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Masajes de un aficionado a un campeón de natación (parte 2)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Lautaro se dejaba hacer, yo le masajeaba las piernas y el torso con mucha delicadeza,  él empezó a gemir de gusto y yo a jadear de la calentura y los nervios. Le pregunté si tenía novia, para llevarlo al tema del sexo, me respondió que lo había dejado dos meses atrás porque él estaba muy ensimismado con su entrenamiento.

-La que se está perdiendo, le dije, y sonrió satisfecho con los ojos cerrados.

Como al descuido llegué con mis masajes a rozar su bulto y a sobarlo atrevidamente por encima del slip. Dio un respingo, resopló fuerte y gimió aún más.

-¿Sigo?

-Todo lo que quieras, me indicó con voz ahogada.

Se la seguí sobando con ambas manos hasta que tomé coraje y empecé a bajarle el slip muy despacio con una mano, mientras con la otra le acariciaba bien el bulto. Se dejó llevar y aproveché para meter una mano por debajo de sus nalgas para acariciarlas y bajar el slip hasta media pierna. Su pija, húmeda también de líquido pre seminal que hacía brillar su hermoso glande rosado y palpitante, me saltó casi en la cara. Era de tamaño normal, unos 17 cm, estimé, al rodearla con ambas manos, una encima de la otra y empezar a pajearlo descaradamente varios minutos, alentado por sus gemidos cada vez más intensos.

No aguanté más y me incliné a besarle el glande con mucha dulzura, lamer su líquido y después atraparlo con mi boca ansiosa de saborear ese manjar. Lo chupé, lo lamí y le di varios lengüetazos hasta que comencé a devorarme el tronco de a poco, subiendo y bajando mi mamada cada vez más. Me metí toda su pija en la boca e intensifiqué el sube y baja cuando sus suspiros ya eran jadeos muy calientes y se aceleraban, indicándome que estaba por acabar. No quería que lo hiciera en mi boca, pero no podía dejar de chupar esa verga enhiesta así que yo también apuré mi mamada hasta que se corrió varias veces, deben haber sido como siete chorros de leche cálida los que echó en mi garganta, que tragué con avidez, mientras lo oía gritar y jadear como un burro.

-¡Qué mamada! ¡Qué hijo de puta! ¡Qué bien me la chupaste! Nunca me la chuparon así, me dijo mientras yo me relamía satisfecho, el semen me corría por las comisuras de los labios y no dejaba de acariciarlo.

Normalizó su respiración, me miró a los ojos y terminé de quitarle el slip de competición.

-Gracias, me dijo. Hace más de dos meses que no cojo.

-¿Y no te pajeaste?

-No, para no perder energía.

-Tenés que relajarte más y no obsesionarte. ¿Vamos a ducharnos para sacarnos el gusto a cloro?

-¿Tengo gusto a cloro?

-No, perdón, quise decir el olor a cloro. Tenés un gusto delicioso, bombón, le respondí absolutamente emputecido.

Lo tomé de las manos para ayudarlo a incorporarse y noté que su pija casi no había perdido la erección.

-La seguís teniendo dura, le dije, volviendo a sobarla. Hay que aprovecharla. ¿Podés caminar mejor ahora?

-Tus masajes levantan a un muerto.

-Gracias. Vamos a ducharnos para ver si es cierto.

Me saqué mi bóxer de baño y lo llevé tomándolo de la pija, que no quería soltar de ninguna manera. Abrimos el grifo y nos enjuagamos los cuerpos antes de comenzar a enjabonarnos mutuamente con el gel de baño, separándonos alternativamente de la lluvia que caía. Me apliqué decididamente a sus pectorales, espaldas, nalgas y genitales mientras él se enjabonaba el pelo. Incursioné con desenfado entre sus glúteos para enjabonar su ano y le metí el dedo índice con la mayor delicadeza para masajearle también el interior, hasta entrarlo del todo.

Como noté que se dejaba hacer, tras un par de minutos de masaje anal, le introduje también el anular y lo penetré con dos dedos bien enjabonados, sin dejar de pajear su pija bien parada de nuevo. Gimió mientras terminaba de lavarse el pelo y lo metí debajo de la lluvia para que se enjuagara. Le pedí que me enjabonara la espalda, mientras yo lo hacía por delante y me pajeaba. Sus manos también eran suaves y cuando llegaron a mis nalgas me provocaron un largo jadeo de placer.

-¿Te gusta cómo lo hago?

-Me encanta. Te voy a enjabonar adelante también, me dijo.

-Daaale, por favor.

Al pasar sus brazos y manos para adelante, apoyó su pija entre mis glúteos, me estremecí de gusto y presioné mi culo contra su pelvis para sentirlo más junto a mí, mientras él me sobaba la pija y los huevos con sus manos enjabonadas. Empecé a menearme y a empujar más para atrás, tomándome de sus nalgas para apretarlo más aún contra mi culo.

