Pasó una semana y tres clases intensas de musculación para Ricky, cuando Fede le sugirió que hiciera una clase aeróbica adicional el viernes, sin decirle que él no estaría presente y que me dejaría la rutina por escrito. Nos habíamos cruzado con Ricky sin hablarnos y casi sin mirarnos durante esa semana siguiente al pago de la primera cuota atrasada.
Fede me dejó las instrucciones antes de retirarse cuando tomé mi turno el viernes a la tarde, aclarándome que Ricky vendría a última hora, sin mayores comentarios porque estaba apurado. Una hora antes del cierre, cuando quedaban apenas tres socios que completaban sus ejercicios, apareció Ricky, radiante de belleza como siempre, pero, ruborizándose al verme, me preguntó por Fede. Le dije que se había retirado por un compromiso y le conté sobre la rutina. Iba enfundado en una camiseta de los All Blacks, bien ajustada al torso, pantaloncitos cortos y una calza negra bien ceñida hasta el muslo que resaltaba su hermoso cuerpo. Le pregunté si le había contado a Fede que pudo cancelar una cuota de la deuda y me respondió que no, asombrado y desviando la mirada.
-Mejor, porque no sabe de tu retraso en los pagos, yo me encargo. Andá a la cinta media hora, mientras voy arreglando las cosas.
Se fueron retirando los tres socios que quedaban y habían terminado su rutina, puse en orden las pesas y mancuernas y le dije que le tocaba el resto de la hora en bici, mientras yo bajaba la cortina y cerraba con llave.
-Pero me tengo que bañar, me dijo.
-No hay problema, Fede me pidió que te esperase hasta después de terminar la rutina.
Y me coloqué detrás de él simulando tontear con mi celular, pero filmando mientras pedaleaba a todo tren e inclinaba su cuerpo sobre el manubrio de la bici. Quedaba a la vista su moldeado culito resaltando la firmeza de sus nalgas.
-Estás aflojando pedal, le dije, y apuró la marcha.
Me fui acercando y le dije que siguiera dándole fuerte, pero que debíamos encontrar una solución al tema de las tres cuotas pendientes de pago. Parecía enojado y triste a la vez.
-Tranquilo, yo no dije ni voy a decir nada, como te prometí. Podemos arreglar, pero vos tampoco tenés que decir nada.
Sofocado por el esfuerzo me dijo que no tenía forma de pagar ni siquiera una cuota esta semana, que no sabía cómo hacer.
-¿No querrás que yo me haga cargo?, le dije.
-Me podrías dar una mano, por favor, me suplicó.
Le expliqué que era mi único trabajo y no lo podía arriesgar. Casi llorando me dijo que primero lo había dejado su novia y ahora tenía esta deuda.
-Vos tranquilo, seguí con la rutina, que no te voy a mandar en cana.
Me puse frente a él y le pregunté si necesitaba toalla y jabón para la ducha. Sin mirarme y acelerando el pedaleo, me preguntó si podría saldar otra cuota esa noche.
-Si vos querés, yo no tengo drama. Andá bajando las revoluciones que voy a buscar las toallas, el jabón y la crema enjuague, le dije, mientras le sonreía y le palmeaba la espalda sudorosa y le acariciaba el culo. Dio un respingo, pero me dejó seguir con la caricia, que moví hacia adelante, donde palpé su pija ya dura.
-¡Qué rica está! Vamos a saldar hoy la segunda cuota, con intereses y propina, me parece, y le sobé la poronga dura un par de minutos más.
Fui a los vestuarios, me lavé los dientes, preparé el ajuar, me saqué la ropa hasta quedar en bóxer y lo esperé. A los dos minutos estaba ahí, con su pija tratando de salirse de la calza.
-Por favor, empezó a balbucear.
-No hablés, lo que pasa acá, se queda acá, ya lo hablamos. Es un asiento contable, sólo va al libro de entradas y salidas, le dije, poniéndole un dedo sobre sus labios y abrí la ducha. Otra vez será con propina, le prometí. Te desvisto, te enjabono, te enjuago y te seco yo, le dije.
Asintió rojo de vergüenza y le di unas pastillas de menta, mientras comenzaba a meter mano dentro de la cintura de su calza y se la bajaba lentamente para acariciar la suave piel lampiña de sus nalgas. La fui enrollando, pero me cuidé de no bajar el slip blanco de lycra que llevaba debajo. que apenas contenía el paradón de su pija. Mantenía la mirada baja hasta que le saqué la calza luego de que se quitara las zapatillas. Con mi cabeza rocé su bulto y luego se lo acaricié a todo lo largo.
