Profesora para los alumnos, su juguete sexual por una tarde. Esta historia, marco en mi delgado cuerpo, el inicio a una espiral de sensaciones nuevas. Sentir las miradas de un chaval, convertirme en el deseo, de algún joven que se deleitara con la madurez de mi cuerpo. Una inocente postura al sentarme sobre la mesa del salón de clases, puede encender la llama de un incesante deseo sexual. Fui su mujer por una tarde, las caricias, las posiciones, la inagotable energía derrochada sobre mi delgada figura, los orgasmos disimulados, sentir toda su descarga en aquella tarde.
Llevo poco tiempo en esta ciudad, no es nueva para mí, pero esta experiencia que contare, fue una de las más excitantes. Dejó en mi recatada forma de pensar, y de actuar, las marcas para desatar más de una pasión acalorada en mi zona vaginal, con poca experiencia, me atreví a realizar algo, que salía de mi control. Follar con este chico, fue una de mis fantasías sexuales, lo tenía en mente desde que me di cuenta que se había fijado en mi cuerpo, sabía que llegaría este momento. Solo fue esperar el momento oportuno para llevar a cabo mi plan. No me costó mucho trabajo en realidad, ya que sus miradas se fijaban en mi cuerpo.
Soy la nueva profesora, nueva en este centro, llegaba justo a tiempo, manejar en tacones y subir dos pisos, fue algo que cambiaría el semestre para mí. Esta nueva oportunidad de trabajo, me sería muy beneficiosa, ya que este centro de labores queda muy cerca de mi domicilio. Pero, conseguir un sitio donde aparcar siempre es una labor tediosa. Para este nuevo momento me había vestido con un clásico uniforme, falda azul, zapatos negros de tacón, medias negras, camisa rosa, y una chaqueta azul, que combina con la falda. Un conjunto clásico, nada elaborado, las mañanas son muy cortas.
Hasta este momento de mi aparición en escena, me mantenía soltera, soy una mujer de 38 años de edad, llevo ejerciendo como profesora por más de 20 años. Siempre trabajando con chicos en la universidad. Centrar la atención de estos chicos, en mis clases, siempre fue un reto constante, ya que estos jóvenes, siempre van distraídos en la vida. Ayudarlos a decidir y afianzar su carrera, es el principal motivo para estar en esta profesión educativa. La cantidad de jóvenes que he podido ayudar, para que sigan adelante en sus estudios, sin dejar de lado sus vidas tan alegres. Llenas de mucha energía, ganas por descubrir. Todo esto me llena de mucho orgullo.
Pero bueno, eso es parte de mi labor, no deseo hacer una novela en este relato erótico, lo que quiero, es solo resaltar mi confesión. Liberarme de este sentimiento de culpa, lo digo así, porque después de haberme separado de este acontecimiento vivido. Hubiese querido mantenerme al margen de todo, pero, es aquí cuando pienso, si yo para este momento me encontraba sola, pareja sentimental no tenía. Entonces porque viene el sentimiento de culpa, si a nadie hemos lastimado en esta relación, breve, pero una relación muy apasionada, muy candente. Una relación sexual, todo lo dejare para que vosotros podéis juzgar, pero quizás entender la enorme satisfacción que me produjo este trimestre como profesora.
Contaba líneas arriba que me presente como la nueva profesora en aquel centro universitario, solo estaría por el lapso de un breve trimestre. Una presentación de lo más normal para mí, estaba muy acostumbrada a lidiar con jóvenes, todo muy formal y correcto. Retome la clase, para continuar con las notas dejadas por mi colega. Desde aquel momento que repose mis caderas sobre aquella silla, sentía la mirada de un chaval, lo digo así, porque teniendo en cuenta mi edad, eso es lo que era para mí. Sus miradas buscaban mis movimientos, aquellos ojos azules, se habían fijado en mi figura, estaba claro que algo pasaba aquí.
