba allí pero que se iría dentro de una hora, nos explicó que ellos dos se quedaban a cuidar la finca para que nadie robara. Julio nos esperaba en el portal de un costado de la casa, después de saludar se fue a buscar los vasos para tomar, nos sentamos los cuatro a jugar dominó. Al rato el dueño de la finca pasó a despedirse mientras nosotros jugábamos al dominó, no pasó mucho tiempo sin que William tuviera una idea.
– ¡Oye, culo, métete debajo de la mesa para que nos mames!
A Paco y Julio les gustó la idea, secundaron a William que ya se había sacado el rabo. Me vi debajo de la mesa mamando y tocando pingas, ellos gozando y jugando dominó. Como me había dicho William intensifiqué con la pinga de uno de ellos en mamadas hasta que el muy cabrón se vino en mi garganta porque soltó las fichas y me agarró la cabeza para clavarme la pinga hasta los cojones en la boca. Era Julio el que se había venido primero, le chupé la pinga que seguía dura hasta dejarla bien limpia, después lo miré, me sonrió.
– ¡Vamos pa´dentro, maricón, que quiero darte por culo! – me dijo Paco.
Me levanté dejando a William con Julio. Paco estaba que explotaba con la pinga dura a más no poder, me bajé el pantalón, me ensalivé el culo mientras él se escupía la pinga. Me abrí las nalgas dejando mi ojete preparado para recibir su pinga, no me hizo rogar, en un segundo ya me había metido la pinga hasta el tope y me singaba con fuerza.
– ¡Maricón, qué culo tienes! – me dijo jadeante.
– Pues, macho, te lo estás singando, así que aprovecha…
– ¡Y tú, goza de mi pinga, gózala bien que te está singando un macho!
Teníamos esa conversación caliente los dos, William y Julio entraron y se pusieron a mirar, aunque William enseguida vino y me puso su pingón en la boca.
– ¡A este le gusta que le den pinga por todos los lados! – después le dijo a Julio. – ¿Quieres que te la mame él pa´que se te pare de nuevo?
Julio vino y me dio a mamar su miembro algo blando, yo empecé a mamar para tratar de que se le parara de nuevo. William aprovechó para agacharse y abrirle las nalgas a Julio que dio un salto gritando que no era maricón.
– ¡Oye, macho, aquí el único maricón es ese! – dijo señalándome. – ¡Aquí el único que va a coger pinga es él! No te asustes, yo sé que no eres maricón…, pero deja que te ayude a que se te pare.
– ¡Coño, que no!
– ¡Mira, si no se te para, te doy el culo yo y yo no soy de los de dar el culo! – le propuso William.
– ¡Oye, asere, aquí estamos entre machos! – le dijo Paco que seguía singándome.
– ¡Macho, aquí el traga pinga y leche soy yo, así que no hay problema! – le animé yo.
Y Julio pecó, se acercó de nuevo dando su pinga para que se la mamara mientras dejaba a William gozar de su culo. No pasó mucho tiempo, supongo que el prudencial para perder el miedo, para que la erección se hiciera visible. Yo empecé a moverme bien para tratar de que Paco descargara su leche rápido y al parecer que viendo como se había puesto Julio, se vino enseguida.
– ¡Ahora dame pinga! – le dije yo.
William me sonrió, había logrado un buen comienzo.
– ¿Quieres que se te pare ahora a ti? – le dijo con malicia a Paco.
La respuesta fue la misma, que no era maricón y la misma replica que el maricón era yo que estaba en cuatro patas recibiendo pinga. William se las arregló para darle lengua a Paco que no pudo evitar soltar suspiros a cada lametón que William le daba en su culo. Cuando vi que Paco ya estaba gozando, le dije a Julio que nos fuéramos al baño que tenía calor y que quería que siguiera singándome bajo la ducha. William comprendió rápido mi intención, dejarlos solos a los dos porque así Paco no se iba a cortar con la presencia del amigo. Nosotros seguimos en la ducha, yo tratando de que fuera más tiempo porque sabía de sobra que podía llevarle tiempo a William el seducir a Paco, bajo la ducha le lavé la pinga a Julio y empecé a mamar, alegando que quería descansar un poco el culete. Eso sí, le dije que no se viniera en mi boca porque quería que me llenara de leche el culo. Aquello le llenó de orgullo.
– ¡Coño, eres mejor que una jeba! – me dijo sintiéndose más macho que nadie.
Pero yo estaba más atento a los ruidos que podían llegar desde la sala donde estaban William y Paco, aunque a veces no se escuchaba bien por el ruido del agua. Al rato me dediqué a lo nuestro y a que Paco descargara todo lo que le quedaba, así lo hizo con el alarde de macho que le gustaba hacer. Nos secamos y fuimos para la sala, nos quedamos con la boca abierta al ver como William se singaba a Julio, lo tenía bien clavado. Paco estaba de rodillas sobre un sofá con la cabeza en un cojín mientras de pie William se lo singaba.
