Tuve que dejar mi casa, mi estudio, acababa de quedarme soltera… el verano no empezaba de la mejor forma. Necesitaba un cambio de aires, pero también tenía urgencia por volver a trabajar. Así que, como soy fotógrafa, pensé que sería buena idea irme a los pueblos turísticos de alrededor y hacer reportajes en las discotecas de la playa.
Empecé a echar fotos en “La Sirena”, una discoteca de un pueblo de quinientos habitantes que triplicaba su población en verano. Todas las noches se llenaba de chicas y chicos clónicos, de dudoso gusto y con el solo objetivo de echar un polvo.
En una de tantas que estaba echando fotos a borrachos salidos, una chica se me acercó para hacerme una propuesta. Dijo haberme visto trabajando varias noches y conocer mi trabajo de las redes sociales. Por lo que me contaba, parecía gustarle bastante y me preguntó si podía hacerle una sesión privada. Acepté encantada, quería volver a abrir un estudio tras el verano y necesitaba toda la pasta posible. Desde el primer momento, la chica me cayó en gracia y llamó mi atención: rubia con ojos azules, casi tan alta como yo, un montón de tatuajes y un estilo que no encajaba para nada con la fauna del local. Vestía, a modo de chaquetilla, una camisa hawaiana varias tallas más grandes, llevando por debajo solo un bikini rojo, y vaquero cortado a ras de ingle. La chica no tenía nada destacable en concreto, más allá de unas muy bonitas piernas y un tipazo. No es por ser presumida, pero yo creo que estoy mucho más buena. Sin embargo, tenía algo especial, casi etéreo, que la hacía súper sexy y le daba un tremendo atractivo.
La sesión fue bastante bien: unas fotos en la playa al atardecer con su tabla de surf. Alguna más subida de tono que otra, pero sin llegar a lo erótico. Delante de la cámara tenía una presencia demoledora. Por lo que pude ver en su Instagram, subía contenido de este tipo y tenía un considerable número de seguidores. Kat, que así se llamaba, quedó encantada e hicimos cierta amistad. La verdad que yo también estaba muy contenta con el resultado.
Un par de semanas después, me presentó a un chico con el que la había visto en varias ocasiones y me preguntó si podríamos hacer una nueva sesión en la que participaran los dos. Toni era su nombre, un macizo guaperas, quizás un poco bajito, también tatuado por completo, con barbita y pinta de ser tímido y, a la vez, todo un seductor. Se alejaba también del estereotipo del lugar. Por supuesto, una vez más, acepté sin dudar.
Me contó su idea: quería que, aprovechando que estaban los dos, fueran unas fotos un poco más apasionadas, con poses atrevidas que evocaran una práctica sexual. Empezarían en ropa de calle y terminarían en ropa interior. Me pareció buen plan.
Quedamos en un almacén destartalado de un conocido suyo y, con cuatro arreglos, conseguimos que pareciera una fábrica abandonada muy chula. Empecé a disparar y los dos fluyeron con gran naturalidad. Sin decirles nada sabían cuando trasmitir deseo, cuando desinterés; con solo un moverse un poco pasaban de una escena de pasión a otra de enfrentamiento. Acercaban sus bocas a punto de besarse y luego uno daba la espalda al otro, actuando con gran credibilidad. Tenían confianza y experiencia en esto y se notaba. Lo estaba disfrutando mucho.
Pasamos a la segunda parte. Comenzaron a desnudarse, poco a poco frente a la cámara. Me sorprendí al ver que Kat no llevaba sujetador, solo unas medias con abertura central y un tanga. En la sesión anterior echamos algunas sin la parte de arriba del bikini en las que ella se tapaba con el brazo y, como en ningún momento hablamos de desnudo, supuse que querría algo así y se lo pregunté con total confianza. Ella me dijo que no, que nunca usa sujetador ni tenía ninguno y, para ella, ropa interior significaba eso. En algunas se taparía, pero que no le importaba salir en tetas. A pesar de no ser lo que tenía en mente, no era mi primer desnudo y no vi problema alguno.