Lo tome como un hecho aislado, una anécdota más para compartir con mis amigas en la cafetería, o en las noches de fin de semana. Yo debía de impartir mis clases dos veces por semana. Pero cada día de estos, ahí estaba aquella mirada, asechando, vigilando cada movimiento de mis caderas. Sabía quién me observaba, era uno de los chicos más tímidos del aula, era un joven de apenas 22 años, sentado en la segunda fila, casi al centro, lo que le hacía tener un mejor control de todo el panorama frente a él. Me era difícil escapar de aquellas miradas suyas, recuerdo que lo comente con una amiga mía.
Esta amiga mía, es más desinhibida, más suelta en sus pensamientos, no se anda con muchos rodeos a la hora de tomar una acción. Recuerdo que en una noche de copas, se lo comenté, le conté toda la escena, le conté como es una hora de clases, siendo yo profesora. Bajo esa atenta mirada, las cosas que inconscientemente me hace pensar, las ganas por preguntar, qué es lo que está buscando, más allá de cualquier información educativa. A qué obedecen aquellas miradas suyas, cual es el especial interés que tiene con esas miradas, muchas cosas se venían a mi mente. Cada una diferente a la otra, cada idea más alocada que la anterior.
Entre broma y broma, esta amiga me decía, que lo invitara a mi departamento, que un día de estos, lo llevara a mi piso, para saber qué es lo que busca, o quiere. La idea me parecía algo sin sentido, ya que a lo mejor, me estaba dejando llevar, por la simple ilusión que tiene un chico hacia su profesora. Esta idea no solucionaba mi intriga, pero alimentaba mi curiosidad por saber más de este joven de ojos azules. Era una dulce ilusión, que me hacía sentir clase tras clase, las ganas de que llegase cada día, para asistir a su infaltable atención, crecían en mi muchas expectativas. Qué me inventare para llevarlo a mi piso.
Antes de invitarlo, quería tener la seguridad de su interés en mí. Debía de saber con exactitud, si esperaba algo más, debía de estar segura que su atención se fijaba en mi cuerpo. Como no sea de esa manera, el bochornoso incidente que me comería, sería muy grande, además de lamentable, para una profesora. Puse en marcha un plan para jugar con él, esto ya no se lo comenté a nadie, solo sería mi falta de experiencia y yo. Me encontraba frente a la posible ilusión, de sentirme deseada por un chico mucho más joven que yo, un joven de amplias virtudes corporales, un joven de innegable salud, estado físico potente.
Al terminar mi octava semana, deje salir un lado sensual de parte mía. Este juego se pondría muy caliente a partir de ahora, me vestí de manera diferente, sin caer en lo vulgar. Empecé por destacar mi pechos, ya que son dos buenos motivos, saber que se fijan en ellos, te dan una ventaja. Llevar blusas abiertas, dejando claramente mirarse el color de mis sujetadores, acercarme más de la cuenta a sus apuntes, dejando que vea lo que quiera en ese momento. Cada intervención en clases, era una excusa para que pase al frente, y se deleite con mis pechos, ya tenía su atención donde yo quería que la tenga, sabía que esto me daría buenos resultados.
La siguiente clase, lucí unos vaqueros muy apretados a mis caderas, aplastó cualquier duda que yo tendría. Ahora más claro, y sabiendo por donde estaban las cosas, lo siguiente no me costó mucho trabajo, me lo encontré al final del pasillo aquella mañana. Le pedí si podría venir a mi piso después de clases, para ayudarme a bajar unos muebles. Debo llevarlos al trastero, te vez muy fuerte, seguro que con tu ayuda podría mover esos trastos que para mí, pesan una tonelada. Resalte su estado físico, la fortaleza que podría poseer en aquellos brazos, solo fue cuestión de unos momentos, y ya tendría mi ubicación en su móvil.