-Esperá que me vas a hacer acabar y no quiero tan pronto, por favor, le pedí para que aflojara con la paja que me hacía.

Recliné mi cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos, totalmente embobado, jadeando, con mis labios abiertos y anhelantes. Pensé que no lo haría, pero sin dudar, me plantó un beso apasionado de lengua que duró lo que me pareció una eternidad y que retribuí con creces, girando lentamente para tenerlo frente a mí y devorar sus labios y su lengua.

Lo tomé de la cara y le dije que su lengua era como una pija para mí, lo que hizo que me la metiera en la boca hasta el fondo para que se la chupara con ansia desenfrenada, liberado ya del temor y la vergüenza por lo que pudiera pensar. El morreo que nos dimos fue monumental y duró también varios minutos hasta que nos detuvimos para recuperar el aliento.

No quise perder un minuto más y le fui lamiendo el cuello, los pectorales, deteniéndome en sus pezones erectos para lamerlos y morderlos con suavidad, seguí por sus perfectos y duros abdominales, el ombligo ovalado, casi femenino, y más abajo, el premio mayor, que lamí, chupé y devoré frenéticamente, como si el mundo se fuera a acabar esa noche. Tomándolo de sus firmes nalgas lo insté a que me cogiera por la boca, lo que hizo con entusiasmo mientras con ambas manos me tomaba por la cabeza para hacerme tragar toda su pija, lo que hice con mucho esmero y mayor placer.

Más de diez minutos se la estuve mamando y ya se me acalambraban los maxilares, hasta que empezó a jadear más fuerte y acelerar su mete y saca y acabó de nuevo en mi garganta varios chorros de esperma, no tan espesos y con menos espasmos que la primera vez. Lo miré a los ojos mientras me dedicaba a limpiar concienzudamente su miembro y pasar a chupar sus huevos depilados.

Escupí lo que pude de su semen en mis dedos y con ellos volví a masajear y lubricar su ano, sin quitarme su pija de la boca y sin dejar de mamarla. Lautaro se había relajado y me miraba a los ojos diciéndome que estuvo buenísimo, que jamás se imaginó que le iban a chupar la pija de esa forma dos veces seguidas y abrió sus nalgas para dejarme hacer.

Me saqué su poronga de la boca sólo para preguntarle si podía seguir con mis dedos en su culo.

-Hummm, dale, jadeó.

Volví a mi mamada, pero más concentrado en masajearle el ano ya con tres dedos embadurnados en su propio semen, que chorreaba fuera de mis labios. Flexionó un poco sus rodillas para poder abrir más sus glúteos y me afané con mis masajes en el ano que parecían estar dándole mucho placer. Muy a desgano dejé de chuparle la pija para incorporarme, enjuagarme la boca e instarlo a darse vuelta para tener su precioso trasero a disposición.

Le mordisqueé las orejas, lamí su cuello y toda su espalda hasta llegar a sus nalgas redondas y firmes, que también lamí y mordí suavemente, se las abrí un poco y le pasé mi lengua por su raja hasta llegar al rosado trofeo que ya había lubricado y dilatado lo más posible.

-No me lastimes, me pidió.

-Sería lo último que haría en mi vida, le dije, bombón.

Le pasé la lengua en círculos por la entrada de su ano hasta que se la pude meter todo lo que pude, sacándola y metiéndola varias veces, provocándole oleadas de placer y gemidos. Volví a insistir con mis dedos, uno, dos y tres, masajeándole bien el perineo y apoyé mi glande en su entrada.

Mi pija es normal, entre 15 y 17 cm (la medí contra los azulejos una vez), así que se la pude ir metiendo muy despacio, muy de a poco, entrando y saliendo cada vez un centímetro más hasta vencer cierta resistencia, que le provocó un estremecimiento.

-Relajate y abrite como si fueras a cagar, le dije.

Lo apoyé un poco más y se la pude meter toda, sin que manifestara dolor, y me quedé en su interior un largo rato, quietos los dos, jadeando y suspirando. Aproveché para besarlo nuevamente con mucha pasión, noté que empujaba hacia atrás y contraía su ano, así que empecé a bombearlo muy despacio, lentamente, casi sacándola del todo y volviéndosela a meter hasta que mi pelvis chocaba con sus glúteos que tanto me gustaban.

Seguí así varios minutos que me parecieron eternos porque no quería acabar, quería seguir cogiéndolo toda la noche, pero él empezó a menearse, yo aceleré mis embestidas, no fuertes sino acompasadas a su ritmo y al cabo de unos cinco minutos me provocó una tremenda eyaculación de media docena de espasmos, que hizo que las piernas se me aflojaran y tuviera que apoyarme en su cuerpo para no caer al suelo desmadejado.

Nos quedamos así, unidos, yo en su interior, un par de minutos más, hasta que mi pija se fue aflojando y retirando de su hermoso culo. Se volvió y nos volvimos a besar con mucha pasión, como si fuésemos vírgenes recién casados a punto de tener el primer sexo de nuestras vidas.

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