Mi esposo Ángel consigue un trabajo fuera de la ciudad. En otros tiempos aquello me hubiera disgustado por alguna razón, tal vez una inseguridad apaciguadora me hubiera llevado a aceptar todo el peso financiero del hogar para mantenerlo cerca. Pero ya no quiero mantenerlo cerca, lo que pasa es que no tengo motivos para dejarlo y tenemos dos hijos, una casa y un auto juntos, y de todas formas, el que en el último mes le haya sido infiel con tres tipos no significa que aquello sea un cambio de rumbo a largo plazo, hay que ser cautelosa.
Me despido de Diana y mis hijos en el aeropuerto con lágrimas en los ojos, me duele alejarme de mi familia pero me siento motivado y feliz de volver a trabajar después de casi un año. Que Diana hubiera tenido que acostarse con un empleado del banco por una prórroga en el pago de la hipoteca de la casa aún me mortificaba, el poco orgullo que me quedaba flaqueaba y solo encontrar esa nueva oportunidad de trabajo me dio el impulso para recomponerme.
Diana se veía hermosa ese día, llevaba un Jean azul ajustado, unos tacones altos y una blusa blanca, que culazo tenía mi esposa, lo iba a extrañar, más aún porque la noche anterior volvimos a tener un tremendo sexo después de mucho tiempo. Ya los niños se habían dormido, ella estaba acostada de lado, no sé si dormida. Tenía un pijama de satín, la parte de abajo era un cachetero y por los movimientos en la cama se le había subido y sus dos nalgas sobresalían.
No me aguanté, me abalancé sobre ella y le besé el cuello mientras le metía la mano entre las nalgas. Se dio la vuelta y nos besamos. Se quitó el cachetero ansiosa, deseándome desesperadamente también. Se puso en cuatro y tras besarle el culo un poquito se la metí. No duramos mucho, había sido mucho tiempo desde la última vez.
-Te amo por siempre – le dije.
-Y yo a ti – respondió y nos dormimos.
Es la noche antes del comienzo del nuevo empleo de Ángel y por consiguiente, de su primer viaje. Ya me estoy quedando dormida cuando siento que una mano se escurre entre mis nalgas y unos labios me besan el cuello. Aunque no lo evito directamente, sí llevo semanas haciéndole el quite con éxito, pero esta vez, cuando está a punto de irse y, aunque juro que no he planeado nada al detalle, sé que le voy a ser infiel otra vez, o algunas veces, lo presiento, decido ceder a sus intenciones.
Me doy la vuelta rápido con la intención de darle trámite prontamente. Me pongo en cuatro y mi mente empieza a buscar ideas excitantes, ninguna tiene que ver con Ángel. Los tipos del hotel, mi novio de la universidad, algún video porno, un actor que me gusta… nada… y de pronto… el gordo del banco… ufff, mi mente se activa y mi coño también. Empiezo a carburar. Quiero ver al gordo, esa es la idea que me ronda la mente desde que sé que Ángel se va de viaje, ahora lo sé.
Me muevo con tal intensidad que hago venir a mi esposo rápido. Me lo echa adentro, me lavo, me dice que me ama y yo le respondo mecánicamente que yo también. Al otro día me pongo un jean sexy y me voy a casa con los niños. Se hace de noche, los chicos se acuestan y yo me recuesto en mi cama que se ve amplia, como invitadora a montar un cuerpo nuevo allí. Me sorprenden mis pensamientos, no porque me desagraden, sino porque mientras la tranquilidad financiera nos mantuvo a flote ese tipo de ideas nunca se me cruzaron. Parezco otra persona.
Son las 11 y no puedo dejar de pensar en mis nuevas sensaciones. Me meto al Instagram para ponerme a ver la vida fabulosa de los demás. Mujeres menos atractivas que yo con millones de seguidores, ¿podría yo tener millones de seguidores? Me doy a hacer una prueba. Busco una foto que me tomé en la playa, de esas fotos que sale la cara en primer plano y atrás salen las nalgas. Estoy sonriendo en la foto y tengo un libro abierto debajo de las tetas. Tengo un vestidito de baño de dos piezas azul, apenas me tapa algo.
Como tengo algunos conocidos y familiares que saben que no soy de montar esas cosas prefiero abrir una nueva cuenta con un nombre nuevo. Danika, me llamo, subo la foto, pongo algunos hashtag y salgo del app. No aguanto más aquella idea y le escribo al gordo.