Los nervios para esta cita, muy premeditada. No tenía intenciones de que pasara algo aquel día. Simplemente fue la loca idea que asechaba mi cabeza, día tras día, los continuos sentimientos de sentirme deseada por alguien, me ponían a mí en esta situación. El solo hecho de tener que esperar a este joven, hacia llevar mis manos a mis partes íntimas. Un frenesí de tocamientos, una oleada de intensas sensaciones volcaron sobre mi tranquila paciencia. Ver pasar las agujas del reloj, sin obtener respuesta de su llegada, los calores que para ese momento ya se sentían en mí, no eran algo normal. Mi intranquilidad por aquella visita, dejaba mis bragas algo húmedas, las ganas por estar entre sus brazos.
Era una repentina ráfaga de escalofríos, acercarme a la puerta, sentir sus pisadas llegar a mi puerta, cual sería mi reacción al tenerlo dentro de la sala. Qué pensaría al tenerme delante de él, ahora podría verme con todo el descaro que quisiera. Tendría a su profesora, que desea sentirse observada, que desea las caricias de su alumno, que lo único que quiere en ese momento son las manos fuertes de este inocente muchacho.
Llamada al timbre de al lado, mi corazón casi por salirse, no sé si estaré en condiciones de seguir esperando. Las ganas que sentía porque este momento terminase ya de inmediato. Todo invadía mi serena paciencia, los tic tac del reloj, los mensajes de mi amiga al móvil, para saber cómo se estaban dando las cosas en mi pequeño departamento. Esta incomoda invasión a mi privacidad, me estaba sacando de mi habitual tranquilidad. Pero de qué me estaba quejando, replicaba yo en silencio, si yo misma había causado todo este revuelo sin sentido. Los minutos avanzaban para mi descontento, sentía mucha frustración por haber empujado la rueda en sentido contrario y ahora se venía contra mí.
Llamada al timbre de mi puerta, acaso se habrá terminado la espera. Mi respiración algo agitada, en estas condiciones de desespero no quería abrir, pero tampoco me beneficiaba que espere, se aburriese y se fuera. Anuncie con voz algo pausada, que ya estaba de camino para abrir la puerta. La espera había terminado, se habían terminado las incontables maneras que me imaginaba, para que aquel joven veinteañero no llegase a mi piso, valdría la pena tanta demora. Haber tragado tanta saliva, para, por fin tenerlo en el portal del departamento donde vivo. Quizás ahora sea yo quien responda de manera contraria a la que me aferraba hace un momento. Pensar que con solo un aliento de esperanza, me hubiera bastado.
Ya sin más remedio que dejar que entrase en mi vivienda, para supuestamente retirar un sofá enorme que obstaculizaba mi sala-comedor. Este, estaba claro que no existía, salí rápido de esa infantil mentira, que resulto más que obvio. Pero acaso yo me estaría complicando más de la cuenta, y si solo decía lo que necesitaba de él, si solo me aclaraba en este punto, además, ya eran mis últimas 3 semanas, que importaría lo que pudiese decir. Teniendo en cuenta que hasta estas horas, nada habría sucedido, deje que pasara, que se pusiera cómodo en el sofá que pensaba tirar a la calle, una mentira que resultaba ser muy obvia.
Aprovechó el momento para conversar, sobre mi última clase, para este chico, mis intenciones con él, no habían quedado muy claras. Ordenador en mano, me pidió que echara un ojo, para que pudiera darle una repasada a aquella lección. Yo perpleja ante tales palabras, sudando de la calurosa rabia que me había provocado aquel chaval, no salía de mi asombro. Esto me parecía muy fuera de lugar, aquí no pretendo ser su profesora. Lo había traído a mi piso, con casi las mismas ganas, con las que busca entre mis ropas, con las intenciones que posa su mirada sobre mi cuerpo. Teníamos quizá los ánimos invertidos en aquel momento, yo pensando una cosa muy caliente entre mis piernas, y este chaval me saca un ordenador portátil.
