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El pago de la cuota atrasada del gimnasio (parte 1)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

A raíz de una crisis económica, quedamos sin trabajo mi mujer y yo. Tras un par de semanas conseguimos conchabo en el gimnasio de nuestro viejo conocido Fede para limpiar y llevar la administración. Nos turnábamos en las tareas y debíamos cerrar a la noche, día por medio. Mi amigo era entrenador personal y daba clases particulares.

Un socio habitual era un chico de unos 20 años, Ricky, carilindo hasta lo indecible, pelo negro corto, unos ojos celestes que cortaban el aliento y algo menudo, pero con el cuerpo marcado lo justo, nadador de competición y también jugador de fútbol con amigos. Como decía que le faltaba fuerza, tomó clases de musculación tres veces a la semana, con tarifa especial.

Ya iba el quinto mes y había progresado bastante notándose en sus brazos y piernas bien torneadas, además de su culo respingado, que se notaba cuando pasaba de una máquina a otra. Revisando las planillas de pago, noté que debía tres meses y estaba a punto de vencer otro. Como Federico dejaba en nuestras manos las cobranzas, no le dije nada, pero se lo hice saber a mi mujer.

-¿El caramelito no está pagando?, me dijo la muy calentona.

-Sí, pero dejá que yo le hablo. Por ahí tiene algún drama.

Una noche Ricky vino a última hora y Fede ya se había retirado, pero me dejó la rutina, así que supervisé su recorrido por las máquinas, aprovechando para tocarle los brazos y las piernas en cada una de ellas, con la excusa de guiarlo. Cuando terminó su rutina era la hora de cerrar y no quedaba nadie. Me dijo que debía ducharse, si lo podía esperar, a lo que respondí que no había drama pues estaría ocupado en bajar la cortina y acomodar las pesas y mancuernas, que se bañara con calma.

Se entretuvo con su celular, mientras hacía lo mío, hasta que oyó el ruido de la cortina y se fue a los vestuarios, pidiéndome una toalla, champú y crema enjuague. Cerré la puerta de la cortina y fui tras él. Me senté en un banco con la toalla, puse lo demás en la ducha que iba a usar y le pregunté si no le molestaba que me quedara, porque quería hablar con él sobre las cuotas.

-¡Uy! Sí, debo un par, ¿no?, me dijo.

-Dos pares, le respondí, mientras veía cómo se enjabonaba su cuerpo lampiño y marcado, la espalda en V, con esos surcos en diagonal de sus riñones hasta sus nalgas empinadas y me excité, así que tuve que taparme con la toalla que había dejado en el banco.

-¿Cómo lo podemos resolver sin que Fede se entere? Me hace muy bien el entrenamiento, tengo más fuerza, estoy más marcado y hasta gané en velocidad.

-Es cierto, le dije, estás mucho mejor de hace un par de meses, cuando te conocí, pero la deuda es cada vez más grande.

-Lo que pasa es que vivía con una chica con la que compartíamos el alquiler, pero cambió de carrera y facultad y se fue a vivir al Sur hace tres meses.

Le respondí que me resultaba difícil seguir tapando el agujero, porque hacía dos meses que había registrado el retraso. Se quedó cortado y para romper el hielo le pregunté si estaba todo depilado.

-Sí, por la natación, para no tener problemas con los speedo y porque queda mejor estéticamente, me confió.

-Ya lo veo que te queda mucho mejor estéticamente, le dije, de puro baboso.

-Sí, me respondió y se volvió hacia mí mientras se enjabonaba los genitales y las piernas.

Di un respingo cuando vi cómo se enjuagaba subiendo la cara hacia la lluvia y cerrando los ojos.

-Verdaderamente te queda muy bien la depilación, tenés un cuerpo perfecto.

-¿Te parece?

Y fue girando, como un modelo.

-Tengo contracturas en la espalda y a la altura de los riñones, pero Fede me dijo que eran producto del estrés.

-Te vendría bien un buen masaje, dije con voz entrecortada. Algo sé del tema, mentí. Si querés, te puedo hacer algo.

-Pero te vas a mojar todo.

-No hay problema, me saco la remera y el pantalón, ya estoy en ojotas. El bóxer me lo puedo cambiar, si se moja (ya lo tenía mojado de líquido preseminal).