-Hola, buenas noches – Escribo y pasa un rato.
-Hola, ¿como estas Diana? – Responde a los minutos.
-¿Bien y tú?
-Bien también… me extraña que me escribas
-jajajaja ¿Por qué?
-No sé, pensé que no ibas a cumplir tu promesa después de que te di el crédito
-Pues bien, acá estoy para pagar mis deudas – Tras esto silencio.
-¿Te puedo escribir mañana? – Me escribió.
-¿Por qué mañana, no puedes hablar ahora?
-No… es que, mi novia está acá, estoy en el baño … ¿Te puedo escribir mañana?
-ok, sí
¿Me acabo de convertir en la “otra” del gordo? Yo que lo tengo todo y estoy buscando protagonizar… Me da rabia, apago el teléfono y me acuesto a dormir.
A la mañana siguiente voy a mi trabajo. Voy con mi uniforme, normal. Antes mi mente bloqueaba todo, yo era un caballo viendo hacia adelante, solo veía a Ángel y a mis hijos. Ahora noto las miradas de todos mis compañeros de trabajo mientras camino por el pasillo a llevarle unos papeles al director de recursos humanos, área en la que trabajo. A la hora del almuerzo, los gestos de amabilidad se han convertido en flirteo y los amables cumplidos en coquetería.
Un amplio abanico de posibilidades se aparece ante mí, pero soy precavida, primero que nada porque sé que no soy del común, segundo porque estoy pisando arenas movedizas, la reputación de una mujer es algo importante y pretendo conservar la mía, así que aunque la mente se despierta a cosas nuevas, el cuerpo mantiene la cordura.
Más o menos, porque al llegar a casa me meto al baño y me reviento el coño a dedo. Los niños se acuestan y bajo a la cocina por una botella de vino. La destapo y la llevo a mi cuarto. Se preguntarán qué ha sido de mi esposo a todas estas, pues nos escribimos normal, me cuenta emocionado de sus cosas pero yo solo le respondo como un tenista jugando a la defensiva, mi mente está en otro lado.
Abro el Instagram falso que creé, tengo 470 nuevos seguidores y no he hecho nada más que montar una foto, los comentarios son solo halagos, me gusta. Decido montar otra foto más del viaje, también en vestido de baño. Tras cinco tragos estoy excitada… ¿dónde está mi gordo?
-¿Me dijiste que me escribirías? – Le mando un mensaje. Pasan 20 minutos.
-Hola Diana, qué pena no haberte respondido, mañana en la mañana reviso los papeles de la hipoteca y te comparto la información, disculpa pero no estoy en horario de oficina, por si no te respondo más.
-Mira gordo maldito, si mañana a las 7 am no se de ti… tú te lo pierdes, no me ves más.
Y con una amenaza semejante el tipo me escribió a las 7 am.
-Hola Diana, disculpa que no te escribí, estaba con mi novia – Me escribe.
-Nunca me dijiste que tenías novia – Le respondo.
-Nunca preguntaste
-Te quiero ver hoy ¿vas a poder?
-Sí, hoy Lucía tiene clase de cocina así que tengo toda la noche, después de las 6 pm
Pago una niñera, mi esposo lo sabe, no es anormal que yo tenga que salir de noche, tengo vida social con amigas, primas y hermanos, así que nadie dice nada.
Trabajaba en un pueblo alejado. Para llegar había que tomar un avión hasta una ciudad principal, luego una avioneta y luego un carro 4×4. Trabajaba en temas de análisis de poblaciones y el gobierno quería analizar una población de origen afro muy alejada de las ciudades principales del país, un lugar olvidado. Aunque el camino era algo turbio y no auguraba un destino agradable. Efectivamente, aquello distaba de ser agradable, era un pueblo muy pobre, el lugar más elegante era una cantina donde se notaba que ocurrían las cosas más interesantes en kilómetros a la redonda.
Mi lugar de estadía era la única casa bien cuidada del pueblo, era una especie de casa hostal con 4 cuartos pero la alquilaron toda para mí. La señal del teléfono iba y venía, en la televisión solo había un par de canales. La mayoría de la población era de raza negra, todos en forma por la misma interacción diaria con la naturaleza y por la comida que consumían, que era muy natural porque era poco lo que llegaba de los productos a los que uno tenía acceso en la ciudad.