No debí de haber hecho más caso, no debí de arriesgar todo este insufrible tormento, todo este momento de angustias, cada momento lleno de dudas. Ya para este momento no quería saber nada de esto, lamentaba habérselo contado a mi amiga, ella en parte fue la causante de esta mal estrategia. Di todo este asunto por terminado, mis ganas por adquirir de este chico lo que tanto había esperado se esfumaban. Dejando todo en manos del destino, lo que podría haber pasado, lo que no llego a suceder, ya solo esperaba una señal. Qué más esperar, se iría de aquí ahora mismo, me estaba impacientando su manera de ser.
El sentado en una silla del comedor, mirando detenidamente su pantalla. Una mirada embobada en aquellos gráficos absurdos, pero si el día lunes me tendría como su profesora, esto es un desagradable momento. Unas húmedas bragas, mis ánimos, cada vez más fuera de control, una terrible molestia, su presencia llegaba a molestarme. Pero hasta ahora no se había intentado nada, quizás toda esta película montada en mi cabeza, era solo eso, una molesta película, que no dejaba de pasar en mi mente. Si quería que esta situación cambiase, yo debería de intentar algo, debería de hacerlo de inmediato.
Después de todo, hasta ahora no se había intentado nada. Pero un fuerte calor entre mis piernas, ansias por sentirme poseída en aquel momento, las ganas tan encarnadas en mi profundo interior, hacían que piense en la posibilidad de acercarme. Desvanecido todo este mal rato hacia mi alumno, deje abrir los botones de mi camisa, debía de quitármela por completo. Pero no sé si merecería la pena ser tan obvia, a lo mejor, solo me había topado con un chico, que realmente está interesado en aprender, y llevar adelante una correcta formación. No perdía nada por intentarlo, es más, estaba en mi casa, y no era mentira, sentía mucho calor.
Un calor que podría sentirlo, extrañamente me sentía muy excitada. Deje de lado mi pudor, y apartando aquel ordenador suyo, le pregunte cuál era su interés en mi cuerpo. A qué se debía tanta atención a mis charlas, si el tema que venía tocando, era el mismo que estaban llevando durante todo el inicio de año universitario. Aparté de mí, toda duda para saber, qué es lo que miraba con tanta atención, a lo mejor estaba remarcando algo que estaba muy obvio. Me hacía ilusión sentir que tengo el control de esta situación. No dejaría de preguntar hasta que oyera de su boca, lo que deseaba oír, las respuestas no se hicieron esperar.
Lo dijo muy claro, admiraba mi cuerpo, la última semana fue la más inquietante. Esta fue una declaración que no me esperaba, quede sin aliento al escucharle decir, lo mucho que disfrutaba de mi presencia en el salón de clases. Oírle decir, que yo era la profesora más bonita que había visto pasar por aquel aula, me dejo muy satisfecha. Estaba claro que no mentía, ya que a la hora de acercarse hacia mí, a la hora de susurrarme al oído, a la hora de tomar mis manos. Posarlas sobre su abultado pecho, sentir aquel musculoso cuerpo, mis ganas de caer en sus brazos, eran lo único que me mantenían de pie. Sentí una gran erección, mientras me abrazaba con mucha fuerza, sentí un gran cariño.
Sujetando con ambas manos, mi delgado cuerpo, las ganas por desvestirnos aquí mismo, las intensas caricias sobre mis pechos. Entraba en una dulce transición, entre lo real, lo que quizá no debería de pasar, lo absurdo que venía siendo este momento. Hace nada, a punto de echarlo fuera de casa, y ahora disfrutando cada caricia suya. Mis manos debían de sentir ese bulto que lleva entre sus pantalones, debía de sacar aquel paquete que había llegado para mí, seguro que tendría mucho para ofrecerme. Deje caer el sujetador negro que llevaba para aquella ocasión, mis bragas, fueron lo primero en caer, ante tanto frotamiento contra mi húmeda vagina. Empapadas cayeron al suelo, se deshizo muy fácil de aquellas bragas.