En la primera pose de esta nueva fase, Toni se puso tras Kat, agarrándole el pecho, sin que se viera nada. No tuve que darles ninguna indicación, pues sus caras, casi jadeantes, lo expresaban todo y Toni agarraba como lo haría cualquier pareja en la cama. Tras unos cuantos disparos, Toni pasó a taparle el pecho con un solo brazo, mientras que la otra mano bajó por el vientre de Kat hasta llegar a su tanga, metiéndose sin miedo por dentro. Kat respondió alzando su cabeza hacia el techo, con un movimiento creíble, como si la estuvieran masturbando, incluso llegaba a estremecerse. Era todo tan real que hasta me sentí algo incómoda, pero rápidamente se pasó ya que estaba haciendo unas fotos espectaculares, muy, muy realistas.
Cambiaron posiciones y, tras un breve rato tocando su cuerpo, Kat imitó el último gesto de Toni y metió su mano bajo la ropa interior de su pareja. A través del visor, veía como Kat miraba al objetivo de un modo que me resultó hechizante, haciéndome perder el control del resto del encuadre. Me tenía atrapada. No salí de aquel hechizo hasta que dejó de mirar a cámara para apoyar su rostro en el cuello de su compañero. Reencuadré y revisé todos los elementos de mi composición. Fue entonces cuando me di cuenta de que el realismo se estaba descontrolando. La mano de Kat bajo el calzoncillo de Toni no estaba quieta. No solo estaba posando para una escena apasionada, sino que el movimiento bajo la tela era evidente.
¿Se la estaba meneando delante mía? Sacudí la cabeza en un gesto de extrañeza y obvié el asunto, más por vergüenza que por otra cosa. Traté de no fijarme en los calzoncillos de Toni y me centré en su cuello, por el que Kat deslizaba su lengua con autentica lascivia.
Por fin sacó la mano del calzoncillo y cambiaron de postura. Estaba empezando a ponerme nerviosa. Toni siguió en pie, girándose hacia su derecha y Kat se puso frente a él a cuatro patas. Toni la agarró del pelo, con suavidad, quedando una pose aún más sugerente que todas las anteriores, pero mientras sus manos se mantuvieran lejos de sus genitales, podía empezar a tranquilizarme. Las fotos estaban siendo una pasada; me entusiasmé de nuevo y pude centrarme en mi trabajo. Al menos así fue hasta que me di cuenta que, bajo los calzoncillos de Toni, su polla había crecido sobremanera. Algo normal, si lo piensas, después de todo el meneo que acababa de darle Kat.
He de confesar que, aunque fuera una situación extraña, me excité un poco. Mis nervios ya no eran tanto de vergüenza, sino fruto del calor que estaba surgiendo en mi interior. Y, si yo pude ver todo lo que había crecido el paquete de Toni y lo duro que aparentaba estar, Kat también. Acercó su cara y, sin preámbulos, pasó su lengua lentamente sobre él. Me estremecí como si esa lengua se hubiera pasado por mi clítoris. Luché por centrarme y me dije a mí misma: Diane, aprovecha este momento. Me acerqué a ellos y saqué unos primeros planos de Kat fantásticos, con la polla de Toni apunto de explotar los calzoncillos. Contagié mi entusiasmó a mi modelo y subió una marcha su actuación. La agarró, la mordió… La temperatura estaba subiendo como la erección de Toni.
Bajé la cámara un segundo, tomé aire y evité pensar mucho en lo que estaba haciendo. Volví a apuntar con mi máquina y, al enfocar, vi que, tras los mordiscos y agarrones, la punta de la polla había empezado a escapar, asomando por arriba. Ni corta ni perezosa, Kat dio una chupadita y se rio sin decir nada.
Kat se puso en pie, quedando los dos de frente a la misma altura. Se enrollaron con una pasión descontrolada, como no podía ser menos tras todo lo que estaba ocurriendo. Todos los besos, agarrones de culo, mordiscos… eran dignos de los preliminares de un polvo salvaje, pero sus genitales volvieron a quedar libres, la tranquilidad regresó y, simplemente, me estaban dando la pasión que necesitaba para una de las mejores sesiones de mi vida.