Después del primer día de trabajo junto con un compañero que era de la zona y me guiaba me fui a mi casa caminando, aún era de tarde. Le escribía a Diana cuando había señal, las respuestas eran demoradas y esporádicas, supongo que por los problemas de conectividad. Al abrir la puerta me encontré con alguien dentro de la casa. Era una mujer de unos veintitantos, negra, alta con un afro abundante, llevaba una escoba que usaba frenéticamente, apenas llevaba ropa, su short de jean se ajustaba a unas piernas brillantes y torneadas y apretaba un culo grande, camino arriba la línea de su espalda se cortaba en un top de color naranja intenso.
-Eh… buenas tardes – dije. Parecía no oírme.
-Eh … ¡buenas tardes! – dije más fuerte, parecía que me ignoraba.
Me acerqué por un costado y se sorprendió al verme dando un brinco hacia atrás. Para hacerla corta y después de unos intentos de comunicación complicada resultó que se llamaba Yuli, era sordomuda y era la persona asignada por mi empresa para la limpieza de mi casa, vendría a diario.
Seguí a mi habitación algo incrédulo de que aquella hermosa negra que podría ser una modelo en Europa fuera la persona asignada a cuidar mi casa. Entrecerré la puerta y me escondí tras ella para ver a Yuli hacer el aseo. Al caer el sol se fue.
Los días siguientes fueron igual, yo llegaba y nos saludábamos con una sonrisa, ella seguía haciendo el aseo y yo seguía para mi cuarto. Pronto pasé de espiarla a sacarme la verga detrás de la puerta y jalármela viendo a Yuli batir la escoba. Eyaculaba sobre la puerta y después, sintiéndome culpable salía del cuarto y pasaba junto a Yuli para ir al baño a buscar papel higiénico y limpiar mi reguero.
Mi comunicación con Diana eran apenas unas palabras al día, las llamadas no funcionaban y el chat era muy interrumpido. En aquel aislamiento empezó a despertar en mí un deseo oscuro por mi empleada que satisfacía masturbándome viéndola hacer oficio, también le empecé a tomar fotos y videos sin que se diera cuenta para verlos después. En una semana ya tenía un buen material que revisaba a diario.
Es día de trabajo, me pongo una tanguita negra pequeñita y encima el uniforme de la empresa. En el bolso meto el vestido más sexy que tengo, es negro de tiritas arriba y minifalda, apenas me tapa las nalgas, tengo que caminar con cuidado cuando me lo pongo. No dejo de pensar en el gordo todo el día, tengo que ir al baño un par de veces y meterme el dedo para calmarme y poder concentrarme en el trabajo.
Se hacen las 6 de la tarde, el gordo queda en pasar por mí. Entro al baño una vez más, me quito el uniforme y me coloco el vestido y unos tacones, me pongo maquillaje y me pinto los labios de rojo intenso, estoy nerviosa por verlo, parezco una chiquilla enamorada. Salgo del baño y tengo que atravesar toda la oficina, mis compañeros de trabajo no pueden más que abrir los ojos de par en par y murmurar sobre la diosa que les pasa por enfrente. Escucho un silbido lejano y sonrío en dirección a la fuente sin saber muy bien quien es. Mis nalgas rebotan ante cada taconazo y siento como mis nalgas aplauden mi caminar. El ascensor está lleno pero al verme todos me abren un espacio. Estoy caliente, me pongo traviesa, habiendo tan poco campo en el ascensor es cuestión de dar medio paso hacia atrás y mis nalgas se encuentran con un cuerpo, un poquito más hacia atrás y el afortunado tiene una prueba de lo que se comerá el gordo en minutos.
Bajo del ascensor y salgo del edificio. Ahí está él en su carro viejo con abolladuras. Acelero el paso sonriente, abro la puerta y me recibe con una sonrisa. Me abalanzo hacia él, le doy un abrazo y un beso.
-¡Hola mi amor! cuanto tiempo sin verte jajaja… por fin me haces caso – le digo.
Él está un poco confundido, si bien ya nos conocemos desnudos, el contexto en el que ocurrió no es como para que yo le trate con semejante cariño y efusividad, lo que él no sabe es que llevo un par de meses masturbándome con las memorias de nuestro encuentro, lo que él no sabe es que no había tenido verga igual de rica en todo mi vida dentro de mi agraciado cuerpo. En perspectiva ni yo entiendo como es que aquella bola de cebo calva y fea merece una entrega tal de mi parte, pero ahí estoy y se lo quiero dar todo.
