Esta historia ocurrió hace cuatro años, el 26 de enero de 2019, en Ciudad de México. Sus protagonistas, Esther y Guillermo, ella, una bella mujer de 60 y yo un hombre de 35.
Luego de 12 años de no tener contacto con ella, un buen día de 2018 recibí una grata llamada, un amigo en común le había pasado mi número de celular. Platicamos un buen rato, hablamos de todo un poco. Supe que, tras su divorcio, se dedicó de tiempo completo al cuidado de sus cinco hijos, trabajando mucho para sacarlos adelante.
El tiempo siguió su paso, nos llamábamos o escribíamos constantemente, como aquellos amigos que quieren recuperar el tiempo transcurrido. En julio es nuestro cumpleaños, así que aprovechamos para conocernos un poco más, para festejar nos reencontramos un par de meses después. Fuimos a comer, ella llegó con dos de sus hijos más chicos, la pasamos muy bien, aproveché para llevarle un detalle especial. Nos tomamos varias fotografías con su familia y una solo ella y yo.
Seguimos en contacto, vinieron las fiestas de fin de año y los buenos deseos por el año que empezaba.
El 1 de enero de 2019 me escribió para decirme que había soñado conmigo, le dije que me alegraba saberlo, que esperaba no fuera en pesadilla, sonrió y me dijo que al contrario, que había sido un sueño muy lindo pero que le daba pena contarme porque era muy comprometedor, le respondí que no había problema, que si éramos los protagonistas teníamos que saber que hicimos en su sueño, algo apenada me respondió que me soñó en una fiesta bailando, disfrutando pero lo que le había daba vergüenza era que nos besábamos. Le comenté que no tenía por qué apenarse, sino todo lo contrario, le agradecía por haberme tenido en su sueño, desde aquel momento nuestras conversaciones empezaron a ser más íntimas. A tal punto que acordamos vernos para salir, también me dijo que le gustaría que tuviéramos intimidad, si yo quería, ya que era una mujer muy mayor, le respondí que si ella quería yo estaría encantado, que para mi sería un placer estar con una mujer como ella, seguimos platicando, planeando y esperando el día de nuestro encuentro.
Llegó el día añorado. Compré rosas y velas rojas -su color favorito- para el departamento. Sábanas blancas, velas y pétalos de rosa aromatizaban mi habitación. Antes de la hora acordada fui por ella a la terminal de autobuses. La esperé con un ramo de rosas rojas. Mi espera en la sala fue la adrenalina pura. Al llegar nos abrazamos apasionadamente, nos dimos un beso en la mejilla y nos fuimos al auto. Una vez en el estacionamiento y sin la mirada de la gente -como ella dijo- nos volvimos a abrazar y nuestras bocas se fundieron en un beso apasionado. Guardamos su pequeña maleta, entramos al auto un poco nerviosos, platicábamos, me pidió que antes de ir a cenar fuéramos a casa para que se cambiara de ropa y así lo hicimos. Entró a la habitación de visitas en el departamento y salió con un vestido rojo con negro, pelo suelto, zapatos con tacones y un abrigo para el frío, lucía muy sensual. Nos fuimos a cenar, reímos, nos besamos, bailamos y brindamos. En un momento de la noche me pidió que nos retiráramos para estar juntos, así lo hicimos.
Al llegar al departamento caminamos abrazados. En la sala nos seguimos besando y acariciando, ella temblaba, me decía que estaba muy nerviosa, le dije que se tranquilizara, que disfrutara el momento, puse música para bailar y abrí una botella de vino para relajarnos un poco. Bailamos, movimientos sensuales fueron dando la seguridad de la intimidad. Nos besábamos y poco a poco empecé a sentir el calor de su piel y como iba tomando confianza, pronto me dijo que quería ir a la habitación, la tomé de la cintura para cargarla, era tan rico oler su cuerpo, sentir su respiración, la senté sobre la cama y encendí algunas velas que había dispuesto para nuestra noche. Nos seguimos besando y acariciando, ya más en confianza nos empezamos a desvestir, poco a poco, para sentir el calor de nuestra piel, acariciando cada parte de su cuerpo, besándonos apasionadamente hasta quedar completamente desnudos. En ese momento me confeso que llevaba varios años sin tener relaciones y que nunca en su vida se había sentido tan deseada como esta noche, la recosté sobre la cama, besé su cuello, pasando por sus senos que aun con el paso del tiempo se sentían duritos por lo excitada que estaba, bajé a su cintura y me perdí entre sus piernas, probé, lamí, bebí de su manantial, puse una almohada en su cadera y la seguí besando y acariciando, para ese momento estaba tan excitada y completamente lubricada, gemía de placer pidiendo que la hiciera mía, que ya quería tenerme dentro de ella.
En la clásica posición de misionero, apunté mi pene hacia su hermoso sexo, poco a poco y con la buena lubricación mutua mi pene se fue deslizando en sus labios y su vagina, que completamente mojada me recibía dulce y calurosa, sentía como sus paredes vaginales le habrían paso a mi pene, una vez que entró empecé con el mete y saca, mientras nos besábamos y acariciábamos, una explosión de emociones la llevó a su primer orgasmo, sus gemidos se hacían cada vez más fuertes, el sonido de nuestros cuerpos fundiéndonos, entregándonos me llevó a terminar en ella, acabamos juntos y fue lo más delicioso, me quedé por unos minutos sobre ella para besarla y acariciarla y decirle la felicidad que me había dado, me recosté a su lado para abrazarla. Así nos quedamos dormidos.
Ella a sus 60 años conserva su pequeña cintura, piernas delgadas y senos pequeños. Mide 1.50 de estatura, es delgada y de piel clara. Yo al hacer un poco de ejercicio conservo el cuerpo en forma, mido 1.77, soy talla 32, peso 78 kilos, moreno, velludo.