-Si no tenés drama, es acá atrás y me señaló partes de la espalda y la cintura.

Se me hacía agua la boca mientras me desvestía, rogando para que no se volviera y viera mi bulto. Me acerqué y le dije que dejara caer el agua sobre el pecho para no salpicar tanto, que lo relajaría más. Y me apliqué a masajearle torpemente debajo de los omóplatos hasta que encontré un nudo de casualidad.

-¡Qué manos suaves! Se nota que sabés de qué se trata, me dijo.

-No tanto, un poco, me defiendo y apliqué presión en el nudo mientras le acariciaba el resto de la espalda.

-Ahí, se va aflojando, seguí ahí.

Yo quería ir más abajo y fui abriendo las palmas, más para acariciarlo que para masajearlo. Seguí bajando las manos hasta llegar a la altura de los riñones, donde presioné un poco más a ambos lados de la columna y él gimió.

-¿Te sentís bien así?

-Sí, seguí por favor.

-A tu orden, y le refregué bien la zona, totalmente empalmado.

-¡Uf!, resoplaba cada tanto.

-Avisame si te molesta o te duele.

-Para nada. Hoy tuve calambres en los cuádriceps, me contó.

-Dejame ver, y me dediqué a sus muslos, bajando y subiendo hasta el borde de sus nalgas perfectas y redondas.

Fui rodeando sus muslos con mis manos haciendo como si lo masajeara, siempre subiendo un poco más arriba, hasta la pelvis.

-Se siente increíble, me dijo.

-Me alegra que te esté sirviendo. Date vuelta, así te doy masajes al revés, de adelante para atrás.

-No, me dijo.

-No tengas vergüenza, ¿pasa algo? Dale, no seas chiquilín y comencé a voltearlo tomándolo de la cintura hasta que noté el motivo de su embarazo. Estaba bien al palo, con su pija recta, de tamaño normal y su glande rosado y brilloso.

-¡Qué hermoso palo tenés!

-¿Te gusta? ¡Sos puto!

-Me gusta mucho. Y estoy viendo el pago de una cuota. Además, a vos se te paró con los masajes, le dije.

-Y a vos también, me parece, respondió al advertir mi erección.

-Es que tenés un cuerpo hermoso y volví a masajearle los muslos por adelante y por atrás, subiendo cada vez más cerca de la ingle, teniendo su pija enhiesta a diez centímetros de mi cara.

-¿De verdad me perdonarías una cuota?

-No te la perdonaría, te la cobraría, acá y ahora, si vos querés y me arrodillé frente a él, sin dejar de masajear sus muslos, pero llegando por detrás hasta sus nalgas.

Me tomó de la cara y, mirándome a los ojos, me pidió que le prometiera que no se lo contaría a nadie.

-Tenés mi palabra, me juego el trabajo. Si te estuve bancando hasta hoy, no te voy a fallar ahora, tomándolo de los glúteos.

Levantó la cara hacia la ducha y se dejó llevar. Me puse su glande entre los labios, tan suave, tan rosado, tan hermoso, y empecé a chupárselo de a poco, mientras lo atraía hacia mí con sus nalgas, hasta que pude tragarme toda su pija y me la quedé un rato dentro de la boca jugueteando con mi lengua. Gimió de placer y me tomó de la cabeza. Lo dejé hacer y me empezó a coger despacio por la boca. Le seguí el ritmo, aunque cada tanto me la sacaba para saborear el glande y lamerle todo el tronco por afuera hasta llegar a sus huevos, también depilados, bien juntitos y muy suaves.

Así estuvimos unos cinco minutos cuando se puso tenso e intuí que se iba a correr, así que le apreté bien fuerte la base del pene para contenerlo. Me miró a los ojos sorprendido y le dije que todavía no y que la cuota no era barata y había generado intereses.

Lo di vuelta y lo hice apoyarse sobre la pared de la ducha, para lamerle toda la espalda mojada de arriba hasta abajo, y me extendí hasta sus glúteos, se los mordí suavemente y le di varios chupones suaves y lamidas. De ahí pasé al centro, separando sus nalgas y me dediqué a saborear su culito virgen y lampiño a puros lengüetazos, que lo hicieron gemir de puro placer.