Pienso que me va a llevar a su apartamento, pero no, me lleva a un motel, en definitiva soy “la otra”. Durante el camino me inclino sobre él, le saco la verga y empiezo a darle forma como arcilla entre mis manos, me arrodillo sobre mi asiento de copiloto y elevo mi culo para inclinarme sobre él, el carro no está polarizado y mi falda cortita poco colabora en cubrirme. Cuando vamos llegando al motel me acomodo de vuelta en el asiento mostrando una vergüenza ridícula teniendo en cuenta que le pude haber mostrado el culo a media ciudad en el trayecto.
Entramos a la habitación.
-Mírame, ¿te acuerdas cuando me chantajeaste con la prórroga y me follaste? – Le dije acercándome.
-Lo recuerdo por supuesto, lo que no imaginé era que terminar por gustarte
-Yo tampoco papi, pero quiero que sepas que desde que estuve contigo no he podido dejar de pensarte, me masturbo a diario recordando como me cogiste, quiero que me cojas como quieras hoy… tú pide que yo lo hago.
Se desnuda mostrándome todo su voluminoso, peludo y asqueroso cuerpo, se acuesta en la cama recostando la cabeza en las almohadas, se agarra su verga tiesa y con la vista me indica que me ocupe. Dichosa, feliz, corro a la cama y me pongo en cuatro frente a su monstruo, abro mis labios rojos y me trago esa carne.
Mi falda se sube hasta mi cintura, el cuarto está lleno de espejos y puedo ver en el espejo frente a mí el reflejo del espejo detrás mío. Veo mi culo separado por la tanguita negra.
-¿Dónde está el pobretón de tu esposo? – Me pregunta.
-Consiguió trabajo… lejos, vivimos juntos por temporadas
-¿Pero aún estás con él?
-Técnicamente, digamos que sí… pero ahora lo que quiero es estar contigo
Me levantó, me doy media vuelta, me corro la tanga y me siento sobre él, mi coño se abre para darle entrada y después de un avance lento simplemente me dejo caer.
-¡Aaaggg! – Grito.
Su verga se incrusta en lo profundo de mí, duele, me gusta, me empiezo a mover en círculos para acostumbrar mi cuerpo a su tamaño, no la recuerdo tan grande. Me agarra las nalgas y me pone el dedo gordo sobre el ano, presiona y me ensarta como un gancho por el culo. Usando su dedo como amarre empieza a dirigir mis movimientos arriba y abajo. Me quito el vestido, lo único que me separa de la total desnudes es mi tanguita, pero él tiene otros planes, toma la prenda por parte trasera y la jala duro, el primer intento es infructuoso, la prenda es de buena calidad y solo consigue rasparme el coño. Pero no acepta un no como respuesta y jala una segunda vez con más fuerza y decisión. La tanga cede desgarrándose por la mitad. Ahí va una prenda fina y cara. Qué más da.
Mi teléfono se ha salido de mi bolso cuando lo he lanzado a la cama al llegar. Mientras cabalgo al gordo veo que entra una llamada, la pantalla dice Ángel.
Era de noche, como las 9, Yuli se había ido hacía rato ya. Como de costumbre me había pajeado viéndola y estaba repasando los videos que le había tomado en días recientes, me quedaba en loop especialmente en uno en el cual salía de rodillas en suelo agachándose para buscar algo debajo de una silla. Aburrido me di a dar una vuelta por el resto de la casa, había cuartos que no había visto y en uno encontré una escalera que llevaba al techo. Subí, la vista nocturna era hermosa, despejada, miles de estrellas brillantes se podían ver como es natural en lugares retirados donde la contaminación lumínica no obstaculiza el cielo.
Saqué mi teléfono para tomar una foto y descubrí que tenía algo de señal. Llamé a Diana de inmediato.
-Hola amor, conseguí algo de señal en el techo de la casa – Le dije.
-Aaaggg, hola mi amor… que… que bueeeno – respondió.
-¿Cómo estás? ¿cómo están los niños?
-Bi… bi…bien, están dormi… dormidos.
-¿Qué haces? te oigo entrecortada… y agitada.