Tras esto, con más brevedad que en el resto de poses, Kat empujó a Toni, lo tumbó sobre la mesa en la que estaban y se sentó sobre él. Empujó su pecho hacia abajo y, con la mano que quedaba libre, le agarró la barbilla con fuerza, quedando, con la posición de sus brazos, sus tetas apretadas. La erección de Toni quedó oculta bajo el cuerpo de Kat, sus sexos estaban uno sobre el otro. Las manos del inmovilizado Toni buscaron su sitio sobre los muslos de Kat y esta puso sus caderas en marcha. Al principio arrancó lentamente, era más un reflejo que un acto consciente; las caderas dibujaban círculos que hacían bailar al resto del cuerpo. Cada vez que completaba un ciclo, sentía un temblor desde el centro de mi estómago hasta los pies, como si estuviera yo sentada en su lugar.
No me concentraba y me estaba costando sacar mi trabajo. Cada poco tiempo tenía que parar a tomar aire y pensar en otra cosa. Pero no servía de nada. Siempre que volvía a mirar por el visor encontraba sus ojos, sus suspiros, sus dientes mordiendo sus labios. Siempre que volvía a mirar por el visor me veía a mí danzando sobre aquel hombre. Cada vez que me encontraba con la mirada de Kat me ponía más nerviosa, sin embargo a ella parecía motivarle. Mordiéndose los labios y liberando a su compañero de su presa, cambió los giros de cadera por desplazamientos hacia delante y hacia atrás, usando el paquete de Tony, que volvía a asomar con timidez, como vía.
Apreté las piernas al sentir una palpitación en el clítoris. Aparté la cámara y resoplé. Aunque me costara recuperar la compostura, a mis modelos no parecía importarles, seguían con lo suyo. De rodillas, con la cara colorada, me acerqué a la escena diciendo un “vamos, chicos”. Ánimos que no necesitaban, ánimos que no tuve que darles.
Un gemidito se escuchó cerca mía. No era Kat. Volví la cabeza buscando su fuente y me topé con los ojos de Toni, mirándome con la misma intensidad que lo hizo Kat anteriormente. Sin siquiera pensar, solté una de las manos de la cámara y me agarré un pecho, para nada de forma sutil.
De repente, todos callaron. Parecía que mis dos modelos controlaron sus conatos de gemido y los ahogaban en sus gargantas. Y en ese silencio fue cuando me di cuenta de lo profundo que estaba respirando, de que la que estaba a punto de gemir era yo. De que no había parado de tocarme las tetas y que tenía la boca abierta.
Me centré y volví al trabajo. Tomé fotos de la dulce cara de Toni y su mirada seductora. Seguí con Kat y su gesto provocador, para bajar luego por sus pequeños pechos con los pezones de punta y terminar donde sus sexos se unían. La polla de Toni asomaba aún más, ya no había forma de disimularlo. Y, cuando Kat retomó su vaivén de cadera, pasó a estar más fuera que dentro. Kat agarró su tanga por la ingle. Me acerqué todo lo que pude y contrapiqué la cámara hasta su rostro. Se estaba riendo, cerraba los ojos y suspiraba. Había tirado del tanga, exponiendo su coño y deslizándolo directamente contra el pene de Toni.
Aquello superó todo lo anterior. Me puse en pie, dejé la cámara y traté de obviar todo el calentón que tenía.
-¿Qué está pasando aquí? -exclamé todo lo seria que pude, sin mirar a nadie a los ojos.
-No era lo que teníamos en mente -respondió Kat con una sonrisa, mientras Toni miraba a otro lado, avergonzado -. No buscábamos esto, pero creía que estaba quedando bien. Perdón -dijo por último, ya más seria.
Aunque Kat se estuviera disculpando, su movimiento de cadera no cesaba. A Toni se le veía más cortado con la situación, pero no hacía nada por taparse el nabo, ya completamente fuera y embadurnado con fluidos de su compañera. Necesité unos segundos para recapacitar. Aquello estaba fuera de control y, normalmente, lo hubiese cortado mucho antes. Sin dar respuesta, revisé las fotos que ya había tomado. Eran perfectas, nunca antes había hecho nada igual. Estaban… ¡uf, Dios! Estaban llenas de lujuria. Sentí una vez más el temblor de mi interior y le di permiso para actuar. Liberé tensiones y me sentí cachondísima, quería ver como continuaba aquello. Así que repetí aquello de “vamos, chicos”.