-¡Qué hermosa depilación te hicieron!

-Me la hizo una amiga de mi mamá, pero no me cobró nada.

-Una depilación tan buena debe ser cara.

-Sí que es cara, pero no me cobró y me desvirgó.

-¿Paro o sigo?, lo provoqué.

-Seguí, por favor, con voz ahogada.

-¿Me vas a contar cómo te desvirgó?

-Otro día, me respondió jadeando.

Me empeñé a fondo, le metí la lengua varias veces y le ensalivé bien el ano, hasta que le metí lentamente un dedo para masajearlo, la lengua y un dedo, más masajes y más lengua, más adentro el dedo índice, hasta que se lo metí del todo y masajeé su culito virgen. Dio un respingo, pero se amoldó, así que lo invité a darse vuelta de nuevo para volver a comerme su pija que chorreaba bastante líquido seminal, que chupé con todo gusto mientras lo miraba a los ojos como prometiéndole más.

Me miró, me agarró la cabeza y empezó nuevamente a cogerme por la boca. No le soltaba un glúteo y seguía el mete y saca con mi dedo índice, hasta que se puso tenso otra vez. Volví a presionarle la base del pene, bien apretada hasta que gimió de dolor, mientras me ponía de pie. Tenía el caramelito a punto, como le decía mi mujer. Le sostuve la presión hasta que se calmó y me susurró:

-¡Que puto sos!, inclinando su cabeza sobre mi hombro, sofocado por la calentura. Le sostuve la barbilla y le hice alzar la cabeza para tener su boca a cinco centímetros.

-Cuando vos quieras, dejamos en suspenso el pago de la cuota, le dije.

Negó con la cabeza y aproveché para besar sus labios, se resistió hasta que al final cedió y abrió la boca. Nos entrelazamos en un magreo descomunal y aproveché para atraerlo contra mi cuerpo apretando sus nalgas. Nuestras pijas se rozaron y se meneó un poco como si quisiera cogerme de frente. Pensé que no soltaría esa boca fresca, suave y deliciosa por nada del mundo.

Tras varios minutos en los cuales nos estuvimos besando, noté que lagrimeaba, debía tener una lucha interior entre el placer y la vergüenza.

-No pasa nada, le dije, soltándolo, todo queda acá, tranquilo, y me agaché para volver a chuparle la pija con fruición y sin parar esta vez, empujando sus glúteos para me cogiera oralmente. En tres o cuatro minutos de vaivén empezó a tensarse y lo dejé seguir hasta que eyaculó en mi boca un montón de leche, que saboreé con mucho gusto hasta limpiarlo del todo. Me enjuagué la boca en la ducha, mientras notaba que el cuerpo le temblaba. Lo tomé de la cintura y le susurré al oído si le había gustado.

-Sí, atinó a decir.

-Sí, ¿nada más?

-Me gustó mucho, puto, me dijo con una sonrisa.

-Mirá cómo me dejaste, le agarré la mano y se la puse sobre mi bulto durísimo por encima del bóxer empapado.

Me lo acarició, mientras yo hacía lo mismo con su culo y lo miraba a los ojos.

-Enjuagate bien la boca, me pidió.

Lo hice y me sorprendió con un morreo impresionante de lengua, abrazo y caricias. Me bajé el bóxer y la mano le quedó sobre mi pija, me la empezó a sobar y a pajear.

-Qué bien lo hacés, bombón, cómo me gusta tu mano.

Le retribuí con la suya, que aún no había tocado más que con mi boca. El muy turro seguía al palo y le dije que si me hacía una buena paja se la comería otra vez. Así incentivó la paja hasta que me estaba viniendo y me apretó con mucha fuerza la base del pene.

-Rápido aprendiste.

-Esa no la sabía, me dijo.

-Ahora la vamos a completar.

-¿Qué me vas a hacer?

-Nada que no te haya hecho antes y lo puse de espaldas apoyando mi pija entre sus glúteos y acariciando su pecho, los abdominales y la poronga ya dura de nuevo.

-Sos hermoso y estás muy bueno, me gusta todo tu cuerpo, tu pija, tu cara y acariciarte y chuparte.