– ¿Ves qué es rico, papo? – le preguntaba William.
– ¡Uf… sí… cojones! – resoplaba de placer Paco.
Julio quiso decir algo pero lo contuve, me lo llevé al baño de nuevo.
– No interrumpas, ¿no viste cómo lo estaban gozando?
– ¡Coño!, pero ¿Julio es maricón? – no cabía en su asombro.
– ¡Mira, lo importante es singar y pasarla bien! ¿Tú has probado alguna vez?
– ¡Qué va! – casi me empuja – ¡Yo soy macho…, no te equivoques.
– ¡Bah…!, mira… cuando tú me singas ¿no ves cómo me pongo? ¿cómo me gusta?
– ¡Sí, porque eres maricón!¡Te gusta que te den pinga!
– ¡No seas berraco! El asunto es que lo que se siente es mucho… al principio molesta, no creas, pero al pasar el primer rato, es lo mejor que hay y todos lo sentimos. Claro, tú tienes razón a mí me gusta que me den pinga, no lo niego… me gusta.
– Pero… ¿y Julio?
– A ver, pues no hemos visto nada… que quede entre nosotros…
– Pero lo he visto, lo vi clavado…
– ¿Y?
– No sé, no sé…
– Mira, si has visto que también le gusta que le den por culo, pues mejor, así podrías cogerle el culo de vez en cuando y así queda entre ustedes dos.
Aquel razonamiento le gustó, le pareció más cercano a su cómoda posición de saberse bugarrón y no maricón.
– A ver, o te haces el que no has visto nada o lo aceptas tal y como lo ves…, mira, esto es singueta entre machos y por lo tanto, lo que pasa queda entre machos.
Paco no parecía convencido de nada o más bien, estaba empeñado en mostrar, exteriorizar su inconformidad, su asombro y que en realidad yo no comprendía mucho. Al rato nos presentamos en la sala donde William tenía clavado a Julio, habían cambiado de posición y ahora William estaba sentado en el sofá y encima, bien calzado con la pinga de William, Julio que al vernos quiso zafarse pero William lo retuvo.
– ¡Oye, “broder”, no pienses que…! – murmuró al ver a Paco.
Hubo un silencio entre todos, William me miraba satisfecho.
– Yo…, yo no pensaba que a ti… – empezó a decir Paco.
– ¡Oye, esto es a lo macho! – le dijo William – ¡A ver, ven y dale un poco de pinga tú!
– ¡No, cojones que no! -protestó Julio que no sabía cómo zafarse de William.
– ¡Papo, mira, aquí maricón hay uno, es ese…lo tuyo ha sido probar sólo…, a ver, deja a tu socio que te dé un poco de pinga y después tú a él! ¡Mira, yo te daría el culo pero tengo una fistula que no me deja! – mintió William.
A Paco aquella conversación y viendo cómo estaba su amigo, la pinga se le había parado de nuevo. Se acercó a ellos, palpó con su mano el culo lleno con la pinga de William, palpó la pinga dura de Julio.
– La tienes bien dura…
– ¡No sé, no sé, broder qué me ha pasao…
– ¿Me vas a dejar que te la meta ahora? – fue una pregunta tierna la que le salió a Paco.
La escena hubiera sido de lo más romántica si William no hubiera estado detrás de todo aquello. William sacó su pinga dejando el culo de Julio ya bien dilatado para que Paco se lo singara. Nosotros nos sentamos a ver el cuadro aquel y cómo Paco se singaba a su amigo, cómo lo acariciaba, cómo lo besaba, cómo terminaron besándose los dos. Yo me senté sobre la pinga de William.
– Tú no pierdes tiempo…- me dijo William.
– ¡No, quien no pierde ni un segundo eres tú! ¡Qué buen ojo tiene para descubrir a la gente!
– ¡Ves, ahora serán felices los dos!
– ¡O se odiarán después! Quién sabe la reacción que tengan…
William no se vino, al rato empezamos a vestirnos mientras que aquellos dos seguían uno prendido del otro. Pero antes de irnos vimos lo mejor, Julio le pidió a Paco que se volviera, que quería singar él ahora. Paco lo obedeció y se cambiaron los papeles. Creo que agradecieron que nos despidiéramos para así quedarse disfrutando ellos solos. Me imagino que habrán estado toda la noche singando porque la primera vez puede pasar así.
De camino William me descubrió que desde el principio vio como Julio le miraba la pinga, por lo que en un descuido lo rozó, después le pasó la mano por el ojete y sintió cómo se había erizado todo. “Eso no falla, quien quiere pinga, la quiere aunque lo niegue”, fue al sentencia de William.