En un arranque de pasión, Kat golpeó a Toni contra la mesa. Puso toda su fuerza en sus caderas y restregó como nunca su coño contra la polla de Toni. Se inclinó hacia él, rasgando el pecho de su compañero con sus pezones, afilados como navajas. Sin dejar de mirar a cámara, se arrastró hacia mí, quedando sus tetas sobre la boca de Toni, que las mordió. Cuando estuvo apunto de tocarme, se echó hacia atrás y recuperó la posición erguida. Tras esto no pude ver más la polla de Toni. ¿Había quedado oculta tras este último movimiento? ¿O quizás…?
Con un ángulo de cuarenta y cinco grados, Kat cambió su movimiento. Ya no era hacia delante y hacía atrás, sino golpes pélvicos que subían y bajaban. Su amante le agarró las tetas mientras resoplaba como un balón pinchado. A la vez, ella emitía una larga y constante vocal. Cambié mi tiro de cámara, afronté la escena desde otra posición. Me puse a espaldas de Kat y su cara y las manos de él me siguieron en el viaje. Ahora tenía a ambos en mi visor, mirándome fijamente, con las caras descompuestas. Aguantaron un rato así para que pudiera tomar bien las fotos, pero solo un ratito. Toni tiró de Kat, agarrándola por el culo, haciendo más exagerado el movimiento de cadera de esta. Sus cabezas temblaron y yo me agaché para fotografíar el centro de la acción. Cuando Toni levantó del culo de Kat, me reencontré con su polla. Esta vez, dentro de su coño.
No me sorprendí, seguí como si nada. Solo junté mis piernas y me contoneé buscando compartir su placer. Había hecho desnudos, nunca sexo. No me lo había planteado, tiempo antes los hubiese mandado a la mierda. Ahora, lo estaba gozando como si fuera la protagonista. Tomé fotos desde todos los ángulos, desde todas las distancias y acercándome todo lo que necesitaba. Estaban follando en mi cara.
Ya no había lugar para aparentar otra cosa. Lo sabíamos los tres. No hubo lugar para las medias tintas. Toni salió de la presa de Kat y ella se inclinó un poco más. Pasó por mi cara con la polla tiesa, a un bocado de distancia; Kat, ya a cuatro patas, tenía el coño abierto frente a mí. Me habían hecho partícipe de la situación y, a la vez, mera espectadora. Sin práctica previa, nuestros movimientos se sincronizaron, ocupábamos nuestros puestos sin estorbarnos. Con la naturalidad asumida en los últimos compases, Toni se la clavó a Kat, como si en la intimidad de su cama estuvieran.
Toda la habitación olía a sexo, respirar incluso me estaba volviendo loca. La cara me hervía y no escuchaba ni llegaba a interiorizar lo que estaba pasando. Solo echaba fotos sin pensar, mientras me abrasaba por dentro. Estaban follando allí mismo y yo actuaba dominada por el deseo, resistiendo solo a duras penas las ganas de desnudarme y mezclarme con ellos. Cada gemido de Kat era mío, cada penetración de Toni la sentía dentro. Cuando Kat gritó presa de su orgasmo, perdí las fuerzas y casi caigo al suelo.
¿Me había corrido sin tocarme a la vez que ella? No podía ser, pero… Los sexos de mis modelos se separaron y Kat se arrodilló frente a Toni, que se estaba pajeando rápidamente. No tenía tiempo para responder a mi pregunta, tenía que ponerme en pie para el colofón final. Di dos zancadas para acercarme a la escena y me arrodillé, quedando a la misma altura que Kat. Se estaba riendo, dejando la boca abierta con media lengua fuera. Se masajeaba las tetas esperando al final de su compañero, que perdía el control de su respiración. Por una última vez, vi por el visor como Kat dejaba de mirar a Toni para atraparme a mí y, sin quitarme ojo, recibir los disparos de semen en su boca y en su cara. Toni rugía como un animal enfermo disparando los últimos lefazos; Kat saboreaba el semen que quedó alrededor de su boca y no goteó hacia sus pequeños pechos. Sentí como toda la bruma de mi cerebro y el calor de mi cuerpo se desvanecían, sintiendo la mente fresca y clara una vez más. ¿Qué había pasado? ¿Qué habíamos hecho? Me preguntaba, no sin cierta vergüenza. Mis modelos se abrazaron y besaron entre sonrisas antes de mirarme y buscar mi aprobación. No tenía claro lo que había pasado, solo sabía que acaba de hacer el mejor trabajo de mi vida.