-Está para comerla, le dije. ¿Querés que te la coma?
Asintió sin decir nada y lo metí debajo de la ducha, dándole un jabón. Yo tenía otro y le fui enjabonando la espalda, las axilas, los brazos y llegué a la cintura. Le metí la mano con el jabón dentro del slip, empezando por sus glúteos hasta que rodeé la cintura y con ambas manos comencé a lavarle la pija y los huevos, arrancándole gemidos de placer y aprovechando para arrimar mi paquete a su culo. No podía sacar las manos de su pija dura y sus huevos depilados y empecé a darle besos en el cuello y orejas. Se dejó llevar por la calentura y ronroneó como un gatito.
-Me gusta mucho tu cuerpo, es perfecto y vos sos muy lindo, le dije, perdidos los estribos.
Reclinó su cabeza sobre mi hombro y le besé suavemente los labios.
-Cuando quieras paro, le dije.
-Seguí, me respondió y apenas abrió la boca.
Le di un morreo que me puso a mil y le aceleré la paja, hasta que se puso tenso y le tuve que apretar el tronco para que no acabara.
-Esa es para mí, no hay que desperdiciarla, le dije, y empecé a bajarle el slip hasta quitárselo del todo, arrodillándome frente a él.
Quedó su pija palpitante y rosadita a la altura de mi cara y no dudé un instante en tener su glande entre mis labios, que chupé con ansia hasta comerme todo el tronco. Se la chupé con frenesí y lo tomé de los glúteos para que me cogiera bucalmente. Cada tanto lo frenaba para que no se corriera y para saborear su líquido seminal. Comencé a meter un dedo enjabonado en su ano, primero el índice, casi enseguida también el medio, usando su vaivén en mi boca. Se liberó de todo pudor y me tomó de la cabeza para meterme la pija a fondo mientras le masajeaba y dilataba el ano.
Volvió a ponerse tenso y a resoplar por la calentura, así que tuve que presionarle la base de la poronga, bien fuerte esta vez, porque llegó a tener un par de espasmos y algún chorrito de leche se le escapó. Pude atraparlo con mis labios y mi lengua antes de que cayeran al piso y empecé a girar lentamente su cuerpo sin dejar de lamerlo todo, hasta llegar a sus glúteos, que mordí suavemente y lamí con fuertes lengüetazos que desplacé hacia su agujerito rosado y limpio. Le di varias veces con la lengua y se inclinó tomándose de los grifos, lo que me permitió meterle la lengua todo lo que pude mientras gemía y gruñía de gusto.
Puse la cabeza enjabonada de mi pija en su puertita y fui apoyándola lentamente, muy despacio, dejando que se fuera acomodando. No es grande, será de unos 15 cms, así que fue entrando con relativa facilidad, le decía que se relajara, le abría los glúteos lo más posible y pasaba mi mano por adelante para pajearlo. Se le había puesto algo morcillona, pero fue recuperando dureza con mis sobadas y caricias de huevos, alternando unas con otras, y entrando cada vez más.
Me iba deteniendo tras cada intento y cada vez entraba más, en medio de gruñidos de dolor y gemidos de placer, hasta que alcancé a meterla toda y me detuve un rato largo. Así como estábamos, lo atraje contra mi cuerpo con ambas manos y le di un morreo impresionante, instándolo a moverse.
-Dale vos a tu ritmo, yo me quedo quieto.
Sabía que había llegado y masajeado su punto G y él respondió en consecuencia, como si supiera. Comenzó su vaivén y nos sincronizamos en un par de minutos de meta y saca. Lo tomé de la estrecha cintura para acompañar y cada vez que mi pelvis chocaba con sus glúteos me estremecía de gusto. No duré ni cinco minutos hasta que derramé toda mi leche en su interior, quedándome quieto mientras se ablandaba mi pija agotada, que se fue retirando de esa cueva de placer.
Resoplábamos los dos, yo de gusto y creo que él de bronca por haber cedido. Recuperé el aliento, me retiré del todo y lo giré. Quise besarlo, pero no me dio el gusto, así que, apoderándome de sus preciosas nalgas, le fui lamiendo los pectorales, le mordí apenas los pezones duros, lamí sus abdominales y llegué a su pija que me tragué sin miramientos y lamí las gotas de líquido seminal, chupé frenéticamente su glande y el tronco, empujando con las manos sus glúteos para que me cogiera la boca.
