En tus mañanas duras
la gata hace jirones las sábanas
mientras maulla en celo,
mientras eriza el pelo,
mientras aulla loba al alba.
Tu alegría erecta, su río de flujo,
que desemboca en sus piernas
antes de tus muslos,
antes de que la toques,
antes de que la muerdas.
Tu mirada lasciva es tu sí,
tu ruego y tu respuesta
a su mirada lasciva,
a su postura encima,
a su boca de fresa bien puesta.
Lametones, succiones y gemidos,
coches, pájaros y chirridos… aullidos…
los sonidos de dentro,
los sonidos de fuera,
los sonidos de la mañana en guerra.
Ahora entre café, tostadas y risas
la gata te mira traviesa
cómo diciéndote vamos,
cómo diciéndote más,
cómo diciéndote cómeme fiera.