Para estos momentos de la tarde, la excitación en ambas partes sexuales, estaban en su punto máximo. Me deje llevar hasta el sofá, bragas en el suelo, sujetador en mano, él, por detrás de mí, frotando esa herramienta que ahora descubriría. Ahora, era el momento de sacar aquel paquete que había llegado a mi piso. Madre mía si me sorprendí, mis ojos casi sonrojados por aquella verga, la intensidad de su color, la forma curvada hacia un lado, las enormes venas que adornaban su increíble erección. Mi vista no se apartaba de tremenda cosa, me he visto dominando unas cuantas vergas, pero esta, dejaba una clara brecha entre lo que había conocido, y lo que ahora tengo en mi presencia.
Sus manos guiaban mi cabeza, sus manos dirigían mis movimientos hacia su enorme verga, me sentí algo insegura por engullirla. Solo asomaba mi boca para comprobar que fuera de verdad, pero el palpitante movimiento de aquello, me hacía pensar, en lo que estaría a punto de recibir. La dilatación en mi vagina se intensificó, ya sentía dos de sus dedos dentro de mí, que placer que me daban. Él sabía muy bien donde tocar, donde rozar, en que momento acelerar o parar de manera brusca, eso me ponía muy cachonda. Dejaba que dominara mi parte intima a su holgada gana, no me importaba sentirme su esclava, después de todo, si me castigaba con aquella cosa, bien merecido me lo tendría. Estaba yo a punto de correrme.
Atrás había quedado todo el mal rato, todas los ásperos pensamientos, se dejaban de lado, todo mi cuerpo era de su propiedad. Sus dedos no hacían más que preparar un camino, una estrecha brecha se abriría en un momento, dando paso a su enorme presencia. Su verga me lleno, se introdujo de a pocos, lo que me quitaba la respiración, hacían que mis jadeos se agolpen en cada arremetida suya. Unas débiles lagrimas asomaban discretamente mis pupilas algo dilatadas, el calor en mi cuerpo, las ganas que sentía hasta aquel momento de la penetración. No eran suficiente para calmar este fuego que llevaba en mi vagina.
Follada tras follada, deseo por deseo, posar mis manos sobre aquellas nalgas, tan duras y vigorosas. Sentir el resoplar de su aliento, cual potrillo se tratase, me dejaba saber, que esta sería una contienda muy reñida. Debería de sacar lo mejor de mis movimientos, tener en cuenta lo máximo que podría disfrutar, antes de que se viniera de gusto. Me acomode a su ritmo, aunque esté lleno de energía, primero tendría la oportunidad de correrme yo, así no me quedaría con ganas de nada. Tendría un excitante momento para recordar y una anécdota más.
Para llegar a correrme como lo tenía planeado, debería de colocarme encima, pero tenía temor a caer sobre aquello y quedar partida en dos, adolorida, con la cadera desviada. O peor aún que no pueda caminar durante algunos días. Me arriesgue, me sentaría despacio, de a pocos, me acomodaría yo misma, así no habría opción a sufrir ninguna lesión. Que más daba, yo estaba muy mojada como para medir peligro alguno, qué podría pasar. Me senté lo más cómoda que pude, intenté no hacer muchos movimientos. Ya teniendo su verga dentro de mi estrecha, pero húmeda vagina, todo fue más fácil, más placentero.
Antes de que se corriese, yo ya lo había hecho más de una vez, no se lo deje notar, no quería que alardease de eso. Aunque seguro que lo noto, dejarme caer sobre su pecho, reaccionar de manera efusiva, y volver a cabalgarlo, seguro que lo interpreto de alguna manera. Ya con ganas de correrse, me baje de su verga, para colocarme en cuatro patas, deseaba sentir lo caliente de su leche sobre mi espalda. Sentí como aquella enorme verga se hinchaba más de lo normal, sus jadeos más acelerados, eran una clara señal de que me llenaría de semen. Creo que sacar de golpe su verga de mi estrecho coño, lo sentimos, el enorme chorro, que llego hasta mis cabellos, eso fue una potente descarga, quizá algo nuevo para mí, algo nuevo para contar, algo que debería de quedar en una sexual aventura.
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