Se le puso bien dura y cada varias embestidas pasaba a lamer sus huevos depilados, metiéndome los dos en la boca, para hacer durar su corrida. Cuando me volvió a tomar de la cabeza y a mirarme a los ojos, noté que se vendría, así que incentivé mi mamada bien a fondo hasta casi atragantarme. Me relamí con la deliciosa golosina unos cinco minutos que me parecieron la gloria hasta que se puso tenso, empujó mi cabeza para que me tragara toda su pija y gruñéndome:
-¡Puto, puto, puto, chupámela toda!, y acabó varios chorros en mi boca, que no dejé escapar hasta la última gota.
Seguí chupando pese a haberlo vaciado, pero su pija no decaía. Yo quería más, él también parecía gozar y me siguió cogiendo, hasta que se me acalambraron los maxilares. Empecé a pajearlo y a decirle:
-Hermoso, me gustás mucho, me gustan tu pija y tu culo, me gusta tu cuerpo, te la voy a comer toda, te quiero adentro.
A cada palabra, a cada frase, él me respondía:
¡Puto, puto, puto! ¿Querés más pija? Te voy a coger, calentón puto.
Tomé la crema enjuague, le embadurné los dedos y la pija y lo llevé a que me los pusiera en el culo. Dos dedos entraron fácilmente y me cogió con ellos mientras no dejaba de pajearlo.
-Semental, potro hermoso, quiero toda tu leche en mi culo, le dije, perdido todo control.
Él me respondió:
-Te voy a recoger, puto de mierda, chupa pija, puto, puto, descargando toda su bronca y calentura, lo que me ponía a mil.
El tercer dedo, le dije y cuando me lo metió bruscamente, algo me molestó, pese a que estaba relajadísimo.
-Bombón, poneme la pija, cógeme, ponémela hasta el fondo y le ofrecí mi culo en pompa.
Quiso violarme, pero se le desvió.
-No seas boludo, le dije, despacito apoyá la punta en el agujero y entrá de a poco, que te va a gustar más.
Siguió mi consejo y me metió el glande de a poco, se acomodó mi ano y empecé a dilatarlo, entró otro poco, dilaté y contraje, como atrapándolo, entró otro poco y me tomó de la cintura.
-Ahora, le dije, metémela toda.
Forzó un poco más y entró del todo.
-Quedate quieto, así, quietito bombón hermoso de chocolate blanco.
Aceleré las contracciones del ano y le gustó, comencé mi vaivén y sincronizó enseguida. Me cogió más de diez minutos, y no paraba de decirle cuánto me gustaba, qué lindo que era, que buena pija tenía, que hermoso sos, dame más. Él seguía diciéndome puto, trolo, chupa pija, te estoy recogiendo.
-Sí, dame más, recógeme, que me gusta mucho, me recalentás.
Yo empujaba mi culo para atrás para tenerla toda adentro, hasta que empezó a acelerar sus embestidas y a resoplar y gruñir y me largó adentro la leche que le quedaba. Yo seguía empujando y pidiendo más y más y empecé a pajearme.
-¡Dame más, le pedía, aunque notaba que empezaba a retirarse y aflojar.
Yo estaba caliente otra vez, lo volví a meter en la ducha para lavarle bien la pija y los huevos, y Ricky se dejaba hacer. Lo enjaboné bien a fondo y acaricié lo mejor que pude, y se le empezó a poner dura otra vez.
-Sos un macho hermoso, la tenés re dura, te la voy a comer y me arrodillé debajo de la ducha para chupársela de nuevo.
Era un manjar apetitoso, pero tras largos minutos de chupar, lamer y besar su pija, había quedado exhausto, así que terminé mi paja sin dejar de chuparlo, pero sin lograr una nueva corrida suya en mi boca. Nos enjuagamos bien mutuamente, ya más tranquilos, le di un beso en los labios y le dije que estuviera tranquilo, que la segunda cuota estaba pagada y que nada saldría de ahí. Al saludarnos en la puerta, lo volví a besar y a tomarlo de las nalgas.
-Soy casado, ¿sabías?
Abrió sus ojos como platos y le susurré al oído:
-Mi mujer es la única que sabe que ya pagaste dos cuotas de las que debías. La tercera te la va a cobrar ella, bomboncito.