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Me pregunto cómo lo supo. Yo lo sabía, incluso se lo había dicho varias mujeres con quiénes estuve. La sensualidad es algo en lo que se aprende a confiar, las demás no lo comprendieron con el cuerpo, con el orgasmo de la punta del dedo, de la lengua; ella era sensual.

Hermosa previa, previa que es todo. Manoseos de culo, besos en el ano, le chupé todo entre las piernas: le metí la lengua adentro, pasé toda mi cara entre sus labios, jugué con su bultito delicado. Le toqué los muslos, la provoqué acariciándole el culito, le besé la pelvis, subí. Con mi mano agarrándole la vulva le besé los labios, lamí sus labios, le metí la lengua en la boca, llamé su lengua a jugar en el espacio. Le metí la mano en las tetas, le pellizqué un pezón, lo acaricié con la lengua en círculos ensalivados, saboreé, sabor a pezones y gemidos.

Me tomó. Con sus manos en mis brazos, firme me dio la vuelta, me quería. Me olfateó el pecho, deslizó sus manos por mi piel, mis pelos me cosquilleaban. Me abrió las piernas, afirmó su lengua en el cuerpo de mi pene, al llegar a mi cabeza roja, palpitante, se hundió toda mi verga en la boca. Chupó, chupó con un amor al pene como jamás sentí. Sentía su manos masajeando mis huevos, la otra acariciándome la raja. Me perdí toqueteándole las orejas. Y subió.

¿Lo estaba descubriendo? Me chupeteó un pezón, me hizo cosquillas con la lengua. Con su mano tomando firme mi pene duro, parado, palpitante, me hacía una paja. Todo es orgasmo. Con su otra mano me acarició el pecho libre, seguía prendida de mi pezón peludo, alimentándose de mis señales de placer. Me miró. Me besó. Le respondí al beso abrazando su cuerpo con mis piernas. Apretándome todo contra ella, apretándola contra mí.

Se sentó en mi verga. Penetró, penetré. Se sentó en mí, adentro suyo su humedad me encandilaba, perdía la noción de todo. Miramos, ambos, ese espectáculo de penetración, una erección hundida en ella, dos pelvis oscuras a distancia de nada. Me sentí adentro suyo. Me miró con cara de podés verme de todas las formas en las que soy, yo también. Estábamos inundados de placeres, de orgasmos, lo supe por sus gestos, sus agarre en mí, la torsión de sus piernas, su voz que gemía. Yo también, ella también. Agarrón, abrazo, mis manos frotando su espalda en frenesí, cogida divina, exhalación descontrolada, gemidos largos, confundidos, gritos. Llegamos juntos.

Se quedó acostada en mí, dejamos nuestros cuerpos sueltos, en la confianza de las respiraciones.

No sé si lo sabía de antes, o sí descubrió ahí el placer que siente un hombre en sus pezones.

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