-Amor… la señal… ya… mmmm… ya sabes. Y es que estoy haciendo ejer… ah ejercicio, unos abdominales… sabes como dueeelen aaahhh
-Me alegra que todo este bien, te extraño
-y yo…. mmmm
-¿amor?
-y yo a ti mi amor, ¿cuándo es que vuelves?
-Aún faltan dos semanas, ya no puedo esperar para verlos a ti y a los niños
-siii, que ansias … de … de verte
-Bueno amor, te dejo hacer tus ejercicios, si esta señal en el techo de la casa no es algo momentáneo te podré llamar con más frecuencia
-que bueeeno queri… queri…. aaahhh…
-hasta luego amor, que descanses
-y tuuu
Colgué. Me sentí culpable, mi esposa en casa cuidando a los niños y yo tomando videos y fotos de una sordo muda para masturbarme, aún me sentía lejos de merecerla. Aun así bajé al cuarto, me quité los pantalones y me masturbé viendo a Yuli sacando algo debajo de la silla.
Mientras hablo con Ángel el gordo se ocupa de hacer cualquier cantidad de movimientos que me hagan trastabillar en la conversación. Podría no haber contestado, pero me parece sexy hablar con el cornudo de mi esposo. Creo que podría haber salido peor, lo de los abdominales fue una carta inteligente, además tengo suficiente capital político tras años de buen comportamiento como para que una llamada me haga caer del todo.
El gordo se incorpora, me empuja hacia adelante y caigo con los codos sobre la cama quedando en cuatro, me la mete así. Veo mi cara en el espejo, pero lo mejor de todo es sentir su barrigota sobre mis nalgas, me resulta erótico.
-¡Ay papi siii! dame dame dame, duro duro duro – Le canto.
El gordo se viene dentro de mí. Se acuesta boca arriba y me acuesto a su lado. Mi brazo apenas alcanza hasta la mitad de amplio abdomen.
-No sabes lo feliz que me siento – Le dijo como tonta.
-Me gusta que seas feliz
-¿Nos vamos a seguir viendo verdad?
-Si es lo que quieres, sí
-Es lo que quiero
-Yo quiero algo…
-Solo pídelo
-Quiero orinarte
No me espero aquello, pero haría lo que fuera por esa bestia, y la idea no me resulta del todo desagradable… ¡Diana! por dios! ¿Quién eres? Me lleva hasta la ducha, me pide que me arrodille y tras unos segundos de concentración su líquido amarillento empieza caer calentito sobre mí. Primero apunta a mis pechos, en un movimiento rápido sube su verga y el chorro choca sobre mi boca abierta, escupo la mayoría, me trago un poco. Me moja el cabello, el torso, las piernas, me hace dar la vuelta y también me moja el culo.
Cuando termina voy a abrir la ducha para lavarme pero me lo impide.
-Vístete – me ordena.
Toda meada me pongo la ropa, él observa cada movimiento. Me toma de la mano y me lleva al auto. Empieza a conducir. En el camino me pide que se la chupe, lo hago gustosa. Detiene el auto en una calle oscura, baja de él, camina hasta mi puerta, la abre y me pide que se la siga chupando. Segundos después se empieza a pajear y suelta una carga considerable de semen sobre mi cara.
-¿Cuándo te volveré a ver? – Le pregunto reiniciando la marcha.
-Es difícil decirte ahora mismo… pero te escribiré pronto
-¿No me puedes ver por tu novia?
-Exacto
-¿Cuánto tiempo llevas con ella?
-No sé, algunos años
-¿La amas?
-De cierta manera, sí
Conduce hasta mi casa y me deja en la puerta. Me despido con un beso largo y me bajo del auto. Entro con cuidado de no hacer mucho ruido, no tanto por despertar a alguno de los niños o a la niñera, sino porque traigo encima un hedor a orines y quien sabe cuanto semen fresco. Me dirijo rápidamente a mi cuarto, cierro la puerta con seguro y entro al baño. Me paro frente al espejo, mi cabello húmedo de meado se pega a mi cara, mi maquillaje horas antes perfecto ahora dibuja sendas líneas negras que en una mezcla de semen y tinta caen por mis mejillas, me veo desastrosa, sonrío, me tomo un par de fotos y me meto a bañar.
Salgo y veo un mensaje nuevo en mi teléfono. Es el gordo, me envía un corazón. Abrazo el teléfono y sonrío feliz, creo que estoy enamorada.