Se inclinó apoyando las manos contra la pared de la ducha y me dediqué de nuevo a chuparle el ano, pero esta vez usé el índice y el anular para masajearlo, mientras volvía a pajearlo y acariciarlo por delante. Ya no se sobresaltó y gimió de placer. Se viene lo mejor, pensé. Metí tres dedos despacio hasta el fondo de su culito estrecho y lo atraje para mí sin soltarle la pija susurrándole al oído:

-Estás a punto de caramelo, sos hermoso y le di otro largo beso de lengua.

Volvió a apoyarse en la pared y me quedó su culo parado, sin dejar de masajearle el ano con los tres dedos para dilatarlo aún más. Le saqué los dedos para tomarlo de la cintura estrecha y apoyarle mi pija húmeda de líquido pre seminal. Me fui abriendo paso y exclamó

-¿Qué vas a hacer?

-Tranquilo, que ya estás por terminar de pagar la cuota más los intereses y le lamí el cuello y la oreja.

-¿Estás bien? Relajate.

Le abrí los glúteos y empecé a lamerle el ano de nuevo bien a fondo con la lengua, ya seguro de que estaba todo limpio. Gimió de placer, fui subiendo con la lengua por su columna y le apoyé la punta de mi glande en la puerta de su culo. Muy despacito fui entrando y se contrajo.

-Relajate, quédate tranquilo y le di un par de sobadas a su pija, chorreante. Abrite como si fueras a cagar.

Seguí presionando y entrando muy de a poco, parando cada tanto para que se fuera amoldando, mientras él abría y cerraba alternativamente su ano. Acompañé sus contracciones para meterla más y más hasta que lo llené y mi pelvis tocó sus redondos y perfectos glúteos. Me quedé unos minutos quieto en su interior. No decía nada, pero resoplaba.

-Movete vos, si querés, no te voy a hacer nada que vos no quieras.

Y empezó a menearse, contraerse y dilatarse.

-Así, bombón, le dije, seguí así y comencé con el bombeo despacio, para no violentarlo, pero ya le había llegado al punto sensible y se notaba que le gustaba. Acompasamos el vaivén, se volvió cimbreante y me dijo:

-Me estás cogiendo, puto.

-Vos me cogés, hermosura y le di un morreo a fondo mientras me mantenía bien adentro suyo.

El contacto con sus glúteos me volvía loco de placer. Recomenzamos el vaivén, lo tomé de la cintura y tras varios minutos noté que se tensaba, intensifiqué mis embestidas y gritó:

-Voy a acabar, puto.

Le di más rápido y más a fondo y acabó gritando de placer, lo que me hizo correrme dentro suyo hasta echar toda mi leche en su culo. Me recosté exhausto sobre su espalda y lo besé en todas las partes a las que llegaba, mientras él jadeaba y resoplaba. Nos enderezamos, sin salirme de su cuerpo, lo tomé de sus pectorales y abdominales y le di un beso profundo, apasionado y muy prolongado, mientras él llevaba sus manos a mis glúteos y me presionaba contra su cuerpo y contraía y dilataba su ano en mi miembro ya morcillón.

Me fui separando de a poco, le miré esos preciosos ojos celestes llenos de lágrimas, se las lamí, volví a besarlo con mucha dulzura y a acariciar su espalda y glúteos, lo atraje contra mi cuerpo y le susurré:

-Te merecés una buena propina.

Le fui besando los pectorales, mordisqueé y le lamí sus pezones duros, lamí sus abdominales, uno por uno, seguí hasta la pelvis y me apoderé de su pija morcillona que goteaba aún y se la chupé con ganas hasta que le puso dura de nuevo. Incentivé mis besos, lamidas de glande y mamadas hasta el fondo prendiéndome a sus glúteos firmes para que cogiera en la boca, suspiró, me tomó de la cara y me dio una cogida oral de varios minutos hasta que volvió a eyacular de nuevo en mi garganta.

Le limpié los restos de semen, me lo tragué todo y di por cancelada la primera de las cuotas adeudadas. Nos secamos mientas admiraba su precioso cuerpo y se vestía. Fuimos juntos hasta la puerta cerrada del gimnasio, mientras me tocaba el culo y yo su paquete, nos volvimos a besar antes de abrir y le dije que la semana próxima le cobraría otra cuota, si le parecía bien.

-Me parece genial, puto, me respondió, y se fue.

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